domingo, 6 de enero de 2013

Dichos y hechos



                “Fíjense en lo que hago, no en lo que digo”, le expresó en su momento Néstor Kirchner a los empresarios españoles, cuando les anunciaba el comienzo de su política económica discrecional. Aunque en muchos aspectos hay un alejamiento de la consigna, la presidenta continúa en este rumbo.

                De seguir sus dichos, no habría forma de no alarmarse. Un ataque grosero e insolente a la justicia, esta vez a la Cámara Civil y Comercial; la grotesca e impostada solicitada en los diarios británicos por Malvinas, que colocó al país nuevamente en una posición de ridículo internacional; su puesto en escena de una extravagante decisión administrativa confiscando el predio de la Sociedad Rural, que se sabía desde el inicio que sería revocada judicialmente por su manifiesta ilegalidad;  su afiche de estética modernista, tan atrasada como su discurso, para proclamarse “Capitana” emulando a Eva Perón; su justificación del escatológico festejo en la ESMA que el kirchnerismo había convertido en el ícono de la memoria del horror; y por último su nota de cuatro páginas para contestar una pregunta de Ricardo Darín sin contestarla –porque no tiene cómo hacerlo- cargándolo de agravios y amenazas veladas. Tal es el saldo de la primera semana del año.

                Sin embargo, los hechos son distintos. Ha ofrecido específica y concretamente a los “Fondos Buitres” reabrirles la posibilidad del canje de la deuda, luego de haberlo negado con vehemencia hace poco tiempo y haber calificado de traidores a la patria a quienes le solicitaban normalizar los pagos externos; ha triplicado el precio del gas en boca de pozo a las empresas productoras, luego de haberlo negado expresamente durante casi una década; ha anunciado un incremento sustancial de los boletos de transporte urbano, en la línea señalada por la sensatez aunque sin prever el mantenimiento de subsidios para los sectores de ingresos fijos como le fuera indicado por la oposición; ha autorizado el incremento tarifario de la energía, en la misma línea, también desdiciéndose de su política anterior. Hechos, que se intenta ocultar tras una retórica vacua, cuyo efecto en la realidad no tiene el efecto atemorizante de otros tiempos –porque nadie la toma en serio- pero tampoco la virtud exaltadora de la pasión militante hacia los propios, ya desorientados por la bastardización del discurso y su escasamente modélica conducta personal.

                Tanto los dichos como los hechos dejan mucho que desear. Los dichos, por lo mendaces. Los hechos, porque se ocultan tras coartadas discursivas que evitan su comprensión por los ciudadanos para evitar mostrar con crudeza la situación económica a la que nos ha conducido su gobierno, por capricho, imprevisión e intereses escasamente virtuosos, cercanos a lo partidista más condenable y alejados de la visión de estadista con la que a menudo intenta vestirse, anglicismos aparte.

                Mirado el país desde el escenario global, es dolorosa la marcha inexorable hacia la intrascendencia. Ubicados en el plano interno, es imposible no sentir la decadencia.

                Aunque esta semana mostró también una foto de esperanza. Tal como en diciembre destacamos desde esta columna la convocatoria del radicalismo al arco opositor para acercar posiciones en defensa de la democracia, hoy debe destacarse la capacidad de diálogo, a contramano de la política oficial, de dos jefes de ejecutivos locales de diferente signo político, de la provincia de Buenos Aires y de la Capital, dando pasos conjuntos en la solución de problemas concretos de gestión, en este caso puntual referido al tratamiento de residuos urbanos.

Lo que debiera ser un hecho normal en un país democrático, significó sin embargo un fresco aire de cambio que muestra que es posible otro país. Es mucho más importante que cualquier dicho de circunstancia. Las dos fotos nos permiten imaginar que lo que viene será mejor, sustancialmente mejor, que la voz crispada gritándole al espejo.

Ricardo Lafferriere

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