viernes, 5 de junio de 2009

La coherencia del “modelo” y sus defensores

“Las retenciones buscan defender el salario de nuestro pueblo desacoplando el país de los precios internacionales. La palabra es “desacoplar”, decía, voz en cuello, la señora presidenta de la Nación, hace un año, en oportunidad de justificar la implantación de retenciones móviles a la exportación de productos agropecuarios en un nivel que significaba la expropiación de virtualmente más del 90 % de su rentabilidad.
En aquel momento hablamos del dislate que significaba el “desacople”. Una economía global, como la que hoy existe, con el encadenamiento del proceso productivo y el gigantesco auge del comercio internacional intra-ramas, y con una “locomotora” interna que depende de la demanda internacional para hacer marchar el resto de los sectores productivos mediante de su provisión de divisas, no podía desacoplarse porque ello significaría la paralización paulatina, por asfixia, de los diferentes componentes del proceso económico.
El capricho de la pareja que se duerme todas las noches leyendo diarios de los años 70 (como expresó días atrás el popular Alfredo De Angeli) le costó al país una conmoción política y social gigantesca, la retracción de la economía productiva hasta el borde de su quiebra, y a la propia presidenta el prestigio que no podría recuperar desde entonces cayendo en su consideración pública a cifras comparables con los peores presidentes de la región, con menos popularidad que el tristemente recordado George W. Bush.
Un año después, el Ministro del Interior ataca a los industriales –naturalmente preocupados por las desopilantes decisiones de estos días, como prohibir la distribución de dividendos en una empresa privada, designar directores –y hasta síndicos...- estatales en empresas privadas y abandonar a las empresas argentinas agredidas por el chavismo- y no tiene mejor fundamento que sostener que el gobierno ha conseguido... ¡que se hayan “acoplado las tarifas a los precios internacionales”!...
Sobre este argumento, sostiene que el gobierno “no tiene animosidad contra los empresarios”... en el mismo momento en que el “ex presidente en funciones” se agravia en una tribuna porque esos empresarios no renuncian a la rentabilidad de sus empresas, luego de cinco años de no retirar ganancias, sin otro motivo evidente que facilitarle la campaña electoral. Por supuesto, con nuevos engaños dirigidos a compatriotas de barriadas humildes cuyo problema dramático no es la pelea de Kirchner con los empresarios, sino la inseguridad provocada por las mafias bonaerenses, inseguridad que nunca se terminará mientras la fuerza electoral en la que se respalda el poder es facilitada por los organizadores de esas mafias de traficantes de estupefacientes, personas, falsificaciones, armas y lavado.
Buscar coherencia en la administración K es una misión imposible. Al menos, sin embargo, debiera intentar guardarse una mínima articulación discursiva, ya que no existe en las medidas, que permita contar con un marco de referencia sin el cual es imposible tomar decisiones de inversión o de política empresarial por el enorme riesgo que implica el incremento de la incertidumbre.
Nadie sabe cuál es la “línea” del gobierno. El misterioso “modelo” está logrando exactamente lo contrario de lo que dice buscar. Sube la desocupación, cae la producción, se van los capitales, las personas –desde empresarios hasta jubilados- se refugian en el dólar por el misterio de lo que vendrá, las reservas previsionales están siendo liquidadas en un festival de subsidios, préstamos a tasas negativas y contraprestaciones clientelistas que nuevamente llevarán los haberes previsionales a situaciones de miseria y la economía se ha reducido en su dimensión a los niveles de hace una década, con tendencia declinante. Es probable, de continuar el “modelo”, que logren lo que al parecer añoran: volver a una producción con los niveles de hace cuatro décadas, en los años 70 del siglo pasado.
Al autor no le gustan los calificativos insultantes en la política. Sin embargo, también cree que el debate sobre los problemas de todos –que no otra cosa es el país- debe ser nítido y, si es necesario, fuerte. Sin compartir entonces la oportunidad para la calificación con que el líder agropecuario respondió al candidato Kirchner, después de escuchar las justificaciones incoherentes de tantos las dislates, de resistir tantos agravios y de observar el rumbo que le están dando al país, no puede dejar de decir, sin embargo, que también le parece increíble que un ex presidente de la Nación se esté presentando ante su pueblo con un discurso tan rudimentario, falaz y tramposo.
Aunque debe reconocer que si en lugar de escribir un artículo le tocara hablar en una tribuna, como en otros tiempos, tal vez utilizaría términos diferentes. Más claros y contundentes, como hablan los argentinos comunes –como hablamos los entrerrianos- para referirse a algo que consideran intencionalmente falso, tonto, o imbécil.


Ricardo Lafferriere

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