El
último desdoblamiento cambiario en el país rigió en las vísperas de la
hiperinflación de 1989 y persistió durante la de 1990. Quien esto escribe era
en esos tiempos Senador Nacional oficialista durante la primera, y opositor durante la
segunda. Recuerda vívidamente los efectos de ambas. La primera terminó con el
gobierno de Alfonsín. La segunda, con los ahorros que los argentinos tenían en
los Bancos, apropiados mediante el Plan BONEX.
En
ambos casos, la elefantiasis pública fue una causa subyacente constante. La
misma causa que, por el hiper-endeudamiento del Estado en los 90, provocó la
crisis del 2001.
La
obsesión por desconocer la realidad y la convicción –en ocasiones, rayana en la
soberbia- de creer que con voluntarismo se puede torcer sustancialmente la
evolución de los procesos económicos y sociales termina provocando duras
consecuencias en los ciudadanos de a pie, que sufren sus resultados.
Los
aprendices de brujos, en economía, raramente tienen finales exitosos. Tampoco
lo tendrán ahora. No aprender de los errores es de tontos, insistir en ellos es
de necios.
El
principal problema de la economía –ha dicho varias veces hasta la propia
presidenta- es de la insuficiencia de la oferta. Eso quiere decir: falta
producir más. ¿Quién podría discrepar con este propósito?
El
problema no es la meta, sino la consistencia entre lo que se dice buscar, y lo
que se hace. Para aumentar la producción es imprescindible que exista
inversión. Y para que exista inversión, se necesitan dos pilares fundamentales:
recursos y decisión de aplicarlos a generar riqueza. Más que ideológicos, se
trata de un problema matemático y de uno sicológico.
Ni uno
ni otro se soluciona con las medidas discrecionales y voluntaristas. Recursos,
porque difícilmente alguien (nacional o extranjero) ahorre o preste sus ahorros
al sistema bancario argentino –el intermediador natural entre el ahorro y la
inversión- con el riesgo de medidas oficiales que se los apropien.
Y la decisión de aplicar esos
recursos a la generación de riqueza es improbable que se dé con este gobierno por
el temor que genera la inseguridad jurídica sembrada con las esperpénticas
decisiones de estos diez años, entre otros la apropiación de los ahorros
previsionales de los argentinos, el intento de apropiación de los excedentes
agropecuarios afortunadamente frustrado por la lucha del sector y la
estudiantina de la confiscación de YPF, que ha terminado absorbiendo recursos
del sistema previsional para sostener sus necesidades de financiamiento. Y no
sólo por eso: también por la persistencia en el error, como surge del proyecto
de Código Civil que consagra la impunidad económica del Estado ante decisiones
delictivas o arbitrarias de los funcionarios.
El
desdoblamiento cambiario incrementa la discrecionalidad y la inseguridad. Si se
produce, llegará con lo que conocemos: la intensificación de la pugna por el
ingreso, la lucha por los sectores para ser incluidos en uno u otro según su
conveniencia, y el inmediato reflejo en la tasa de inflación –en realidad,
caída del valor del dinero nacional-. El mega endeudamiento público –externo o
interno- debido a caprichos fuera de época llevará al mismo resultado que en
las crisis anteriores.
¿Significa
lo antedicho que no es posible hacer nada? Efectivamente, dentro del marco
populista no puede hacerse nada.
Se puede hacer, y mucho, en otro
contexto. Afianzar la seguridad jurídica, administrar las finanzas públicas con
sentido común y profesionalismo, apoyar fuertemente la capacitación con una educación
moderna, inclusiva y a la vez rigurosa, gobernar con la verdad, estimular el
ahorro garantizando la estabilidad de la moneda e incitar la inversión
asegurando reglas de juego que superen los caprichos presidenciales y
ministeriales.
No es
tan difícil. Se está haciendo en el 95 % del mundo, desde EEUU hasta China,
desde Chile hasta Brasil, desde Uruguay hasta Perú, en Japón y aún en Europa, que contra todo
pronóstico, ha comenzado su trabajoso proceso de renacimiento después del
vendaval financiero producto del descontrol de los mercados de “riqueza
simbólica”.
En
ninguno de esos casos se ha impulsado la ficción de dos valores para la moneda
nacional. En ninguno se considera una virtud fabricar dinero sin respaldo. Hasta
Cuba está dando pasos para salir de esa fantasía. No hacerlo conducirá a lo que
conocemos en el país –los que tenemos algunos años más- o lo que pueden
observar –los que no los tienen- leyendo las noticias que llegan desde
Venezuela.
Volviendo
al título: cambió el estilo y eso está bueno. En el nuevo estilo no cabe Moreno
–tal vez sacrificado en el altar de los acreedores externos, quién diría…-. Aunque
a esta altura su defenestración sea quizás injusta –sólo era el comisario
político de decisiones que no eran suyas- está claro que su cese distiende la
relación con “los mercados” y el FMI.
La “corpo”, participante de un curioso acuerdo
general (Tinelli-C.López-Clarín-Flink-Telecom-Estado-), “los mercados” disfrutando
el pago al CIADI y cese de Moreno. Alegrías para los viejos rivales del modelo.
Mensaje a los gurkas y blogueros de La Cámpora: por las dudas, tal vez les
convenga dejar de hablar por un tiempo del “desendeudamiento”…
Como lo
decíamos en una nota anterior, el único camino de sobrevivencia es conseguir
que, de nuevo, los “enemigos” le presten. Y eso no será gratis.
Ricardo Lafferriere
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