Hasta ahora, las hipótesis que consideraban esa alternativa
pertenecían al campo de la ficción-desastre, similar a un aerolito gigante
golpeando la tierra, o a un acontecimiento geológico catastrófico de similar
magnitud. Que hoy haya ya economistas que contemplen la posibilidad de un
default de su deuda declarado por EEUU es una alternativa que -literalmente-
asusta, por la cadena de acontecimientos que podrían desatarse. EEUU le debe a
todo el mundo, pero su principal acreedor es China.
Las consecuencias de un eventual default serían
imprevisibles y no sólo en el plano económico sino político, estratégico y
eventualmente hasta militar. Seria un retroceso casi terminal del estado de
derecho en el plano internacional y el fin definitivo del mundo como lo conocemos,
con el entramado de instituciones construidas trabajosamente desde el fin de la
Segunda Guerra Mundial y su reemplazo por un escenario "westfaliano"
apoyado en correlaciones de fuerza, alianzas militares y bloques enfrentados
sin mediaciones multilaterales.
Las incógnitas que genera la administración Trump permiten
jugar hasta con esa hipótesis. Designar al frente de la autoridad ambiental a
un negacionista del cambio climático, o de la administración de programas de
vacunaciones a un negacionista de las vacunas son sólo ejemplos del hermético
mecanismo de toma de decisiones del nuevo mandatario.
Similar preocupación conllevan sus pronunciamientos de
política exterior -y eventualmente de los de sus funcionarios-. La afirmación
del futuro Secretario de Estado en el sentido que se bloqueará el acceso de
China a las islas artificiales que está construyendo en el Mar de la China
mereció la inmediata respuesta de las autoridades chinas a través de la prensa
oficial: "prepárense para una fuerte confrontación militar". China
es, como se sabe, tenedora de la mayor parte de los bonos del Tesoro de Estados
Unidos y el segundo poder militar mundial.
Y además, la obsesión con México, tanto como el nuevo
distanciamiento con Cuba -que en ambos casos, significarán un alejamiento de
toda la América Latina-. La amenaza a empresas con planes de inversión en
México, aún no norteamericanas, como Toyota, en el sentido que bloqueará su
acceso al mercado norteamericano en clara violación a los Convenios
Internacionales vigentes, reforzará el desprestigio de EEUU ya iniciado con la
"vía muerta" que anunció para el Acuerdo Transpacífico, que la
administración Obama había convertido en el pivote de la presencia de su país
en la zona de mayor crecimiento -y complejidad geopolítica- del mundo y con el
que había logrado seducir a numerosas naciones del área, entre ellas a Vietnam.
Dice Justin Wolffers en un artículo publicado el 13/1 en el
New York Times bajo el título de "Why Most Economists Are So Worried About
Trump", entre otras cosas, que la incertidumbre que hoy reina entre
economistas tanto republicanos como demócratas está abonada por "the
possibility of a trade war, a catastrophic economic decision like defaulting on
the national debt or a foreign policy disaster." (la posibilidad de una
guerra comercial, una decisión catastrófica como defaultear la deuda nacional o
una desastrosa política exterior).
Curiosamente, esa temerosa incertidumbre se contrasta con el
optimismo de los actores de corto plazo. Los financistas están contentos, la
bolsa sube, el oro baja y los pequeños empresarios y microemprendedores rebosan
buenas expectativas.
Acá también estaban así al empezar la aventura de la década
pasada. Default, puro consumo, despilfarro. Tomar decisiones de esa clase sin
perspectiva estratégica es propia del populismo, que suele ocultar que al
final, se debe pagar la fiesta. Agreguemos que el nuevo presidente llega al
poder en sus setenta años como empresario exitoso pero sin haber tenido en toda
su vida la responsabilidad de tomar una decisión pública.
La diferencia es que la Argentina logró con un denodado
esfuerzo de décadas ser indiferente para el mundo, mientras que lo que haga
EEUU, primera economía, primera potencia tecnológica y militar, primer
contaminante global y primer arsenal nuclear, nos afectará para bien o para mal
a los 7200 millones de seres humanos que vivimos en el planeta.
Ricardo Lafferriere