jueves, 28 de noviembre de 2013

YPF y el relato

Cuando se decidió la estatización de YPF, expresamos desde esta columna nuestra discrepancia. La veíamos inserta en un relato con el que no coincidíamos, con una imagen del país fuera de época, claramente diferente al que defendemos desde estas columnas. Pero a pesar de eso, era claro que ese relato, aún en su error, era coherente.

Cuando se levantó la bandera del “desendeudamiento” sostuvimos lo mismo. Pagar en forma anticipada al FMI, que nos cobraba una tasa del 3 %, para endeudarnos con Venezuela al 16 % era  contradictorio con nuestra visión del país deseado. Pero era coherente con la visión “bolivariana”.

Cuando se intentó implantar las “retenciones móviles” estuvimos en terminante desacuerdo. Nuestra visión del país es el de una economía productiva próspera, con excedentes que permitan la reinversión en el interior del país, refuerce el federalismo, cambie el rumbo de la macrocefalia y estimule la inversión para crecer. Pero las retenciones eran coherentes con el “relato”.

Cuando se decidió la reforma previsional con el argumento que las AFJP eran demasiado costosas para los ahorristas y para solucionarlo, en lugar de limitar las comisiones o aún estatizar esas AFJP´s, se le confiscaron la totalidad de los fondos a esos mismos ahorristas (¡¿?!), expresamos también nuestra discrepancia. En el colmo del cinismo, se indemnizó a las AFJP con los recursos de los ahorristas confiscados. Pero la medida era coherente con el relato.

Cuando se decidió subsidiar indiscriminadamente las tarifas públicas de consumo con fondos extraídos al sector productivo, despreocupándose de su descapitalización, marcamos nuestra discrepancia. Sostuvimos que eso terminaría en el ahogo productivo, el desfinanciamiento del Estado y el estallido inflacionario. Sin embargo, era coherente con el “relato”.

Ahora vemos que YPF se entrega a CHEVRON y abre sus puertas nuevamente a REPSOL –previo pago de 5000 millones de dólares- porque nos quedamos sin combustibles; que el nuevo objetivo de la política económica es conseguir “financiamiento externo” –o sea, volver a endeudarnos- en los “mercados”; y que se retirarán paulatinamente los subsidios de las tarifas porque ya no hay más recursos para financiarlos. Hasta se liquidaron las reservas del BCRA. El relato se murió, pero debemos hacernos cargo –los argentinos- de sus consecuencias.

La muerte del “relato” obliga a indagar su veracidad. Lo que se dice ¿comunica verazmente lo que se busca? Los antecedentes parecen indicar que no. Entonces… ¿cuál es el sentido de decirlo?

Hace un par de años analizamos este tema y sostuvimos nuestra tesis: el “relato” es un escudo que oculta lo que se busca. Y lo que se busca, lo que le da coherencia a lo que se hizo antes y se hace ahora, hay que deducirlo de los hechos. Éstos marcan un propósito constante: mantener el poder a cualquier precio, sin que importen las consecuencias ni ser coherentes con lo que se ha dicho. El “puro poder”, sin las molestas limitaciones de las leyes.

¿Esto está mal? ¿No es la política, en última instancia, conseguir y mantener el poder?

Claramente, es así para el populismo. No es así para una concepción democrática y republicana, que cree en los ciudadanos y en consecuencia no considera que esté bien mentir desde el Estado.

El poder en un sistema democrático no es un botín de guerra, para cuya obtención esté permitido recurrir a cualquier medio. Es una excepción a la libertad de los ciudadanos, que se justifica si sirve al bien común, respeta la ley y responde a la voluntad informada de esos ciudadanos.

Por eso es tan importante para la democracia la imparcialidad informativa, la libertad de prensa integral sin privilegios intrínsecos para ningún “relato” –estatal o corporativo-, el debate claro y la condena ética y social a la mentira.

En cualquier democracia sólida, mentir desde el Estado conlleva un descrédito y una sanción política que puede llegar hasta la destitución, aún en temas que no estén directamente relacionados con el Estado. Cabe recordar, sin ir más lejos, la conmoción que significó la mentira de Clinton en un tema claramente privado e íntimo.

Solucionar un problema es mejor que crearlo. Desde esa perspectiva y sospechas al margen, el acuerdo con REPSOL es una buena nueva, a pesar de lo que cuesta. Sin embargo, ahora se abre un interrogante mayor: ¿existirá una política energética que regule con mesura y cuidado ambiental la explotación que se abre con CHEVRON, REPSOL, PEMEX y las que lleguen?

¿O será una nueva irresponsabilidad del “relato” buscando en sus estertores finales conseguir nuevas rentas –esta vez, del subsuelo, y del futuro- para usarlas en la preservación del poder clientelar, sin que importen las consecuencias? Los antecedentes permiten la duda.

No es un secreto nuestra resistencia a considerar Vaca Muerta como la única “política energética” del país. Los datos del mundo, del clima alterado, del calentamiento global, de las catástrofes climáticas cada vez más corrientes, indican la necesidad de la extrema prudencia en quemar combustibles fósiles.

Una cosa es la explotación racional y marginal de los yacimientos de hidrocarburos como “puente” hasta conseguir la reconversión limpia del sistema energético, y otra su superexplotación para convertirlos en una nueva fuente de rentas.

El objetivo serio, maduro, moderno, de un país comprometido con el futuro, debiera ser apuntar centralmente a las fuentes primarias renovables, no sólo más limpias sino a estas alturas más baratas que la extracción de hidrocarburos, aún por los sistemas tradicionales.

Si el nuevo “relato” justifica el acuerdo con REPSOL en la explotación de Vaca Muerta –o, peor aún, si esa asociación es condición del acuerdo- es de temer que se vuelva a las andanzas. El subsuelo –y el aire-, como los glaciares, la minería a cielo abierto y la sojización producida por las retenciones, seguirán siendo los costos de una política populista, rudimentaria e irresponsable.

No llevará a la Argentina a la modernidad, plural, solidaria y pujante. Prolongará la agonía de una mediocridad que ya lleva ocho décadas, y que ha sido profundizada en los años que llevamos del nuevo siglo escondida tras las mentiras del relato.

Ricardo Lafferriere

lunes, 25 de noviembre de 2013

Sobre modelos y relatos

Los planos del debate político e intelectual argentino se cruzan hasta el nivel de la esquizofrenia.

Está más que claro que los tremendos desajustes provocados en la economía por el ¨modelo¨ kirchnerista deben ser corregidos. El mega-vaciamiento del país liquidando todo -reservas, cajas, ahorros, energía, descuido de la infraestructura, deuda intra-estado, ganadería, saldos exportables, lácteos, recursos naturales- gastados todos en corrupción y consumo, tocó fondo.

Se acabó lo que se daba.

Ergo...no es necesario contar con un doctorado en economía para darse cuenta que el modelo no va más y que su desemboque inexorable es el ajuste. Como lo venimos diciendo hace años, cada día que pase sin actuar, será más duro cuando llegue, y menos controlable desde la política. Muy parecido a la ¨cirugía mayor sin anestesia¨ y al "ramal que para, ramal que cierra¨.

La tendencia que suele tentar a quienes gobiernan de complicar las cosas creando "relatos" para ocultar hechos por demás sencillos (por ejemplo, gastar más de lo que se puede, o violar las normas vigentes, o despreocuparse de las consecuencias de los caprichos) puede lograr confusión en el corto plazo, pero no cambia las cosas. En nuestro caso, que en algún momento se acabarían los recursos, que muy pocos se arriesgarían a invertir, y que nadie nos prestaría.

Ante la inminencia de la implosión la reacción primitiva de los responsables es repartir las culpas, si es posible con la oposición. Aparece la ¨vocación de diálogo¨. Macri y Bonfatti, administradores adversarios, son convocados para ¨trabajar juntos¨. Dificil negarse. También a sindicalistas, para disciplinar las paritarias y a empresarios para ¨acordar precios¨, como si unos y otros tuvieran responsabilidad en los desajustes, que siguen sin reconocerse.

El ¨modelo¨ se agotó, pero el ¨relato¨ se resiste. Es obvio: implica reconocer la mentira de una década. Porque de eso se trata: de aceptar que se mintió con la inflación, con la dimensión de las reservas, con el monto del PBI, con el valor real del peso nacional, con la real capacidad de producción de la economía y con los fabulados índices de desocupación disimulados tras centenares de miles de planes sociales cada vez más insuficientes por la inflación y el estancamiento económicos.

Lo curioso es el posicionamiento discursivo de los diferentes protagonistas, que muestran la peligrosa subsistencia del populismo irracional en el escenario argentino.  El gobierno se retuerce entre la realidad y el relato. Sus funcionarios con mayor experiencia política saben lo que hay que hacer, pero los ¨gurkas¨- y la propia presidenta- terminan diluyendo y neutralizando cualquier medida. Sin embargo la principal oposición -cuantitativa-, el Frente Renovador, insólitamente propone empezar de nuevo el dislate kirchnerista, como si nada hubiera pasado en estos años y todo se redujera a disputar la titularidad del ¨modelo¨.

No se escuchan hasta ahora pronunciamientos propositivos de las fuerzas no peronistas, que debieran decidirse a exponer un pensamiento moderno e inclusivo, superador del populismo.

Son los intelectuales independientes quienes instalan la reflexión, tímidamente reflejados por el espacio mediático-comunicacional. Economistas de diversas vertientes pero que recuerdan el ABC de su profesión, politólogos que de pronto advierten que el populismo que han tolerado -y hasta justificado mansamente- estos años nos llevó nuevamente al borde de una nueva crisis, y un lúcido Juan José Sebrelli, sin dudas el más sólido intelectual argentino, alertando periódicamente desde hace tiempo el rumbo de colisión.

La democracia exige cotejar propuestas. La oposición -las oposiciones- deben mostrar a los argentinos que un país sin populismo es posible. Es más: que es el único posible. Que están en condiciones de articular consensos para un futuro distinto. Que cortaron amarras con las estudiantinas ideologicistas, tan inconsistentes como el modelo K.

Si no lo hacen, serán tan responsables de lo que viene como el propio kirchnerismo. Y estarán abriendo las puertas para que la realidad, que no se lleva por ¨relatos¨, reinicie el ciclo mucho más atrás en el tiempo. Para ser precisos, a comienzos de la última década del siglo pasado.


Ricardo Lafferriere

sábado, 23 de noviembre de 2013

Parsimonia

Los cambios fueron un bálsamo de esperanza. O al menos, de expectativas.
Así parece reflejarse en los medios, "corpo" incluida. Nosotros mismos, que no somos opositores de ahora -cuando ya hay muchos- sino que venimos marcando el error de rumbo desde hace años, nos sumamos a ese clima, poniendo nuestro granito de arena a la confianza.

Sin embargo, hay un termómetro que suele anunciar las crisis que sigue alto.
Peligrosamente alto.
Es el ritmo de la fuga de reservas.

¿Qué pasaría si no logran detenerlo?
Sería -casi inexorablemente- una paralización abrupta de la economía.
La falta de insumos detendría las fábricas, la falta de combustibles paralizaría el transporte, la falta de energía nos dejaría sin luz...no ya por obsolescencia de la capacidad instalada, sino por no poder pagar todo lo que, por obra y gracias del "modelo" debemos abonar virtualmente al contado. Fundamentalmente la energía, pero no sólo.

A la Argentina K nadie le fía.

La consecuencia inmediata sería despidos y desocupación. Seguida del derrumbe de la recaudación, con todo lo que implica no sólo en salarios, sino en pago a proveedores y contratistas. Los que, a su vez, no podrán seguir abonando sueldos ni continuar obras.
Y así sucesivamente.

¿Cuándo empezará éso?
Si el ritmo sigue así, no falta mucho. Apenas semanas.
Justo para fin de año.

Pero...¿No pueden emitir? Y...si. Con esos billetes se podrá encender el fuego para la cena de fin de año. No servirían para mucho más. Transformaría una hiper-recesión en una hiper-inflación.
El escenario es poco edificante.

Por eso sería de esperar que tomen conciencia y abandonen su parsimonia.
Si de veras creen que poniendo un impuesto a los autos importados frenarán en algo este proceso, perdieron perspectiva. Lo que no sería importante, si no fuera porque están gobernando.
Dios quiera que estén a tiempo. A los creyentes: encender muchas velas, al santo de cada uno.

La mejor noticia que podríamos tener en estos días sería que la economía volviera a responder a las herramientas. Aunque fuere necesario subir más la tasa de interés, incrementar las tarifas y sincerar el tipo de cambio. Al fin y al cabo, sería dejar de vender las ilusiones que nos llevaron a liquidar alegremente todo, en aras del consumo. Rápido. "Popular". Taquillero. Irresponsable.
No se ven muchas más alternativas. Cualquier dureza circunstancial es preferible a lo que se viene si no toman conciencia.
...
Bah...siempre quedará Mingo...


Ricardo Lafferriere

martes, 19 de noviembre de 2013

Cambio de estilo y ajustes al relato

                El último desdoblamiento cambiario en el país rigió en las vísperas de la hiperinflación de 1989 y persistió durante la de 1990. Quien esto escribe era en esos tiempos Senador Nacional oficialista  durante la primera, y opositor durante la segunda. Recuerda vívidamente los efectos de ambas. La primera terminó con el gobierno de Alfonsín. La segunda, con los ahorros que los argentinos tenían en los Bancos, apropiados mediante el Plan BONEX.

                En ambos casos, la elefantiasis pública fue una causa subyacente constante. La misma causa que, por el hiper-endeudamiento del Estado en los 90, provocó la crisis del 2001.

                La obsesión por desconocer la realidad y la convicción –en ocasiones, rayana en la soberbia- de creer que con voluntarismo se puede torcer sustancialmente la evolución de los procesos económicos y sociales termina provocando duras consecuencias en los ciudadanos de a pie, que sufren sus resultados.

                Los aprendices de brujos, en economía, raramente tienen finales exitosos. Tampoco lo tendrán ahora. No aprender de los errores es de tontos, insistir en ellos es de necios.

                El principal problema de la economía –ha dicho varias veces hasta la propia presidenta- es de la insuficiencia de la oferta. Eso quiere decir: falta producir más. ¿Quién podría discrepar con este propósito?

                El problema no es la meta, sino la consistencia entre lo que se dice buscar, y lo que se hace. Para aumentar la producción es imprescindible que exista inversión. Y para que exista inversión, se necesitan dos pilares fundamentales: recursos y decisión de aplicarlos a generar riqueza. Más que ideológicos, se trata de un problema matemático y de uno sicológico.

                Ni uno ni otro se soluciona con las medidas discrecionales y voluntaristas. Recursos, porque difícilmente alguien (nacional o extranjero) ahorre o preste sus ahorros al sistema bancario argentino –el intermediador natural entre el ahorro y la inversión- con el riesgo de medidas oficiales que se los apropien.

Y la decisión de aplicar esos recursos a la generación de riqueza es improbable que se dé con este gobierno por el temor que genera la inseguridad jurídica sembrada con las esperpénticas decisiones de estos diez años, entre otros la apropiación de los ahorros previsionales de los argentinos, el intento de apropiación de los excedentes agropecuarios afortunadamente frustrado por la lucha del sector y la estudiantina de la confiscación de YPF, que ha terminado absorbiendo recursos del sistema previsional para sostener sus necesidades de financiamiento. Y no sólo por eso: también por la persistencia en el error, como surge del proyecto de Código Civil que consagra la impunidad económica del Estado ante decisiones delictivas o arbitrarias de los funcionarios.

                El desdoblamiento cambiario incrementa la discrecionalidad y la inseguridad. Si se produce, llegará con lo que conocemos: la intensificación de la pugna por el ingreso, la lucha por los sectores para ser incluidos en uno u otro según su conveniencia, y el inmediato reflejo en la tasa de inflación –en realidad, caída del valor del dinero nacional-. El mega endeudamiento público –externo o interno- debido a caprichos fuera de época llevará al mismo resultado que en las crisis anteriores.

                ¿Significa lo antedicho que no es posible hacer nada? Efectivamente, dentro del marco populista no puede hacerse nada.

Se puede hacer, y mucho, en otro contexto. Afianzar la seguridad jurídica, administrar las finanzas públicas con sentido común y profesionalismo, apoyar fuertemente la capacitación con una educación moderna, inclusiva y a la vez rigurosa, gobernar con la verdad, estimular el ahorro garantizando la estabilidad de la moneda e incitar la inversión asegurando reglas de juego que superen los caprichos presidenciales y ministeriales.

                No es tan difícil. Se está haciendo en el 95 % del mundo, desde EEUU hasta China, desde Chile hasta Brasil, desde Uruguay hasta Perú,  en Japón y aún en Europa, que contra todo pronóstico, ha comenzado su trabajoso proceso de renacimiento después del vendaval financiero producto del descontrol de los mercados de “riqueza simbólica”.

                En ninguno de esos casos se ha impulsado la ficción de dos valores para la moneda nacional. En ninguno se considera una virtud fabricar dinero sin respaldo. Hasta Cuba está dando pasos para salir de esa fantasía. No hacerlo conducirá a lo que conocemos en el país –los que tenemos algunos años más- o lo que pueden observar –los que no los tienen- leyendo las noticias que llegan desde Venezuela.

                Volviendo al título: cambió el estilo y eso está bueno. En el nuevo estilo no cabe Moreno –tal vez sacrificado en el altar de los acreedores externos, quién diría…-. Aunque a esta altura su defenestración sea quizás injusta –sólo era el comisario político de decisiones que no eran suyas- está claro que su cese distiende la relación con “los mercados” y el FMI.

                 La “corpo”, participante de un curioso acuerdo general (Tinelli-C.López-Clarín-Flink-Telecom-Estado-), “los mercados” disfrutando el pago al CIADI y cese de Moreno. Alegrías para los viejos rivales del modelo. Mensaje a los gurkas y blogueros de La Cámpora: por las dudas, tal vez les convenga dejar de hablar por un tiempo del “desendeudamiento”…

                Como lo decíamos en una nota anterior, el único camino de sobrevivencia es conseguir que, de nuevo, los “enemigos” le presten. Y eso no será gratis.


Ricardo Lafferriere

De vuelta

                Al fin, se develó la incógnita, alimentada por infinidad de rumores de todo tipo que inundaron la red. La presidenta volvió. Tranquilizadoramente tranquila.

                No sólo ella. Volvió también a ocupar la segunda autoridad constitucional del Poder Ejecutivo, la Jefatura del Gabinete de Ministros, quien ya desempeñara esa función durante la presidencia de Eduardo Duhalde, Jorge Capitanich. Todo un símbolo.

                Pero zafó Moreno. No está claro si con el mismo poder, porque la entronización ministerial de Axel Kicilloff no anuncia una convivencia tranquila. Sin embargo, el desplazamiento de Marcó del Pont del BCRA es una noticia que pareciera inclinar la mirada presidencial sobre la inflación hacia la interpretación de la Secretaría de Comercio: la culpa la tiene el Central.

                Sin embargo, la entronización de Fábrega en el BCRA –al igual que la de Capitanich, y en menor medida la del propio Kicilloff- acercan al gabinete un matiz más profesional, aunque en el caso del Ministro de Economía fuertemente teñido por el  ideologismo de mediados del siglo XX.

                Ciertamente Capitanich refleja mayor capacidad y solidez política que su antecesor, tanto como Fábrega acarrea una veteranía adquirida en una larga carrera en el Banco de la Nación. Y la llegada de Carlos Casamiquela –actual titular del INTA- al ministerio de Agricultura le quita también a la conducción del sector la arista agresiva y contaminada de sospechas del ministro cesante.

                Lorenzino –a diferencia de Juan Manuel Abal Medina- participa en la primera etapa de los anuncios como desplazado hacia una función menor, pero con una perspectiva de un retiro dorado: la Embajada ante la Unión Europea, en Bruselas. No pareciera indicar la continuación de la influencia del Vicepresidente,  complicado en la Justicia cada vez más por sus andanzas.

                ¿Habrá más novedades?  Las que se esperaban indicarían un cambio tal vez demasiado profundo para el capital simbólico del “relato”, y quedan como una incógnita: Moreno y el propio Timmermann.

El retiro del primero implicaría un abandono definitivo de la caricatura discursiva, y el del segundo de otra caricatura, la del alineamiento internacional con el declinante espacio de los “autoexcluídos”, en los que el mayor exponente –Irán- se ha embarcado en una interesante experiencia de negociación con el “demonio imperialista” –EEUU- y el latinoamericano más destacado, el presidente Maduro de Venezuela, no deja de brindar semanalmente esperpénticos espectáculos escasamente atractivos para las mayorías electorales de los países de mediano desarrollo.

                No pareciera que debieran demorarse medidas destinadas a enfrentar el tema energético, cada vez más grave, relacionado con la gestión del Ministro de Infraestructura, ni con la inflación. Lo único visible sobre este último tema es la continuación –por ahora- del gendarme de precios, que es injustamente castigado como responsable de un tema que tiene su origen en áreas totalmente alejadas de su influencia –la elefantiasis del gasto público- claramente generado por las decisiones de la propia Presidenta.

                En síntesis: podría haber sido peor. Como primer gesto, es tranquilizador para el país. No parecieran haber triunfado los loquitos. Lo que podría ser una mala noticia para quienes esperan lo peor –porque creen que es mejor- es, sin embargo, una relativamente buena noticia para el país, bastante cercado por otras malas nuevas como para alegrarnos de sufrir mayores males propios.

                Lo que llega de afuera, efectivamente, como consecuencia de medidas tomadas por la presidenta antes de su reconversión racional, no es bueno. Ni el nuevo fallo de la justicia norteamericana que nos acerca más a la complicación grave en el tema de la deuda externa en default, ni la declaración del Secretario de Energía norteamericano brindando su obvio respaldo al reclamo de REPSOL por la infantil confiscación de YPF, ni la oposición uruguaya a la postulación de Susana Ruiz Cerrutti a la Corte Penal Internacional, ni la decisión española de suspender sus compras de biodiesel. Temas que siguen pendientes y que deberán enfrentarse, gústese o no, en los próximos días.

                Ahí se verá si la insinuación racional que conllevan los primeros cambios se reflejan en continuidades más tranquilizadoras, o si se retrocede hacia la caprichosa insistencia en creer que, a diferencia de la convicción aristotélica de Perón, la realidad no es la “única verdad” sino apenas un invento de los gorilas. Y de la “corpo”, que ahora parece que es amiga.


Ricardo Lafferriere

                

domingo, 10 de noviembre de 2013

¿Se viene el derrumbe?

                Escalofríos. Es lo que produce la marcha de las variables económicas.

                “Caen las reservas”, “sube la inflación”, “crecen los subsidios”, “aumenta el déficit público”, “se agiganta la deuda intra-estado, son titulares que enmarcan experiencias concretas de la vida cotidiana: el tomate a cincuenta pesos, el pan a treinta o las prepagas, todavía sin digerirse el último aumento, ya anunciando un adicional en diciembre son apenas algunos testimonios. Los lácteos en precios récord al consumidor y aun así inconsistentes para los productores, al igual que la carne que sigue liquidando sus “fábricas”, las vacas-vientresmientras estamos al borde de… ¡importar trigo! Nuestros costos industriales no permiten exportar, y lo que vende el campo no alcanza ya para financiar las importaciones que necesitan las fábricas.

                Los sueldos fijos quedaron establecidos por un año entre marzo y julio, y en ese nivel se mantendrán hasta mediados del año próximo, mientras el dólar “blue” sigue raudo su alza por encima de los 10 pesos, el oficial sufre la mayor devaluación diaria en diez años y la inflación real bordea el 30 % anualizado. Un crudo ajuste ortodoxo, inútil porque se desperdicia con ineficiencia y corrupción lo que se logra con la caída de salarios y actividad.

                ¿Es éste un escenario de derrumbe?

                Está claro que este “modelo” no es sustentable, ni alimenta el crecimiento. Pero también que el país todavía tiene margen para un nuevo mega-endeudamiento externo, para liquidar reservas (entre ellas, las geológicas) y más riquezas privadas o provocar mayor inflación. Esta gestión todavía puede hacer más daño.

                Queda "resto". No para crecer, pero sí para seguir languideciendo y decayendo. Una letanía de mediocridad liderada por la presidenta y sostenida por una vocinglería inconsistente de pícaros aplaudidores es potenciada por la ausencia de lucidez opositora, cuyas voces salvo valiosas excepciones- son condicionadas por el temor a la verdad y sus eventuales efectos ante el adormecido sentido común de la mayoría.

           La inflaciónal igual que su gemelo, la elefantiasis pública- tiene su lado simpático. Como un velo semiopaco oculta a medias la realidad, mientras como un narcótico aletarga el razonamiento y dificulta la comprensión.

Los ciudadanos incrementan su embotamiento al no contar con los argumentos que en una democracia madura debieran esperar de una oposición sensata, que prefiere aguardar a que el proceso alcance sus límites objetivos.

La deuda pública ya superó los USD 200.000 millones, 30 % mayor a la que provocó la crisis del 2001. El drenaje diario de reservas recuerda el ritmo de la guerra de Malvinas, pero sin ninguna guerra en curso. El PBI per cápitaes una incógnita por la manipulación de las cifras, aunque en términos reales da la sensación de ser igual o inferior a hace diez años. El déficit público es espeluznante, alcanzando ya el 5 % del PBI "oficial" en el 2001 era del 3 % del real-. El deterioro de la infraestructura está en un nivel que supera el de los años 80. No habíamos tenido un déficit energético como el actual desde hace más de medio siglo. Y todos esos números se encuentran en una tendencia creciente, sostenidos por la vieja receta de disimularla con la fabricación de moneda sin respaldo.

Frente a problemas como éstos, los alemanes, por ejemplo, estarían hablando de la necesidad de una gran coalición. Por nuestros pagos lo ha dicho Sebrelli: hace falta una gran coalición de coaliciones, coordinando los esfuerzos de izquierdas y derechas. En cambio, se siguen juntando porotitos en un lado o en otro, sin advertir la dimensión de las tareas. Para gambetear el derrumbe y seguir languideciendo hoy y después- afortunadamente tal vez alcance. Para un gran cambio, seguiremos lejos.

El país soporta todo eso, aunque a costa de tensar su convivencia, amesetar su devenir y disipar sus ilusiones. Puede hacerlo, porque en la base existe una capacidad productiva primaria que debemos a la providencia  y la tenacidad de nuestros productores, y a precios internacionales 400 % superiores al 2001, que además estimulan la mayor producción (150 % más que entonces). Mientras no aparezca algún cambio abrupto como una caída del precio de los productos de exportación- no habrá derrumbe, sino letanías recicladas por una decadencia interminable.

Lo que sí se siente es la abrumadora sensación de tiempo perdido y de oportunidades desaprovechadas. De eso, por supuesto, es principal responsable el gobierno. Pero no es el único. El paísempresarios, gremios, periodistas, políticos, intelectuales, cada uno en su campo- debiera asumir su obligación ciudadana de mejorar el debate público, precisar el diagnóstico, acordar la alternativa y trabajar por ella, superando ideologismos y mostrando capacidad de articular consensos nacionales para hablar de los verdaderos problemas. Y enfrentarlos.


Ricardo Lafferriere

martes, 29 de octubre de 2013

Para pensar: Si el Congreso hubiera sido elegido el domingo

94 diputados. Tales son los legisladores que hubiera obtenido el oficialismo, con los números de ayer, si la Cámara de Diputados hubiera sido renovada en su totalidad.

Así surge del estudio realizado por La Nación sobre la base de los resultados del domingo pasado.

El bloque “radical-socialista” –que, por ahora, institucionalmente no es tal porque sus partidos integrantes funcionan con autonomía y no siempre votan en conjunto- contaría con 72, el peronismo renovador con 52, el PRO con 24 y otras fuerzas con 12.

El número constituye un indicador probablemente cercano a lo que ocurrirá luego de la renovación presidencial de 2015, si el resultado parlamentario fuera parecido al actual. No es una previsión descartable, teniendo en cuenta que los diputados se eligen en la primera vuelta.

En el Senado, aunque el cálculo es más complicado, se renovarán 24 legisladores sobre 72. Aunque la Cámara Alta los desplazamientos reflejan más la composición de los gobiernos provinciales, el resultado será similar. El actual oficialismo –si continuara existiendo como expresión política autónoma- no abandonará su condición de primera minoría.

La mirada, curiosamente, está indicando la veracidad del relato oficial sobre su condición de “primera minoría” nacional. Lo seguirá siendo mientras no se conforme un bloque político que logre superarla, sea construido por el bloque del “peronismo renovador” con actuales “FPV tránsfugas”, sea por el bloque “radical-socialista” más el PRO, o con la incorporación de todos –o algunos- integrantes del “peronismo” a una nueva coalición de gobierno.

Como se viene sosteniendo desde esta columna, no habrá gobernabilidad institucional en el próximo período si no se logra conformar esa mayoría parlamentaria, que debe reflejar un estado de acuerdos políticos sustancialmente más elaborado que el que presenta la actual oposición.

Otra mirada indica el acercamiento de tiempos de unión nacional, dispuesta por la realidad política más que por el virtuosismo de los liderazgos.

Ricardo Lafferriere