“Ganamos con el 45 % y le sacamos una ventaja del 23 % al que nos seguía”, dicen los diarios que gritó usted, desaforado, en Mendoza, mostrando sin pudor alguno, una vez más, su estado rayano en la insanía. De este “triunfo”, aparentemente, deduce usted que tiene derecho al país, como señor feudal que lo compra al Rey, con las personas que están adentro.
Sin embargo, olvida un detalle: a usted no lo votó nadie. Recuerde que puso a su esposa, porque todos los datos de sus encuestadores le mostraban el desgaste inexorable a que estaba sometida su imagen como consecuencia de los dislates de su gobierno. Y recuerde que cuando a usted le había tocado, a pesar del apoyo del entonces presidente Duhalde, apenas llegó al 22 % del electorado argentino.
En todo caso, aún concediendo legitimidad al sospechado proceso electoral de octubre, fue su esposa la votada por los argentinos, y además, con un discurso que está en las antípodas de sus arranques de Nerón criollo. La gente votó –lo recordamos- a quien hablaba de la unidad nacional, de los grandes próceres de todos los partidos, del trabajo y la tolerancia, de la construcción del país del futuro....
Eso no tiene nada que ver con su discurso, Kirchner. Aunque pretenda asumir el papel del López Rega del siglo XXI, los argentinos hemos madurado mucho como para respetar a quien nos hable a los gritos, como si fuéramos soldados de un cuartel –donde, bueno es recordarlo, ya no existen ni siquiera “colimbas”, sino profesionales ciudadanos, que han elegido ese trabajo como cualquier otro y donde ya no es posible gritarles, ni siquiera a ellos-. Y cuesta creer que usted piense que su esposa es Isabel. Recuerde que la presidenta es ella, y usted sólo un ciudadano más. Si no lo entiende, será identificado cada vez más con López Rega.
Si pierde los estribos porque a ella no le va bien, pues vaya a un sicólogo. No entorpezca la gestión –que bastante trabajoso lo tiene- que le ha dejado a su mujer, como una brasa ardiente, con todos los frentes que caprichosamente se le ocurrió abrir sin importarle las consecuencias. Es ella –pero más que ella el país, que es lo importante- el que debe sufrir el aislamiento internacional convertido en el hazmerreir del mundo, la crispación interna, el crecimiento de la droga, la violencia cotidiana, volver al borde del abismo, la falta de energía, el deterioro terminal de la infraestructura de transporte, los muertos en las rutas, la desaparición de la seguridad aérea, la inflación desatada, el crecimiento de la pobreza, la licuación institucional, la desaparición del parlamento, el temor en los jueces, la persecusión a la prensa libre, la negación de la oposición, el desmantelamiento de la defensa, la corrupción generalizada y ramplante inundando todas las áreas del Estado, la desaparición del federalismo, la clientelización de la política, la vuelta de lo peor delas mafias del conurbano... y podríamos seguir hasta el cansancio.
Ha asumido usted la presidencia del peronismo. Quizás ese partido haya cambiado mucho. Quizás. En otras épocas, y salvo al fundador Juan Perón, no le hubieran tolerado sus berrinches infantiles, ni el sabotaje permanente a la gestión de su mujer, ni mandar a sus matones a intimidar ciudadanos, o a incendiar campos...; mucho menos, a embarcarlo en un camino sin salida, empujando todos los días a una gestión con su sello partidario hacia un nuevo abismo, quizás mayor que el del 2001. Aunque es posible que haya logrado hacer con el propio peronismo lo que hizo con el país: destrozarlo apoyándose en lo peor del populismo y de la izquierda entrista y excluyendo a los que tienen una visión moderna y democrática del país, la política y el mundo.
A propósito del fuego en el Delta: ha insistido en su discurso de Mendoza con la letanía “no nos manden humo, no nos incendien los campos”, imputando los incendios a los productores. Sin embargo, debe seguramente conocer que mucho ha circulado en la red sobre su responsabilidad intelectual en los incendios. Como hombre de Entre Ríos, no puedo entender cómo puede ser que productores que tienen en las islas el ahorro de toda su vida, en hacienda que han traido a pasar el invierno, puedan incendiar los campos poniendo en riesgo fatal todo su capital, sin motivo productivo alguno. Y varias han sido las denuncias, que pocos se animan a publicar, de personas que han visto a extraños circulando por las islas horas antes del “estallido” de los focos de fuego.
Es curioso, además, su obsesión por culpar a esos productores, a los que les han quemado el campo, de incendiar ellos mismos sus propiedades (¿?). Lo dijo usted en la Matanza, y lo repitió en Mendoza. Es una obsesión que facilmente se articula con su desbordado ataque a los hombres de campo, haciéndose el dueño, por lo demás, del éxito de los esfuerzos productivos de estos años, como si el milagro de salir de la crisis hubiera sido provocado por “San K”, en lugar de ser una respuesta natural –y magnífica- de los productores argentinos a una excelente situación internacional, que generaron riqueza a pesar de su gobierno y no gracias a él.
Esa duda, Kirchner, inundó a todos los argentinos y renace cada vez que ocupa una tribuna. Es curioso que con la dimensión que tomaron los hechos, no haya ni un imputado serio y ninguna investigación sólida que lleve a detectar el origen. Un prestigioso diario nacional, por su parte, en su carta de editor del viernes 25 de abril, dejó trascender con valentía la sospecha que muchos tienen: la de un sabotaje. Esta hipótesis, obviamente, no puede originarse en las víctimas sino en un desborde irracional o descontrolado.En todo caso, debiera ser usted, frente a estas dudas, el más interesado en descubrir a los autores, en lugar de darlos por descontado. Quizás piense, como hizo en el caso de Patti, que es el sospechado el que tiene que demostrar su inocencia. Como los nazis.
Está desatando los peores fantasmas del pasado nacional: la violencia, el enfrentamiento, la intolerancia, la inflación, los grupos parapoliciales. Hacia allí conduce su discurso “irracional” (Elisa Carrió) y “descontrolado” (Gerardo Morales), alejado del reclamo de “escuchar a los demás” (Macri).
Hágale un favor al país. Recuerde, aunque sea por un momento, que a usted no lo votó nadie. Que la que debe gobernar es su esposa, a la que acaba de expulsarle del gobierno al único ministro que le dejaron elegir. Cállese la boca. Váyase a la patagonia, a seguir juntando plata con carretillas en sus prósperos negocios inmobiliarios comprando tierras por centavos ayudado por intendentes amigos. O retírese a la vida privada construyendo su fortuna de nuevo magnate petrolero. Deje a los argentinos que trabajan seguir con su intento de reencauzar el país mirando al futuro, por el amplio parabrisas que enfoca hacia adelante, en lugar de conducir mirando por el pequeño espejito retrovisor.
Ya hizo suficiente daño. Dejenos tranquilos.
Ricardo Lafferriere
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