miércoles, 3 de febrero de 2010

El "fondo del bicentenario" es un mega-robo

Los activos del Banco Central no son del gobierno, ni de la oposición. Son de los argentinos. Ni el gobierno ni la oposición pueden apropiarse de ellos sin contraer una responsabilidad política cercana al latrocinio, se destinen a las provincias o a las necesidades del presupuesto.

Las finanzas públicas deben discutirse en el Congreso. Sus instrumentos están definidos en la Constitución: son sus “activos” los impuestos que establezca –dentro de los márgenes constitucionales-, y los préstamos que decida contraer. Sus “pasivos” son los gastos del Estado y el pago de las deudas.

No pueden atravesar esos límites. Si lo hacen, rompen el primer gran equilibrio constitucional, el que determina con claridad las esferas de lo privado y de lo público, de los “ciudadanos” frente a los “Gobierno federal” y “de las provincias”.

Los "activos" del Central no son "excedentes" operativos que puedan manotearse: tienen sus "pasivos", sus contrapartidas -en deudas por bonos, en créditos contra el gobierno (que como lo muestra la historia, nunca recuperará, por lo para no autoengañarse habría descontarlos de los activos), en el volumen del circulante y en deuda con organismos internacionales.

El Estado, por su parte, debería responder a su obligación -que tiene por ley, justamente la ley del BCRA- de defender el valor de la moneda, que no es suya sino del país y de los ciudadanos, separando cuidadosamente su gestión administrativa ("impuestos-gastos"), a cargo del gobierno, de los mecanismos de defensa del valor de la moneda, delegado por ley especial en la autonomía del Banco Central cuyas autoridades, no en vano, tienen especialmente prohibido escuchar sugerencias o actuar según instrucciones del poder político.

Quienes alegremente acepten discutir cómo hacerse de esos activos debieran ir preparando sus argumentos para decirle a la gente por qué cuando vayan a cargar su carrito del supermercado su dinero alcanzará para la mitad de las cosas que cuando los activos confiscados respaldaban su valor, o sea por qué su dinero -su salario, su retiro, su jubilación, su ahorro- valdrá menos. Y que por qué la autonomía del Banco Central fue, también alegremente, echada a la basura rompiendo con un dique de contención a la actitud desquiciante del oficialismo, que ha dado muestras más que suficientes de su falta de escrúpulos al momento de “transferir” a su discrecionalidad recursos ajenos (ANSES, ahorros privados, BNA, provincias y hasta Cajas profesionales y militares).

El “fondo del bicentenario” liquidará la última ancla a la estabilidad económica y subordinará el país entero a la responsabilidad o irresponsabilidad y a la voluntad discrecional de una persona, o en el mejor de los casos, de dos. El Congreso no puede avalar este latrocinio, ni en forma directa ni a través de sofistificados mecanismos de triste memoria que nos llevaron hace años a la hiperinflación. De lograrse el objetivo, el golpe a la economía productiva será grande. La incertidumbre se potenciará, la inflación se desatará, la discrecionalidad del eje Kircher-Moreno aumentará, la inversión desaparecerá y el país será varios escalones más pobre.

En ocho décadas, por medidas como ésta, la Argentina pasó de ser el país más desarrollado de América Latina a ser uno más del montón. El ingreso por habitante de las primeras tres décadas del siglo XX es igual en valores constantes al del primer lustro del siglo XXI. Nuestra moneda perdió en medio siglo dieciséis ceros.

El crecimiento del país es el más débil de la región, ampliamente superado por el entorno regional –Brasil, Chile y Uruguay-. Este camino nos lleva a la insignificancia internacional y a profundizar la pobreza, cuyos niveles no están en las estadísticas sino en las calles que transitamos cotidianamente, como un golpe a la inmoralidad del hiperconsumismo artificial fogoneado por los recursos ajenos apropiados y dilapidados para generar el “efecto riqueza” de una sociedad confundida.

El “fondo del bicentenario” es un mega-robo. Serán cómplices todos quienes lo voten, aunque sea a cambio de compartir el botín.


Ricardo Lafferriere

No hay comentarios: