martes, 9 de abril de 2013

Bastardeando buenas causas



                No hay gobierno que “todo lo haga mal”. Como lo hemos repetido hasta el cansancio, hasta Hitler hizo en su país autopistas que aún hoy se usan y Mussolini un Código del Trabajo que incorporaba derechos obreros en ese tiempo aún cuestionados.

                Ello no significaba que las iniciativas debieran apoyarse. Las primeras, porque tenían como objetivo contar con pistas de aviación desde las que lanzar sus “blitzkriegs” aéreos que asolaron Gran Bretaña, Francia, y antes Polonia y Checoslovaquia. El segundo, porque lo que buscaba era disimular su ataque y desmantelamiento de los sindicatos opositores.

                Pero no es necesario irnos tan lejos en la geografía y en la historia. Tenemos ejemplos más cercanos.

                La “reforma previsional” se justificó en la necesidad de limitar las usurarias comisiones de las AFJP. Tras ese justo objetivo, se produjo la confiscación grosera de todos los ahorros previsionales que los ciudadanos habían realizado durante años, protegidos por la ley argentina, para prever su futuro. Fueron despojados de esos ahorros y enviados al “fuentón de la mínima”, en el que comparten la suerte con quienes reciben el haber de subsistencia por no haber aportado nunca al sistema.  Pero el objetivo, lo sabemos ahora y algunos lo denunciamos entonces, era engrosar la caja discrecional del oficialismo con esos fondos mal habidos, que hoy se han dilapidado en las aventuras de corrupción y dispendio clientelar, sin decisión parlamentaria ni control alguno.

                ¿Qué no decir de otra “reforma” aparentemente justa, la del espacio audiovisual? Despertaron la ilusión de miles de bien intencionados que creyeron en las banderas de la pluralidad informativa, el florecimiento de productoras, la multiplicación de canales alternativos, las voces para las minorías… y terminan viendo, pocos años después, el verdadero objetivo: alinear, disciplinar y conformar un gigantesco monopolio corporativo oficial que ahoga cualquier voz disidente del relato hegemónico, al punto de insistir en su lucha despiadada frente a los poquísimos medios que aún no controla.

                ¿No son suficientes ejemplos? Hay muchos más. Lo que no hay es tanto espacio. Así que vayamos al grano: la reforma judicial.

                Siguiendo el manual “K”, se señalan las falencias de la justicia. Y con la misma práctica perversa, se pretende el apoyo de las víctimas, para concentrar más poder y disciplinar el único espacio público que no le responde en forma automática: la justicia.

                Como toda la sociedad, la justicia está llena de luces y sombras. La pretensión oficial es terminar con las luces y mandarla toda a la sombra. Obtener el pase libre para su pretensión hegemónica definitivamente convertida en dictatorial, “totalitaria” en el sentido de dominar todo.

                Por supuesto que hay “cosas buenas” en la reforma propuesta, como las había en la reforma previsional, o en la de medios. En las autopistas de Hitler y en el Código del Trabajo del fascismo. Pero la experiencia nos dice que esas cosas buenas esconden las macabras.

                Dominar el Consejo de la Magistratura por encima de la manda constitucional, limitar la aplicación de las medidas cautelares –que existen así desde el derecho romano…- porque no le permite a los caprichos presidenciales avanzar sobre los derechos constitucionales de los ciudadanos, manipular la designación y cesantía de jueces como hemos visto que ha sido la norma en estos años…y así hasta el cansancio.

                  No hay "buena fe" en esta propuesta. Si no fuera así, carecería de justificación la expresión del Senador Fernández en el sentido de que "no se admitirán cambios". Una reforma que afecta al poder cuya función es, por definición, resguardar los derechos de todos los ciudadanos frente al poder político y económico, dejará afuera del debate, al menos, a la mitad del país. Así se ha anunciado.

                Por eso fue una buena noticia no ver entre los aplaudidores a los representantes legislativos opositores. Tal vez sea una imagen que, comenzando por la negativa, pueda pavimentar el camino de lo positivo, un gran acuerdo patriótico que termine de una vez con esta pesadilla que nos ha tocado soportar durante la primer década de la actual centuria.

                Y que entre todos los compatriotas con vocación democrática y republicana, entre los cuales hay muchos que creyeron de buena fe –y aún creen- en las buenas intenciones del kirchnerismo, podamos retomar el rumbo de la construcción democrática, iniciada en 1983 y detenida hasta hoy por los traumáticos acontecimientos del cambio de siglo.


Ricardo Lafferriere

No hay comentarios: