Al fin,
se develó la incógnita, alimentada por infinidad de rumores de todo tipo que
inundaron la red. La presidenta volvió. Tranquilizadoramente tranquila.
No sólo
ella. Volvió también a ocupar la segunda autoridad constitucional del Poder
Ejecutivo, la Jefatura del Gabinete de Ministros, quien ya desempeñara esa
función durante la presidencia de Eduardo Duhalde, Jorge Capitanich. Todo un
símbolo.
Pero
zafó Moreno. No está claro si con el mismo poder, porque la entronización
ministerial de Axel Kicilloff no anuncia una convivencia tranquila. Sin
embargo, el desplazamiento de Marcó del Pont del BCRA es una noticia que
pareciera inclinar la mirada presidencial sobre la inflación hacia la
interpretación de la Secretaría de Comercio: la culpa la tiene el Central.
Sin
embargo, la entronización de Fábrega en el BCRA –al igual que la de Capitanich,
y en menor medida la del propio Kicilloff- acercan al gabinete un matiz más
profesional, aunque en el caso del Ministro de Economía fuertemente teñido por
el ideologismo de mediados del siglo XX.
Ciertamente
Capitanich refleja mayor capacidad y solidez política que su antecesor, tanto
como Fábrega acarrea una veteranía adquirida en una larga carrera en el Banco
de la Nación. Y la llegada de Carlos Casamiquela –actual titular del INTA- al
ministerio de Agricultura le quita también a la conducción del sector la arista
agresiva y contaminada de sospechas del ministro cesante.
Lorenzino
–a diferencia de Juan Manuel Abal Medina- participa en la primera etapa de los
anuncios como desplazado hacia una función menor, pero con una perspectiva de
un retiro dorado: la Embajada ante la Unión Europea, en Bruselas. No pareciera
indicar la continuación de la influencia del Vicepresidente, complicado en la Justicia cada vez más por
sus andanzas.
¿Habrá
más novedades? Las que se esperaban
indicarían un cambio tal vez demasiado profundo para el capital simbólico del
“relato”, y quedan como una incógnita: Moreno y el propio Timmermann.
El retiro del primero implicaría
un abandono definitivo de la caricatura discursiva, y el del segundo de otra
caricatura, la del alineamiento internacional con el declinante espacio de los
“autoexcluídos”, en los que el mayor exponente –Irán- se ha embarcado en una
interesante experiencia de negociación con el “demonio imperialista” –EEUU- y
el latinoamericano más destacado, el presidente Maduro de Venezuela, no deja de
brindar semanalmente esperpénticos espectáculos escasamente atractivos para las
mayorías electorales de los países de mediano desarrollo.
No
pareciera que debieran demorarse medidas destinadas a enfrentar el tema
energético, cada vez más grave, relacionado con la gestión del Ministro de
Infraestructura, ni con la inflación. Lo único visible sobre este último tema
es la continuación –por ahora- del gendarme de precios, que es injustamente
castigado como responsable de un tema que tiene su origen en áreas totalmente
alejadas de su influencia –la elefantiasis del gasto público- claramente
generado por las decisiones de la propia Presidenta.
En
síntesis: podría haber sido peor. Como primer gesto, es tranquilizador para el
país. No parecieran haber triunfado los loquitos. Lo que podría ser una mala
noticia para quienes esperan lo peor –porque creen que es mejor- es, sin
embargo, una relativamente buena noticia para el país, bastante cercado por
otras malas nuevas como para alegrarnos de sufrir mayores males propios.
Lo que
llega de afuera, efectivamente, como consecuencia de medidas tomadas por la
presidenta antes de su reconversión racional, no es bueno. Ni el nuevo fallo de
la justicia norteamericana que nos acerca más a la complicación grave en el
tema de la deuda externa en default, ni la declaración del Secretario de
Energía norteamericano brindando su obvio respaldo al reclamo de REPSOL por la
infantil confiscación de YPF, ni la oposición uruguaya a la postulación de
Susana Ruiz Cerrutti a la Corte Penal Internacional, ni la decisión española de
suspender sus compras de biodiesel. Temas que siguen pendientes y que deberán
enfrentarse, gústese o no, en los próximos días.
Ahí se
verá si la insinuación racional que conllevan los primeros cambios se reflejan
en continuidades más tranquilizadoras, o si se retrocede hacia la caprichosa
insistencia en creer que, a diferencia de la convicción aristotélica de Perón,
la realidad no es la “única verdad” sino apenas un invento de los gorilas. Y de
la “corpo”, que ahora parece que es amiga.
Ricardo Lafferriere