miércoles, 25 de diciembre de 2013

Ajuste y bienestar


Se ha dicho hasta el cansancio: los subsidios indiscriminados son negativos para la economía.

No sólo extraen recursos del sector productivo, restándole competitividad y capacidad de inversión -y con ello, fuentes de trabajo, modernización tecnológica, potencialidad exportadora-. Son asfixiantes y limitan el crecimiento.

Restan capacidad de reinversión para mejorar la cantidad y calidad de los bienes producidos en el país por quienes los soportan, con la curiosidad que conllevan el mismo efecto en los bienes subsidiados.

Los usuarios, en cuyo bienestar fueron establecidos, terminan sufriendo -en lugar de disfrutando- trenes desvencijados cuando no mortales, cortes de energía con consecuencias muchas veces dramáticas, colectivos hacinados y malestar -en lugar de bienestar- general.

Estimulan el mal uso y hasta el dispendio de bienes escasos, fomentando el despilfarro y desalentando el uso racional. Aunque alguien tuviera la vocación de uso racional, su premio es ínfimo y ni compensa la mínima molestia de apagar una luz innecesaria, reducir en uno o dos grados el termostato del aire acondicionado o caminar hasta la ventanilla para adquirir el pasaje en un tren en lugar de viajar gratis. Tales actitudes agregan molestias sin contraprestación alguna: no reducen la cuenta de energía, ni se viaja mejor en tren, ni se estimularía la renovación de las unidades de colectivos.

Entre ambos extremos, hay grados. Los mismos que el pensamiento binario del "bueno o malo" no concibe en muchas otras áreas. Para encontrar esos grados, no es necesario inventar la pólvora. Se aplican en la mayoría de los países, donde se persigue la expansión y excelencia de los servicios sin alejarlos de los consumos populares.

Las tarifas eléctricas segmentadas que, partiendo del costo real, fijen precios especiales para consumos básicos y sólo a ellos subsidien ayudan al autocontrol de los usuarios no subsidiados -y aún a los subsidiados-, que son estimulados a valorar lo que consumen y a desarrollar comportamientos ahorrativos.

Si se sumara la posibilidad de la autogeneración y venta de energía hogareña a la red se multiplicaría la capacidad de generación de fuentes renovables con el aporte inversor masificado de hogares populares. Alemania ha desarrollado en diez años una red de energía solar de 33 gv/h equivalente a una vez y media la generación total argentina.

En el mismo sentido, los cuadros tarifarios discriminados por horarios, periodicidad, rutina, zona geográfica o actividad inducen a un adecuado uso del transporte público, donde las tarifas parten del costo real pero prevén mecanismos -como boletos semanales, combinaciones de dirección para varios medios con tarifas únicas, segmentación horaria, etc.-. Es conocido el caso del metro de Londres, en el que un ticket individual llega a costar 5 libras (¡100 pesos!...), lo que no impide que un trabajador utilice el servicio diariamente con su carta mensual por una ínfima parte de su valor.

Lo curioso es que varios de estos mecanismos alguna vez existieron entre nosotros, cuando los servicios eran sustancialmente mejores en calidad que los actuales. Sólo la impericia de la gestión pública obstaculiza implantarlos aprovechando las potentes herramientas informáticas actuales que el Estado ha incorporado eficazmente en la AFIP.

La economía del país no soporta una transferencia de ingresos hacia "la nada" tan grotesca como el desequilibrio creciente del último lustro que ha arribado a más de 120.000 millones de pesos en 2013. Eso debe ajustarse o perderemos incluso lo que hay, aún con lo insuficiente y destartalado. Los cortes de energía, los accidentes de trenes, la falta de combustibles, son un adelanto de lo que vendrá si no se actúa.

 Ese ajuste, sin embargo, puede y debe hacerse con inteligencia y sentido solidario. De esa forma, no necesariamente dolerá. Aún más: si se realiza insertándolo en un plan económico y social coherente, puede convertirse en el punto de inicio del gran salto adelante de un nuevo período exitoso.


Ricardo Lafferriere

lunes, 9 de diciembre de 2013

Reservas y policías

               No piensa quien esto escribe que el mercado sea Dios. Mucho menos cree que Dios sea el gobierno.

                Uno y otro son los espacios de la economía y de la política. Ambos son necesarios. El primero, para crear riqueza, distribuirla, consumirla. El segundo, para establecer las reglas que deben regir la vida en común, incluyendo las normas económicas.

                Ambos –mercado y Estado- son abstracciones epistemológicas. No tienen vigencia tangible, no se pueden “tocar”. Pero a nadie se les ocurriría negar su existencia. En realidad, uno y otro son expresiones de la conducta de los seres humanos viviendo en sociedad.

                Hay un tercer actor: las corporaciones, compuestas también de personas. Hay un punto –de dominio de mercado, de dimensión en la concentración de capitales, de capacidad de influencia en la sociedad- en que las personas que se agrupan en “empresas” dejan de priorizar su servicio a los demás produciendo bienes y servicios, y priorizan la maximización de su rentabilidad, o actúan según el más simple reflejo de conservar lo que tienen, a cualquier precio. Y contagian con esa actitud no sólo al gobierno, sino a los propios ciudadanos.

                Puede ocurrir que esas corporaciones incidan de tal forma en el Estado, que sus intereses tengan más importancia que los de las personas. Convertidas en actores políticos, suelen expresarse en lo que se ha dado en llamar “neoliberalismo” –caprichosamente, porque también podría denominarse “neo-estatismo”-. Tiene tanta –o tan poca- relación con el liberalismo como con el intervencionismo estatal, y suelen cambiar su “relato” según la conveniencia circunstancial.

                La introducción viene a cuento de la liquidación de reservas internacionales que viene haciendo el gobierno en las últimas semanas. El fenómeno se vio al fin de la “tablita” de Martínez de Hoz, luego durante la guerra de Malvinas y por último al fin de la convertibilidad. Con argumentos económicos, seudointelectuales y políticos, convencen a las autoridades públicas que entregándole las reservas en moneda dura se pondrá piso al caos económico y comenzará la recuperación.

                El gobierno cayó en esa trampa. El país ha asumido un ritmo de liquidación de reservas insostenible, no ya en meses sino en semanas. La tozudez esclerótica en no elaborar un plan integral y coherente de superación de la crisis desató el temor corporativo, el retiro de reservas, la emisión monetaria, la inflación y por último la desesperación de quienes viven de su sueldo, entre los que están los funcionarios de moda en estos días, los policías.

                Lo inexplicable, en todo caso, es que las repetidas experiencias no hayan dejado enseñanzas y que el Estado recaiga en el mismo error.

                Cuando la caja se haya vaciado habrá que comenzar de nuevo y en ese momento la capacidad negociadora de los grandes detentadores del capital será más grande. Habrá entonces que lidiar con los demonios de siempre con los que suele amenazarse –estancamiento, pobreza, necesidad de inversión, deuda- pero desde una posición sustancialmente más debilitada.

                Lo menos que podría pedirse a un gobierno que ha destrozado todo lo que ha tocado –convivencia en paz, ferrocarriles, energía, educación, defensa, seguridad, justicia, integración regional, mercados, relaciones con el mundo, etc. etc.- no es que aprenda a gobernar, que a esta altura sería una misión imposible.

                 Sólo que sepa “dónde está el arco”, y que en los últimos minutos del partido no nos siga llenando la canasta de goles en contra.

                  El gobierno que se decidió a ignorar las normas renuncia también a tomar las riendas. Después de renegar del marco normativo durante años, se resiste a responsabilizarse de las consecuencias.

                 La sociedad quedó, entonces, muy cerca de la anarquía. En la economía, y en la convivencia. No pueden seguir sin hacerse cargo, como si su única obligación como gobierno fuera tener a mano un responsable ajeno para cada dislate.

                  Endurecerse con los de abajo –entre los que están los policías-, mientras se rifan diariamente miles de millones de dólares con los de arriba, no parece una estrategia inteligente. Ni justa. Mucho menos tratar de utilizar la crisis con fines políticos despreciables, en lugar de apostar a la reconstrucción de la unidad nacional y la convivencia.

                 Tal vez en lugar de inventar un nuevo “golpe” de los tantos invocados estos años, debiera aflojar para recuperar el control, y estar en condiciones de fijar luego una orientación sensata.

                  El país está al borde de desbocarse. Si el gobierno equivoca el diagnóstico –como parece que está haciendo-, si erra en el rival, confunde el ritmo  o luego no acierta en la orientación superadora, estaremos en problemas graves.


Ricardo Lafferriere

viernes, 6 de diciembre de 2013

Pequeño recuerdo personal - homenaje a un grande

Los aniversarios remueven recuerdos y afectos.

Tres décadas atrás, el autor tuvo la suerte de conformar, junto a Edison Otero, las primeras autoridades formales de la transición democrática.

Por ser el Senador más joven debía actuar como Secretario del Senado, acompañando al de mayor edad, hasta la elección de las autoridades definitivas del cuerpo. El mayor era don Francisco Gil, del Partido Bloquista de San Juan.

El Senado se constituyó con los Senadores electos de inmediato (el 29 de noviembre de 1983) y eligió presidente provisional a Edison Otero. Se postergó la elección del resto de la mesa hasta terminar las difíciles negociaciones para la integración de las comisiones y sus autoridades, en razón de la extrema paridad de las diferentes fuerzas. En consecuencia, el autor, como Secretario provisorio acompañó al primer Presidente Provisional, convertidos en los primeros funcionarios de la transición, coexistiendo con la administración militar en retirada.

El centro de atención política no pasaba por allí sino por los pasos del presidente electo y sus equipos, pero esas dos personas, en los siguientes diez días, y como autoridades de la Asamblea Legislativa constitutiva, serían las encargadas y responsables que el proceso formal de transición se desarrollara sin alteraciones.

Quedaban pocos días pero muchos temores. Debíamos organizar dos Asambleas Legislativas: la del escrutinio definitivo de las Actas de los Colegios Electorales provinciales -que se efectuó el 7 de diciembre- y la Asamblea Legislativa para tomar juramento a la fórmula elegida. Además, preparar el edificio del Congreso que durante todo el proceso había estado a cargo de la "Comisión de Asesoramiento Legislativo" de la dictadura y participar como anfitriones de un acto que contaría con presencias nacionales e internacionales notables, con las grandes dificultades protocolares que eso implicaba.

El temor a la aparición de cualquier imprevisto o trampa de último momento estuvo presente en cada minuto de esa semana en la que se edificaron los cimientos del edificio institucional que vendría. No necesariamente provendría de las autoridades salientes. Había grupos fanáticos cuyos actos eran imprevisibles. Podían ser los ultras más recalcitrantes de la dictadura en retirada, o incluso también imprevisibles actos terroristas que volvieran a encender alguna mecha. Unos y otros sabían que Alfonsín había anunciado la apertura de juicios a las cúpulas guerrilleras y a las cúpulas militares, como en definitiva lo hiciera en su primer acto de gobierno.

Fue Edison Otero quien tuvo la idea que Alfonsín aceptó de inmediato: invitar formalmente al acto a los ex presidentes democráticos. Nunca en la historia se había dado el hecho de dos ex presidentes izando formalmente la bandera nacional del recinto al iniciar un período de sesiones del Congreso, como lo hicieron Arturo Frondizi e Isabel Martínez de Perón ese día. 

Durante su vida política el nuevo presidente había sido fuerte rival de ambos. Pero la democracia debía iniciarse con una muestra de convivencia superior, la misma que le había llevado a ofrecer días antes al Dr. Italo Luder, candidato derrotado, la presidencia de la Corte Suprema de Justicia, que éste declinó.

Luego de infinidad de detalles materiales y protocolares, llegó el día. Algunas insignificancias debieron ser sorteadas. A la distancia, resulta graciosa la alarma provocada por el espontáneo levantamiento de varios mosaicos del piso del Salón Azul, producido sin causa aparente la noche del 9 de diciembre.

“Seguro que nos metieron una bomba de acción retardada para hacernos volar a todos en la Asamblea” –sugería alarmado un Senador oficialista norteño, agregando un dramatismo que mostraba el estado de nervios con que se vivía el momento-.

El eficiente trabajo del personal de mantenimiento durante la noche del 9 disipó cualquier duda: todo estaba normal y se debió sólo a una curiosa expansión de la cerámica del piso, tal vez por el fuerte calor ambiental.

Y también el simpático debate sobre el orden del juramento.

"-Usted, Edison, me toma juramento a mí y me cede la presidencia de la Asamblea para que yo continúe conduciéndola, como dice la Constitución, y le tome el juramento al presidente electo.

-No, Víctor. Yo, como única autoridad constitucional existente, le tomo juramento a la fórmula electa y después le paso la presidencia a usted."

Ninguna razón política. Tan sólo la íntima satisfacción, para el viejo dirigente de Avellaneda de ser él quien entronizara a su querido amigo.

Y luego, la organización física de la Mesa de la Asamblea.

"-Vos, Ricardito, no te muevas de mi lado y sentate a mi derecha"

"-Pero...Edison... ¿y Pugliese? Es el presidente de Diputados, donde se va a desarrollar la Asamblea...

"-Que se ubique al otro lado, a la izquierda de Víctor...la Constitución dice que en este acto, las autoridades somos nosotros.

A las 8 en punto del 10 de diciembre de 1983, Raúl Alfonsín y Víctor Martínez llegan al edificio del Congreso. A las 8 y 12 minutos, el primer presidente de la democracia recuperada prestaba el juramento del artículo 80 de la vieja Constitución Nacional. Dos minutos después lo haría Víctor Hipólito Martínez, haciéndose cargo de la Asamblea.

Edison Otero conservaría la Presidencia Provisional del Senado durante todo el periodo de gobierno de su amigo. Se la transmitiría a Eduardo Menem luego de la elección en la que fuera electo su hermano Carlos.
Como Senador raso, sin embargo, no quiso dejar su lugar en la Comisión Revisora de Cuentas hasta que fuera aprobado el último ejercicio fiscal de la administración de su amigo Raúl Alfonsín. "Podrán decir cualquier cosa de nosotros, pero nunca que no fuimos un gobierno decente".

Vivió en Avellaneda, en su casa de siempre, hasta su muerte, el 7 de agosto de 1999.

http://www.diariodecuyo.com.ar/home/new_foto.php?foto_id=387400&noticia_id=596545

De izquierda a derecha: Ricardo Lafferriere, Edison Otero, Raúl Alfonsín, Leonardo Palomeque, Víctor Martínez.

jueves, 28 de noviembre de 2013

YPF y el relato

Cuando se decidió la estatización de YPF, expresamos desde esta columna nuestra discrepancia. La veíamos inserta en un relato con el que no coincidíamos, con una imagen del país fuera de época, claramente diferente al que defendemos desde estas columnas. Pero a pesar de eso, era claro que ese relato, aún en su error, era coherente.

Cuando se levantó la bandera del “desendeudamiento” sostuvimos lo mismo. Pagar en forma anticipada al FMI, que nos cobraba una tasa del 3 %, para endeudarnos con Venezuela al 16 % era  contradictorio con nuestra visión del país deseado. Pero era coherente con la visión “bolivariana”.

Cuando se intentó implantar las “retenciones móviles” estuvimos en terminante desacuerdo. Nuestra visión del país es el de una economía productiva próspera, con excedentes que permitan la reinversión en el interior del país, refuerce el federalismo, cambie el rumbo de la macrocefalia y estimule la inversión para crecer. Pero las retenciones eran coherentes con el “relato”.

Cuando se decidió la reforma previsional con el argumento que las AFJP eran demasiado costosas para los ahorristas y para solucionarlo, en lugar de limitar las comisiones o aún estatizar esas AFJP´s, se le confiscaron la totalidad de los fondos a esos mismos ahorristas (¡¿?!), expresamos también nuestra discrepancia. En el colmo del cinismo, se indemnizó a las AFJP con los recursos de los ahorristas confiscados. Pero la medida era coherente con el relato.

Cuando se decidió subsidiar indiscriminadamente las tarifas públicas de consumo con fondos extraídos al sector productivo, despreocupándose de su descapitalización, marcamos nuestra discrepancia. Sostuvimos que eso terminaría en el ahogo productivo, el desfinanciamiento del Estado y el estallido inflacionario. Sin embargo, era coherente con el “relato”.

Ahora vemos que YPF se entrega a CHEVRON y abre sus puertas nuevamente a REPSOL –previo pago de 5000 millones de dólares- porque nos quedamos sin combustibles; que el nuevo objetivo de la política económica es conseguir “financiamiento externo” –o sea, volver a endeudarnos- en los “mercados”; y que se retirarán paulatinamente los subsidios de las tarifas porque ya no hay más recursos para financiarlos. Hasta se liquidaron las reservas del BCRA. El relato se murió, pero debemos hacernos cargo –los argentinos- de sus consecuencias.

La muerte del “relato” obliga a indagar su veracidad. Lo que se dice ¿comunica verazmente lo que se busca? Los antecedentes parecen indicar que no. Entonces… ¿cuál es el sentido de decirlo?

Hace un par de años analizamos este tema y sostuvimos nuestra tesis: el “relato” es un escudo que oculta lo que se busca. Y lo que se busca, lo que le da coherencia a lo que se hizo antes y se hace ahora, hay que deducirlo de los hechos. Éstos marcan un propósito constante: mantener el poder a cualquier precio, sin que importen las consecuencias ni ser coherentes con lo que se ha dicho. El “puro poder”, sin las molestas limitaciones de las leyes.

¿Esto está mal? ¿No es la política, en última instancia, conseguir y mantener el poder?

Claramente, es así para el populismo. No es así para una concepción democrática y republicana, que cree en los ciudadanos y en consecuencia no considera que esté bien mentir desde el Estado.

El poder en un sistema democrático no es un botín de guerra, para cuya obtención esté permitido recurrir a cualquier medio. Es una excepción a la libertad de los ciudadanos, que se justifica si sirve al bien común, respeta la ley y responde a la voluntad informada de esos ciudadanos.

Por eso es tan importante para la democracia la imparcialidad informativa, la libertad de prensa integral sin privilegios intrínsecos para ningún “relato” –estatal o corporativo-, el debate claro y la condena ética y social a la mentira.

En cualquier democracia sólida, mentir desde el Estado conlleva un descrédito y una sanción política que puede llegar hasta la destitución, aún en temas que no estén directamente relacionados con el Estado. Cabe recordar, sin ir más lejos, la conmoción que significó la mentira de Clinton en un tema claramente privado e íntimo.

Solucionar un problema es mejor que crearlo. Desde esa perspectiva y sospechas al margen, el acuerdo con REPSOL es una buena nueva, a pesar de lo que cuesta. Sin embargo, ahora se abre un interrogante mayor: ¿existirá una política energética que regule con mesura y cuidado ambiental la explotación que se abre con CHEVRON, REPSOL, PEMEX y las que lleguen?

¿O será una nueva irresponsabilidad del “relato” buscando en sus estertores finales conseguir nuevas rentas –esta vez, del subsuelo, y del futuro- para usarlas en la preservación del poder clientelar, sin que importen las consecuencias? Los antecedentes permiten la duda.

No es un secreto nuestra resistencia a considerar Vaca Muerta como la única “política energética” del país. Los datos del mundo, del clima alterado, del calentamiento global, de las catástrofes climáticas cada vez más corrientes, indican la necesidad de la extrema prudencia en quemar combustibles fósiles.

Una cosa es la explotación racional y marginal de los yacimientos de hidrocarburos como “puente” hasta conseguir la reconversión limpia del sistema energético, y otra su superexplotación para convertirlos en una nueva fuente de rentas.

El objetivo serio, maduro, moderno, de un país comprometido con el futuro, debiera ser apuntar centralmente a las fuentes primarias renovables, no sólo más limpias sino a estas alturas más baratas que la extracción de hidrocarburos, aún por los sistemas tradicionales.

Si el nuevo “relato” justifica el acuerdo con REPSOL en la explotación de Vaca Muerta –o, peor aún, si esa asociación es condición del acuerdo- es de temer que se vuelva a las andanzas. El subsuelo –y el aire-, como los glaciares, la minería a cielo abierto y la sojización producida por las retenciones, seguirán siendo los costos de una política populista, rudimentaria e irresponsable.

No llevará a la Argentina a la modernidad, plural, solidaria y pujante. Prolongará la agonía de una mediocridad que ya lleva ocho décadas, y que ha sido profundizada en los años que llevamos del nuevo siglo escondida tras las mentiras del relato.

Ricardo Lafferriere

lunes, 25 de noviembre de 2013

Sobre modelos y relatos

Los planos del debate político e intelectual argentino se cruzan hasta el nivel de la esquizofrenia.

Está más que claro que los tremendos desajustes provocados en la economía por el ¨modelo¨ kirchnerista deben ser corregidos. El mega-vaciamiento del país liquidando todo -reservas, cajas, ahorros, energía, descuido de la infraestructura, deuda intra-estado, ganadería, saldos exportables, lácteos, recursos naturales- gastados todos en corrupción y consumo, tocó fondo.

Se acabó lo que se daba.

Ergo...no es necesario contar con un doctorado en economía para darse cuenta que el modelo no va más y que su desemboque inexorable es el ajuste. Como lo venimos diciendo hace años, cada día que pase sin actuar, será más duro cuando llegue, y menos controlable desde la política. Muy parecido a la ¨cirugía mayor sin anestesia¨ y al "ramal que para, ramal que cierra¨.

La tendencia que suele tentar a quienes gobiernan de complicar las cosas creando "relatos" para ocultar hechos por demás sencillos (por ejemplo, gastar más de lo que se puede, o violar las normas vigentes, o despreocuparse de las consecuencias de los caprichos) puede lograr confusión en el corto plazo, pero no cambia las cosas. En nuestro caso, que en algún momento se acabarían los recursos, que muy pocos se arriesgarían a invertir, y que nadie nos prestaría.

Ante la inminencia de la implosión la reacción primitiva de los responsables es repartir las culpas, si es posible con la oposición. Aparece la ¨vocación de diálogo¨. Macri y Bonfatti, administradores adversarios, son convocados para ¨trabajar juntos¨. Dificil negarse. También a sindicalistas, para disciplinar las paritarias y a empresarios para ¨acordar precios¨, como si unos y otros tuvieran responsabilidad en los desajustes, que siguen sin reconocerse.

El ¨modelo¨ se agotó, pero el ¨relato¨ se resiste. Es obvio: implica reconocer la mentira de una década. Porque de eso se trata: de aceptar que se mintió con la inflación, con la dimensión de las reservas, con el monto del PBI, con el valor real del peso nacional, con la real capacidad de producción de la economía y con los fabulados índices de desocupación disimulados tras centenares de miles de planes sociales cada vez más insuficientes por la inflación y el estancamiento económicos.

Lo curioso es el posicionamiento discursivo de los diferentes protagonistas, que muestran la peligrosa subsistencia del populismo irracional en el escenario argentino.  El gobierno se retuerce entre la realidad y el relato. Sus funcionarios con mayor experiencia política saben lo que hay que hacer, pero los ¨gurkas¨- y la propia presidenta- terminan diluyendo y neutralizando cualquier medida. Sin embargo la principal oposición -cuantitativa-, el Frente Renovador, insólitamente propone empezar de nuevo el dislate kirchnerista, como si nada hubiera pasado en estos años y todo se redujera a disputar la titularidad del ¨modelo¨.

No se escuchan hasta ahora pronunciamientos propositivos de las fuerzas no peronistas, que debieran decidirse a exponer un pensamiento moderno e inclusivo, superador del populismo.

Son los intelectuales independientes quienes instalan la reflexión, tímidamente reflejados por el espacio mediático-comunicacional. Economistas de diversas vertientes pero que recuerdan el ABC de su profesión, politólogos que de pronto advierten que el populismo que han tolerado -y hasta justificado mansamente- estos años nos llevó nuevamente al borde de una nueva crisis, y un lúcido Juan José Sebrelli, sin dudas el más sólido intelectual argentino, alertando periódicamente desde hace tiempo el rumbo de colisión.

La democracia exige cotejar propuestas. La oposición -las oposiciones- deben mostrar a los argentinos que un país sin populismo es posible. Es más: que es el único posible. Que están en condiciones de articular consensos para un futuro distinto. Que cortaron amarras con las estudiantinas ideologicistas, tan inconsistentes como el modelo K.

Si no lo hacen, serán tan responsables de lo que viene como el propio kirchnerismo. Y estarán abriendo las puertas para que la realidad, que no se lleva por ¨relatos¨, reinicie el ciclo mucho más atrás en el tiempo. Para ser precisos, a comienzos de la última década del siglo pasado.


Ricardo Lafferriere

sábado, 23 de noviembre de 2013

Parsimonia

Los cambios fueron un bálsamo de esperanza. O al menos, de expectativas.
Así parece reflejarse en los medios, "corpo" incluida. Nosotros mismos, que no somos opositores de ahora -cuando ya hay muchos- sino que venimos marcando el error de rumbo desde hace años, nos sumamos a ese clima, poniendo nuestro granito de arena a la confianza.

Sin embargo, hay un termómetro que suele anunciar las crisis que sigue alto.
Peligrosamente alto.
Es el ritmo de la fuga de reservas.

¿Qué pasaría si no logran detenerlo?
Sería -casi inexorablemente- una paralización abrupta de la economía.
La falta de insumos detendría las fábricas, la falta de combustibles paralizaría el transporte, la falta de energía nos dejaría sin luz...no ya por obsolescencia de la capacidad instalada, sino por no poder pagar todo lo que, por obra y gracias del "modelo" debemos abonar virtualmente al contado. Fundamentalmente la energía, pero no sólo.

A la Argentina K nadie le fía.

La consecuencia inmediata sería despidos y desocupación. Seguida del derrumbe de la recaudación, con todo lo que implica no sólo en salarios, sino en pago a proveedores y contratistas. Los que, a su vez, no podrán seguir abonando sueldos ni continuar obras.
Y así sucesivamente.

¿Cuándo empezará éso?
Si el ritmo sigue así, no falta mucho. Apenas semanas.
Justo para fin de año.

Pero...¿No pueden emitir? Y...si. Con esos billetes se podrá encender el fuego para la cena de fin de año. No servirían para mucho más. Transformaría una hiper-recesión en una hiper-inflación.
El escenario es poco edificante.

Por eso sería de esperar que tomen conciencia y abandonen su parsimonia.
Si de veras creen que poniendo un impuesto a los autos importados frenarán en algo este proceso, perdieron perspectiva. Lo que no sería importante, si no fuera porque están gobernando.
Dios quiera que estén a tiempo. A los creyentes: encender muchas velas, al santo de cada uno.

La mejor noticia que podríamos tener en estos días sería que la economía volviera a responder a las herramientas. Aunque fuere necesario subir más la tasa de interés, incrementar las tarifas y sincerar el tipo de cambio. Al fin y al cabo, sería dejar de vender las ilusiones que nos llevaron a liquidar alegremente todo, en aras del consumo. Rápido. "Popular". Taquillero. Irresponsable.
No se ven muchas más alternativas. Cualquier dureza circunstancial es preferible a lo que se viene si no toman conciencia.
...
Bah...siempre quedará Mingo...


Ricardo Lafferriere

martes, 19 de noviembre de 2013

Cambio de estilo y ajustes al relato

                El último desdoblamiento cambiario en el país rigió en las vísperas de la hiperinflación de 1989 y persistió durante la de 1990. Quien esto escribe era en esos tiempos Senador Nacional oficialista  durante la primera, y opositor durante la segunda. Recuerda vívidamente los efectos de ambas. La primera terminó con el gobierno de Alfonsín. La segunda, con los ahorros que los argentinos tenían en los Bancos, apropiados mediante el Plan BONEX.

                En ambos casos, la elefantiasis pública fue una causa subyacente constante. La misma causa que, por el hiper-endeudamiento del Estado en los 90, provocó la crisis del 2001.

                La obsesión por desconocer la realidad y la convicción –en ocasiones, rayana en la soberbia- de creer que con voluntarismo se puede torcer sustancialmente la evolución de los procesos económicos y sociales termina provocando duras consecuencias en los ciudadanos de a pie, que sufren sus resultados.

                Los aprendices de brujos, en economía, raramente tienen finales exitosos. Tampoco lo tendrán ahora. No aprender de los errores es de tontos, insistir en ellos es de necios.

                El principal problema de la economía –ha dicho varias veces hasta la propia presidenta- es de la insuficiencia de la oferta. Eso quiere decir: falta producir más. ¿Quién podría discrepar con este propósito?

                El problema no es la meta, sino la consistencia entre lo que se dice buscar, y lo que se hace. Para aumentar la producción es imprescindible que exista inversión. Y para que exista inversión, se necesitan dos pilares fundamentales: recursos y decisión de aplicarlos a generar riqueza. Más que ideológicos, se trata de un problema matemático y de uno sicológico.

                Ni uno ni otro se soluciona con las medidas discrecionales y voluntaristas. Recursos, porque difícilmente alguien (nacional o extranjero) ahorre o preste sus ahorros al sistema bancario argentino –el intermediador natural entre el ahorro y la inversión- con el riesgo de medidas oficiales que se los apropien.

Y la decisión de aplicar esos recursos a la generación de riqueza es improbable que se dé con este gobierno por el temor que genera la inseguridad jurídica sembrada con las esperpénticas decisiones de estos diez años, entre otros la apropiación de los ahorros previsionales de los argentinos, el intento de apropiación de los excedentes agropecuarios afortunadamente frustrado por la lucha del sector y la estudiantina de la confiscación de YPF, que ha terminado absorbiendo recursos del sistema previsional para sostener sus necesidades de financiamiento. Y no sólo por eso: también por la persistencia en el error, como surge del proyecto de Código Civil que consagra la impunidad económica del Estado ante decisiones delictivas o arbitrarias de los funcionarios.

                El desdoblamiento cambiario incrementa la discrecionalidad y la inseguridad. Si se produce, llegará con lo que conocemos: la intensificación de la pugna por el ingreso, la lucha por los sectores para ser incluidos en uno u otro según su conveniencia, y el inmediato reflejo en la tasa de inflación –en realidad, caída del valor del dinero nacional-. El mega endeudamiento público –externo o interno- debido a caprichos fuera de época llevará al mismo resultado que en las crisis anteriores.

                ¿Significa lo antedicho que no es posible hacer nada? Efectivamente, dentro del marco populista no puede hacerse nada.

Se puede hacer, y mucho, en otro contexto. Afianzar la seguridad jurídica, administrar las finanzas públicas con sentido común y profesionalismo, apoyar fuertemente la capacitación con una educación moderna, inclusiva y a la vez rigurosa, gobernar con la verdad, estimular el ahorro garantizando la estabilidad de la moneda e incitar la inversión asegurando reglas de juego que superen los caprichos presidenciales y ministeriales.

                No es tan difícil. Se está haciendo en el 95 % del mundo, desde EEUU hasta China, desde Chile hasta Brasil, desde Uruguay hasta Perú,  en Japón y aún en Europa, que contra todo pronóstico, ha comenzado su trabajoso proceso de renacimiento después del vendaval financiero producto del descontrol de los mercados de “riqueza simbólica”.

                En ninguno de esos casos se ha impulsado la ficción de dos valores para la moneda nacional. En ninguno se considera una virtud fabricar dinero sin respaldo. Hasta Cuba está dando pasos para salir de esa fantasía. No hacerlo conducirá a lo que conocemos en el país –los que tenemos algunos años más- o lo que pueden observar –los que no los tienen- leyendo las noticias que llegan desde Venezuela.

                Volviendo al título: cambió el estilo y eso está bueno. En el nuevo estilo no cabe Moreno –tal vez sacrificado en el altar de los acreedores externos, quién diría…-. Aunque a esta altura su defenestración sea quizás injusta –sólo era el comisario político de decisiones que no eran suyas- está claro que su cese distiende la relación con “los mercados” y el FMI.

                 La “corpo”, participante de un curioso acuerdo general (Tinelli-C.López-Clarín-Flink-Telecom-Estado-), “los mercados” disfrutando el pago al CIADI y cese de Moreno. Alegrías para los viejos rivales del modelo. Mensaje a los gurkas y blogueros de La Cámpora: por las dudas, tal vez les convenga dejar de hablar por un tiempo del “desendeudamiento”…

                Como lo decíamos en una nota anterior, el único camino de sobrevivencia es conseguir que, de nuevo, los “enemigos” le presten. Y eso no será gratis.


Ricardo Lafferriere