martes, 19 de noviembre de 2013

Cambio de estilo y ajustes al relato

                El último desdoblamiento cambiario en el país rigió en las vísperas de la hiperinflación de 1989 y persistió durante la de 1990. Quien esto escribe era en esos tiempos Senador Nacional oficialista  durante la primera, y opositor durante la segunda. Recuerda vívidamente los efectos de ambas. La primera terminó con el gobierno de Alfonsín. La segunda, con los ahorros que los argentinos tenían en los Bancos, apropiados mediante el Plan BONEX.

                En ambos casos, la elefantiasis pública fue una causa subyacente constante. La misma causa que, por el hiper-endeudamiento del Estado en los 90, provocó la crisis del 2001.

                La obsesión por desconocer la realidad y la convicción –en ocasiones, rayana en la soberbia- de creer que con voluntarismo se puede torcer sustancialmente la evolución de los procesos económicos y sociales termina provocando duras consecuencias en los ciudadanos de a pie, que sufren sus resultados.

                Los aprendices de brujos, en economía, raramente tienen finales exitosos. Tampoco lo tendrán ahora. No aprender de los errores es de tontos, insistir en ellos es de necios.

                El principal problema de la economía –ha dicho varias veces hasta la propia presidenta- es de la insuficiencia de la oferta. Eso quiere decir: falta producir más. ¿Quién podría discrepar con este propósito?

                El problema no es la meta, sino la consistencia entre lo que se dice buscar, y lo que se hace. Para aumentar la producción es imprescindible que exista inversión. Y para que exista inversión, se necesitan dos pilares fundamentales: recursos y decisión de aplicarlos a generar riqueza. Más que ideológicos, se trata de un problema matemático y de uno sicológico.

                Ni uno ni otro se soluciona con las medidas discrecionales y voluntaristas. Recursos, porque difícilmente alguien (nacional o extranjero) ahorre o preste sus ahorros al sistema bancario argentino –el intermediador natural entre el ahorro y la inversión- con el riesgo de medidas oficiales que se los apropien.

Y la decisión de aplicar esos recursos a la generación de riqueza es improbable que se dé con este gobierno por el temor que genera la inseguridad jurídica sembrada con las esperpénticas decisiones de estos diez años, entre otros la apropiación de los ahorros previsionales de los argentinos, el intento de apropiación de los excedentes agropecuarios afortunadamente frustrado por la lucha del sector y la estudiantina de la confiscación de YPF, que ha terminado absorbiendo recursos del sistema previsional para sostener sus necesidades de financiamiento. Y no sólo por eso: también por la persistencia en el error, como surge del proyecto de Código Civil que consagra la impunidad económica del Estado ante decisiones delictivas o arbitrarias de los funcionarios.

                El desdoblamiento cambiario incrementa la discrecionalidad y la inseguridad. Si se produce, llegará con lo que conocemos: la intensificación de la pugna por el ingreso, la lucha por los sectores para ser incluidos en uno u otro según su conveniencia, y el inmediato reflejo en la tasa de inflación –en realidad, caída del valor del dinero nacional-. El mega endeudamiento público –externo o interno- debido a caprichos fuera de época llevará al mismo resultado que en las crisis anteriores.

                ¿Significa lo antedicho que no es posible hacer nada? Efectivamente, dentro del marco populista no puede hacerse nada.

Se puede hacer, y mucho, en otro contexto. Afianzar la seguridad jurídica, administrar las finanzas públicas con sentido común y profesionalismo, apoyar fuertemente la capacitación con una educación moderna, inclusiva y a la vez rigurosa, gobernar con la verdad, estimular el ahorro garantizando la estabilidad de la moneda e incitar la inversión asegurando reglas de juego que superen los caprichos presidenciales y ministeriales.

                No es tan difícil. Se está haciendo en el 95 % del mundo, desde EEUU hasta China, desde Chile hasta Brasil, desde Uruguay hasta Perú,  en Japón y aún en Europa, que contra todo pronóstico, ha comenzado su trabajoso proceso de renacimiento después del vendaval financiero producto del descontrol de los mercados de “riqueza simbólica”.

                En ninguno de esos casos se ha impulsado la ficción de dos valores para la moneda nacional. En ninguno se considera una virtud fabricar dinero sin respaldo. Hasta Cuba está dando pasos para salir de esa fantasía. No hacerlo conducirá a lo que conocemos en el país –los que tenemos algunos años más- o lo que pueden observar –los que no los tienen- leyendo las noticias que llegan desde Venezuela.

                Volviendo al título: cambió el estilo y eso está bueno. En el nuevo estilo no cabe Moreno –tal vez sacrificado en el altar de los acreedores externos, quién diría…-. Aunque a esta altura su defenestración sea quizás injusta –sólo era el comisario político de decisiones que no eran suyas- está claro que su cese distiende la relación con “los mercados” y el FMI.

                 La “corpo”, participante de un curioso acuerdo general (Tinelli-C.López-Clarín-Flink-Telecom-Estado-), “los mercados” disfrutando el pago al CIADI y cese de Moreno. Alegrías para los viejos rivales del modelo. Mensaje a los gurkas y blogueros de La Cámpora: por las dudas, tal vez les convenga dejar de hablar por un tiempo del “desendeudamiento”…

                Como lo decíamos en una nota anterior, el único camino de sobrevivencia es conseguir que, de nuevo, los “enemigos” le presten. Y eso no será gratis.


Ricardo Lafferriere

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