Las declaraciones de Kamala Harris a una radio norteamericana en el marco de su campaña electoral no dejan de sorprender.
Cuestionar la libertad de expresión porque les da demasiado
poder (¿a los ciudadanos?) es desnaturalizar la democracia. Y es curioso que se
esté extendiendo esta mediatización de un derecho por el que la humanidad lleva
siglos luchando: el de expresarse libremente.
Este derecho es la base del sistema democrático. Su
mediatización empieza a insinuarse como una mancha de aceite en altas
instituciones europeas -incluso globales-, y tiene en Maduro -antes en la dictadura
de los Castro, en Corea del Norte, en Irán, en Nicaragua y hasta en China- una
punta de lanza en nuestro continente, lamentablemente seguida por el Brasil de
Lula.
Bloquear las redes sociales porque no se toleran los posts y
mensajes que ellas transmiten es lisa y llanamente una actitud dictatorial y
antidemocrática. Las redes sirven a todos. Quien se moleste por las opiniones
que en ella aparecen claramente no quiere que se debatan sus convicciones y
actitudes en la nueva “plaza pública” del mundo que vivimos: el escenario virtual.
Es cierto que en las redes hay “fakes”. También en los
diarios, las radios, las televisiones, y hasta en los chismes de barrio. La
novedad es que en ellas todo puede discutirse, debatirse, desmentirse y
cotejarse. Aún con sus limitaciones, está claro que democratizan profundamente
el espacio público.
El espectáculo que brinda la competencia electoral
norteamericana es realmente desilusionante. Los exabruptos escasamente
democráticos de Trump no tienen una contrapartida liberal y democrática en su
contendiente, sino una profundización desmoralizante. Quienes esperaban que la
irrupción de Harris fuera una bocanada de aire fresco, se enfrentan a una
posición más peligrosa.
Es una incógnita si los americanos votarán a “Guatemala o Guatepeor”.
Lo que está claro es que, para el mundo democrático, su ejemplaridad se diluye
dejando al mundo occidental sin un liderazgo que, aunque pueda ser cuestionado en
muchos aspectos, era considerado un reaseguro para los ideales de la
ilustración.
Nada bueno puede salir de esto.
Ricardo Lafferriere
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