30 de diciembre de 2014. ¡De la que escapamos!
Todavía resulta increíble, pero podemos contarlo.
La inflación controlada, las reservas recomponiéndose, la actividad económica acentuando su recuperación iniciada seis meses atrás, al compás de una lluvia de inversiones internas y externas. Paulatinamente va extendiéndose un entusiasmo emprendedor desatado a partir de la mitad del año, asentado en una liberalización total de la actividad productiva y una reforma fiscal fuertemente defensora –e inductora- de la actividad inversora.
La desocupación bajó por sexto mes consecutivo y está ya a punto de alcanzar el objetivo del 6 % para el primer trimestre del 2015, con la meta del 5 % a fin de año.
El país entrará en el año de renovación presidencial, pero sin el dramatismo de otros tiempos: los principales candidatos han acordado un programa nacional de colaboración recíproca con respaldo parlamentario cualquiera fuere el triunfador, y la participación en un gobierno de relanzamiento nacional de amplio colorido partidario.
Nada de eso hubiera sido imaginable al terminar el 2013, en el medio del caos generado por las rebeliones policiales, la inflación creciente, los cortes energéticos, los piquetes y la desorientación generalizada que instalaba una sensación de impotencia y violencia contenida.
El cambio se produjo a comienzos de año cuando, al finalizar su reposo, la presidenta de la Nación decidió seguir el ejemplo alemán de Angela Merkel y su gobierno de "Gran Coalición". Convocó a todas las fuerzas opositoras y principales sectores sociales para conformar un gabinete de unión nacional.
Acordaron normalizar las cuentas públicas con un equipo técnico multipartidario reduciendo el déficit público, para lo cual conformaron un grupo de trabajo con la finalidad de revertir la recesión reduciendo al máximo los costos sociales.
La seriedad de las cuentas públicas fue un dato central del programa antiinflacionario exitoso, que incluyó evitar la caída salarial, estimular a emprendedores y normalizar las relaciones financieras externas para reinstalar a la Argentina como destino de inversión global evitando el dramático costo social del ajuste salvaje.
Ese gabinete acordó la normalización de las cuentas externas, para lo cual integró un grupo de tareas de composición también plural que encarara la negociación de los temas pendientes, al que se autorizó a la colocación de deuda programada en los mercados internacionales.
A fin de desatar un proceso inversor que a la vez ayudara a la balanza de pagos, se discutió y aprobó un plan de desarrollo energético de emergencia en base a objetivos acotados pero acelerados que asumió la gravedad de la situación existente y diseñó un plan integral que comprendió la generación, transmisión y consumo, dándole fuerza de ley y estableciendo reglas estables con compromiso de invariabilidad durante una década.
El Estado, a través de la Secretaría de Energía, convocó a licitaciones transparentes al capital nacional e internacional para las diferentes etapas del sistema, sobre bases de explotación, precios, tecnologías, áreas y pautas de protección ambiental y consumo discutidas y aprobadas en el Congreso Nacional.
Se concentró el esfuerzo fiscal en los gastos sociales: supervivencia, salud, educación, salubridad, urbanización y vivienda, abandonando todo gasto parasitario o prescindible.
La reversión de la dramática situación de un año atrás está comenzando a rendir sus frutos y nada indica que no llegará a buen fin. Hasta se están formando los grandes agrupamientos de cara a la renovación presidencial, confluyendo en primera instancia en dos grandes contendientes que, sin embargo, integran el gran acuerdo de relanzamiento nacional aún vigente. Cualquiera fuere el triunfador, el rumbo tomado seguirá sin cambios sustanciales.
Un fuerte trueno ubicó la escena: simplemente un sueño. Al llegar la vigilia llega con ella la conciencia de la realidad. La pesadilla.
La inflación había seguido creciendo mes a mes, al compás del desequilibrio fiscal provocado por la recesión –que reducía la recaudación- y la emisión monetaria sin respaldo. Comenzó el año en el 4 % en enero, y llegó en diciembre al 8 % mensual. El dólar libre llegó a veinte pesos. El circulante sin respaldo alcanza al 50 % de la base monetaria. Las reservas internacionales líquidas llegan a pocos cientos de millones de dólares, menos de una semana de importaciones.
El déficit público alcanza el 7 % del PBI, y el dólar oficial, a diez pesos y con minidevaluaciones diarias, continuó y continúa estimulando la reticencia a la liquidación de exportaciones. Las dificultades para adquirir divisas frena cada vez más la actividad inversora, ante el riesgo de no poder luego retirar el capital. El fallo de la Suprema Corte norteamericana sobre el pago a los “Hold Outs” sumió al país en un nuevo default.
La inflación anualizada hacia atrás alcanzó el 50 % para el 2014 y la proyectada para el 2015 anuncia no menos del 100 %. La recesión ha llevado la desocupación al 15%, creciendo. La sucesión presidencial agrega dramatismo, ante la ausencia de diagnóstico común entre las facciones políticas tanto oficialistas como opositoras.
Durante todo el año las movilizaciones sociales fueron creciendo, al compás de la inflación. A los reclamos policiales se sumaron las fuerzas de Prefectura y Gendarmería, por lo que la presidenta recurrió a la fuerza Ejército, que se ha dividido internamente entre “leales” y “legalistas”. Los “leales” responden al gobierno pero los “legalistas”, cada vez más numerosos, resisten las órdenes de represión interna por carecer de fundamento legal.
La inseguridad ha sido creciente. Las bandas de narcotráfico han impregnado ya los mandos medios de las fuerzas de seguridad y existen en el país zonas dominadas sólo por la ley narco. Hay regiones del país en los que la seguridad estatal ya no llega y están bajo el manejo de hecho de grupos irregulares, algunos delictivos, otros mafiosos, y otros de ciudadanos autoconvocados para su defensa propia. El país es una selva.
El gobierno mantiene el apoyo parlamentario formal, pero el peronismo se ha fragmentado en tres grupos. A la división iniciada en el 2013 por el Frente Renovador, se agrega la motorizada por el “kirchnerismo auténtico” y el “peronismo sin aditamentos”, que disputan la sucesión.
En la vertiente no peronista, la posibilidad de acceder a la segunda vuelta debido a la fragmentación peronista ha desatado la diáspora, caracterizada por una batalla campal de todos contra todos alimentada por denuncias recíprocas de toda clase buscando repercusión mediática y la liquidación de los adversarios. Ninguno advierte la necesidad de los demás para un eventual gobierno de cualquiera de ellos.
Hasta aquí el juego. Sueño y pesadilla están contenidos en el presente, que admite a ambos. Admite, incluso, pesadillas aún más dramáticas, que atemorizan de sólo imaginarlas. El sentido patriótico y los fervientes deseos de ver un país en marcha hacen fuerza por el sueño.
La realidad, sin embargo, apuesta por la pesadilla. Día tras día.
Ricardo Lafferriere
La inflación controlada, las reservas recomponiéndose, la actividad económica acentuando su recuperación iniciada seis meses atrás, al compás de una lluvia de inversiones internas y externas. Paulatinamente va extendiéndose un entusiasmo emprendedor desatado a partir de la mitad del año, asentado en una liberalización total de la actividad productiva y una reforma fiscal fuertemente defensora –e inductora- de la actividad inversora.
La desocupación bajó por sexto mes consecutivo y está ya a punto de alcanzar el objetivo del 6 % para el primer trimestre del 2015, con la meta del 5 % a fin de año.
El país entrará en el año de renovación presidencial, pero sin el dramatismo de otros tiempos: los principales candidatos han acordado un programa nacional de colaboración recíproca con respaldo parlamentario cualquiera fuere el triunfador, y la participación en un gobierno de relanzamiento nacional de amplio colorido partidario.
Nada de eso hubiera sido imaginable al terminar el 2013, en el medio del caos generado por las rebeliones policiales, la inflación creciente, los cortes energéticos, los piquetes y la desorientación generalizada que instalaba una sensación de impotencia y violencia contenida.
El cambio se produjo a comienzos de año cuando, al finalizar su reposo, la presidenta de la Nación decidió seguir el ejemplo alemán de Angela Merkel y su gobierno de "Gran Coalición". Convocó a todas las fuerzas opositoras y principales sectores sociales para conformar un gabinete de unión nacional.
Acordaron normalizar las cuentas públicas con un equipo técnico multipartidario reduciendo el déficit público, para lo cual conformaron un grupo de trabajo con la finalidad de revertir la recesión reduciendo al máximo los costos sociales.
La seriedad de las cuentas públicas fue un dato central del programa antiinflacionario exitoso, que incluyó evitar la caída salarial, estimular a emprendedores y normalizar las relaciones financieras externas para reinstalar a la Argentina como destino de inversión global evitando el dramático costo social del ajuste salvaje.
Ese gabinete acordó la normalización de las cuentas externas, para lo cual integró un grupo de tareas de composición también plural que encarara la negociación de los temas pendientes, al que se autorizó a la colocación de deuda programada en los mercados internacionales.
A fin de desatar un proceso inversor que a la vez ayudara a la balanza de pagos, se discutió y aprobó un plan de desarrollo energético de emergencia en base a objetivos acotados pero acelerados que asumió la gravedad de la situación existente y diseñó un plan integral que comprendió la generación, transmisión y consumo, dándole fuerza de ley y estableciendo reglas estables con compromiso de invariabilidad durante una década.
El Estado, a través de la Secretaría de Energía, convocó a licitaciones transparentes al capital nacional e internacional para las diferentes etapas del sistema, sobre bases de explotación, precios, tecnologías, áreas y pautas de protección ambiental y consumo discutidas y aprobadas en el Congreso Nacional.
Se concentró el esfuerzo fiscal en los gastos sociales: supervivencia, salud, educación, salubridad, urbanización y vivienda, abandonando todo gasto parasitario o prescindible.
La reversión de la dramática situación de un año atrás está comenzando a rendir sus frutos y nada indica que no llegará a buen fin. Hasta se están formando los grandes agrupamientos de cara a la renovación presidencial, confluyendo en primera instancia en dos grandes contendientes que, sin embargo, integran el gran acuerdo de relanzamiento nacional aún vigente. Cualquiera fuere el triunfador, el rumbo tomado seguirá sin cambios sustanciales.
Un fuerte trueno ubicó la escena: simplemente un sueño. Al llegar la vigilia llega con ella la conciencia de la realidad. La pesadilla.
La inflación había seguido creciendo mes a mes, al compás del desequilibrio fiscal provocado por la recesión –que reducía la recaudación- y la emisión monetaria sin respaldo. Comenzó el año en el 4 % en enero, y llegó en diciembre al 8 % mensual. El dólar libre llegó a veinte pesos. El circulante sin respaldo alcanza al 50 % de la base monetaria. Las reservas internacionales líquidas llegan a pocos cientos de millones de dólares, menos de una semana de importaciones.
El déficit público alcanza el 7 % del PBI, y el dólar oficial, a diez pesos y con minidevaluaciones diarias, continuó y continúa estimulando la reticencia a la liquidación de exportaciones. Las dificultades para adquirir divisas frena cada vez más la actividad inversora, ante el riesgo de no poder luego retirar el capital. El fallo de la Suprema Corte norteamericana sobre el pago a los “Hold Outs” sumió al país en un nuevo default.
La inflación anualizada hacia atrás alcanzó el 50 % para el 2014 y la proyectada para el 2015 anuncia no menos del 100 %. La recesión ha llevado la desocupación al 15%, creciendo. La sucesión presidencial agrega dramatismo, ante la ausencia de diagnóstico común entre las facciones políticas tanto oficialistas como opositoras.
Durante todo el año las movilizaciones sociales fueron creciendo, al compás de la inflación. A los reclamos policiales se sumaron las fuerzas de Prefectura y Gendarmería, por lo que la presidenta recurrió a la fuerza Ejército, que se ha dividido internamente entre “leales” y “legalistas”. Los “leales” responden al gobierno pero los “legalistas”, cada vez más numerosos, resisten las órdenes de represión interna por carecer de fundamento legal.
La inseguridad ha sido creciente. Las bandas de narcotráfico han impregnado ya los mandos medios de las fuerzas de seguridad y existen en el país zonas dominadas sólo por la ley narco. Hay regiones del país en los que la seguridad estatal ya no llega y están bajo el manejo de hecho de grupos irregulares, algunos delictivos, otros mafiosos, y otros de ciudadanos autoconvocados para su defensa propia. El país es una selva.
El gobierno mantiene el apoyo parlamentario formal, pero el peronismo se ha fragmentado en tres grupos. A la división iniciada en el 2013 por el Frente Renovador, se agrega la motorizada por el “kirchnerismo auténtico” y el “peronismo sin aditamentos”, que disputan la sucesión.
En la vertiente no peronista, la posibilidad de acceder a la segunda vuelta debido a la fragmentación peronista ha desatado la diáspora, caracterizada por una batalla campal de todos contra todos alimentada por denuncias recíprocas de toda clase buscando repercusión mediática y la liquidación de los adversarios. Ninguno advierte la necesidad de los demás para un eventual gobierno de cualquiera de ellos.
Hasta aquí el juego. Sueño y pesadilla están contenidos en el presente, que admite a ambos. Admite, incluso, pesadillas aún más dramáticas, que atemorizan de sólo imaginarlas. El sentido patriótico y los fervientes deseos de ver un país en marcha hacen fuerza por el sueño.
La realidad, sin embargo, apuesta por la pesadilla. Día tras día.
Ricardo Lafferriere