Pero... ¿cómo? ¿Los Kirchner no son peronistas? Podría preguntarse cualquier argentino que todavía interpretara a la política como un contencioso eterno entre el peronismo y los “gorilas”. Curiosamente, tendría razón.
Tanta razón como la reflexión que titula esta nota. Porque, en realidad, los Kirchner son tan peronistas como lo fueron Perón y Gelbard, Isabel, López Rega y Celestino Rodrigo, Duhalde y Ruckauf, como lo son Barrionuevo, Moyano, Balestrini o Scioli.
Ciertamente hay también peronistas democráticos y republicanos, del “último Perón”, raras avis que existen, pero que son cuidadosamente evitados por el reagrupamiento ortodoxo. Para el sectarismo oficial “no son confiables” hombres como Reutemann, Schiaretti, Rodríguez Saá y el propio de la Sota, que acaba de denunciar prácticas “stalinistas” en la conducción organizada por Kirchner.
El ex presidente ha decidido, por fin, mostrarse sin disimulo y sacar a relucir lo más sectario del discurso populista: la división del país entre “la Unión Democrática” y el presunto modelo “nacional y popular”. La novedad, en este caso, es que se omitió el agregado del “progresismo” y apareció, sin cobertura alguna, el más ortodoxo de los mensajes.
Semanas atrás, en ocasión de oficializarse la “lista única” –otro signo del peronismo ortodoxo- para la renovación de autoridades del Justicialismo, obviando cualquier competencia democrática interna, expresaba que de ahora en adelante no habría más excusas. Han reducido a la “izquierda entrista” a espacios marginales confinando sus berrinches infantiles en la política exterior –que no se nota tanto dentro del país, aunque nos haya convertido en el hazmerreír de la región y del mundo-, y han ocupado con el populismo autoritario todos los espacios reales de poder, desde el descarnado manejo de los recursos públicos confiscados a los ciudadanos que trabajan, hasta el refuerzo del clientelismo más aberrante adornado con grupos de choque estilo “camisas negras”, con dirigencias parasitarias que no hacen precisamente gala de una historia de trabajo. Desde el Congreso monocolor, hasta una justicia atemorizada y una prensa amenazada.
El proyecto “K-K”, entendido como la confluencia de la izquierda entrista en el “movimiento popular”, se agotó como modelo de gobierno. Su descomposición muestra quién es quién y cuánto había de cada componente. Y avanza ahora lo peor del peronismo, el más alejado de la tolerancia y el diálogo, el de la patota y la soberbia, el del gremialismo corrupto, la dirigencia ladrona, el puño crispado y el tono de combate.
Nadie puede saber –porque el vaciamiento del Congreso es total, otro signo del peronismo autoritario- hacia dónde decidirán orientar al país. Puede ser hacia otro “rodrigazo”. O puede ser hacia otra “devaluación pesificadora”, que acelere el vórtice hacia un nuevo derrumbe. Están exaltados, han perdido toda noción de cordura y cualquiera puede ser el rumbo. Hasta la violencia. Ese es el mensaje de la conducción peronista encabezada por Kirchner referido al conflicto del campo.
Están lejos de la Argentina democrática y republicana.
Lejos del campo, de la producción y de los ciudadanos conscientes.
Lejos de los emprendedores y exportadores.
Lejos de la inteligencia, el arte y la cultura.
Lejos de los docentes e investigadores.
Lejos de los trabajadores que se esfuerzan en capacitarse para mejorar su ingreso.
Lejos de los argentinos que, en todos los sectores sociales, luchan por una vida mejor.
Desde los empresarios con vocación de riesgo hasta los chacareros. Desde los cartoneros que prefieren recoger basura antes que humillarse ante un “plan social” clientelizado, hasta los jóvenes que quieren pensar solos, libremente, sin el alineamiento servil filofascista. Lejos de los intelectuales más lúcidos y reconocidos.
Lejos del mundo, que nos mira con curiosidad y recelo –hace dos años que no nos visita ningún líder importante, político o empresarial-.
Lejos, cada vez más lejos, de lo mejor del país.
El proyecto “K-K”, a pesar de sus aires de modernidad, nos está regresando en la historia al funesto enfrentamiento que comenzó en 1945, como coletazo de la Segunda Guerra. Y otra vez, se ubica mal.
Regresión de más de medio siglo. Eso es lo que intentan instalar, olvidando las promesas de campaña –hace apenas seis meses...- de una mejor calidad institucional, tolerancia, respeto a los próceres de todos, pluralismo, progreso, mirada al futuro. Y olvidando, también, el último mensaje de unidad nacional de su propio líder, que terminó su vida abrazándose con su “viejo adversario” y expulsando a los violentos del peronismo.
Quizás esta vez podamos elegir mejor y recomenzar nuestra historia para terminar con la decadencia. Reingresar en la modernidad de un mundo democrático, republicano, plural y transformador que está protagonizando un gigantesco proceso de cambio.
Como lo está haciendo Brasil, con un éxito que entusiasma. Y a la inversa que el camino de Venezuela, vendiendo petróleo cada vez más caro pero cada vez con mayor cantidad de pobres. O la isla-cárcel que en más de medio siglo de revolución, no ha logrado alcanzar el PBI por habitante de la época de la dictadura que derrocó.
Quizás no esté tan mal entonces que vuelva el peronismo cavernícola, para terminar de una vez por todas con la comedia. Y los argentinos podamos ver, también de una vez por todas, cómo termina la historia con todos ellos manteniendo bajo su exclusiva responsabilidad el timón hasta el final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario