lunes, 30 de diciembre de 2013

Los debates de la crisis energética

Dos debates, aunque la pasión lleve a superponerlos. Uno es el de la responsabilidad. Otro, el de las soluciones. Ambos tienden a reemplazar al urgente: cómo aliviar los sufrimientos de la crisis.

Sobre la responsabilidad, se dirá mucho. "Perfil" del domingo informa en una investigación periodística que la situación fue advertida ya en marzo de 2012, por nota a Cammesa, la distribuidora mayorista, virtualmente intervenida por el Ministro De Vido: era urgente realizar inversiones, y para ello era imprescindible cumplir con el contrato de 2005, actualizando las tarifas porque no había otros recursos disponibles. Las investigaciones que vendrán aclararán si es la empresa, el gobierno o ambos el responsable principal de esta absurda situación.

Sobre lo que hay que hacer, parece claro aunque requiere  un debate sin gritos. El tema es técnico y económico. Dentro de ambas limitaciones -y no fuera- deben tomarse las decisiones políticas.

Inversión es igual a recursos. No hay magia.

La suma requerida viene siendo reiterada desde hace años por los ex Secretarios de Energía: entre 2 y 3 % del PBI -en números, entre 10000 y 15000 millones dólares por año- No es un monto ¨nac & pop" ni "neoliberal". Es lo que se necesita invertir en el sistema energético para sostener un crecimiento de la economía de un 5 % acumulativo.

Si ese monto se desea cubrir con ahorro interno, hay que sacarlo del consumo y de otras inversiones.  Eso tiene un nombre: ajuste tarifario sustancial y reducción del gasto social -educación, planes de inclusión, salud, obras públicas, seguridad, incluso deterioro ambiental-. Habrá que decidir cuáles, todos dolorosos.

Si no se acepta este camino, quedan dos alternativas: se buscan afuera (inversiones externas o deuda), o se renuncia al crecimiento optando por una economía que congele su demanda energética, o sea, se estanque, ingrese en una recesión o peor aún, en una depresión. Ello se traduce en desocupación, caídas salariales y conflictos sociales.

Dentro de esos condicionantes debe actuar la política y decidir, sea por una alternativa o por diferentes mixturas.

Puede liberar las tarifas para que las nivele el mercado, o puede elaborar un esquema tarifario inteligente y sofisticado, que subsidie un piso de consumo imprescindible, decidiendo en forma transparente y democrática los escalones de ¨corte¨ y las situaciones que ameriten consideraciones especiales, así como quién financiará esos subsidios.

Puede liberar las fuentes primarias liberando las inversiones a la rentabilidad de cada una, desentendiéndose de los efectos ambientales, o puede elaborar un plan integral en el que las renovables tengan un papel decisivo. Valga como acotación: hoy su costo es inferior a las tradicionales, y fundamentalmente inferior a las nuevas tecnologías capital-intensivas, como el "shale".

Puede dejar liberada la demanda a la acción del mercado, o puede elaborar un plan inteligente que aproveche todas las herramientas tecnológicas ya probadas, que son muchas. Se pueden discriminar los precios según la hora de demanda. Se puede adecuar la red a la autogeneración particular con posibilidad para los particulares de vender energía a la red. Se puede estimular el uso de "electrones verdes" y desalentar los originados en fuentes no renovables. Se puede estimular la reconversión industrial hacia procedimientos "verdes" tanto como fomentar fuertemente el transporte público y su modernización hacia unidades híbridas. Se puede reglamentar la construcción para mejor utilización de la luz solar, tanto como avanzar en la reconversión de las luminarias públicas y particulares hacia las LED's. Se deben hacer más estrictas las reglamentaciones para las fábricas de automotores hacia vehículos de menor cilindrada y mejor relación prestación-consumo, etc.

Todas estas medidas -y muchas otras- existen ya en muchos países, asumiendo las necesidades de energía, de reducir su derroche, de hacer su uso más eficiente y de cambiar comportamientos hacia formas de convivencia menos inducidas por el consumismo exacerbado.

Alemania tiene ya un tercio de su parque generador originado en energías renovables, dentro de las cuales la solar es decisiva y la inversión de los hogares en paneles solares son un pilar fundamental. Chile ya ha aprobado la venta de energía de particulares a la red. Varios Estados norteamericanos han desarrollado parques eólicos y solares gigantescos, además de estimular la generación particular. España ha cubierto su territorio de turbinas eólicas. En la mayoría de los casos, se está reemplazando el paradigma alternativo nuclear por otras alternativas, por razones de seguridad.

Ese plan requiere transparencia, técnicas avanzadas disponibles, madurez política, discusión sin gritos. Incluso el propio recurso de Vaca Muerta, que despierta tantas ambiciones como prevenciones, debe ser objeto de un cambio de ideas que busque el bien común y escuche a todos. No puede quedar reducido ese debate a los ingenieros ni muchísimo menos a los economistas y las burocracias políticas que lo ven como una nueva fuente de rentas desentendiéndose totalmente del resto de sus consecuencias. Hay intereses diversos -que pueden ser legítimos y deben escucharse-  y se trata de un problema cuya respuesta no está en los libros, sino en la inteligencia y la creatividad, apoyados en la buena fe.

Todo eso es lo que vendrá. Pero por el momento, debemos ayudar a los que sufren. Ya habrá tiempo para responsabilidades y decisiones de futuro. Tal vez más que en muchas otras situaciones, estamos frente a una crisis que demandará como pocas un comportamiento que pondrá a prueba la solidaridad nacional con los compatriotas que sufren.
 

Ricardo Lafferriere

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