miércoles, 19 de diciembre de 2018

"...plata en el bolsillo de los trabajadores"...


-        “Es increíble, no sé como no entienden, para salir de la crisis simplemente hay que poner plata en el bolsillo de los trabajadores, para reactivar el consumo. No puedo comprender (golpeándose la cabeza con las manos) cómo no lo entienden, no puedo”… (diputado de FPV, en el programa de Maximiliano Montenegro).

En realidad, lo increíble es que durante todas las décadas que llevamos de democracia la frase se reitere, y hasta existan empresarios, gremialistas y políticos bien intencionados o no tanto que la repitan una y otra vez, como el Santo Grial de la economía.

Nadie, sin embargo, adelanta de dónde saldría esa “plata” para poner “en el bolsillo de los trabajadores”. Simplemente porque los atajos que usaron en estas casi cuatro décadas terminaron con una deuda gigantesca, varias hiperinflaciones y una economía hecha trizas. Porque las fuentes de esa “plata” no son muchas: más impuestos, o más deuda, o más inflación. No existen otras.

Si fuera tan sencillo, no habría país pobre en el planeta. Con comprarse una imprenta, comenzar a fabricar billetes y repartirlos, desaparecería la pobreza en el mundo como por arte de magia. ¿Por qué entonces no se han dado cuenta de una verdad tan sencilla y elemental? ¿Necesitan diputados peronistas que vayan y le expliquen?

En realidad, la plata que puede repartirse ya se repartió, y con creces. Lo que no se repartió es porque no existe. Argentina es el país con mayor gasto social por habitante en todo el Continente, el mayor gasto por habitante en salud, el mayor en educación. El único en el que tanto salud como educación son de acceso libre y gratuito, en todos los niveles.

El Estado Nacional subsidia al sistema previsional con una enorme tajada de sus impuestos, que debe distraer de otras obligaciones -como las mencionadas de salud y educación, la infraestructura destrozada, el desmantelamiento de la defensa, el raquitismo del equipamiento en seguridad, y otras obligaciones importantes que le son reclamadas a diario-. Y cuenta con un entrelazado de planes sociales, asignaciones universales por hijo y a la ancianidad y a discapacitados que no tienen varios de los países más ricos del planeta. ¿De dónde sacar entonces esa famosa “plata” extra para poner “en el bolsillo de los trabajadores”?

Es de conceder que la consigna es linda. ¿Cómo no va a gustar una promesa de maná que llueva del cielo, sin hacer nada? Así como linda, es tan rudimentaria que avergüenza escucharla en palabras de dirigentes. No hay que desgastarse en filigranas filosóficas para explicar qué es el populismo. Eso es.

En realidad, falta mucho para llegar a la meta de una sociedad con igualdad de oportunidades, sin pobreza y con un pueblo pujante y entusiasta. Nadie bien nacido, con empatía hacia los compatriotas más pobres puede negar esa verdad. Pero tampoco puede negarse la otra: para sostener un sistema equitativo como el que queremos, se necesita una economía que genere la riqueza necesaria. Caso contrario, la ecuación no cierra.

Ese es el desafío hoy, forzados como hemos sido a acelerar la marcha al terminarse el financiamiento que nos permitía el camino “gradualista”, ese que ya no es posible porque no hay quien nos preste. Las dificultades se agigantan cuando en el escenario aparecen voces como la mencionada al comienzo, sin sonrojarse ni recibir siquiera repreguntas lúcidas de quien opera de conductor, para marcar la insuficiencia propositiva de alguien que contribuye a formar la opinión política del país, aunque sea desde la oposición.

No hay peor sordo que el que no quiere oír. Es el viejo aforisma que llega a la memoria apenas observamos el nivel de reflexión y debate del escenario público. Afortunadamente, sin embargo, muchos argentinos, tal vez la mayoría, se resisten a caer en el espejismo de los magos y siguen trabajando, invirtiendo, estudiando, emprendiendo.

De ellos es el futuro.

Ricardo Lafferriere

Diciembre de 2018

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