“Querido Lula, yo no lo
tengo a Néstor, no lo tengo al Pepe Mujica, no lo tengo a Tabaré,
no lo tengo a Lugo, no lo tengo a Evo, no la tengo a Michelle, no lo
tengo a Lagos, no lo tengo a Correa. No lo tengo a Chávez. A duras
penas somos dos que queremos cambiar el mundo. Uno está en México,
se llama Andrés Manuel López Obrador y el otro soy yo”. (Prof. Alberto Fernández, Facultad de Derecho, UBA)
Raro,
falta Francisco. O se olvidó, o lo considera por encima de todos.
Sin
embargo, el gobierno de uno de los que quieren “cambiar el mundo”
se apoya fuertemente en la absolución terrenal emanada del Vaticano,
que todo lo justifica en pos de la magna tarea de construir una
comunidad homogénea de pobres siervos, temerosos del castigo divino
de la pandemia y condenados a la indiferencia eterna si se atreven a
sacar los pies del redil.
(El
otro, está arreglando todos los días con el demonio del Norte sus
problemas cotidianos y hasta le ofrece como ofrenda hacer de su país
un gigantesco escudo represivo para impedir a los de más abajo,
pobres y empobrecidos centroamericanos, a atravesar su país como
puente rumbo al infierno, a donde quieren dirigirse a cualquier
precio.)
Hay
un mundo que cambia aceleradamente... hacia adelante. La inteligencia
artificial ya supera los más grandes cerebros humanos y, poniéndose
en red en tiempo real, acerca rápidamente el momento de la
“singularidad”. Esto es, una inteligencia planetaria de recursos
y velocidad infinita en condiciones de hacerse cargo, con decisión
humana, de la gestión de todo lo que existe: energía, alimentos,
comunicaciones, transportes, investigación de lo más pequeño y lo
más grande de la realidad, hurgar en los misterios de lo
infinitamente pequeño -desde el entrelazamiento cuántico que
permite, entre otras cosas, construir computadoras de seguridad total
y velocidad suprema-, hasta la exploración del pasado remotísimo y
los límites del universo conocido-.
No es
posible aburrirse si se siguen las noticias del mundo. Ayer nomás se
informaba de la megacomputadora que puede redactar informes y
realizar investigaciones en milisegundos sobre temas que hasta hace
poco tiempo requerían años o décadas de estudio, procesando a la
vez 17 billones de datos obtenidos de Internet, del área de
conocimiento que se le indique.
Pero
no sólo eso: también neutralizar los efectos de la vejez, prevenir
enfermedades incurables con edición genética, mejorar los cultivos
para terminar con el hambre, capacitar a mujeres y jóvenes de países
con poblaciones sumergidas en la miseria para formar empresas,
encarar el mercado y progresar. Los que leen las informaciones que
vienen del mundo siguen admirados por los avances en EEUU, China,
Europa, Japón, Australia, Canadá y aún de países que hasta hace
muy pocas décadas se alineaban con los extremadamente pobres, como
Corea del Sur logrando sobre todas las áreas de la realidad avances espectaculares de bienestar, seguridad, la inclusión social
más grande de sus respectivas historias y ofreciendo cada día un
nuevo y asombroso logro.
Hay otro mundo que cambia
aceleradamente... hacia atrás. Si sabremos de eso... Lo sufrimos,
todos los días. Impunidad al que delinque, promoción por los
canales públicos -”anche” privados...- del embrutecimiento
general, oscurecimiento del pensamiento libre, desaparición
creciente de los derechos ciudadanos, millones de nuevos desocupados, decenas de miles de empresarios
-pequeños, medianos y grandes- aplastados hacia la necesidad de
limosnas que administran los “jesuitas” de hoy, que no mandan en
seguras misiones congeladas en el tiempo sino que desde el cinismo
laico despojado de límites éticos utilizan formas parecidas,
buscando convertir a la sociedad toda en una “misión”, que
administren sin normas ni control.
Cierto. No lo tiene a
Chavez, ni Evo, ni Lula, ni Correa, ni otros injustamente
incorporados a esa lista (de la que, inexplicablemente se ha excluido
a Maduro, Fidel y el Comandante Ortega). Algunos están muertos, otros
presos condenados por delincuentes. Otros -como por estos pagos-
siguen batallando en la justicia invocando inefables anglicismos para
lograr impunidad. Otros siguen matando a su gente.
No. No los tiene.
Afortunadamente.
Por eso no le será tan
facil cambiar el mundo en esa dirección.
Afortunadamente.
Ricardo Lafferriere
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