Entiendo a todos
Era previsible el maremágnum, especialmente en el
“escenario”. JxC es un espacio conformado por familias políticas distintas, con
historias diversas y culturas internas también diferentes.
En algún momento los objetivos coincidieron y formaron el
espacio. El principal aglutinante fue terminar con el populismo orgiástico del
kirchnerismo. En 2015 se logró. Los acuerdos necesarios para conformar el
espacio triunfante habían sido “de segundo piso”, realizados por quienes
estaban en el escenario y compartidos por los votantes.
La gestión de gobierno dejó al descubierto las diferentes
visiones. No juzgo en este momento la corrección de unos y otros -lo he tratado
en otras notas-. Sí quedó en evidencia las prioridades que los diferentes
actores pensaban para la eventual gestión. Un proceso interno abierto, en el
que participaron las fuerzas fundacionales, determinó en su momento la fórmula
a impulsar.
Hoy esas historias y esas culturas distintas resurgieron
ante el paso dado por Patricia Bullrich y Luis Petri, apoyados -o instados, a
esta altura es lo mismo- por Mauricio Macri. El surgimiento de Javier Milei
canalizando gran parte del electorado originario de JxC amenaza con provocar un
cisma.
Una parte de JxC evidentemente considera que “el cambio”
es un espacio compartido por ambas fuerzas y deben unirse para conseguir,
justamente, el objetivo primario de JxC, terminar con el Kirchnerismo, que hoy
amenaza reciclarse por otras dos décadas con la nueva pareja emergente. Está
convencida que es tal vez la última oportunidad de detener la decadencia ya
suicida de un país en rumbo a su disolución. Llama a acordar entre las segunda
y tercera fuerzas para terminar contra lo que considera “el mal mayor”.
Curiosamente, coincido.
Otra parte, más formal, entiende que el papel asignado
por los votantes a JxC es el de la oposición, y que poco une a este espacio con
el de La Libertad Avanza, cuyo liderazgo máximo ha destratado e insultado hasta
el cansancio gestas que muchos argentinos consideramos heroicas para lograr la
restauración democrática. Esta opinión es predominante en la “nomenclatura” del
radicalismo y otras fuerzas con más organicidad, historia y cultura de debate
que el Pro. Curiosamente, también coincido.
¿Quién tiene razón? Como todo en política -y en la vida-
las líneas se cruzan, porque ambos la tienen. El juez definitivo es la mayoría
electoral, que llamada a participar con las reglas de juego aceptadas por
todos, decidirá cuál objetivo considera más importante o prioritario.
¿Es el paso de Patricia Bullrich y Luis Petri una
“traición”? Esta acusación más bien destila el tufillo del despecho. No ha sido
secreto para nadie el desinterés de una parte del liderazgo de JxC, el
perdidoso en su elección interna, restando su apoyo en la elección general a la
fórmula del espacio común. Varios de sus dirigentes han aparecido en los medios
en 24 horas denostando a Bullrich (“y Macri”) más veces que las que lo hicieron
en dos meses de campaña para apoyar la fórmula del espacio. Les resulta a
muchos más interesantes impostar la supuesta simpatía de Macri por Milei como
causa de la derrota, más que sus propias inacciones.
En todo caso y para no cargar las tintas, creo que todos
han sido leales a sus convicciones. Bullrich, Petri (y si se quiere, Macri) han
reiterado lo que propusieron hace meses, antes de la conformación definitiva de
los alineamientos: incluir a La Libertad Avanza en JxC para seguir con ella
adentro el proceso interno. No fue acepado, y acataron.
Los partidos de JxC se negaron a ese ingreso al ver las
propuestas alocadas del novedoso “rock-star” -noblesa obliga, cada vez más
licuadas- sin advertir que esas propuestas serían seguramente vencidas en el
cotejo interno.
Terminado el proceso electoral, una de las “almas” de JxC
prefiere agotar las instancias posibles, legales y políticas, para detener lo
que considera el mayor mal y peligro para la propia existencia del país.
La otra, prefiere aceptar el papel de reserva
resignándose a la derrota del objetivo originario.
¿Significa esto el fin de JxC? Tal vez, o tal vez no.
Para lo que sí debe servir la experiencia es para aclarar lo que en definitiva
motiva a unos y otros, y pasar en limpio las coincidencias obligantes. Nadie
puede atribuirse -nadie lo ha hecho- la opinión del conjunto y por lo que se ha
visto, los pasos han sido individuales. Hasta la propia decisión de
Bullrich-Petri es, si se quiere, una “patriada” que a nadie obliga, ni siquiera
a sus propias fuerzas, como no sea con un ejemplo que puede o no seguirse.
En lo personal, por una historia militante que es
idéntica a mi historia vital, se me hace imposible votar a Milei, de quien no
puedo separar en mi memoria su imagen castigando con un guante de box la figura
de Raúl Alfonsín y de quien no he escuchado ni una sola vez la frase “estado de
derecho”. Ello no obsta a que mire a la distancia, debo reconocer que con un
dejo de simpatía, a quienes lo hacen. Hay entre ellos innumerables compatriotas
que veneran también a Alfonsín pero que no consideran ese agravio como tan
importante como para derivar de él un voto del que puede depender algo tan grave
como que el país siga existiendo. Prefieren “taparse la nariz” y jugarse por el
país.
Pero me resulta muchísimo más imposible votar a Massa,
sobre quien no es necesario agregar sustantivos ni adjetivos. Creo que es la
corrupción renovada, la impunidad cínica, la anti-política, la anti-patria, el
anti-pueblo, la anti-democracia y el anti-estado de derecho. Y me siento con un
abismo de distancia, mucho mayor a lo imaginable, con quienes lo apoyan o
promueven porque tengo la convicción íntima y profunda que su triunfo puede
significar la derrota definitiva de la democracia argentina y de la propia
Argentina como país.
Sería deseable que el debate de este mes que viene sirva
para atenuar locuras, aclarar compromisos y pasar en limpio modelos y
proyectos. Y entonces los ciudadanos decidirán sus prioridades, se sumarán las
opiniones, y el país tendrá el rumbo que elija, del que deberá hacerse cargo,
cualquiera sea.
Ricardo Lafferriere
1 comentario:
Brillante. Le he dejado un mensaje en la casilla de messenfer de facebook, Doctor. Deseo entrevistarlo. Walter Darío Bravo, periodista.
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