martes, 30 de diciembre de 2014

Un pequeño gran paso adelante

Entre tantas noticias desilusionantes, esta Navidad tuvo sin embargo una que –aunque desapercibida para el gran público e incluso los medios masivos- constituye un paso positivo hacia la construcción de una humanidad mejor. Se trata de la entrada en vigencia, el 24 de diciembre, del Tratado de Comercio de Armas (ATT, por su designación en inglés “Arms Trade Treaty”).

Firmado por 131 países, ha sido ratificado por 61 y con ello ha superado el límite acordado para su entrada en vigencia –se requerían 50 ratificaciones-.  En la Asamblea General había sido votado por 154 votos positivos frente a tres negativos (Siria, Irán y Corea del Norte) y 23 abstenciones –entre las cuales se destacan los votos de Rusia y China, nuestros “nuevos amigos”-, con los que afortunadamente en este caso la Argentina no hizo causa común-.

Si bien no ha sido ratificado aún por cinco de los diez más grandes exportadores, sí lo han hecho otros cinco de esos “top ten” del terror, alimento de las innumerables confrontaciones que arrasan con la vida de gente inocente en el mundo actual.

Varias son las novedades en el mercado mundial de armas incluidas en esta normativa, destinada a poner bajo control de los Estados un mercado que, hasta la fecha –al decir de una columnista norteamericana- “tiene menos regulaciones que el comercio internacional de la banana”.

Tal vez la innovación más importante es limitar el comercio de armas a los Estados, y proscribir ese comercio para particulares. Los Estados, compren o vendan, serán los responsables de controlar ese comercio, y serán los responsables de verificar su destino final y su uso.

Entre otras cosas, serán responsables del uso que terminen dándosele a las armas comercializadas hasta el punto que podrán enfrentar sanciones –compradores y vendedores- si las armas fueran utilizadas en determinadas situaciones consideradas crímenes contra la humanidad, como las violaciones en masa y los asesinatos múltiples.

En un hecho sin precedentes internacionales, el Tratado extiende la responsabilidad por abusos y violaciones de derechos humanos a los Estados que a sabiendas faciliten estos abusos proveyendo de armamentos usados para esas atrocidades.

Aunque no se especifican sanciones expresas, hay pasos que tendrán implicancias en las transacciones. Los Estados deberán expresar, al realizar las transacciones y como responsables de ellas, su destino final.

Las normas del Tratado abarcan municiones, partes y componentes bajo licencias de exportación. No cubre armas donadas, sino las compras.

Este primer paso simplemente es una puerta abierta para construir un camino. Entre los signatarios que sí lo han ratificado, hay tradicionales exportadores de armas como Gran Bretaña, Francia y Alemania, quienes se preocuparán de convertir en “argumentos de mercado” a aquellos que realicen operaciones sin cumplir con las salvaguardias del acuerdo.

Aunque la ratificación enfrente dificultades en Estados Unidos –ya se han pronunciado en contra la poderosa Asociación Nacional del Rifle, y varios legisladores republicanos- y aunque tampoco cuente con la firma de otros países exportadores –como China y Rusia-, el Tratado hará al tráfico de pequeñas armas un circuito más responsable. Al igual que el Tratado de No Proliferación Misilística, aunque carezca de fuerza vinculante, su sanción moral termina pesando de tal forma que incide en las características del mercado afectándolo prácticamente, ya que a pocos les interesará ser escrutados y denunciados ante la opinión pública como virtuales cómplices de violaciones de derechos humanos, genocidios y atrocidades al vender armamentos a irregulares o a Estados represores.

La Argentina firmó y ratificó el Tratado y es uno de los 61 países que lo han hecho hasta ahora –a más de los nombrados Gran Bretaña, Alemania y Francia, se encuentran Italia, Israel, Holanda, Bélgica, la República Checa y varios más-.

 Entre tantas –y merecidas- críticas a la Cancillería, es bueno destacar que en este tema nuestro país ha logrado adelantarse en la región, donde el Tratado sólo ha sido ratificado –además de la Argentina-, la R. O. del Uruguay. Bolivia no lo ha firmado, mientras que Brasil y Chile aún no le han prestado su ratificación parlamentaria.

Ese es el rumbo que los ciudadanos de todo el mundo esperan de la globalización: reglas, convenios e instituciones que construyan un entramado legal cuyo objetivo final sean las personas, su bienestar, su seguridad y su libertad.



Ricardo Lafferriere

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