lunes, 2 de febrero de 2015

La señora en China

Impactada (“IM-PRE-SIO-NA-DA”) por un ramo de flores que debe haber conmovido su sensibilidad femenina con que la recibió el presidente de China Xi Jinping, la señora comenzó su agenda en el gigante asiático retribuyendo la visita presidencial que recibiera hace algunos meses, en lo que fue la única visita de máximo nivel de un país importante durante su segundo mandato.

El marco de esta visita no puede ser más favorable a los anfitriones.

Con una balanza comercial favorable superior a los 6.000 millones de dólares anuales, son beneficiarios de la concesión de territorio virtualmente soberano a una empresa (CLTC) dependiente de la Dirección General de Armamentos del Ejército Popular Chino sobre el que la Argentina no tendrá prácticamente jurisdicción alguna.

También es cesionario de varios cientos de miles de hectáreas y favorecido con la posibilidad de ser adjudicatario de obras públicas sin control ni licitación a raíz del convenio firmado entre ambos países con la sola condición de que ofrezca financiamiento y sin participación de los organismos parlamentarios argentinos correspondientes que aprueben las obras –que sólo requerirán la aprobación de funcionarios del Poder Ejecutivo en la oscuridad de sus despachos-.

Todo vale. A cambio, tan sólo se piden créditos de cortísimo plazo, que deberán ser abonados por el próximo gobierno, en forma de “Swaps” entre Bancos Centrales, con los cuales la administración kirchnerista está manteniendo el jubileo de dólares regalados y con ellos –o sea, con un endeudamiento febril- la ficción de una estabilidad cambiaria de pies de barrio. Un crédito que para los chinos, con reservas por cuatro billones (cuatro millones de millones de dólares) significan una propina, a cambio de la cual pueden aspirar...a lo que deseen.

Este endeudamiento es realizado con el propósito de mantener bajo control la inflación vía ancla cambiaria, aunque su efecto sea la profundización de la recesión y el agravamiento de la situación de crisis con la que entregará la administración al gobierno que lo suceda, por los condicionantes de una deuda de vencimiento inminente.

Para la Argentina, la trascendencia de este convenio y este viaje no puede ser más incierto y peligroso. Para el país anfitrión, tener en bandeja un país regalado con una administración que ya no pretende siquiera ocultar sus concesiones, rayanas en la entrega que en otros tiempos hubiéramos calificado sin atenuantes de “cipaya”. Una administración a la que, a cambio de esos dólares de “swaps” se le puede conseguir cualquier cosa.

Una base científica en nuestro territorio que goce de extraterritorialidad, dependiente del Ejército Popular Chino, puede entusiasmar a los vocingleros aplaudidores del Patio de las Palmeras, carentes de compromiso y vocación nacional. Sin embargo, no pasa desapercibida en el juego estratégico global, mucho menos al observar el persistente avance de China en nuestro subcontinente.

No se trata, por supuesto, de negar la importancia de la colaboración de un país que se ha convertido junto a Estados Unidos en uno de los grandes motores del mundo globalizado. Se trata de advertir que una política sana debe ser transparente, analizada, debatida en público por los espacios que la democracia prevé al respeto en sus implicancias presentes y futuras, y fundamentalmente teniendo en cuenta la proyección trans-temporal, atento a que sus efectos se extenderán más allá del gobierno actual afectando al país y las generaciones que vienen.

China se está comportando, por su parte, con los peores vicios de un país colonialista del siglo XIX. Frente a lo que está haciendo en países con los que “colabora”, el contrato con la Baring Brother o las inversiones de La Forestal parecerían regalos de los Reyes Magos.

Hace poco tiempo, desde este lugar, mencionábamos en tono fuertemente crítico la conducta colonialista de China con sus socios comerciales, apoyada en acuerdos con dictaduras, en la superexplotación de sus trabajadores y de los países en los que invierte y en su indiferencia absoluta ante los problemas ambientales que genera o la violación sistemática de los Derechos Humanos.

Hay numerosos ejemplos: la masiva deforestación africana -227 millones de hectáreas de selva en África Central, o un millón de metros cúbicos de madera selvática de Birmania por año o la desertificación de Mozambique-, es uno de ellos.

Pero no el único ni el peor: la disciplina laboral cuasi-esclavista de sus empresas en Gabón, en Sudán, en San Juan de Marola –Perú- y en el propio territorio chino incluyendo el trabajo esclavo de menores, ha sido denunciado por el Premio Nóbel Li Xiaobó, quien por esas denuncias fue condenado a diez años de prisión, que está cumpliendo.

Las miserias humanas de explotación sexual, prostitución y trata de personas en su extracción de Jade en  Birmania, del desmantelamiento de la riqueza forestal rusa por empresas chinas en Siberia, el soborno de funcionarios venales en países corrompidos a través de sus Bancos de Exportación y de “promoción” (Eximbank y China Development Bank) con el “financiamiento” de obras faraónicas a costos desmedidos por los sobreprecios y de su ansiedad por comprar alimentos “a granel” –y tierras para producirlos- son otros ejemplos. Tanto como la ocupación literal de miles de kilómetros cuadrados del territorio de Kazajistán y Turkmenistán con empresas petroleras propias, regidas por la ley china y con seguridad militarizada.

Bienvenidas, si se dan, las inversiones extranjeras, entre ellas las chinas. Pero no si llegan para ocultar la incapacidad de gestión de un gobierno populista  con un nuevo y más peligroso endeudamiento. O para financiar la corrupción crónica de funcionarios venales.

Mucho menos bienvenidas si llegan para introducir al país en un juego internacional que nos supera, con autoridades actuando como infantiles aprendices de brujos en la gran política del mundo, cuando no tienen capacidad para contener la violencia cotidiana, la desbordada actuación de sus agentes de inteligencia volcados a acciones criminales, o custodiar un Fiscal de la Nación que investigaba hechos de terrorismo considerados ya de lesa humanidad.

Aunque seduzcan a la señora con un ramo de flores “IM-PRE-SIO-NAN-TE…” Cual los espejitos de colores con que los conquistadores –se dice- hace cinco siglos sedujeron a los indios.

Ricardo Lafferriere




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