domingo, 18 de mayo de 2008

Cristina se sacó el gusto

Cumbre de Lima
Cristina se sacó el gusto

“Tensa polémica entre Cristina y la Unión Europea”, tituló La Nación al informar sobre el discurso de la presidenta Kirchner en Lima reclamando a voz alzada contra el proteccionismo europeo en el comercio agropecuario.
Claro. En el país ya no puede impostar la voz, levantar su dedito admonitorio y recitar sus consignas de memoria. Pero llevó su gesto a Lima, donde los Jefes de Estado y de Gobierno de Europa y América Latina fueron de pronto transportados en el túnel del tiempo... y no precisamente hacia el futuro.
CK, seguramente, debe haberse sentido una heroína de la Independencia, refregado en la cara a los imperios coloniales la vocación libérrima de estos pueblos. Olvidó, sin embargo, que en estas épocas de ciudadanos conscientes y posmodernidad globalizada lo que interesa es solucionar los problemas, no amplificarlos.
El mundo es cada vez más uno solo, integrado pero complicado, y el desafío para las gestiones públicas es contar con la frescura intelectual y la claridad de miras necesarias para ofrecer a los ciudadanos respuestas tranquilizadoras, eficaces y respetuosas. Mente abierta, respeto a los demás, capacidad de escuchar y entender.
El camino que adoptó Cristina Kirchner lo conocemos. Es el que nos ha llevado, por un lado a nosotros, latinoamericanos, a “sacarnos el gusto” de “decirles las cosas en la cara”, y por el otro a ellos, los países desarrollados, a ignorar el reclamo manteniendo el “statu quo” favoreciéndose del proteccionismo que le significa una ventaja adicional de entre cincuenta y cien mil millones de dólares al año. No ha descubierto la pólvora. La publicitada fotografía que su equipo de prensa distribuyó en Argentina, que la muestra reunida con el presidente del gobieno español mientras Zapatero estalla en una estentórea carcajada es la respuesta gráfica a su discurso y su dedito.
Más allá de los problemas, –por los que han reclamado Alfonsín, Menem, de la Rúa y Duhalde, e incluso antes de la democracia-, lo realmente importante no es reiterarlos una vez más en tono de combate, sino encontrar con inteligencia la estrategia para solucionarlos. Mirarlos con las anteojeras desenfocadas de los años setenta simplemente los congela, prolongando sus negativos efectos en el tiempo, y no toma en cuenta el cambio acelerado de la matriz económica global que incluye nuevos mercados –inmensos- para los alimentos, y nuevos desafíos. Lo que necesitamos en la Argentina urgentemente no es tanto que los europeos nos dejen entrar en sus fronteras, sino que el gobierno kirchnerista nos deje salir de las nuestras, levantando las esotéricas prohibiciones a la exportación que impiden a nuestros exportadores cumplir con sus compromisos y disputar esos promisorios nuevos mercados.
Esto es lo que le reclama la opinión pública argentina a CK en el conflicto con el campo, en el que su esclerosis ideológica –o su capricho- ha prolongando por meses un diferendo que ha provocado la caída de las reservas internacionales, la suba de la tasa de interés, la reducción de la producción agropecuaria –que en Lima reclamaba a los otros aumentar, para combatir el hambre...-, desatado una creciente tensión social y desalentado a los empresarios del campo a los que amenaza con sus hordas mercenarias filofascistas convirtiendo un problema sectorial en una conmoción generalizada de la convivencia argentina.
Es una incapacidad de gobierno que va, incluso, contra ella misma, que en apenas cuatro meses ha visto reducir su apoyo a un nivel inferior al que tenía el gobierno de Fernando de la Rúa a un año de gobierno (25 %). Dicho sea de paso, gobierno que no disfrutaba de la Soja a quinientos dólares la tonelada, ni del petróleo a ciento veinte, sino que debía enfrentar, con precios internacionales misérrimos, la deuda descomunal que le dejó el gobierno del partido cuya posta acaba de tomar el marido de la señora presidenta, en un raquítico acto que ella –no ha explicado aún en qué carácter, porque no se ve su nombre entre sus nuevas autoridades- cerró con un discurso apenas escuchado, rodeado de violencia desatada entre sus huestes.
“Necesitamos su tecnología para integrar nuestro proceso productivo de alimentos” les dijo a los europeos. Sin embargo, en su país confisca la riqueza con la que el sector de alimentos puede incorporar tecnología –que aquí se produce, y de la mejor del mundo, sin necesidad de mendigarla en ningún foro de presidentes-, para repartirla entre sus patotas mercenarias, su construcción clientelista, su cortedad de visión.
La imagen de CK dando lecciones de comercio libre a los países europeos sería potente, si los medios no hubieran internacionalizado la imagen de su Secretario de Comercio fijando precios pistola en mano, apropiándose impúdicamente de una cosecha para la que no hizo ningún esfuerzo, o prohibiendo exportar carne a productores que se encuentran entre los más eficientes del mundo.
Quizás piense la señora presidenta que con su discurso lideró la batalla del Mercosur -que le toca presidir por unos meses- y disfrute soñando con su imagen combativa acompañando a Bolívar en la iconografía continental del futuro junto a su cofrade venezolano, que a pocos días de apostrofar a Angela Merkel con el epíteto de “sucesora de Hitler” y mostrando el escaso valor que le da a sus propias palabras, le tendió su mano ante la condescendiente sonrisa de la líder germana, que cualquier cosa hará en el futuro menos tomarlos en serio, o dejar de considerar a los “bolivarianos” y sus amigos sureños poco más que como divertidas curiosidades étnicas.
Mientras tanto, el Brasil avanza con Estados Unidos en su alianza estratégica para la producción de biocombustibles, consigue el grado de inversión que le permitirá acceder a créditos virtualmente sin “riesgo país”, acumula reservas en divisas en un monto que supera su deuda externa, alcanza récord en la exportación de soja, de carnes bovinas y porcinas, coloca su PBI entre los más altos del planeta, recibe la mayor inversión externa de su historia y trabaja en silencio para su incorporación a la “alta gerencia” del mundo para la que ya ha sido propuesto por Francia y Alemania. En la opción “ruidos” o “nueces”, está claro cuál es la opción estratégica de Lula, y cual la “K-K”.
Y está claro también –lamentablemente para nosotros- el camino que está recorriendo la República Argentina.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Señora presidenta, ¿y el rigor intelectual?

Semanas atrás, en un juicio que mereció un artículo de opinión en este medio, reclamaba usted a los periodistas “mayor rigor” en sus notas y a los economistas lo mismo en sus análisis. Se desprendía de su reclamo –y de su mención a la llegada de la modernidad, que repitió al anunciar la licitación del tren “bala”- su adhesión a los valores del conocimiento científico, pilar fundamental junto a la confianza en el razonamiento, del ideario filosófico moderno.

Si este conocimiento ha sido importante para que la humanidad dé el gran salto adelante producido en los siglos XIX y XX, también lo ha sido para apoyar en él decisiones de gobierno, al menos en los límites en que lo permiten las ciencias sociales, cuya exactitud contiene el ingrediente aleatorio en mayor medida que las otrora calificadas como “ciencias duras”.

En realidad, ambas incluyen hoy la incertidumbre como ingrediente. “Las cosas”, como diría el maestro Sebrelli, han comenzado a fluctuar desde las sólidas convicciones de otrora, dejando una sensación de incomodidad en quienes conocieron las certidumbres absolutas, hoy convertidas por quienes las mantienen simplemente en convicciones cercanas a lo religioso. El reclamo del rigor conlleva hoy siempre el presupuesto de esa duda básica e intrínseca sobre la realidad, más esquiva que en los buenos tiempos del positivismo y la modernidad temprana.

La modernidad llegó a la historia de la mano de la democracia. Incorporó la razón a lo actos de gobierno (que deben ser “fundados” para ser válidos, ¿recuerda las lecciones de Derecho Político, cuando estudiaba Derecho?) y desplazó a los actos arbitrarios propios del feudalismo, la monarquía y el “antiguo Régimen” dinástico y monástico.

Las herramientas de la razón incorporaron el rigor que usted reclama para aplicar al análisis de los fenómenos más conocidos y racionalizados, entre los cuales la vida económica cuenta con fundamentos aceptados, desde Locke en adelante, incluyendo en esta serie a Carlos Marx, por la inmensa mayoría de los seres humanos.

Fundamentos y reglas, señora, con las que funciona más del 90 % de la población del mundo en una extensión –como lo hemos repetido en esta columna- que van desde China hasta Brasil, desde Canadá hasta Chile, desde Estados Unidos hasta Rusia, desde la India hasta Suecia. La base de toda esta construcción es el reconocimiento y sistematización de los hechos como cimientos de cualquier elaboración abstracta.

Sobre los hechos –sin negar ninguno, sin sesgar los resultados, sin preconceptos religiosos o mágicos- se pueden construir teorías. Negándolos, todo se vuelve un cuento –de hadas o de demonios- pero incierto o ilusorio.

Un hecho, señora, es que los precios están subiendo de manera generalizada. Lo puede observar en el dato –positivo- de la recaudación tributaria, reflejo de una actividad económica que no ha crecido, ni siquiera en las visiones más optimistas de sus economistas, en un 50 %. Ese dato bueno contiene el malo: recauda más, porque el dinero que recoge vale menos. Y vale menos, porque su gobierno está inundando de ese dinero –que, en sí, no es más que papel impreso- una economía que no refleja ese crecimiento.

Según sus expresiones, “no hay inflación, porque nuestra macroeconomía no la contempla”. Si eso usted cree, bueno, estamos en problemas: los hechos indican que los precios han subido de manera generalizada. Si prefiere creerle a su convicción antes que a los datos de la realidad, esa preferencia no tiene cabida ni en la ciencia, ni en la razón y se acerca más bien a una actitud religiosa, o simplemente caprichosa.

Significaría que su reclamo de modernidad habría retrocedido al pensamiento mágico, y que está usted más cerca de la visión precolombina de Evo Morales, que de sus admirados Hegel y Kelsen. Ni hablar de las herramientas actuales de la ciencia económica en el mundo global.

Pero no se quedó allí: también ha expresado que el alza de los precios –en esta frase sí admite que la hay...- se debe a que los empresarios se apropian del ingreso aprovechando su capacidad de fijarlos. Y que si no fueran los empresarios, habría que buscar los responsables en el Arcángel Gabriel o en su administración.

Como su administración no habría dado motivos –por su “macroeconomía”...- y el Arcángel Gabriel no tendría entre sus facultades bíblicas fijar precios en alza –sino traer las buenas nuevas, como la Anunciación a la Vírgen-, se deduce que los malvados hombres de empresa serían los únicos responsables de tan diabólico plan.

Sin embargo, nuevamente es la ciencia económica la que nos dice cómo se forman los precios: la capacidad de demanda de la población –que se expresa en la cantidad de dinero a su disposición- se “balancea” con la oferta de bienes y servicios disponibles, y de esa relación resultan los precios.

Si la cantidad de bienes y servicios es la misma, pero se inyecta más dinero en la economía, los precios de referencia suben –porque, en realidad, es el dinero que vale menos, al sobreabundar-. Y si no lo hacen porque su Secretario de Comercio los congela “arma en mano”, los bienes baratos se agotan y sobra dinero –que se destinará a comprar divisas, en una economía fuertemente desconfiada, como la Argentina de estos tiempos de su administración-. Comenzarán a faltar bienes, nuestro conocido “desabastecimiento”.

Recuerde que en la década de los años 90, en el anterior gobierno de su partido, los precios sufrieron deflación, con estos mismos empresarios y este mismo Arcángel. Y eso aunque, en términos de su visión mágica del mundo, los monopolios habrían estado más libres que ahora para fijar los precios, porque manejaba el país el odiado “neoliberalismo”... El “desabastecimiento” que viene, en consecuencia, no será provocado por los empresarios, ni por el Arcángel Gabriel, sino, señora, por su política económica “premoderna”.

Y lo mismo ocurre con la inflación, también provocada por su gobierno, más que por decisiones de los empresarios o del Arcángel Gabriel, al aumentar el gasto público en un 50 % de un año a otro –circunstancia en la que no tienen arte ni parte ni el Cielo ni los hombres de empresa-. Ese aumento es un dato científico –“moderno”- que puede usted verificar sencillamente preguntándoselo a su Secretario de Hacienda. Llanamente. Por ejemplo, así: “Secretario, ¿cómo ha evolucionado el nivel nominal de gasto público en el último año?”

Actuar negando los hechos la llevará –y lo que es peor, “nos” llevará- a situaciones peligrosas, que conocemos porque ya hemos sufrido. Usted también las conoce: no olvide –también lo dijo en su primer discurso de su campaña de Senadora en 2005- que fue luego de que una antecesora suya se empecinara en negar los hechos que se produjo el dramático golpe de estado de 1976, circunstancia que obligó a usted y su marido a emigrar al sur, a probar suerte (“y ganar dinero...” ) alejada del escenario del conflicto, que también había provocado el grupo político en el que usted militaba, al negar los hechos y ayudar con ello a desatar el baño de sangre que asoló al país en los años setenta.

Señora, siguiendo su reclamo: hay que ser rigurosos. Cuando se ocupa un lugar como el suyo, más que nadie y que nunca.

Los precios no suben por decisión de los empresarios, ni del Arcángel Gabriel. Suben porque la gestión económica de su marido y la suya propia inexorablemente conducen a ese resultado. Suben por los dislates de su Secretario de Comercio, que seguramente cree y hace lo que haría usted si estuviera en ese lugar, dinamitando cualquier tentación de inversión –y en consecuencia, de ampliar la oferta-.

Suben por la estrafalaria política de sostener el valor de una divisa extranjera como el dólar en lugar de defender el valor de nuestro peso. Suben por las caprichosas ocurrencias como el “tren bala”, que aumenta la deuda pública sin razón económica, social o productiva alguna, o los millonarios subsidios a empresarios amigos, con dinero que le sacan al sector de la producción y el trabajo, principalmente del campo al que se asfixia, impidiendo la reinversión y en consecuencia, limitando nuevamente la oferta. Eso dice la ciencia económica, en sus fundamentos que atraviesan todas las “visiones”, que pueden discrepar en los matices, pero que no se permiten negar los hechos.

Rigor intelectual, señora, es lo que nos gustaría escuchar en sus discursos. Los exabruptos de su marido, que todos creíamos que habían terminado con él, no pegan con su estilo. Y lo que es peor: nos llevan al abismo, como en 1976.

Con una diferencia: no podremos irnos todos a Santa Cruz, para tomar distancia y ganar dinero. Quizás esta vez ni siquiera lo puedan hacer ustedes.

domingo, 4 de mayo de 2008

Tiempo de inflexión

Los acontecimientos económicos que han concentrado la observación de analistas y de los ciudadanos, acaecidos en los últimos días; la incapacidad de reacción del gobierno; la insistencia en los dislates y el estrepitoso derrumbe de la imagen de la gestión kirchnerista en el exterior –reflejo de su deterioro interno-, están ubicando en este mes de mayo, lamentablemente, un punto de inflexión en el proceso político y económico argentino.
Detrás van quedando los lamentables retrocesos en el plano institucional, ya inocultables, como la desaparición del Congreso de cualquier debate serio sobre el rumbo nacional, el temor de una justicia sometida a la “Espada de Damocles” de la apertura de sumarios retorcidos en el Consejo de la Magistratura, el bastardeo de la lucha por los derechos humanos convertida en una mera consigna partidista y parcializada, la creciente presión para amordazar o limitar a la prensa, el sistemático ataque a la organicidad de los partidos políticos –incluso al peronismo- recurriendo a las más bajas artimañas de la corrupción ramplante, el alineamiento forzado de los gobiernos provinciales y municipales subordinados hasta en sus gastos más insignificantes a la discrecionalidad kirchnerista. Todo eso –y mucho más- ha mostrado hasta hoy la pérdida progresiva e inexorable de la República. Los hechos de estas semanas agravan la situación, porque el que se nos puede comenzar a escapar de las manos no es ya sólo la República, sino el propio país.
El desborde inflacionario es a la vez un resultado y una causa. Resultado de decisiones económicas que no serían homologables en ningún país serio del mundo: desde China a Estados Unidos, desde Rusia hasta Brasil, desde Canadá hasta Chile, desde la India hasta Suecia, todo el planeta funciona con reglas de juego fundamentales que, con pequeñas variantes internas, se apoyan en principios básicos de la ciencia económica que, por estos lares, se insiste en ideologizar o descalificar como si se tratara de genios descubriendo la pólvora.
El endeudamiento público creciente, la disposición autoritaria de la riqueza privada como si fuera patrimonio personal de los funcionarios, la aplicación de normas inexistentes confiando en el alineamiento automático de los jueces temerosos para declarar su vigencia, la confiscación de bienes a través de mecanismos inconstitucionales e ilegales, la aplicación de la prepotencia de patotas a las transacciones económicas privadas, el desconocimiento liso y llano de decisiones judiciales por parte del Estado, la incentivación de conflictos económicos por el simple capricho de un expresidente convertido en autócrata de facto, son todos condimentos que han comenzado a desatar una creciente falta de confianza en el funcionamiento de la economía y de la sociedad. Y han desatado la inflación, fenómeno que en nuestra historia está unido a los mayores dramas y a las rupturas institucionales conflictivas.
Pero también es una causa. Importantes publicaciones del mundo democrático desarrollado han hecho conocer en estos días su negativa evaluación de la administración kirchnerista, y los medios económicos nacionales y extranjeros han destacado el creciente retiro de inversiones de nuestro país, traducido en el derrumbe de la cotización de los bonos del Estado –ya a un precio inferior a los títulos “defaulteados” que no ingresaron al canje- y a la venta de acciones de empresas argentinas, a liquidar en la plaza de Nueva York, para no tener riesgo alguno originado en los caprichos del poder. Resultado de la acción kirchnerista, y causa de nuevas decisiones que profundizan el aislamiento, la inflación además aleja crecientemente al sistema político de los ciudadanos, que se sienten cada día más esquilmados y desprotegidos.
La actitud de la administracion kirchnerista frente a estos hechos es sorprendente, rayana en el autismo, la soberbia y la irresponsabilidad. La repetición en tono de consigna de que el país cuenta con más de Cincuenta mil millones de dólares de reservas, que parece servir de argumento para cualquier advertencia, puede evaporarse en pocos días, como lo hicieron las divisas que respaldaban el valor del peso durante la convertibilidad: una corrida es difícilmente soportable por ninguna economía, y mucho menos si es acompañada de una desconfianza creciente en la capacidad del gobierno para definir decisiones correctas. Tal es el caso del gobierno de Cristina Kirchner, que parece haber delegado en un ex funcionario sin competencia constitucional ni legal alguna, su marido ex presidente, importantes decisiones de gobierno que obstaculizan cerrilmente la propia marcha de la administración. Las trabas a un acuerdo con el campo, apostando al agravamiento de la protesta en lugar de actuar como cualquier gobierno en cualquier lugar del mundo, buscando resolver los problemas, demuestra no sólo el rumbo perdido, sino una actitud de desprecio hacia la opinión pública, hacia los ciudadanos que expresan su reclamo, hacia las instituciones del país, hacia los funcionarios que buscan desesperados hendijas de esperanza y, por último, ante su propia esposa presidenta.
Mientras tanto, siguen los dislates, con sabor a corrupción. Los diarios de ayer, por ejemplo, han anoticiado que el proyecto faraónico estrella de la administración “K-K”, el renombrado “tren bala” –que cuando comenzó como idea no iba a comprometer fondos públicos, que luego pasó a tener sólo la garantía del Estado, y que por último se transformó en un proyecto que se realizará en su totalidad con fondos públicos que comenzarán a entregarse de inmediato en forma de bonos de nueva deuda-, no sólo fue adjudicado violando elementales normas de competencia, transparencia y correcta gestión, sino que además será el primer tren bala del mundo que tendrá... ¡un solo carril! Y para culminar la cadena de despropósitos, la humillación más vergonzosa de contratarse, a cargo del propio Estado argentino, un “seguro de default” que cubra el posible incumplimiento de esa deuda. Como gusta decir a la primera magistrada... “por primera vez en la historia”. Ni el empréstito de la Baring Brothers llegó a semejante degradación de la dignidad nacional.
Cuatro mil millones de dólares de incremento en la deuda pública, destinados a una obra que está llena de interrogantes e incertidumbres, mientras el riesgo-país se coloca en el tope de los países de la región y mientras, a la vez, el Brasil consigue, por la impecable y persistente política económica que comenzara Fernando Henrique Cardoso y continuara Luis Alberto “Lula” da Silva, el codiciado “grado de inversión”, vale decir, ingresar en el reducido club de países del mundo respetados por la seriedad de su administración y la confiabilidad de su gestión económica al que se le puede prestar dinero y donde se puede invertir con tranquilidad porque respeta las reglas básicas del estado de derecho y de la economía.
En tanto, por acá se sigue kirchnerizando empresas mediante el mafioso y conocido procedimiento seguido en el caso de YPF de acorralar a sus dueños con conflictos gremiales prefabricados y regulaciones caprichosas. Nuevos empresarios “amigos”, que pasarán a integrar la lista de futuros investigados para cuando esta pesadilla termine, serán los beneficiados y testaferros de la nueva operación: Aerolíneas, ante la inexplicable complicidad –en ambos casos- de la administración española, sólo explicable en la decisión de liquidar activos en el país y tomar distancia de una economía que se sigue cerrando sobre sí misma al ritmo de un vórtice.
Hasta ahora, se nos ha estado escapando la República y lo sufríamos quienes tenemos vocación republicana y democrática. Ahora, con la inflexión de estos días, corremos el riesgo de que, además, el que se desborde sea el país. Los argentinos sabemos, por experiencia (1976, 1989, 2001...) lo que ello puede terminar significando.
Y nadie –incluidos Cristina y Néstor- podrá escapar a sus consecuencias.

Ricardo Lafferriere

jueves, 1 de mayo de 2008

Señor Kirchner, a usted no lo votó nadie

“Ganamos con el 45 % y le sacamos una ventaja del 23 % al que nos seguía”, dicen los diarios que gritó usted, desaforado, en Mendoza, mostrando sin pudor alguno, una vez más, su estado rayano en la insanía. De este “triunfo”, aparentemente, deduce usted que tiene derecho al país, como señor feudal que lo compra al Rey, con las personas que están adentro.
Sin embargo, olvida un detalle: a usted no lo votó nadie. Recuerde que puso a su esposa, porque todos los datos de sus encuestadores le mostraban el desgaste inexorable a que estaba sometida su imagen como consecuencia de los dislates de su gobierno. Y recuerde que cuando a usted le había tocado, a pesar del apoyo del entonces presidente Duhalde, apenas llegó al 22 % del electorado argentino.
En todo caso, aún concediendo legitimidad al sospechado proceso electoral de octubre, fue su esposa la votada por los argentinos, y además, con un discurso que está en las antípodas de sus arranques de Nerón criollo. La gente votó –lo recordamos- a quien hablaba de la unidad nacional, de los grandes próceres de todos los partidos, del trabajo y la tolerancia, de la construcción del país del futuro....
Eso no tiene nada que ver con su discurso, Kirchner. Aunque pretenda asumir el papel del López Rega del siglo XXI, los argentinos hemos madurado mucho como para respetar a quien nos hable a los gritos, como si fuéramos soldados de un cuartel –donde, bueno es recordarlo, ya no existen ni siquiera “colimbas”, sino profesionales ciudadanos, que han elegido ese trabajo como cualquier otro y donde ya no es posible gritarles, ni siquiera a ellos-. Y cuesta creer que usted piense que su esposa es Isabel. Recuerde que la presidenta es ella, y usted sólo un ciudadano más. Si no lo entiende, será identificado cada vez más con López Rega.
Si pierde los estribos porque a ella no le va bien, pues vaya a un sicólogo. No entorpezca la gestión –que bastante trabajoso lo tiene- que le ha dejado a su mujer, como una brasa ardiente, con todos los frentes que caprichosamente se le ocurrió abrir sin importarle las consecuencias. Es ella –pero más que ella el país, que es lo importante- el que debe sufrir el aislamiento internacional convertido en el hazmerreir del mundo, la crispación interna, el crecimiento de la droga, la violencia cotidiana, volver al borde del abismo, la falta de energía, el deterioro terminal de la infraestructura de transporte, los muertos en las rutas, la desaparición de la seguridad aérea, la inflación desatada, el crecimiento de la pobreza, la licuación institucional, la desaparición del parlamento, el temor en los jueces, la persecusión a la prensa libre, la negación de la oposición, el desmantelamiento de la defensa, la corrupción generalizada y ramplante inundando todas las áreas del Estado, la desaparición del federalismo, la clientelización de la política, la vuelta de lo peor delas mafias del conurbano... y podríamos seguir hasta el cansancio.
Ha asumido usted la presidencia del peronismo. Quizás ese partido haya cambiado mucho. Quizás. En otras épocas, y salvo al fundador Juan Perón, no le hubieran tolerado sus berrinches infantiles, ni el sabotaje permanente a la gestión de su mujer, ni mandar a sus matones a intimidar ciudadanos, o a incendiar campos...; mucho menos, a embarcarlo en un camino sin salida, empujando todos los días a una gestión con su sello partidario hacia un nuevo abismo, quizás mayor que el del 2001. Aunque es posible que haya logrado hacer con el propio peronismo lo que hizo con el país: destrozarlo apoyándose en lo peor del populismo y de la izquierda entrista y excluyendo a los que tienen una visión moderna y democrática del país, la política y el mundo.
A propósito del fuego en el Delta: ha insistido en su discurso de Mendoza con la letanía “no nos manden humo, no nos incendien los campos”, imputando los incendios a los productores. Sin embargo, debe seguramente conocer que mucho ha circulado en la red sobre su responsabilidad intelectual en los incendios. Como hombre de Entre Ríos, no puedo entender cómo puede ser que productores que tienen en las islas el ahorro de toda su vida, en hacienda que han traido a pasar el invierno, puedan incendiar los campos poniendo en riesgo fatal todo su capital, sin motivo productivo alguno. Y varias han sido las denuncias, que pocos se animan a publicar, de personas que han visto a extraños circulando por las islas horas antes del “estallido” de los focos de fuego.
Es curioso, además, su obsesión por culpar a esos productores, a los que les han quemado el campo, de incendiar ellos mismos sus propiedades (¿?). Lo dijo usted en la Matanza, y lo repitió en Mendoza. Es una obsesión que facilmente se articula con su desbordado ataque a los hombres de campo, haciéndose el dueño, por lo demás, del éxito de los esfuerzos productivos de estos años, como si el milagro de salir de la crisis hubiera sido provocado por “San K”, en lugar de ser una respuesta natural –y magnífica- de los productores argentinos a una excelente situación internacional, que generaron riqueza a pesar de su gobierno y no gracias a él.
Esa duda, Kirchner, inundó a todos los argentinos y renace cada vez que ocupa una tribuna. Es curioso que con la dimensión que tomaron los hechos, no haya ni un imputado serio y ninguna investigación sólida que lleve a detectar el origen. Un prestigioso diario nacional, por su parte, en su carta de editor del viernes 25 de abril, dejó trascender con valentía la sospecha que muchos tienen: la de un sabotaje. Esta hipótesis, obviamente, no puede originarse en las víctimas sino en un desborde irracional o descontrolado.En todo caso, debiera ser usted, frente a estas dudas, el más interesado en descubrir a los autores, en lugar de darlos por descontado. Quizás piense, como hizo en el caso de Patti, que es el sospechado el que tiene que demostrar su inocencia. Como los nazis.
Está desatando los peores fantasmas del pasado nacional: la violencia, el enfrentamiento, la intolerancia, la inflación, los grupos parapoliciales. Hacia allí conduce su discurso “irracional” (Elisa Carrió) y “descontrolado” (Gerardo Morales), alejado del reclamo de “escuchar a los demás” (Macri).
Hágale un favor al país. Recuerde, aunque sea por un momento, que a usted no lo votó nadie. Que la que debe gobernar es su esposa, a la que acaba de expulsarle del gobierno al único ministro que le dejaron elegir. Cállese la boca. Váyase a la patagonia, a seguir juntando plata con carretillas en sus prósperos negocios inmobiliarios comprando tierras por centavos ayudado por intendentes amigos. O retírese a la vida privada construyendo su fortuna de nuevo magnate petrolero. Deje a los argentinos que trabajan seguir con su intento de reencauzar el país mirando al futuro, por el amplio parabrisas que enfoca hacia adelante, en lugar de conducir mirando por el pequeño espejito retrovisor.
Ya hizo suficiente daño. Dejenos tranquilos.


Ricardo Lafferriere

viernes, 25 de abril de 2008

Juntitos, juntitos...

¿Alguien hubiera pensado hace muy pocos años, en el “planeta K”, que
Néstor Kirchner terminaría presidiendo el peronismo por una lista única?
¿Alguien hubiera pensado hace muy pocos años, en el peronismo mayoritario “no-K”, que Néstor Kirchner terminaría presidiendo el peronismo por una lista única?
Sin embargo, ahí está.
Esta curiosa simbiosis entre lo peor del populismo y la izquierda “entrista” –más esclerosada que nunca- ha logrado hacerse de la conducción del partido político más grande de la Argentina.
Ahí están todos. A partir de este hecho, no podrá decirse más que “K no es peronista”, ni desde la izquierda esclerótica que creyó descubrir la pólvora al ensayar el nuevo entrismo, ni por el peronismo tradicional, que siempre miró a Kirchner como un tumor que había que aislar, tolerar y aprovechar, pero nunca respetar.
Todos juntos, entonces, correrán suerte y verdad con la gestión “K-K”. Juntos serán responsables de lo que venga –sea bueno, como seguramente desean, o sea patético, como anuncian todos los que en la Argentina piensan y advierten, incluso muchos que a pesar de pensar no hablan, porque todavía son socios de la chequera-.
Estarán siendo mirados, todos juntos, por los argentinos. Y serán juzgados, todos juntos, por los resultados del gobierno que ha dejado de ser del “Frente para la Victoria”, esperpéntico engendro que unía a D’Elía con los Intendentes bonaerenses, a Bonasso con Pichetto, a Beder Herrera con Urtubey, a Moyano ex Triple A, con Hebe de Bonafini, a Borocotó con Ocaña, para pasar a ser, ahora de pleno derecho, un gobierno del Partido Justicialista. Ahora sí se incluye a Scioli y Das Neves, Schiaretti y Alperovich, Alberto Fernández y Balestrini. ante la excepcionalidad de un Rodríguez Saá inteligentemente opositor, que con su exclusión confirma la regla.
Interesante desafío para los miles de dirigentes peronistas de todo el país, el de tener que concurrir a las reuniones agropecuarias a defender los dislates del nuevo Nerón, que preside ahora su organización. Y los gremialistas peronistas, que tendrán la misión de defender que los salarios devaluados no superen el techo acordado con Moyano como precio de la cobertura judicial. Y los empresarios de la “burguesía nacional” de casinos, obras públicas y caños sin costura, que deberán defender los controles de precios a punta de pistola ejecutados por Moreno, como contraprestación a los favores que les acercaron multimillonarias facturaciones.
Y los Intendentes peronistas, que deberán justificar ante sus pueblos el vaciamiento económico de sus regiones que se materializa con las retenciones al agro. Y los legisladores provinciales peronistas, que deberán ensayar desde sus bancas el desafío de articular un discurso que defienda a K y a la vez defienda a quienes los votaron.
Pero lo más interesante: todos juntos deberán enfrentar las elecciones del año que viene con el interesante escenario de la inflación el alza, la pobreza creciendo, la violencia reinstalada y el aislamiento internacional reforzado.
Al final el ex Presidente, sin querer, le hace un servicio a la democracia. Si bien su estrategia está clara –tener controlados de cerca a quienes pueden hacerle la zancadilla por razones de supervivencia, ante el deterioro terminal de la gestión “K-K”-, al juntarlos a todos también aclara el debate de cara al país.
Y en un momento como el actual en el que, gracias a la lucha que comenzó el campo, los velos que tapaban el sol se están descorriendo uno a uno, todos los días, es bueno para la maduración política de la sociedad que en este “panóptico al revés” en que se ha convertido la vida pública, todos los ciudadanos puedan ver la totalidad de los personajes del poder alineados en el mismo barco, sin excusas, dobles mensajes ni medias tintas.


Ricardo Lafferriere

Rumbo de colisión

El regreso de Néstor Kirchner al atril, esta vez al hacerse cargo de la presidencia formal del Partido Justicialista –sin elecciones internas, asambleas ni consultas de ningún tipo a los afiliados-, ha profundizado el enfrentamiento del régimen “K-K” con amplios sectores de la ciudadanía.
El marco en el que lo hace no sólo ratifica conflictos, sino que confirma el rumbo de colisión con los productores agropecuarios y las amplias clases medias, que cada vez sienten con más preocupación el endurecimiento del discurso del poder. “Estamos en manos de un irracional”, disparó Elisa Carrió luego del incendiario discurso en el que acusó a los productores de “quemar los campos”, “querer matar de hambre a los argentinos”, “desatar la violencia armada” y “provocar inflación”.
De esos ataques no fue indemne ni siquiera el ministro (del ¿gobierno?) de su esposa que menos pleitesía le rendía en su Casa Rosada paralela de Puerto Madero, Martín Lousteau. “Que no se hable más de enfriar la economía”, grito exaltado al conocer que, ante el desborde inflacionario que ya se ubica en el 35 % anual, el funcionario había propuesto algunos ajustes imprescindibles en las tarifas de gas y electricidad, cuyos niveles se encuentran entre un décimo y la tercera parte de los precios del entorno regional –Brasil, Uruguay y Paraguay-. Obviamente, su esposa de inmediato le pidió la renuncia al funcionario cuestionado por el ex presidente.
Es que mantener los multimillonarios subsidios a los servicios públicos, transportes y empresas amigas del gobierno ha generado una presión sobre las finanzas públicas que ha superado ya los treinta y cinco mil millones de pesos, para cubrir los cuales se sigue echando mano de una rapiña indisimulada sobre los productores del campo. El monto de los subsidios equivale casi exactamente a lo que se le extrae a los productores agropecuarios vía retenciones. Mantener la economía “sin enfriar”, es decir con un crecimiento inconsistente del 8 o 9 por ciento, anuncia profundizar la presión sobre el sector productivo, para sostener un consumo que se asemeja ya a la fiesta despreocupada de la última noche del Titanic.
La desazón, por su parte, se instala crecientemente en la opinón pública, que se prepara para una inminente crisis. La fuga de capitales, que en el segundo semestre del año 2007 tuvo un récord histórico –USD 8.622 millones- superando al semestre previo a la crisis del Tequila (USD 5.787 millones) e incluso a la gran debacle del 2001 (USD 6.491 millones)- se ha incrementado en estas últimas semanas, obligando al Banco Central a vender divisas para sostener el valor del peso, y a un incremento del precio del dólar que reaparece en los circuitos monetarios “no formales”, fenómeno que había desparecido de la Argentina desde hace años.
Los consultores de las grandes empresas están aconsejando a sus clientes vender rápido sus posiciones en Argentina y colocarse en divisas fuertes, en todo caso para volver luego del derrumbe a comprar a precios de liquidación, como ha sido la constante en las últimas crisis. Y los argentinos comunes, con el reflejo de tantas experiencias que han sufrido por los aprendices de brujos en las últimas décadas, hacen cola en las casas de cambio para poner sus ahorros en Euros o Dólares.
El derrumbe de la presidenta Kirchner en las encuestas, que el gobierno ha intentado silenciar de todas formas, es difícilmente emulable internacionalmente: treinta puntos de caida en un mes. Su imagen positiva apenas supera el 20 por ciento, y su permanente derroche de joyas y vestidos de fiesta aún cuando realiza reuniones de trabajo en la Casa de Gobierno la han llevado a convertirse en el centro de ironías, “cargadas” y desprestigio. La imagen de un productor, con una vieja “Pick-Up” Chevrolet al borde de la ruta portando un cartel que rezaba “Cristina, te cambio tu Rolex Presidente por mi 4x4” no es nada más que una muestra del deterioro del imprescindible respeto que debe inspirar la primera funcionaria, pero que se disipa hora tras hora como arena seca entre los dedos.
Lo esperpéntico de esta situación es que se produce en el mejor momento internacional para la Argentina, tanto para el presente como en las perspectivas para el futuro. Alimentos y energía, dos bienes que anuncian escasos, están en el suelo y el subsuelo. Pero el petróleo y el gas no salen sin exploración y explotación –es decir, sin inversión-. Y los alimentos no brotan sin labrar la tierra –es decir, sin inversión-. Y es justamente la inversión la que desaparece en la economía “K-K”, que prefiere distribuir forzada (y en ocasiones, ilegalmente) todo lo que se produce, para no “enfriar” la sensación de euforia que, sin embargo, se está tranformando rápidamente, en una sensación de pánico.
Los productores del campo han anunciado ya que no sembrarán trigo en esta campaña, que debiera estar iniciándose. Brasil ha anunciado que dejará de comprar trigo a la Argentina por falta de seguridad en la provisión, y lo mismo han hecho otros países. La prohibición de exportación de carnes ha llevado a la Argentina a perder tradicionales mercados internacionales, cubiertos ahora por el Uruguay –que ya exporta más que la Argentina- y el propio Brasil. Y las entidades agropecuarias han adelanado que no liquidarán la cosecha de soja que están levantando en este momento, guardándola en silos hasta... no se sabe cuándo. Simplemente, como una medida de defensa para evitar la rapiña “K-K”, que se cree que ha ver ganado una elección los convierte en dueños toda la riqueza del país.
Una vez más en su historia la Argentina marcha en rumbo de colisión consigo misma. Sería bueno que esta vez no haya interrupciones traumáticas del gobierno, y sea el propio peronismo el que se haga cargo de encaminar lo que está descarrillando, sin asumir el papel de víctima que es tradicional en su discurso cuando la realidad le pone freno a sus dislates. Hoy están todos juntos, comandados por Kirchner. Es su gobierno y están allí con la suma del poder y toda la responsabilidad. La duda que existe es si podrá evitar la colisión.



Ricardo Lafferriere

martes, 15 de abril de 2008

La abogada presidenta, el rigor intelectual y la distribución del ingreso

¿Quiénes son los que más ganan en el país?
Las informaciones oficiales dicen que son el 1 % de la población, cuyos ingresos equivalen a 57 veces el escalón del 1 % inferior.
¿Cuánto pagan de impuestos esas personas? Según la Ley de Impuestos a las Ganancias, su aporte es de entre el 30 y el 35 % del total de lo que ganan, luego de deducidos todos los gastos autorizados por la ley.
¿Cuántos de ellos son productores agropecuarios?
Sorpréndase: ninguno.
¿Por qué los más ricos del país deben abonar el 35 % de lo que ganan, una vez deducidos todos los gastos, y a los productores agropecuarios se les retiene el 44 % de sus ingresos totales, sin importarles lo que les haya costado obtenerlos, exacción que llega a superar el 60 % -y en determinados casos, hasta el 90 %- una vez que se le agregan los demás impuestos que los gravan? ¿En qué se basa la presidenta para decidir un manotazo de esa magnitud, por fuera de los procedimientos y márgenes autorizados por la Constitución y las leyes, a un sector de la población que no se encuentra entre los más ricos del país?
¿Por qué al campo se lo puede robar y a los ricos no?
La presidenta ha reclamado a la oposición y a la prensa “rigor intelectual” para hablar del país. ¿No sería bueno que diera el ejemplo?
¿Cómo puede referirse tan ligeramente al aporte de las retenciones del campo sosteniendo que “apenas” aportan el 7,9 % corresponde a las retenciones agrarias, imputando falta de rigor intelectual a quienes se oponen a esa rapiña? ¿No leyó el artículo 17 de la Constitución? Ella, que es una jurista afecta a las construcciones intelectuales puras –a tal punto que, como lo hemos dicho en una nota anterior, se manifestó compenetrada con la Teoría Pura del Derecho, de Kelsen, en oportunidad de su discurso anual ante el Congreso- ¿no estudió que el Poder Ejecutivo es un poder meramente administrador, cuyas facultades están fijadas por la Constitución y las leyes, y que tiene absolutamente prohibido avanzar sobre los derechos de las personas, entre las que se encuentra justamente el derecho de propiedad? ¿No recuerda que quién tiene en una democracia las facultades impositivas indelegables –en nuestro país, otorgadas por el artículo 75 de la Constitución Nacional- es el Congreso, como representante de los ciudadanos? Se lo recordamos:

“Capítulo Cuarto Atribuciones del Congreso
Art. 75.- Corresponde al Congreso:
1. Legislar en materia aduanera. Establecer los derechos de importación y exportación, los cuales, así como las avaluaciones sobre las que recaigan, serán uniformes en toda la Nación.
2. Imponer contribuciones indirectas como facultad concurrente con las provincias. Imponer contribuciones directas, por tiempo determinado, proporcionalmente iguales en todo el territorio de la Nación, siempre que la defensa, seguridad común y bien general del Estado lo exijan. Las contribuciones previstas en este inciso, con excepción de la parte o el total de las que tengan asignación específica, son coparticipables.Una ley convenio, sobre la base de acuerdos entre la Nación y las provincias, instituirá regímenes de coparticipación de estas contribuciones, garantizando la automaticidad en la remisión de los fondos.
..............
3. Establecer y modificar asignaciones específicas de recursos coparticipables, por tiempo determinado, por ley especial aprobada por la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara. .... “
¿No estudió, en Derecho Financiero, el alcance de las facultades impositivas del Estado, limitadas por la Corte Suprema de Justicia a un 33 % de la base imponible, ya que de otra forma estaría afectando directamente un derecho de jerarquía constitucional, como el de propiedad, y se transformaría en confiscatorio, lo que está también prohibido por la Constitución?
¿No estudió que la Constitución establece la garantía máxima del derecho de propiedad, en su artículo 17, y que para poder privar de la propiedad a alguien es necesario el dictado de una ley que la declare sujeta a expropiación, y luego previamente indemnizar al titular? ¿No estudió que la confiscación de bienes fue erradicada del derecho argentino al sancionarse la Constitución Nacional, en 1853? Por las dudas, se lo recordamos. Dice:

“Art. 17.- La propiedad es inviolable, y ningún habitante de la Nación puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia fundada en ley. La expropiación por causa de utilidad pública, debe ser calificada por ley y previamente indemnizada. Sólo el Congreso impone las contribuciones que se expresan en el artículo 4º. Ningún servicio personal es exigible, sino en virtud de ley o de sentencia fundada en ley. Todo autor o inventor es propietario exclusivo de su obra, invento o descubrimiento, por el término que le acuerde la ley. La confiscación de bienes queda borrada para siempre del Código Penal argentino. Ningún cuerpo armado puede hacer requisiciones, ni exigir auxilios de ninguna especie.”

La Constitución no deja dudas. El maestro Kelsen, por su parte, enseñó que las normas inferiores sólo tienen legalidad si son coherentes con las jerárquicamente superiores. Se llama “jerarquía normativa”, en la virtuosa “pirámide” que no deja lagunas. Se estudia en Filosofía del Derecho. Y en Introducción...
¿O no fue rigurosa al estudiar derecho, y ahora debiera repasar sus viejos libros de la Facultad? A propósito, ¿sabrá su Secretario de Comercio –que no es abogado, aunque dice ser Licenciado- que concurrir con una banda armada a un establecimiento privado y apropiarse de lo que encuentre está también prohibido por la Constitución, y puede configurar el delito de robo –agravado, si se trata de ganado y productos del suelo, arts. 167 y 163 del Código Penal y es a mano armada, art. 166 inc. 2? ¿Sabe que la pena por este delito puede llegar a Quince años de reclusión? ¿Lo sabe la señora presidenta? ¿Sabe que ese delito prescribirá mucho tiempo después que termine su gestión, cuando la justicia podrá actuar libremente?
¿Cree la señora presidenta que el Congreso le “delegó” esas facultades impositivas?
Le recordamos, en ese caso, dos normas –también de la Constitución, reformada con su presencia como Convencional en 1994-:
“Art. 76.- Se prohíbe la delegación legislativa en el Poder Ejecutivo, salvo en materias determinadas de administración o de emergencia pública, con plazo fijado para su ejercicio y dentro de las bases de la delegación que el Congreso establezca.La caducidad resultante del transcurso del plazo previsto en el párrafo anterior no importará revisión de las relaciones jurídicas nacidas al amparo de las normas dictadas en consecuencia de la delegación legislativa.”
¿Qué la delegación venía de antes de la Constitución del 94, porque la había realizado un Decreto Ley, en ausencia del Congreso, al sancionarse el Código Aduanero? Pues entonces le conviene recordar otro artículo:
“Disposición transitoria Octava: La legislación delegada preexistente que no contenga plazo establecido para su ejercicio caducará a los cinco años de la vigencia de esta disposición, excepto aquella que el Congreso de la Nación ratifique expresamente por una nueva ley (corresponde al art. 76). “
La reforma fue sancionada en 1994. Los cinco años vencieron en 1999.
Como puede observar, el derecho “sin lagunas”, como lo entendería no sólo su admirado Kelsen sino cualquier abogado de pueblo, no deja dudas sobre la total falta de fundamento legal de su angurria de soja ajena. Las retenciones son inconstitucionales. Y sería bueno que lo recordara no sólo ella, sino los dirigentes de las entidades agropecuarias.
Pero dejemos el árido campo del derecho y pasemos a la ciencia política.
Su rigor intelectual la ha llevado a sostener, hace algunas semanas, y obviando cualquier fundamento legal, que la “redistribución del ingreso” debe lograrse sacándole a los que tienen para darle a los que no tienen, ya que no existe otra forma de hacerlo (así lo afirmó en su primer discurso referido al reclamo agropecuario).
Esa tosca construcción mental, propia del rudimentario silogismo del populismo, es contestada por los pensadores más rigurosos de la ciencia política, que sostienen que la distribución progresiva estable y consistente del ingreso se apoya en el crecimiento del nivel educativo, que no sólo confiere habilidades traducidas en mejores salarios, sino que despierta estímulos de mejoramiento en el nivel de vida proyectados en el esfuerzo hacia el trabajo creador.
Así creció el país luego de la formidable inversión educativa que hicieron los prohombres de la generación del 80, temprana y tardía, de las más diversas posiciones ideológicas, desde Sarmiento a Cané, desde Pellegrini a Alem, desde Joaquín V. González a Juan B. Justo, desde Estrada hasta Roca, desde Mitre a Vidente Fidel López.
Esa afirmación, que genera respaldo de todo el arco intelectual, confronta sin embargo con otra realidad: los niños argentinos, durante la gestión de su marido, pasaron a ser los menos educados del Continente. Fueron superados por los niños chilenos, colombianos, uruguayos y brasileños. No ocurrió este proceso durante gobiernos de “la oligarquía”, sino durante su propia gestión, y su ministro del ramo fue premiado con una Senaduría Nacional. Las semillas de la distribución desigual del ingreso a largo plazo fueron sembradas –y lo siguen siendo- por la gestión kircherista, a manos abiertas.
Paralelamente, la polarización de los ingresos en el corto plazo, con sus “rigurosas” contrucciones intelectuales, se ha agravado a términos que no tienen parangón en la historia, a pesar del excelente escenario económico internacional que benefició al país en estos años. La distribución del ingreso al fin de la primera gestión kirchnerista es peor que la existente durante el gobierno de Menem.
No es necesario recurrir a los “economistas neoliberales” para confirmarlo: puede verlo aún en su “INDEK”, “rigurosamente” manipulado. O recorriendo las calles de Buenos Aires por tierra –no desde el helicóptero- en horas de la noche, y observando los miles de compatriotas pobres que, como un ejército de la dignidad, prefieren recoger cartones de la basura antes que aceptarle sus lismosnas en forma de “planes sociales” que degradan y clientelizan al exigir como contrapartida convertirse en aplaudidores a sueldo en sus movilizaciones amañadas.
Ello no es extraño. El estímulo a la vagancia y el desestímulo al trabajo creador y a la inversión productiva lleva a un achatamiento de la pirámide social que, sin embargo, no afecta a la cúpula. Los ricos son indemnes a esa política, en primer término porque sus convicciones quizás no tengan el “rigor intelectual” de la presidenta, pero sí tienen sentido común: el mundo ha acordado reglas de juego que se extienden desde el Japón y Vietnam hasta España, desde China e India hasta Estados Unidos, México y Brasil.
Sólo pequeños dislates antológicos –en Venezuela-, alguna isla-Cárcel –en el Caribe- y en un sainete precolombino por acá cerca, donde en otros tiempos se formaban nuestros próceres, comparten el “rigor intelectual” de la señora presidenta. Pero los que saben cuidar su futuro y hacen andar el mundo preservan la inversión, respetan las reglas de juego, cuidan sus relaciones globales, modernizan sus procesos productivos, premian la capacitación y el trabajo creador, aprovechan las oportunidades y se ríen en voz baja –aunque parezcan obedientes- de las ridículas admoniciones del dedito levantado y la voz impostada por la victimizada queja de género.
En una cosa tiene razón la señora presidenta: hay que ser rigurosos. No rigurosamente mentirosos, ni rigurosamente cínicos, ni rigurosamente autoritarios. Rigurosos en recordar, cuando sea el momento en que el estado de derecho vuelva a funcionar en el país, los latrocinios de estos tiempos y las burlas constantes al sentido común y la propia dignidad de los argentinos.