martes, 30 de septiembre de 2014

Alguien a cargo, por favor...

El tour por Vaticano y Nueva York significó ubicar en la escena a los jóvenes invitados de La Cámpora y aliados cercanos. La agenda, por el contrario, fue desconectada de la realidad cada vez más dura de la situación nacional.

La valoración del reclamo presidencial puede ser discutible, poniendo el tema en perspectiva. Sin embargo, poco tiene que ver con el acelerado deterioro de la situación interna, que no está pidiendo involucrarnos en luchas globales de largo plazo sino en la solución de problemas crecientes en lo inmediato.

“Crecientes” significa “dirigiéndonos rápidamente hacia una mega-crisis”, que, a diferencia del año 2001, no tiene causas externas sino fundamentalmente internas, como es diagnóstico de la gran mayoría de los analistas políticos y económicos objetivos.

La convención internacional para las reestructuraciones de deuda es un viejo y justo reclamo del “poder político” frente a la tendencia libertina de la globalización financiera. Ni siquiera es propio de los países en desarrollo, en tanto la influencia negativa del tornado financiero global afecta a las economías más desarrolladas. Los últimos años, desde el 2008 hasta hoy, lo han demostrado.

 No es, sin embargo, un tema declamatorio, ni adecuado para la “diplomacia del megáfono”, usualmente dirigida a quienes los viejos políticos de Comité caracterizaban como “el zonzaje” o “la gilada”.  O sea, a nosotros, los ciudadanos de a pié.

Quienes tenemos algunos años recordamos estos “mega-proyectos” que ayudan a adornar las tribunas (como el “Nuevo Orden Económico Internacional”, o las “Metas del Milenio”) pero poco efecto tienen en los episodios calientes de coyuntura, como el que atraviesa Argentina.

Hoy, la urgencia del país no es internacional, sino interna. Una febril inflación que se ha despertado y comienza a desperezarse anuncia que aquel pronóstico que desde esta humilde tribuna hiciéramos en enero de 2014 de una divisa  norteamericana alcanzando los $20 pesos en diciembre no merece ya ridiculización –como entonces- sino que hasta puede ser superada. Y detrás de ese derrumbe del valor de nuestra moneda, lo que sigue: precios desbordados, angustiantes situaciones sociales, desocupación, disolución del salario, y decenas de miles de compatriotas lanzados por la borda de la línea de pobreza.

Tal vez por haberse formado en tiempos lejanos en de la historia reciente, quien esto escribe recuerda que el centro de análisis de los grupos políticos –y gremiales, empresarios y universitarios- de los 60/70 del siglo pasado era el país, su coyuntura y su salidas. Muy pocas veces, si alguna, éstos incluían en la agenda el posicionamiento electoral o partidario. Hoy, esa reflexión retumba por su ausencia.

¿Alguien se está haciendo cargo de lo que pasa, o sigue cada uno privilegiando los símbolos de su imagen en la opinión pública, impostando batallas épicas para la tribuna, elaborando inteligentes frases de marketing o “posicionando” eventuales candidatos con recorridas efectistas?

La sensación que campea entre los argentinos es que pocos tienen al país en su agenda. Ni en el gobierno, pero tampoco en la oposición. No se siente que nadie se “ponga al hombro” la crisis que se acerca. Y eso asusta, más que el dólar que se dispara, la inflación que excluye, la desocupación que angustia, o algún imprevistamente famoso motochorro circunstancial que –hasta él…- está “pensando seriamente en irse del país porque ya no se siente contenido” por una dirigencia indiferente ante la angustia de su gente.

Ricardo Lafferriere


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