lunes, 10 de marzo de 2025

REALISMO



El abrupto cambio de la posición norteamericana en la guerra de Ucrania puede ser visto como la intención de un empresario de abrir espacios de negocios en la eventual reconstrucción de lo quede del país invadido -y destrozado-, o puede encuadrarse en una estrategia mayor, que seguramente impulsan algunos de quienes forman sus equipos de analistas, no siempre a la luz.

Evitaré los adjetivos. No creo que la primera opción sea -al menos, la única- causa de ese cambio. Al contrario, parece clara la intención de acercarse a Rusia, con la finalidad imaginada de que ésta debilite o aún rompa su alianza con China, a quien la “inteligencia” norteamericana -la “realista”- considera su principal rival-enemigo en el futuro próximo y durante el presente siglo.

A tal fin, cual un elefante en un bazar, el presidente de EEUU da pasos que no pueden ser menos que aprovechados por Rusia, al contar con un imprevisto aliado que “cambia de bando” en su mayor conflicto presente.

El acercamiento ruso-norteamericano, si prosigue su profundización estratégica, nos mostraría un potente eje militar -se trata de las dos potencias con la mayor fuerza nuclear del planeta, que en conjunto presentan una supremacía abrumadora- con la intención, con sus matices, de disciplinar al resto del mundo.

Hay, sin embargo, matices.

Los Estados Unidos de Trump, con su “realismo desmatizado”, no considera a Rusia un rival y -de hecho- ni siquiera un peligro para sus intereses. Dejando atrás las visiones de la Segunda Guerra y de la propia Guerra Fría, poco le preocupa la ambición imperial rusa y más bien lo ve como un potencial aliado.

¿Contra quién? Pues, contra China.

En esta idea desmatizada no considera a Europa un protagonista importante y mucho menos a Ucrania, a la que, en su objetivo de acercarse estratégicamente a Rusia, no tiene problemas en entregar totalmente. En otras palabras, no le interesa y más bien es una molestia. El presidente Trump lo ha dicho claramente: “Hemos dejado de apoyar a Ucrania y le hemos retirado el apoyo en inteligencia para que Rusia pueda hacer su trabajo. Con Rusia podemos entendernos más fácil”.

Frente a esto, que ha golpeado en forma irreversible la credibilidad de Estados Unidos para sus aliados, un ramalazo de realismo también atraviesa a todos sus aliados: Corea, Japón, Australia, Europa, la OTAN. Pero también ha alertado a China, que se ha apresurado a declarar que “en la mesa de negociaciones debe estar Ucrania y Europa” y que no reconocerá ningún cambio territorial.

Es que, imaginando el futuro también con una mirada realista, ese eje ruso-norteamericano debería ser causa de otro gran acercamiento: el de Europa con China y eventualmente India. El gigante asiático, que también visualiza como su rival estratégico a Estados Unidos, dio pasos importantes al acercarse a Rusia en los inicios de la guerra contra Ucrania, pero nunca asumió su relato y tampoco apoyó abiertamente el esfuerzo militar ruso. El mantenimiento de su comercio con Rusia, aprovechando el precio más barato de sus materias primas, no la diferencia en mucho de India, España y otros países europeos -y aún EEUU- que, a través de “proxies” comerciales ha aprovechado la ventaja de la energía barata que Rusia se ha visto en obligación de proveer para financiar su guerra. El propio Xi, en su momento, ofreció a Biden un acuerdo para beneficio “del mundo” que la indecisión del ex presidente norteamericano -más preocupado por su estéril agenda “woke”- nunca asumió.

¿Cómo ve Rusia este movimiento norteamericano? Pareciera ser que como la gran oportunidad de reproducir y potenciar su vocación imperial recuperando los territorios de los Estados que estuvieron bajo su dominio durante la guerra fría, es decir, la mayoría de los países de Europa del Este.

¿Qué actitud tomarían los Estados Unidos -de Trump- ante una profundización del expansionismo ruso en el Báltico y en los países que pueda atacar, ante la defección norteamericana de sus compromisos en la OTAN? Pues el realismo, que no responde a ideologías sino a intereses, indicaría que ninguna. No es algo que le importe, ya que no influirían en su contencioso futuro con quien ve como su principal antagonista, China.

El arsenal argumental ruso y filoruso de que la invasión a Ucrania estuvo motivada por la “expansión de la OTAN hacia el Este” no sólo es falaz, sino ingenuo. La OTAN es una organización exclusivamente DEFENSIVA y no cuenta ni con capacidad ni con doctrina de invasión a Rusia. Los rusos lo saben.

Los países que pidieron unirse a la OTAN lo hicieron ante su percepción -y experiencia de varias décadas de sometimiento- de que el fortalecimiento creciente de Rusia los tenía -y tiene- como próximos objetivos de conquista. Lo han demostrado los pasos rusos en lo que va del siglo y lo demuestra Georgia -que sólo en broma puede considerarse un peligro para la seguridad rusa-, su intervención en los procesos políticos en Georgia, Rumania, Moldavia y la propia invasión de Ucrania.

Los procesos están abiertos. No sería de descartar que en el interior de los Estados Unidos se produzcan movimientos contra el alineamiento promovido por su actual presidente, optando más bien por un acuerdo cooperativo con China -potencia pacífica en ascenso y de futuro- antes que un acuerdo belicista con Rusia -potencia violenta de pasado, en decadencia-, aunque no parece posible en lo inmediato, con una elección presidencial reciente y los demócratas aún tomados por la hojarasca “woke”.

 Lo que parece más posible es que la OTAN se debilite -o desaparezca- siendo reemplazada por un esquema de seguridad europea sin EEUU, que Europa inicie contactos con los aliados de EEUU descreídos que están en el resto del mundo e incluso que impulse su acercamiento económico a China ya que, si bien el eje ruso-norteamericano tiene el mayor poder militar del planeta, el mercado europeo-chino superaría en conjunto en varias veces la potencia económica y tecnológica de aquel eje militar de los protagonistas de la vieja “Guerra fría” y tiene capacidad y condiciones para financiar y reconstruir un poder militar propio.

Lamentablemente, en este escenario y salvo un fuerte apoyo europeo o una gran presión del pueblo norteamericano por encima de sus dirigencias, el futuro inmediato de Ucrania pareciera estar jugado, abandonada a su suerte y el heroísmo de su gente, con el mundo lanzado a un gran realineamiento y reacomodamiento cuyo final difícilmente pueda preverse.

Quien esto escribe lo dijo a poco de iniciar la invasión de Rusia a Ucrania: esa guerra durará el tiempo que los Estados Unidos quieran que dure. Ese tiempo parece haber llegado, y no de la mejor manera para Ucrania, su “proxie”, en palabras del vicepresidente Vance, de pronto transformado de aliado en objeto de negociación.

Para dejar un saldo -uno solo- menos dramático en el corto plazo: el nuevo escenario aleja en unos milímetros la posibilidad de una confrontación nuclear, ya que los dos matones del barrio con fuerza atómica esta vez parecen juntarse para imponer sus reglas al resto del mundo. “Primo, vivere”. Lo demás queda abierto.

Ricardo Lafferriere

 

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