lunes, 7 de diciembre de 2009

Circunstancial...

En un tono despectivo, cual si se refiriera al viejo apelativo de “gorilas” con que supieron alguna vez definir a sus opositores de mediados del siglo XX, el Ministro del Interior y el propio jefe de la bancada oficialista han descalificado a la mayoría de la Cámara de Diputados con el mote de “circunstancial”. No advirtieron, sin embargo, que las propias mayorías con que lograron en los últimos años la aprobación de leyes esotéricas acaban de mostrar, luego del recambio legislativo, su propio carácter de “circunstanciales”, frente a una realidad que ya cambió por decisión de los argentinos.

Pero por encima de la anécdota, no está de más focalizar la mirada en el episodio del 4 de diciembre para comprender lo que significa la discusión parlamentaria.

El parlamento debe reflejar –y de hecho refleja- el amplio colorido de las visiones existentes entre los argentinos sobre su vida en común. Refleja las prioridades que unos y otros dan a diferentes temas, las soluciones distintas que proponen, las aspiraciones que los mueven, los temores que los alertan y hasta los sueños que los ilusionan.

Las mayorías se forman cuando existen comunes denominadores que son capaces de unir, en una determinada coyuntura, a toda esa diversidad. Que es, justamente, lo que ocurrió.

¿Qué unió a los representantes del pueblo argentino en la histórica sesión del 3 de diciembre? ¿Qué logró vincular por un instante a los valores, las utopías, los sueños, los temores, las prioridades, de personas con visiones aparentemente tan disímiles?

La respuesta es clara: la decisión de civilizar la convivencia, de “meter la política en la Constitución”, de dialogar las diferencias, de superar el grito destemplado y la violencia.

Quienes votaron ejerciendo su mayoría no se abalanzaron tras el poder, con intenciones patrimonialistas o autoritarias. Por el contrario, reflejaron por un instante lo mejor de la Argentina histórica, probando que es posible unir esfuerzos sin renunciar a sus diferencias.

La sesión preparatoria de la Cámara de Diputados mostró un Parlamento funcionando y marcó un viraje hacia el cambio del “ethos” político en el sentido reclamado por los argentinos: un país dialoguista, tolerante, plural, abierto, moderno.

Un país -quizás por eso- tan incomprensible para el Ministro del Interior, para el Jefe de la bancada oficialista, o para el propio jefe de ambos, que necesitan obsesivamente ver en esa imagen, soñada para todos los argentinos de bien, una mera situación circunstancial.



Ricardo Lafferriere

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