Está raro el mundo.
Las protestas y represión en España con las connotaciones
violentas de nuestros países del sur; Rusia actuando como si hubiéramos
retrocedido a la primera mitad del siglo XX; los Estados Unidos reaccionando
frente a la agresión rusa sobre un aliado al que había garantizado su
integridad territorial en 1992 con ¡el retiro de sus visas de ingreso a EEUU a
siete nacionales del país agresor!...
En nuestro país no nos va mejor. Sin comenzar las clases en
el principal distrito argentino, la administración responsable prefiere jugar a
la interna oficialista, en lugar de buscar un acuerdo que honre su afirmación
de que “la educación es la prioridad básica del gobierno”.
No logra ese
acuerdo, pero aumenta los gastos de Fútbol para Todos como herramienta política
de publicidad oficial, sigue alegremente el déficit de Aerolíneas de dos
millones de dólares diarios que financian los viajes de los ricos, y lleva ya
ciento cincuenta mil millones de pesos sin respaldo volcados en el mercado para
financiar el Estado, provocando una inflación que inmediatamente trata de
transformar en recesión al retirarlos con tasas leoninas y reducir el consumo.
La ofensiva contra la justicia prosigue. Se remueve a un
fiscal que investiga el lavado de dinero del poder y sus amigos, se protege al
juez que cubre en forma desvergonzada la corrupción oficial, y se resucita la
citación a Jury de un Juez que se anima a investigar los hechos de corrupción
con fondos públicos.
Los motochorros dicen su presente asesinando en forma
alevosa a personas de trabajo, en ocasiones sin llevarse nada; los narcos
planean por teléfono en Santa Fe el asesinato de un Juez, mientras tenían de
“che pibe” a un policía corrupto; los barras bravas del “tablón” son detenidos
en su kiosco del Estadio vendiendo facas, carnets de socios y entradas; y la
violencia ya no es sólo el de una maestra asesinada de un balazo a la espalda
al entrar a su casa, o de otro motochorro matando a un jubilado, sino que llega
a un procurador judicial que ataca a balazos a la esposa de su locatario,
porque se atrasó en el alquiler…
Una cosa sigue igual: la señora se fue a Calafate. Otra vez.
Viaje que cuesta un dineral, y que ha convertido en cotidiano a pesar de
disfrutar de casa y comida –que pagamos todos- y del sueldo que le queda libre.
Para los que digan que esto no tiene importancia, les respondo: todo gasto
dispendioso es pagado por alguien: un jubilado que no recibe su actualización
dispuesta por la justicia, un maestro que no dicta clases por su sueldo
miserable, o un empleado que debe comenzar a pagar el impuesto a la riqueza, a
pesar de estar en el límite de la línea de pobreza. Nadie le pide que no viaje.
Sólo que se pague ella sus viajes particulares, como cualquier vecino.
Es uno de esos períodos en los que parece mejor
desenchufarse del mundo, ante la proliferación inmanejable de desórdenes. Y
rogar al destino que haga transcurrir con rapidez el año y medio que falta para
que, al menos en el país, finalice la pesadilla terminando de una vez por todas
esta burbuja.
Ricardo Lafferriere
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