Al momento de escribir estas líneas,
el “riesgo país” alcanzaba 3661 puntos (o sea 36,61 % por sobre
la tasa de interés americana). La información publicada dice que el
costo de asegurar la exposición a la deuda argentina (“credit
default swap o swaps de incumplimiento crediticio”, Infobae, 16/3)
alcanza a 8.300 puntos básicos. Ochenta y tres por ciento (83 %) a
cinco años.
La Reserva Federal de Estados Unidos,
por su parte, anunció ayer la reducción a CERO por ciento su tasa
de referencia, y la emisión de bonos por USD 750.000 millones, para
ayudar a la economía norteamericana ante la crisis del Coronavirus.
Si debiéramos refinanciar nuestra
deuda de aproximadamente 330.000 millones de dólares en su
totalidad, nos implicaría -sólo para tener una idea de la magnitud
del problema- la generación de intereses -sólo de intereses- de
CIENTO VEINTE MIL MILLONES DE DÓLARES AL AÑO (USD
120.000.000.000). A eso llegamos con el 36,61 % de 330.000 millones.
El monto que estaría por refinanciarse
no es el total, sino casi SETENTA MIL MILLONES DE DÓLARES (usd
75.000.000.000). A una tasa de 36,61 %, el monto del interés que hoy
implicaría esa deuda sería de más de VEINTISIETE MIL MILLONES DE
DOLARES al año. Destaco: sólo de intereses.
Son números alucinantes para cualquier
cálculo.
¿Cómo llegamos a ésto? ¿con
Cambiemos, con Macri?
Veamos: la tasa de riesgo país con
Macri alcanzó los 800 puntos antes de las PASO. Había llegado a
poco más de 400, antes de la crisis de 2017. Con esa tasa de
interés la deuda pesaba, pero era sustentable. Implicaba en el
segundo de los casos (800 puntos, 8%) un monto de USD 26.400
millones de dólares si tomamos la deuda total, y de USD 5.600, ambos
por año, si tomamos la deuda que estaría por refinanciarse hoy.
Simplificando podríamos decir que Fernández le cuesta al país más
de VEINTICINCO MIL MILLONES DE DÓLARES POR AÑO más que Macri, nada
más que por esta refinanciación parcial.
Si la tasa fuera de 400 puntos (o sea,
4 %) generaría intereses por un monto de 13.200 millones de USD por
la deuda total, y de USD 2.800 millones por los casi 70.000 que
debemos refinanciar ahora.
Ahí está el tema: en el riesgo país,
más que en el monto. Para tener una idea de la contracara: Japón
tiene un riesgo-país de 34 puntos (o sea, 0,34 %). Tiene una deuda
de más de DIEZ BILLONES DE DÓLARES, o sea dos veces y media su
propio PBI. Paga por esa deuda un monto de Treinta y cuatro mil
millones de dólares al año. La deuda de Japón es treinta veces
mayor que la nuestra, pero su pago de intereses es menos de la
tercera parte que los que el mercado le pediría a la Argentina, por
una deuda treinta veces menor.
¿Por qué subió la tasa de
riesgo-país de 800 puntos a 3500? ¿Por “Cambiemos” o “por
Macri”? Pues si razonamos así, seguiremos subiendo nuestra tasa de
riesgo. Que se haya duplicado en un día luego de las PASO no se
explica por ninguna razón económica, sino por la desconfianza que
se generó, y la incertidumbre del gobierno que seguramente sería
electo. Quienes no tenemos interés político alguno ni compromiso de
sesgar la opinión para simpatizar con ningún electorado, podemos
decirlo abiertamente: el voto de las PASO incrementó nuestra deuda
mucho más que lo tomado por Macri para pagar las jubilaciones en
2018 y 2019.
Y ¿por qué siguió subiendo? ¿por el
“coronavirus”? Tampoco. Fué por la incertidumbre creciente que
instaló el nuevo gobierno, con su inexcusable incapacidad para
diagnosticar el problema y su repetida negación del estado de
derecho, especialmente luego del otorgamiento de “superpoderes”
al Poder Ejecutivo, agravado ahora por su evidente intento de
avasallamiento de una justicia independiente que pueda garantizar a
todos la vigencia del orden jurídico. Sin seguridad jurídica ni
política la tasa de riesgo crece exponencialmente. Es lo que estamos
sufriendo hoy.
La propia duplicación de la tasa de
riesgo durante el gobierno de Cambiemos en 2017 (de 400 a 800 puntos
básicos) derivó de la incertidumbre provocada por los disturbios
provocados cuando se realizó la indispensable reforma en el cálculo
de las prestaciones previsionales, así como por el reclamo de volver
al jubileo tarifario que encontró su nido incluso en voceros poco
responsables no sólo de la oposición cerril del kirchnerismo sino
de la propia coalición de gobierno de entonces.
Lo que importa no es el monto de la
deuda, sino el concepto sobre su crédito que el país genera con su
conducta, sus decisiones y su historia. Nos lo muestra el mencionado
ejemplo de Japón -o de Brasil, Uruguay, Chile, Bolivia, o Perú,
cuyas tasas de “riesgo país” oscilan entre 80 y 200 puntos, o
sea entre el 08% y el 2 % a pesar de la diferencia “ideológica”
de sus gobiernos respectivos-.
Como están las cosas, está claro que
ninguna refinanciación es pagable. Ni aunque matáramos a todos los jubilados podríamos alcanzar el superávit fiscal que requiere cualquier refinanciación de la deuda con este riesgo-país. Hay que bajarlo sustancialmente. Y para eso, no hay otras recetas que respetar impecablemente la independencia
del poder judicial (seguridad jurídica) y abrirse a un consenso
responsable sobre una política económica de largo plazo (seguridad
política). La otra opción es el
precipicio del “default”, con el que perderemos otra década y en
el que estamos ya metidos de cabeza si el gobierno no decide un
cambio de rumbo.
En el mundo de hoy nada es gratis. No
lo es para nadie que quiera saltarse las reglas o convertir en épicas
de cartón el incumplimiento de obligaciones libremente contraídas.
Las irresponsabilidades se pagan con responsabilidades, las cometa el
pueblo cuando vota o los gobernantes cuando administran y deciden. Y
las conductas responsables sostenidas en el tiempo tienen su premio,
en este caso haciendo posible una refinanciación pagable.
Ricardo Lafferriere