Los planos del debate político e intelectual argentino se cruzan hasta el nivel de la esquizofrenia.
Está más que claro que los tremendos desajustes provocados en la economía por el ¨modelo¨ kirchnerista deben ser corregidos. El mega-vaciamiento del país liquidando todo -reservas, cajas, ahorros, energía, descuido de la infraestructura, deuda intra-estado, ganadería, saldos exportables, lácteos, recursos naturales- gastados todos en corrupción y consumo, tocó fondo.
Se acabó lo que se daba.
Ergo...no es necesario contar con un doctorado en economía para darse cuenta que el modelo no va más y que su desemboque inexorable es el ajuste. Como lo venimos diciendo hace años, cada día que pase sin actuar, será más duro cuando llegue, y menos controlable desde la política. Muy parecido a la ¨cirugía mayor sin anestesia¨ y al "ramal que para, ramal que cierra¨.
La tendencia que suele tentar a quienes gobiernan de complicar las cosas creando "relatos" para ocultar hechos por demás sencillos (por ejemplo, gastar más de lo que se puede, o violar las normas vigentes, o despreocuparse de las consecuencias de los caprichos) puede lograr confusión en el corto plazo, pero no cambia las cosas. En nuestro caso, que en algún momento se acabarían los recursos, que muy pocos se arriesgarían a invertir, y que nadie nos prestaría.
Ante la inminencia de la implosión la reacción primitiva de los responsables es repartir las culpas, si es posible con la oposición. Aparece la ¨vocación de diálogo¨. Macri y Bonfatti, administradores adversarios, son convocados para ¨trabajar juntos¨. Dificil negarse. También a sindicalistas, para disciplinar las paritarias y a empresarios para ¨acordar precios¨, como si unos y otros tuvieran responsabilidad en los desajustes, que siguen sin reconocerse.
El ¨modelo¨ se agotó, pero el ¨relato¨ se resiste. Es obvio: implica reconocer la mentira de una década. Porque de eso se trata: de aceptar que se mintió con la inflación, con la dimensión de las reservas, con el monto del PBI, con el valor real del peso nacional, con la real capacidad de producción de la economía y con los fabulados índices de desocupación disimulados tras centenares de miles de planes sociales cada vez más insuficientes por la inflación y el estancamiento económicos.
Lo curioso es el posicionamiento discursivo de los diferentes protagonistas, que muestran la peligrosa subsistencia del populismo irracional en el escenario argentino. El gobierno se retuerce entre la realidad y el relato. Sus funcionarios con mayor experiencia política saben lo que hay que hacer, pero los ¨gurkas¨- y la propia presidenta- terminan diluyendo y neutralizando cualquier medida. Sin embargo la principal oposición -cuantitativa-, el Frente Renovador, insólitamente propone empezar de nuevo el dislate kirchnerista, como si nada hubiera pasado en estos años y todo se redujera a disputar la titularidad del ¨modelo¨.
No se escuchan hasta ahora pronunciamientos propositivos de las fuerzas no peronistas, que debieran decidirse a exponer un pensamiento moderno e inclusivo, superador del populismo.
Son los intelectuales independientes quienes instalan la reflexión, tímidamente reflejados por el espacio mediático-comunicacional. Economistas de diversas vertientes pero que recuerdan el ABC de su profesión, politólogos que de pronto advierten que el populismo que han tolerado -y hasta justificado mansamente- estos años nos llevó nuevamente al borde de una nueva crisis, y un lúcido Juan José Sebrelli, sin dudas el más sólido intelectual argentino, alertando periódicamente desde hace tiempo el rumbo de colisión.
La democracia exige cotejar propuestas. La oposición -las oposiciones- deben mostrar a los argentinos que un país sin populismo es posible. Es más: que es el único posible. Que están en condiciones de articular consensos para un futuro distinto. Que cortaron amarras con las estudiantinas ideologicistas, tan inconsistentes como el modelo K.
Si no lo hacen, serán tan responsables de lo que viene como el propio kirchnerismo. Y estarán abriendo las puertas para que la realidad, que no se lleva por ¨relatos¨, reinicie el ciclo mucho más atrás en el tiempo. Para ser precisos, a comienzos de la última década del siglo pasado.
Ricardo Lafferriere
Sentaku es una palabra japonesa con dos acepciones: limpieza, y elección. Abarcan lo que soñamos para la Argentina: un país que haya limpiado sus lacras históricas, y que elija con inteligencia su futuro. Limpiamente, libremente.
lunes, 25 de noviembre de 2013
sábado, 23 de noviembre de 2013
Parsimonia
Los cambios fueron un bálsamo de esperanza. O al menos, de expectativas.
Así parece reflejarse en los medios, "corpo" incluida. Nosotros mismos, que no somos opositores de ahora -cuando ya hay muchos- sino que venimos marcando el error de rumbo desde hace años, nos sumamos a ese clima, poniendo nuestro granito de arena a la confianza.
Sin embargo, hay un termómetro que suele anunciar las crisis que sigue alto.
Peligrosamente alto.
Es el ritmo de la fuga de reservas.
¿Qué pasaría si no logran detenerlo?
Sería -casi inexorablemente- una paralización abrupta de la economía.
La falta de insumos detendría las fábricas, la falta de combustibles paralizaría el transporte, la falta de energía nos dejaría sin luz...no ya por obsolescencia de la capacidad instalada, sino por no poder pagar todo lo que, por obra y gracias del "modelo" debemos abonar virtualmente al contado. Fundamentalmente la energía, pero no sólo.
A la Argentina K nadie le fía.
La consecuencia inmediata sería despidos y desocupación. Seguida del derrumbe de la recaudación, con todo lo que implica no sólo en salarios, sino en pago a proveedores y contratistas. Los que, a su vez, no podrán seguir abonando sueldos ni continuar obras.
Y así sucesivamente.
¿Cuándo empezará éso?
Si el ritmo sigue así, no falta mucho. Apenas semanas.
Justo para fin de año.
Pero...¿No pueden emitir? Y...si. Con esos billetes se podrá encender el fuego para la cena de fin de año. No servirían para mucho más. Transformaría una hiper-recesión en una hiper-inflación.
El escenario es poco edificante.
Por eso sería de esperar que tomen conciencia y abandonen su parsimonia.
Si de veras creen que poniendo un impuesto a los autos importados frenarán en algo este proceso, perdieron perspectiva. Lo que no sería importante, si no fuera porque están gobernando.
Dios quiera que estén a tiempo. A los creyentes: encender muchas velas, al santo de cada uno.
La mejor noticia que podríamos tener en estos días sería que la economía volviera a responder a las herramientas. Aunque fuere necesario subir más la tasa de interés, incrementar las tarifas y sincerar el tipo de cambio. Al fin y al cabo, sería dejar de vender las ilusiones que nos llevaron a liquidar alegremente todo, en aras del consumo. Rápido. "Popular". Taquillero. Irresponsable.
No se ven muchas más alternativas. Cualquier dureza circunstancial es preferible a lo que se viene si no toman conciencia.
...
Bah...siempre quedará Mingo...
Ricardo Lafferriere
Así parece reflejarse en los medios, "corpo" incluida. Nosotros mismos, que no somos opositores de ahora -cuando ya hay muchos- sino que venimos marcando el error de rumbo desde hace años, nos sumamos a ese clima, poniendo nuestro granito de arena a la confianza.
Sin embargo, hay un termómetro que suele anunciar las crisis que sigue alto.
Peligrosamente alto.
Es el ritmo de la fuga de reservas.
¿Qué pasaría si no logran detenerlo?
Sería -casi inexorablemente- una paralización abrupta de la economía.
La falta de insumos detendría las fábricas, la falta de combustibles paralizaría el transporte, la falta de energía nos dejaría sin luz...no ya por obsolescencia de la capacidad instalada, sino por no poder pagar todo lo que, por obra y gracias del "modelo" debemos abonar virtualmente al contado. Fundamentalmente la energía, pero no sólo.
A la Argentina K nadie le fía.
La consecuencia inmediata sería despidos y desocupación. Seguida del derrumbe de la recaudación, con todo lo que implica no sólo en salarios, sino en pago a proveedores y contratistas. Los que, a su vez, no podrán seguir abonando sueldos ni continuar obras.
Y así sucesivamente.
¿Cuándo empezará éso?
Si el ritmo sigue así, no falta mucho. Apenas semanas.
Justo para fin de año.
Pero...¿No pueden emitir? Y...si. Con esos billetes se podrá encender el fuego para la cena de fin de año. No servirían para mucho más. Transformaría una hiper-recesión en una hiper-inflación.
El escenario es poco edificante.
Por eso sería de esperar que tomen conciencia y abandonen su parsimonia.
Si de veras creen que poniendo un impuesto a los autos importados frenarán en algo este proceso, perdieron perspectiva. Lo que no sería importante, si no fuera porque están gobernando.
Dios quiera que estén a tiempo. A los creyentes: encender muchas velas, al santo de cada uno.
La mejor noticia que podríamos tener en estos días sería que la economía volviera a responder a las herramientas. Aunque fuere necesario subir más la tasa de interés, incrementar las tarifas y sincerar el tipo de cambio. Al fin y al cabo, sería dejar de vender las ilusiones que nos llevaron a liquidar alegremente todo, en aras del consumo. Rápido. "Popular". Taquillero. Irresponsable.
No se ven muchas más alternativas. Cualquier dureza circunstancial es preferible a lo que se viene si no toman conciencia.
...
Bah...siempre quedará Mingo...
Ricardo Lafferriere
martes, 19 de noviembre de 2013
Cambio de estilo y ajustes al relato
El
último desdoblamiento cambiario en el país rigió en las vísperas de la
hiperinflación de 1989 y persistió durante la de 1990. Quien esto escribe era
en esos tiempos Senador Nacional oficialista durante la primera, y opositor durante la
segunda. Recuerda vívidamente los efectos de ambas. La primera terminó con el
gobierno de Alfonsín. La segunda, con los ahorros que los argentinos tenían en
los Bancos, apropiados mediante el Plan BONEX.
En
ambos casos, la elefantiasis pública fue una causa subyacente constante. La
misma causa que, por el hiper-endeudamiento del Estado en los 90, provocó la
crisis del 2001.
La
obsesión por desconocer la realidad y la convicción –en ocasiones, rayana en la
soberbia- de creer que con voluntarismo se puede torcer sustancialmente la
evolución de los procesos económicos y sociales termina provocando duras
consecuencias en los ciudadanos de a pie, que sufren sus resultados.
Los
aprendices de brujos, en economía, raramente tienen finales exitosos. Tampoco
lo tendrán ahora. No aprender de los errores es de tontos, insistir en ellos es
de necios.
El
principal problema de la economía –ha dicho varias veces hasta la propia
presidenta- es de la insuficiencia de la oferta. Eso quiere decir: falta
producir más. ¿Quién podría discrepar con este propósito?
El
problema no es la meta, sino la consistencia entre lo que se dice buscar, y lo
que se hace. Para aumentar la producción es imprescindible que exista
inversión. Y para que exista inversión, se necesitan dos pilares fundamentales:
recursos y decisión de aplicarlos a generar riqueza. Más que ideológicos, se
trata de un problema matemático y de uno sicológico.
Ni uno
ni otro se soluciona con las medidas discrecionales y voluntaristas. Recursos,
porque difícilmente alguien (nacional o extranjero) ahorre o preste sus ahorros
al sistema bancario argentino –el intermediador natural entre el ahorro y la
inversión- con el riesgo de medidas oficiales que se los apropien.
Y la decisión de aplicar esos
recursos a la generación de riqueza es improbable que se dé con este gobierno por
el temor que genera la inseguridad jurídica sembrada con las esperpénticas
decisiones de estos diez años, entre otros la apropiación de los ahorros
previsionales de los argentinos, el intento de apropiación de los excedentes
agropecuarios afortunadamente frustrado por la lucha del sector y la
estudiantina de la confiscación de YPF, que ha terminado absorbiendo recursos
del sistema previsional para sostener sus necesidades de financiamiento. Y no
sólo por eso: también por la persistencia en el error, como surge del proyecto
de Código Civil que consagra la impunidad económica del Estado ante decisiones
delictivas o arbitrarias de los funcionarios.
El
desdoblamiento cambiario incrementa la discrecionalidad y la inseguridad. Si se
produce, llegará con lo que conocemos: la intensificación de la pugna por el
ingreso, la lucha por los sectores para ser incluidos en uno u otro según su
conveniencia, y el inmediato reflejo en la tasa de inflación –en realidad,
caída del valor del dinero nacional-. El mega endeudamiento público –externo o
interno- debido a caprichos fuera de época llevará al mismo resultado que en
las crisis anteriores.
¿Significa
lo antedicho que no es posible hacer nada? Efectivamente, dentro del marco
populista no puede hacerse nada.
Se puede hacer, y mucho, en otro
contexto. Afianzar la seguridad jurídica, administrar las finanzas públicas con
sentido común y profesionalismo, apoyar fuertemente la capacitación con una educación
moderna, inclusiva y a la vez rigurosa, gobernar con la verdad, estimular el
ahorro garantizando la estabilidad de la moneda e incitar la inversión
asegurando reglas de juego que superen los caprichos presidenciales y
ministeriales.
No es
tan difícil. Se está haciendo en el 95 % del mundo, desde EEUU hasta China,
desde Chile hasta Brasil, desde Uruguay hasta Perú, en Japón y aún en Europa, que contra todo
pronóstico, ha comenzado su trabajoso proceso de renacimiento después del
vendaval financiero producto del descontrol de los mercados de “riqueza
simbólica”.
En
ninguno de esos casos se ha impulsado la ficción de dos valores para la moneda
nacional. En ninguno se considera una virtud fabricar dinero sin respaldo. Hasta
Cuba está dando pasos para salir de esa fantasía. No hacerlo conducirá a lo que
conocemos en el país –los que tenemos algunos años más- o lo que pueden
observar –los que no los tienen- leyendo las noticias que llegan desde
Venezuela.
Volviendo
al título: cambió el estilo y eso está bueno. En el nuevo estilo no cabe Moreno
–tal vez sacrificado en el altar de los acreedores externos, quién diría…-. Aunque
a esta altura su defenestración sea quizás injusta –sólo era el comisario
político de decisiones que no eran suyas- está claro que su cese distiende la
relación con “los mercados” y el FMI.
La “corpo”, participante de un curioso acuerdo
general (Tinelli-C.López-Clarín-Flink-Telecom-Estado-), “los mercados” disfrutando
el pago al CIADI y cese de Moreno. Alegrías para los viejos rivales del modelo.
Mensaje a los gurkas y blogueros de La Cámpora: por las dudas, tal vez les
convenga dejar de hablar por un tiempo del “desendeudamiento”…
Como lo
decíamos en una nota anterior, el único camino de sobrevivencia es conseguir
que, de nuevo, los “enemigos” le presten. Y eso no será gratis.
Ricardo Lafferriere
De vuelta
Al fin,
se develó la incógnita, alimentada por infinidad de rumores de todo tipo que
inundaron la red. La presidenta volvió. Tranquilizadoramente tranquila.
No sólo
ella. Volvió también a ocupar la segunda autoridad constitucional del Poder
Ejecutivo, la Jefatura del Gabinete de Ministros, quien ya desempeñara esa
función durante la presidencia de Eduardo Duhalde, Jorge Capitanich. Todo un
símbolo.
Pero
zafó Moreno. No está claro si con el mismo poder, porque la entronización
ministerial de Axel Kicilloff no anuncia una convivencia tranquila. Sin
embargo, el desplazamiento de Marcó del Pont del BCRA es una noticia que
pareciera inclinar la mirada presidencial sobre la inflación hacia la
interpretación de la Secretaría de Comercio: la culpa la tiene el Central.
Sin
embargo, la entronización de Fábrega en el BCRA –al igual que la de Capitanich,
y en menor medida la del propio Kicilloff- acercan al gabinete un matiz más
profesional, aunque en el caso del Ministro de Economía fuertemente teñido por
el ideologismo de mediados del siglo XX.
Ciertamente
Capitanich refleja mayor capacidad y solidez política que su antecesor, tanto
como Fábrega acarrea una veteranía adquirida en una larga carrera en el Banco
de la Nación. Y la llegada de Carlos Casamiquela –actual titular del INTA- al
ministerio de Agricultura le quita también a la conducción del sector la arista
agresiva y contaminada de sospechas del ministro cesante.
Lorenzino
–a diferencia de Juan Manuel Abal Medina- participa en la primera etapa de los
anuncios como desplazado hacia una función menor, pero con una perspectiva de
un retiro dorado: la Embajada ante la Unión Europea, en Bruselas. No pareciera
indicar la continuación de la influencia del Vicepresidente, complicado en la Justicia cada vez más por
sus andanzas.
¿Habrá
más novedades? Las que se esperaban
indicarían un cambio tal vez demasiado profundo para el capital simbólico del
“relato”, y quedan como una incógnita: Moreno y el propio Timmermann.
El retiro del primero implicaría
un abandono definitivo de la caricatura discursiva, y el del segundo de otra
caricatura, la del alineamiento internacional con el declinante espacio de los
“autoexcluídos”, en los que el mayor exponente –Irán- se ha embarcado en una
interesante experiencia de negociación con el “demonio imperialista” –EEUU- y
el latinoamericano más destacado, el presidente Maduro de Venezuela, no deja de
brindar semanalmente esperpénticos espectáculos escasamente atractivos para las
mayorías electorales de los países de mediano desarrollo.
No
pareciera que debieran demorarse medidas destinadas a enfrentar el tema
energético, cada vez más grave, relacionado con la gestión del Ministro de
Infraestructura, ni con la inflación. Lo único visible sobre este último tema
es la continuación –por ahora- del gendarme de precios, que es injustamente
castigado como responsable de un tema que tiene su origen en áreas totalmente
alejadas de su influencia –la elefantiasis del gasto público- claramente
generado por las decisiones de la propia Presidenta.
En
síntesis: podría haber sido peor. Como primer gesto, es tranquilizador para el
país. No parecieran haber triunfado los loquitos. Lo que podría ser una mala
noticia para quienes esperan lo peor –porque creen que es mejor- es, sin
embargo, una relativamente buena noticia para el país, bastante cercado por
otras malas nuevas como para alegrarnos de sufrir mayores males propios.
Lo que
llega de afuera, efectivamente, como consecuencia de medidas tomadas por la
presidenta antes de su reconversión racional, no es bueno. Ni el nuevo fallo de
la justicia norteamericana que nos acerca más a la complicación grave en el
tema de la deuda externa en default, ni la declaración del Secretario de
Energía norteamericano brindando su obvio respaldo al reclamo de REPSOL por la
infantil confiscación de YPF, ni la oposición uruguaya a la postulación de
Susana Ruiz Cerrutti a la Corte Penal Internacional, ni la decisión española de
suspender sus compras de biodiesel. Temas que siguen pendientes y que deberán
enfrentarse, gústese o no, en los próximos días.
Ahí se
verá si la insinuación racional que conllevan los primeros cambios se reflejan
en continuidades más tranquilizadoras, o si se retrocede hacia la caprichosa
insistencia en creer que, a diferencia de la convicción aristotélica de Perón,
la realidad no es la “única verdad” sino apenas un invento de los gorilas. Y de
la “corpo”, que ahora parece que es amiga.
Ricardo Lafferriere
domingo, 10 de noviembre de 2013
¿Se viene el derrumbe?
Escalofríos. Es lo que produce
la marcha de las variables económicas.
“Caen las reservas”, “sube la inflación”, “crecen los subsidios”, “aumenta el déficit público”, “se
agiganta la deuda intra-estado”, son titulares que enmarcan experiencias concretas de la vida
cotidiana: el tomate a cincuenta pesos, el pan a treinta o las prepagas, todavía sin digerirse el último aumento, ya anunciando un
adicional en diciembre son apenas algunos testimonios. Los lácteos en precios récord al consumidor y aun así
inconsistentes para los
productores, al igual que la carne que sigue liquidando sus “fábricas”, las vacas-vientres… mientras estamos al borde de…
¡importar trigo! Nuestros
costos industriales no permiten exportar, y lo que vende el campo no alcanza ya
para financiar las importaciones que necesitan las fábricas.
Los
sueldos fijos quedaron establecidos por un año entre marzo y julio, y en ese nivel se
mantendrán hasta mediados del año próximo, mientras el dólar “blue” sigue raudo su alza por encima
de los 10 pesos, el oficial sufre la mayor devaluación diaria en diez
años y la inflación real
bordea el 30 % anualizado. Un crudo ajuste ortodoxo, inútil porque se
desperdicia con ineficiencia y corrupción lo que se logra con la caída de
salarios y actividad.
¿Es éste un escenario de derrumbe?
Está claro que este “modelo” no es sustentable, ni alimenta
el crecimiento. Pero también que el país todavía tiene margen para un nuevo
mega-endeudamiento externo, para liquidar reservas (entre ellas, las geológicas) y más riquezas privadas o provocar
mayor inflación. Esta
gestión todavía puede hacer más daño.
Queda "resto". No para crecer, pero sí
para seguir languideciendo
y decayendo. Una letanía de mediocridad liderada por la presidenta y sostenida
por una vocinglería inconsistente de pícaros aplaudidores es potenciada por la
ausencia de lucidez opositora, cuyas voces –salvo valiosas excepciones- son condicionadas
por el temor a la verdad y sus eventuales efectos ante el adormecido sentido
común de la mayoría.
La inflación –al igual que su gemelo, la
elefantiasis pública- tiene su lado simpático. Como un velo semiopaco oculta a
medias la realidad, mientras como un narcótico aletarga el razonamiento y
dificulta la comprensión.
Los ciudadanos incrementan su embotamiento al no contar con los
argumentos que en una democracia madura debieran esperar de una oposición
sensata, que prefiere aguardar a que el proceso alcance sus límites objetivos.
La deuda pública
ya superó los USD 200.000 millones, 30 % mayor a la que provocó la
crisis del 2001. El drenaje diario de reservas recuerda el ritmo de la guerra
de Malvinas, pero sin ninguna guerra en curso. El PBI “per cápita” es una incógnita por la manipulación de las
cifras, aunque en términos reales da la sensación de ser igual o inferior a
hace diez años. El déficit
público es
espeluznante, alcanzando ya el 5 % del PBI "oficial" –en el 2001 era del 3 % del real-.
El deterioro de la
infraestructura está en un nivel que supera el de los años 80. No habíamos tenido un déficit energético como el
actual desde hace más
de medio siglo. Y todos esos números se encuentran en una tendencia creciente, sostenidos por la
vieja receta de disimularla con la fabricación de moneda sin respaldo.
Frente a problemas como éstos, los alemanes, por ejemplo, estarían
hablando de la necesidad de una “gran coalición”. Por nuestros pagos lo ha dicho Sebrelli: hace falta “una gran coalición de
coaliciones”,
coordinando los esfuerzos de izquierdas y derechas. En cambio, se siguen
juntando porotitos en un lado o en otro, sin advertir la dimensión de las
tareas. Para gambetear el derrumbe y seguir languideciendo –hoy y después- afortunadamente tal vez alcance.
Para un gran cambio, seguiremos lejos.
El país soporta todo eso, aunque a costa de tensar su convivencia,
amesetar su devenir y disipar sus ilusiones. Puede hacerlo, porque en la base
existe una capacidad productiva primaria que debemos a la providencia y la tenacidad de nuestros productores, y a precios
internacionales 400 % superiores al 2001, que además estimulan la mayor
producción (150 % más que entonces). Mientras no aparezca algún cambio abrupto –como una caída del precio de los
productos de exportación- no habrá derrumbe, sino letanías recicladas por una decadencia
interminable.
Lo que sí se
siente es la abrumadora sensación de tiempo perdido y de oportunidades
desaprovechadas. De eso, por supuesto, es principal responsable el gobierno.
Pero no es el único.
El país –empresarios,
gremios, periodistas, políticos, intelectuales, cada uno en su campo- debiera
asumir su obligación ciudadana de mejorar el debate público, precisar el diagnóstico,
acordar la alternativa y trabajar por ella, superando ideologismos y mostrando
capacidad de articular consensos nacionales para hablar de los verdaderos
problemas. Y enfrentarlos.
Ricardo Lafferriere
martes, 29 de octubre de 2013
Para pensar: Si el Congreso hubiera sido elegido el domingo
94 diputados. Tales son los legisladores que hubiera
obtenido el oficialismo, con los números de ayer, si la Cámara de Diputados
hubiera sido renovada en su totalidad.
Así surge del estudio realizado por La Nación sobre la base
de los resultados del domingo pasado.
El bloque “radical-socialista” –que, por ahora,
institucionalmente no es tal porque sus partidos integrantes funcionan con
autonomía y no siempre votan en conjunto- contaría con 72, el peronismo
renovador con 52, el PRO con 24 y otras fuerzas con 12.
El número constituye un indicador probablemente cercano a lo
que ocurrirá luego de la renovación presidencial de 2015, si el resultado parlamentario
fuera parecido al actual. No es una previsión descartable, teniendo en cuenta
que los diputados se eligen en la primera vuelta.
En el Senado, aunque el cálculo es más complicado, se
renovarán 24 legisladores sobre 72. Aunque la Cámara Alta los desplazamientos
reflejan más la composición de los gobiernos provinciales, el resultado será similar. El
actual oficialismo –si continuara existiendo como expresión política autónoma-
no abandonará su condición de primera minoría.
La mirada, curiosamente, está indicando la veracidad del
relato oficial sobre su condición de “primera minoría” nacional. Lo seguirá
siendo mientras no se conforme un bloque político que logre superarla, sea
construido por el bloque del “peronismo renovador” con actuales “FPV tránsfugas”,
sea por el bloque “radical-socialista” más el PRO, o con la incorporación de
todos –o algunos- integrantes del “peronismo” a una nueva coalición de
gobierno.
Como se viene sosteniendo desde esta columna, no habrá
gobernabilidad institucional en el próximo período si no se logra conformar esa
mayoría parlamentaria, que debe reflejar un estado de acuerdos políticos
sustancialmente más elaborado que el que presenta la actual oposición.
Otra mirada indica el acercamiento de tiempos de unión
nacional, dispuesta por la realidad política más que por el virtuosismo de los
liderazgos.
Ricardo Lafferriere
lunes, 28 de octubre de 2013
Las PASO ¿una ilusión?
Cumplido
ya el cronograma electoral del corriente año, es ineludible realizar la primera
evaluación de su influencia en el escenario político y del proceso que ha quedado lanzado con el
comienzo de la despedida del decenio kirchnerista.
“Todos
ganaron”, leí en uno de los tantos blogs que sigo semanalmente como termómetros
del estado de ánimo de los argentinos. Y, en realidad, da esa impresión.
Claramente, el proceso político ha puesto su proa hacia su normalización, luego
de la conmoción de cambio de siglo y el decenio que la siguió.
“Todos
ganaron” significa que las fuerzas aspirantes a la conducción del país pueden
profundizar su construcción sin el lastre que significaba tener enfrente un
proyecto negador de la democracia política. Esa situación anómala les
aconsejaba disimular sus propuestas diferenciadoras en post de construir
límites a la desbordante pujanza del oficialismo hacia la concentración del
poder y la negación de la esencia republicana del sistema político.
No
siempre lo lograron, y ha sido la sociedad por sí misma la encargada de hacerlo.
El kirchnerismo no se agotará por la acción virtuosa de conducciones
republicanas, sino por la virtud intrínseca de una sociedad que comenzó a
edificar esos límites en el 2008, con la rebelión del campo, y los hizo
indestructibles con las masivas expresiones de setiembre y noviembre del 2012,
abril del corriente año, y estos dos pronunciamientos electorales contundentes.
Ahora,
quienes aspiran al próximo turno podrán trabajar con mayor tranquilidad en
madurar sus propuestas y sus estrategias. Y el kirchnerismo deberá terminar su
gestión, para la que ha sido validado con la preservación de sus mayorías
parlamentarias, que le alcanzarán para gobernar pero no ya para inventar
dislates. Ni el “Cristina eterna”, ni los “diez años más” ni el “vamos por todo”
tienen chance en un país que busca su modernización, su imbricación con el
mundo y su racionalidad política.
El
proceso electoral deja otra enseñanza. Cuando se implantaron las elecciones
primarias abiertas simultáneas y obligatorias el propósito invocado fue dotar a
las fuerzas políticas y coaliciones de un mecanismo de selección de candidatos
que estimulara la concentración y evitara la fragmentación.
En
pocos lugares estos propósitos han sido tan desvirtuados como en la provincia
de Buenos Aires y en la Capital.
En el primer distrito, en lugar
de evitar la concentración se produjo justamente la fractura de la fuerza
gobernante, de la que ha surgido un liderazgo que hoy resulta una de las
principales alternativas sucesorias.
Y en el segundo, no funcionaron
como la culminación de un proceso consolidado de construcción de una alternativa
política –que requiere contar en primer lugar con un programa, en segundo con
una ingeniería de poder y en recién en el último la selección de los
candidatos- sino como un amuchamiento táctico en el que confluyeron liderazgos
con visiones disímiles –y en algunos temas, totalmente enfrentados- con una finalidad
respetable, pero poco edificante desde la perspectiva de una democracia
moderna: juntar fuerzas para lograr que candidatos en extremo minoritarios
quedaran excluidos de los repartidores por su escasa representatividad.
Dicen los politólogos que sea cual
fuere el sistema electoral, la sociedad termina eligiendo lo que quiere. Parece
claro que, en nuestro caso, ha decidido marcar el fin del kirchnerismo, sin
privarlo de las herramientas de gobierno necesarias para su última etapa.
Y ha dejado abierta la decisión
sobre lo que vendrá habilitando espacios y liderazgos diversos, que deberán
comenzar su construcción y dedicarse los próximos dos años a seducir un electorado
saludablemente sorprendente y sofisticado.
Ricardo Lafferriere
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