martes, 23 de septiembre de 2008

Alto cinismo en tres dimensiones

“BUSH – Entregá al prófugo Antonini Wilson”, rezan los afiches excelentemente impresos, pegados con profusión en la Capital Federal. Como se recordará, el venezolano fue el portador de la valija con 800.000 dólares de contrabando destinados, según sus propias declaraciones, a la campaña electoral de Cristina Kircher. Al día siguiente del episodio aduanero, conocido de inmediato por el entonces presidente Kirchner y por el entonces –y actual- ministro de Planificación Federal, el venezolano fue invitado de honor a la Casa de Gobierno, asistiendo a reuniones en el Salón Blanco con funcionarios nacionales.
Por supuesto, Antonini Wilson salió del país sin problemas. Y fue detenido en Estados Unidos por cargos federales, al haber participado de hechos delictivos cometidos en ese país, por los que está siendo juzgado. En el transcurso de ese juicio salen todos los días a la luz nuevas implicancias del vergonzoso episodio que embarra la política argentina en un tribunal de justicia extranjero, con todos los medios de prensa del mundo cubriéndolos. En un infantil ejercicio de cinismo, se ha tapizado la Capital Federal con los afiches mencionados, como si el nivel intelectual de la opinión pública argentina fuera tan rudimentario como la elaboración intelectual de quien los planificó y ejecutó.
“Cecilia Pando: dónde está López”, dicen otros afiches, también fijados en la Capital. Diversas opiniones pueden tenerse sobre la señora Pando. Desde quienes la identifican con la vocera de uno de los bandos de los años de plomo y defiende a quienes consideran criminales, hasta los que la califican poco menos que heroína con tanta valentía como las mujeres guerreras de la independencia. Sin embargo, hay un punto en que ambos, por silencio o por acción, han coincidido: no tiene imputación por delito alguno y su mayor falta, en todo caso, es la ausencia de mesura que, si fuera delito, no la tendría sin embargo como la mayor culpable, ya que sería precedida por el ex presidente cuyos exabruptos frente al atril diabólico y en su tribuna partidaria frente al Congreso ha sido sustancialmente más incendiaria e intolerante. Que se le pretenda imputar a Cecilia Pando la desaparición de Julio Jorge López es otro infantil ejercicio de cinismo, máxime teniendo en cuenta que no se han investigado las pistas reiteradamente denunciadas por Christian Sanz que atribuyen al mismo gobierno kirchnerista la responsabilidad de su desaparición.
“Mientras el primer mundo se desploma como una burbuja, los argentinos seguimos firmes”, anunció en otra de sus frases de antología la señora presidenta. No ha observado que la disolución a que hace referencia no impide que miles de personas formen fila en todo el mundo para comprar bonos del tesoro del gobierno norteamericano presidido por el demonizado George W. Bush, a los que consideran la inversión más segura aún en la gigantesca crisis –mientras que por estos pagos hacen cola, pero para sacarse de encima con urgencia los bonos que ha emitido el gobierno de su marido Nestor Kirchner y el suyo propio-; ni que mientras la tasa de interés en Estados Unidos se mantiene en sus mínimos históricos sin que por eso disminuya la demanda de bonos del tesoro, por estos pagos que ella preside el “riesgo país” alcance los niveles de default, los más altos de todo el mundo, a pesar de la autoasignada “fortaleza” cada vez más identificada con un cuento chino; ni que la gente no busca el peso de la economía “sólida” sino al contrario, huye hacia el dólar de la economía presuntamente “disuelta”-. Es el tercer ejercicio de cinismo, expuesto con la autosuficiencia que Morales Solá ha calificado de “inmodestia” en su nota de La Nación para no usar la castiza y más propia definición de “soberbia”.
La expresión presidencial, una vez más, ha caído en el mal gusto y la falta de decoro para referirse a problemas que hoy se sienten en los mercados financieros globales y sufren ciudadanos de otros países, pero que inexorablemente llegarán al país –o mejor dicho, ya están llegando-. En esa línea, no sería extraño que cuando la Argentina comience a sentir esos efectos, el discurso cínico pase a culpar de la situación a lo que sucede en el mundo, olvidando que durante los cinco años de auge provocados por la economía global en crecimiento fueron muchas las voces –entre otras, la de esta columna- que advirtieron una y otra vez sobre la irresponsable gestión económica “K”, que de seguir en ese rumbo nos llevaría a una nueva crisis.
Ni Bush ni Cecilia Pando ni las petulantes sentencias presidenciales podrán servirles entonces para ocultar su incapacidad de gobierno y los catastróficos resultados para los argentinos.


Ricardo Lafferriere

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