jueves, 13 de julio de 2023

Las elecciones en España

 


Como un experimento poco exitoso, el gobierno de coalición conformado por el socialismo de Pedro Sánchez, Podemos, Bildu y los nacionalistas catalanes y vascos terminó siendo dominado por las agendas de sus socios minoritarios. Éstos, apenas advirtieron que la defección de cualquiera de ellos golpearía al gobierno en su línea de flotación, lo sometieron a un chantaje permanente imponiéndole sus agendas, o sea apropiándose de la coalición en gran parte de sus políticas y mostrando una administración contradictoria en otras.

La contradicción más clara fue la internacional: mientras el gobierno de España apoya a Ucrania frente a la invasión rusa -incluso mandando armamento-, medio gabinete es rusófilo y no pierde oportunidad de rescatar a Putin. No fue la única: modificación del Código Penal derogando de la figura de la rebelión e indulto a los condenados por el Tribunal Supremo y atenuación del delito de malversación de caudales públicos (exigido por los independentistas catalanes), reforma de leyes penales que permitió la reducción de penas a centenares de violadores y la libertad de decenas de condenados (exigido por Podemos), el deterioro de la educación pública al permitir “pasar de grado” con mayor flexibilidad y la reescritura de la historia de España (ídem), trato privilegiado a  los condenados por terrorismo y crímenes de sangre de ETA -entre ellos, contra varios dirigentes y militantes socialistas- (exigido por Bildu) y otras leyes leídas por los ciudadanos como una intromisión inaceptable en su vida privada.

Para mostrar “unidad de la coalición”, recurrió sin suerte a un relato escrito para forzar la polarización que evitara el debate interno socialista con el argumento del “peligro de la derecha del PP y VOX”. Nada que no tenga parecidos con la realidad argentina: hasta versiones del “plan platita”, entregando graciosamente 400 euros a cada español que cumpliera 18 años, simplemente para “utilizar en actividades culturales” decididas libremente por cada beneficiario.

La consecuencia de este fenómeno se volcó, como no podía ser de otra manera, al respaldo electoral. El PSOE, a pesar de una aceptable pero discutida gestión económica, abandonó su lucha por adueñarse del “centro” político, pasando a disputar sólo el “ala izquierda” de la opinión pública a sus socios, abriendo al PP una oportunidad inmejorable para instalarse como el dueño del sentido común, la estabilidad política, la coherencia constitucional y la integridad de España. Esta oportunidad se amplió con el surgimiento y la instalación de VOX -ya permanente en la política española, en cuanto se puede prever- que resultó el reservorio de los restos franquistas ex – PP. La “derecha nacionalista” organizó así su propio partido lo que permitió que el PP pudiera “soltar amarras” hacia posiciones social-liberales moderadas.

Hoy, en trazos gruesos, el socialismo de Pedro Sánchez es visto por la opinión pública como la sucursal española del bolivarianismo y del populismo global y el PP como el partido moderno, centrista, cosmopolita y europeísta. Es el que expresa con mayor claridad la continuidad de la transición democrática, de la coexistencia con el otro partido “nacional” -el viejo PSOE- y del sentido común. Para un observador argentino, recuerda al radicalismo de Balbín: fuertemente ubicado en el centro político, el constitucionalismo, la defensa de las libertades públicas y esquivo a las definiciones “ideológicas” totalizadoras, de cualquier flanco.

Estas afirmaciones surgen de los hechos. Las encuestas y las propias jornadas electorales han mostrado que, aún en Andalucía -centro de gravedad político del PSOE desde el inicio de la democracia- el PP logró hace un año la mayoría absoluta en el gobierno autonómico (nuestras “provincias”) y este predominio se ha confirmado en las últimas elecciones municipales, en las que desplazó a prácticamente todas las administraciones locales socialistas, lo que hubiera sido imposible sin haber contado con el voto de millares de ciudadanos que se decantaban, en otros tiempos por el socialismo: herida en el corazón del PSOE, al que Sánchez forzó a darle a estas elecciones locales el sentido de un plebiscito de su gestión, en lugar del correspondiente debate local que hubiera salvado a decenas de eficientes administraciones locales socialistas.

El 28 de julio habrá elecciones anticipadas. El futuro es opaco y hasta que se abran las urnas, nada es definitivo. Sin embargo, pueden arriesgarse tendencias, alimentadas por las acciones de los protagonistas. Sánchez ha preferido insistir en sus trece: su mensaje sube la apuesta a la polarización ideológica, profundiza su alejamiento del centro y reivindica su alianza con sus actuales “partenaires”. Por la negativa, se esfuerza por mostrar como rivales al “PP y VOX” como un bloque , negándose a aceptar que el contencioso ideológico ya no tiene vigencia, que VOX no asusta a nadie -al menos, a muchos menos de los que asustan Podemos, los separatistas y Bildu-,  y que una sociedad de clase media como la española, construida con el diálogo-contencioso virtuoso de la transición escapa a esta polarización y prefiere ampliar su espacio de libertad personal, aún manteniendo y hasta profundizando las políticas inclusivas que no son propiedad de ningún partido, sino de todos -hasta del propio VOX-.

Núñez Feijóo, por el contrario, profundiza su mensaje centrista: racionalidad fiscal, respaldo concreto a los emprendedores, alivio del peso impositivo reduciendo el estado elefantiásico construido por Sánchez, unidad de España, defensa y ampliación de los espacios de libertad personal de los ciudadanos en su vida cotidiana y “mano tendida” a los socialistas no representados por la deriva populista actual de su partido -reconoció haber votado por Felipe González en las dos primeras elecciones de la democracia-. Resulta “a priori” beneficiado por la dureza política de VOX, en los extremos del “anti-Sanchismo”, ya que le alcanzaría con superar en escaños, en solitario, a la suma del PSOE y sus socios, para gobernar aún sin alcanzar la mayoría absoluta, dado que es impensable un apoyo de VOX al conglomerado populista.

Aun cumpliendo con el rito de cordialidad televisiva impuesto por la cultura política española, dos caminos se enfrentan el domingo. En clave argentina y aunque la comparación no sea totalmente estricta, uno lo acerca al kirchnerismo. El otro, a la oposición republicana. 

Ricardo Lafferriere

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