sábado, 8 de enero de 2022

Fernando de la Rúa y el golpe del 2001

 

No fui un “amigo” de Fernando de la Rúa. En los hechos, estuvimos en andariveles partidarios diferentes, desde que por los banales preconceptos juveniles lo consideraba -sin conocerlo- un exponente de “la derecha”, hasta la llegada de ambos al Senado, en mi caso como un emergente de las “nuevas generaciones” y él como un prestigioso dirigente porteño, sin embargo golpeado por la derrota de su cotejo interno con Alfonsín por la candidatura presidencial.

Sin embargo, congeniamos rápidamente. De hecho, tuve en su persona un apoyo franco en la mayoría de las iniciativas parlamentarias. Y cuando el devenir de la política me llevó a disputar la candidatura a la gobernación de Entre Ríos en 1986/7, me sorprendí al recibir de él un apoyo sin matices, tanto en la campaña interna como en la general.

Acompañé su postulación presidencial, tomando a mi cargo la construcción de su propuesta internacional a través de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Fundación que funcionaba en calle Rivadavia, frente al Congreso. Allí fuimos puliendo su visión de inserción en el mundo, principista pero desideologizada, junto a jóvenes funcionarios de la Cancillería y sobre la concepción de un país inserto en el mundo sin complejos ni soberbias, que honrara las mejores tradiciones de nuestra política exterior pero a la vez le inyectara la necesaria cuota de modernidad de cara al siglo que comenzaba. Tal vez su política exterior, conducida luego por Adalberto Rodríguez Giavarini, fue lo más avanzado de su gestión.

Me honró con la designación de Embajador en España. Pude sentir allí el prestigio del que gozaba su figura y la del país, traducidos en innumerables muestras de simpatía y apoyo a la Argentina en un momento socioeconómico difícil. Hasta el propio crédito de 1000 millones de dólares que solicitamos y nos fue otorgado sin ninguna clase de demoras, condicionamientos ni garantías fue una demostración de ello. Crédito que -bueno está recordarlo- el gobierno siguiente incluyó en el “default”, tratándolo en igualdad de condiciones que a los acreedores que nos cobraban las tasas del “riesgo país” más altas de la historia -hasta entonces-.

Producido el golpe de diciembre de 2001 me sentí más su amigo que antes. Durante la injusta e infame campaña de desprestigio que buscó ocultar los motivos reales del golpe con una demonización de su persona no tuvo el acompañamiento que hubiera esperado de la mayoría de sus correligionarios. No sé si Alfonsín acordó con Duhalde su derrocamiento. Me inclino a pensar que las coincidencias fueron más tácitas que expresas, fogoneadas por dirigentes radicales bonaerenses que terminaron en lo que terminaron, hasta hoy.

Era su convencimiento. “Alfonsín no quería el golpe”, supo decirme más de una vez, como una reflexión que terminaba inexorablemente con otra: “pero si él hubiera querido, el golpe no se daba. Una palabra suya hubiera bastado para frenar todo”. Esa palabra sin embargo no se pronunció.

Ese golpe fue la reacción histérica de la Coalición de la Decadencia que integra políticos y empresarios, comunicadores e “intelectuales”, burócratas sindicales y hasta jueces con relaciones cercanas al delito. Un golpe sin otro objetivo que expropiar recursos de los argentinos -a los que se les devaluaron o directamente se le robaron sus ahorros e ingresos- hacia un grupo de empresas y empresarios que los recibieron licuando correlativamente sus deudas mediante una devaluación salvaje, que el presidente derrocado había planteado pautada, controlada y sin afectar los ingresos de la población que creyó y apoyaba el “1 a 1”.

Es historia. No merecería pasión, si no se repitiera. Uno de los jefes empresarios del golpe es hoy alto funcionario y destacado exponente del plantel oficialista. Los gremialistas... son los mismos. Su “pata política” hace gala de una limitación intelectual que avergüenza al país de Borges y Sarmiento. La Coalición de la Decadencia funciona a pleno, enriquecida -como entonces- por el “pobrismo” de una parte de la jerarquía católica y nuevos integrantes: grupos narcos, organizaciones piqueteras que reproducen lo peor de las burocracias sindicales manipulando las necesidades acuciantes de miles de personas y un plantel de intelectuales y comunicadores a sueldo difusores del nuevo relato populista, ya con nuevos socios en un mundo en crisis: el chavismo, el orteguismo, el castrismo y otras expresiones que gobiernan en países a los que muy difícilmente haya quienes quieran ir voluntariamente a pasar sus vidas.

 Exponentes de las jornadas de entonces, sin embargo, aún en su decadencia vital, han reproducido las creencias en las mismas consignas vacías que han servido durante décadas para ocultar los sucesivos latrocinios, montadas en la limitada capacidad de análisis y reflexión que acompaña a gran parte de la dirigencia.

El saldo no puede ocultarse. Décadas de estancamiento, patético aumento de la pobreza, un país sin horizontes ni esperanzas, decenas de miles de argentinos “votando con los pies” para buscar en la tierra de sus ancestros lo que Argentina no puede ya ofrecerles, desprestigio y vergüenza internacional alineados con lo peor del planeta, ex funcionarios prefiriendo destrozar al sistema republicano para lograr la impunidad de sus inexcusables delitos contra los bienes del estado y la fé pública y apoyando su organización en bandas de delincuentes liberados sin control que siembran de terror e inseguridad la vida cotidiana. Y la palabra presidencial, devaluada hasta el ridículo en el país y en el mundo.

Un país que hace un siglo prometía ser señero, comparte hoy el último decil con los más atrasados en economía, en cultura, en educación, en inseguridad, en desprecio internacional y en falta de horizontes.

Una nueva generación está llegando a los escalones políticos y podrá en su momento hacer una evaluación seria del esfuerzo del entonces presidente para evitar el derrumbe del país y de su gente que provocó el golpe del 2001 y el enorme precio personal que debió pagar por ello. Nuestro país, que parece condenado a la decadencia, tiene experiencias en resurgir apenas se liberan sus fuerzas vitales -económicas, políticas, intelectuales-. Costará más o menos, pero ocurrirá. Esta pesadilla quedará atrás.

Cuando ello ocurra, seguramente la figura y el esfuerzo de Fernando de la Rúa por defender el prestigio del país y la riqueza de los argentinos de a pie tendrá el reconocimiento que se le negó injustamente durante estos años.

Ricardo Lafferriere

DNI 7.654.935

23/12/2021

sábado, 16 de octubre de 2021

Inteligencia artificial: notable desarrollo de Microsoft para el procesamiento del lenguaje natural

 

El nuevo lenguaje masivo de inteligencia artificial de Microsoft triplica el tamaño del GPT-3 de OpenAI


Hace poco menos de un año y medio, OpenAI anunció la finalización de GPT-3 , su algoritmo de procesamiento de lenguaje natural que era, en ese momento, el modelo más grande y complejo de su tipo. Esta semana, Microsoft y Nvidia presentaron un nuevo modelo al que llaman "el modelo de lenguaje generativo más grande y poderoso del mundo". El modelo de generación de lenguaje natural de Megatron-Turing (MT-NLG) es más del triple del tamaño de GPT-3 con 530 mil millones de parámetros.

Los 175 mil millones de parámetros de GPT-3 ya eran muchos; su predecesor, GPT-2 , tenía apenas 1.500 millones de parámetros, y el modelo Turing Natural Language Generation de Microsoft , lanzado en febrero de 2020, tenía 17.000 millones.

Un parámetro es un atributo que define un modelo de aprendizaje automático en función de sus datos de entrenamiento, y ajustar más de ellos requiere aumentar la cantidad de datos en los que se entrena el modelo. Básicamente, se trata de aprender a predecir qué tan probable es que una palabra determinada vaya precedida o seguida de otra palabra, y cuánto cambia esa probabilidad en función de otras palabras de la oración.

Como puede imaginar, llegar a 530 mil millones de parámetros requirió una gran cantidad de datos de entrada y la misma potencia de cálculo. El algoritmo se entrenó utilizando una supercomputadora Nvidia compuesta por 560 servidores, cada uno con ocho GPU de 80 gigabytes. Eso es 4,480 GPU en total y un costo estimado de más de $ 85 millones.

Para los datos de entrenamiento, los creadores de Megatron-Turing utilizaron The Pile , un conjunto de datos elaborado por el grupo de investigación de modelos de lenguaje de código abierto Eleuther AI. Compuesto por todo, desde PubMed hasta Wikipedia y Github, el conjunto de datos totaliza 825 GB, divididos en 22 conjuntos de datos más pequeños. Microsoft y Nvidia seleccionaron el conjunto de datos y seleccionaron subconjuntos que consideraron "de la más alta calidad relativa". Agregaron datos de Common Crawl , una organización sin fines de lucro que escanea la web abierta todos los meses y descarga contenido de miles de millones de páginas HTML y luego lo pone a disposición en un formato especial para la minería de datos a gran escala. GPT-3 también se entrenó con datos de Common Crawl.

La publicación del blog de Microsoft sobre Megatron-Turing dice que el algoritmo es hábil en tareas como la predicción de finalización, comprensión de lectura, razonamiento de sentido común, inferencias de lenguaje natural y desambiguación del sentido de las palabras. Pero estad atentos, es probable que se agreguen más habilidades a esa lista una vez que el modelo comience a ser utilizado ampliamente.

GPT-3 resultó tener capacidades más allá de lo que sus creadores anticiparon, como escribir código, hacer matemáticas, traducir entre idiomas y autocompletar imágenes (ah, y escribir un cortometraje con un final retorcido). Esto llevó a algunos a especular que GPT-3 podría ser la puerta de entrada a la inteligencia artificial general . Pero la variedad de talentos del algoritmo, aunque inesperada, aún se encontraba dentro del dominio del lenguaje (incluidos los lenguajes de programación), por lo que eso es un poco exagerado.

Sin embargo, dados los trucos que GPT-3 tenía bajo la manga en función de sus 175 mil millones de parámetros, es intrigante preguntarse con qué nos puede sorprender el modelo Megatron-Turing con 530 mil millones. Es probable que el algoritmo no esté disponible comercialmente durante algún tiempo, por lo que pasará un tiempo antes de que lo descubramos.

Los creadores del nuevo modelo, sin embargo, son muy optimistas . "Esperamos ver cómo MT-NLG dará forma a los productos del mañana y motivará a la comunidad a ampliar aún más los límites del procesamiento del lenguaje natural", escribieron en la publicación del blog . "El viaje es largo y está lejos de estar completo, pero estamos entusiasmados con lo que es posible y lo que nos espera".

Por Vanessa Bates Ramírez

Artículo original (en inglés): en SingularityHub



viernes, 3 de septiembre de 2021

Energías alternativas: hacia el gran desafío de almacenar energía en ladrillos

En lugar de diques conteniendo el agua para mover turbinas cuando se necesite energía, el concepto es almacenar la energía en bloques de cemento a gran altura, para liberarlos y mover las turbinas usando la fuerza de gravedad.
(Artículo aparecido en "SingularityHub" - Traducción automática de Google)



 


El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático publicó su Sexto Informe de Evaluación a principios de agosto y las perspectivas no son buenas. El informe ha agregado una urgencia renovada al esfuerzo de la humanidad para frenar el cambio climático.

El precio de la energía solar bajó un 89 por ciento en 10 años y se están construyendo nuevos parques eólicos tanto en tierra como en alta mar (con turbinas cada vez más grandes capaces de generar cada vez más energía). Pero simplemente agregar más capacidad de generación eólica y solar no nos llevará muy lejos si no tenemos una forma rentable y respetuosa con el planeta de almacenar la energía que producen.

Como Zia Huque, socio general de laboratorio motrices, puesto que , “Para realmente aprovechar el poder de las energías renovables, las necesidades mundiales para desarrollar soluciones de almacenamiento fiables y flexibles para cuando el sol no brilla ni el viento no sopla.”

Una empresa llamada Bóveda de Energía está trabajando en un método de almacenamiento único, y que debe estar en el camino correcto, ya que sólo recibieron más de $ 100 millones en financiación de serie C la semana pasada .

El método se inspiró en la energía hidroeléctrica de bombeo, que existe desde la década de 1920 y utiliza la capacidad de generación excedente para bombear agua a un depósito. Cuando se libera el agua, fluye hacia abajo a través de turbinas y genera energía al igual que la energía hidroeléctrica convencional.

Ahora imagine el mismo concepto, pero con bloques sólidos pesados ​​y una torre alta en lugar de agua y un depósito. Cuando hay un exceso de energía , por ejemplo, en un día soleado o ventoso con baja demanda de electricidad, una grúa mecánica la usa para levantar los bloques 35 pisos en el aire. Luego, los bloques se mantienen allí hasta que la demanda supera a la oferta. Cuando se bajan al suelo (o se bajan unos cientos de pies en el aire), su peso tira de los cables que hacen girar las turbinas y generan electricidad.

En este caso, bloques “pesados” significan 35 toneladas (70.000 libras o 31.751 kg). Los bloques están hechos de un material compuesto que usa tierra y desechos de origen local, que pueden incluir cualquier cosa, desde escombros de concreto y cenizas de carbón hasta palas de turbinas eólicas desmanteladas (hablar sobre la vuelta al punto de partida). Además de hacer un buen uso del material que de otro modo iría a un vertedero, esto también significa que los bloques se pueden fabricar localmente y, por lo tanto, no necesitan ser transportados (e imagina el costo y la complejidad de transportar algo tan pesado, oy).

Las grúas que levantan y bajan los bloques tienen seis brazos y están controladas por un software personalizado totalmente automatizado. Energy Vault dice que las torres tendrán una capacidad de almacenamiento de hasta 80 megavatios-hora y podrán descargar continuamente de 4 a 8 megavatios durante 8 a 16 horas. La tecnología es la más adecuada para el almacenamiento de larga duración con tiempos de respuesta muy rápidos.

La financiación de la Serie C fue dirigida por Prime Movers Lab , con los inversores existentes SoftBank y Saudi Aramco que agregaron fondos adicionales y se unieron varios nuevos inversores. Energy Vault planea utilizar los fondos para implementar su plataforma EVx, lanzada en abril de este año. La plataforma incluye mejoras de rendimiento como eficiencia de ida y vuelta de hasta un 85 por ciento, una vida útil de más de 35 años y un diseño modular flexible que es más corto que el original, lo que significa que podría construirse más fácilmente en o cerca de áreas densamente pobladas.

Huque calificó a Energy Vault como un "cambio de juego" en la transición a la energía verde, y dijo que la compañía "ha descifrado el código con una solución transformadora ... diseñada para satisfacer la demanda de energía limpia las 24 horas del día, los 7 días de la semana con un enfoque más eficiente, duradero y ambientalmente sostenible".

La compañía lanzará su plataforma EVx en los EE. UU. A fines de este año, avanzando para cumplir con los contratos en Europa, Medio Oriente y Australia en 2022.

 Autor de la nota: Vanessa Bates Ramírez.

Link de la nota en inglés: <https://singularityhub.com/2021/09/01/better-than-batteries-a-startup-thats-storing-energy-in-concrete-blocks-just-raised-100-million/?utm_campaign=SU%20Hub%20Daily%20Newsletter&utm_medium=email&_hsmi=155248906&_hsenc=p2ANqtz--8b59diAiRQQYJrariqtczSdnBQF7mfRZqaP7Cq6L0Po9f8bnYLmQLbhyhLfr2jhPIN_Pufj4o10vS1M6O2h_W5dc7PlvSTz668A3lhUsHwgHICCw&utm_content=155248906&utm_source=hs_email>



jueves, 29 de abril de 2021

PIERRE ROSANVALLON, CHANTAL MOUFFE Y LA POLÉMICA SOBRE EL POPULISMO - UN DEBATE PRESENTE

 

El reconocido órgano populista internacional “Le Monde Diplomatique” se hace eco de la polémica entre Pierre Rosanvallon y Chantal Mouffe. Aún con su presentación sesgada en su "copete" -que prefiero reproducir sin cambios-, da pie a la reflexión sobre uno de los temas más debatidos en la ciencia política contemporánea: el surgimiento del populismo -o de “los” populismos- como frente de ataque a la democracia como régimen surgido en las revoluciones burguesas de los siglos XVII, XVIII y XIX.

Transcribimos el “copete” y la nota de Chantal Mouffe, así como consideraciones finales sobre el debate, de mi propia cosecha.

La polémica por el populismo de izquierda

La crisis del coronavirus ha revivido la caza de populistas. Al igual que los caricaturizados Donald Trump y Jair Bolsonaro, se dice que estos desprecian la ciencia, la separación de poderes, la complejidad y el estado de derecho. Pierre Rosanvallon, un defensor de la democracia tranquila y basada en el consenso, se hace eco de algunas de estas críticas arbitrarias al populismo. Responde Chantal Mouffe, reconocida teórica del populismo.

Por Chantal Mouffe

La polémica por el populismo de izquierda

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Una multitud reflejada en los espejos poliédricos de la estación de Harajuku, Tokio, Japón.

cc. Basile Morin

En su reciente libro Le siècle du populisme ('El siglo del populismo'), Pierre Rosanvallon expresa su sorpresa de que, a diferencia de otras ideologías modernas como el liberalismo, el socialismo, el comunismo o el anarquismo, el populismo no se vincula a ninguna obra importante. Sin embargo, es, según él, una propuesta política dotada de coherencia y fuerza positiva, aunque no ha sido formalizada ni desarrollada. En su libro, Rosanvallon ofrece definir la doctrina populista y criticarla.

Construye esta doctrina de manera arbitraria a partir de partes de diversos orígenes, repitiendo clichés que ya han sido expuestos en la mayoría de las críticas al populismo. Su definición no aporta nada nuevo a la tesis sobre la que se han expandido muchos escritores, que establece que el populismo consiste en oponer un 'pueblo puro' a una 'élite corrupta' y concebir la política como una expresión inmediata de la 'voluntad general' de la gente. Esta es la visión que encontramos en El siglo del populismo, con algunas variaciones.

Cuando Rosanvallon se refiere a autores que toman una posición diferente, deforma sus ideas para que se ajusten a su tesis. Varias de mis obras están caricaturizadas de esta manera, hasta el punto de que me tengo que preguntar si este conocido historiador las ha leído, o está ejerciendo una especie de deshonestidad metodológicamente dudosa.

Comprender los diferentes populismos implica volver a las condiciones específicas de su aparición en lugar de reducirlos a manifestaciones de la misma ideología.

Por ejemplo, afirma que rechazo la democracia representativa liberal, mientras que mi trabajo Por un populismo de izquierda enfatiza la importancia de incorporar esta estrategia en el marco de la democracia pluralista y no renunciar a los principios del liberalismo político. Al contrario de lo que dice Rosanvallon, argumento en The Democratic Paradox que la democracia liberal es el resultado de la combinación de dos lógicas en última instancia incompatibles, pero que la tensión entre igualdad y libertad, cuando se manifiesta de manera "agonística", en forma de lucha entre adversarios, protege el pluralismo. Asimismo, alega que defiendo la unanimidad como horizonte regulador de la expresión democrática, cuando los temas de la división social y la imposibilidad de un consenso total son centrales en todo mi pensamiento.

Pero si este trabajo destinado a producir una teoría del populismo no contribuye a una mejor comprensión del fenómeno, es principalmente por su arrogancia: no existe el populismo como una entidad única sobre la que se pueda teorizar o conceptualizar. Solo hay populismos, lo que explica por qué la noción produce tantas interpretaciones y definiciones contradictorias.

En lugar de buscar la definición de los principios del populismo, hay que examinar la lógica política puesta en marcha por movimientos descritos como "populistas". De esta forma, en Sobre la razón populista Ernesto Laclau muestra que se trata de una estrategia para construir una frontera política a partir de una oposición entre los de abajo y los de arriba, entre los dominantes y los dominados. Los movimientos que adoptan el populismo surgen siempre en el contexto de una crisis del modelo hegemónico. En este sentido, el populismo no parece ser ni una ideología, ni un régimen, ni una plataforma específica. Todo depende de la forma en que se dibuje la oposición nosotros / ellos, así como de los contextos históricos y las estructuras socioeconómicas en las que se despliega esta oposición. Comprender los diferentes populismos implica volver a las condiciones específicas de su aparición en lugar de reducirlos a manifestaciones de la misma ideología, como hace Rosanvallon.


República del centro

En su estudio del populismo, en lugar de aclarar su propósito, Rosanvallon revela la naturaleza y los límites de su propia concepción de la democracia. Según él, la teoría democrática que sustenta la ideología populista aboga por "una forma límite de democracia" que consiste en poner a prueba la naturaleza liberal y representativa de las democracias existentes. Lo hace contraponiéndolos a una solución alternativa basada en tres características: democracia directa, un proyecto de democracia polarizada y una concepción inmediata y espontánea de la expresión popular.

El exsecretario de la Fundación Saint-Simon contrasta esta supuesta doctrina populista con esta propia concepción, desarrollada en sus trabajos anteriores. A nivel filosófico, es una versión sofisticada de la doctrina dominante de los partidos socialdemócratas bajo hegemonía neoliberal, los desarrollados en las décadas de 1980 y 1990 por teóricos de la Tercera Vía como Anthony Giddens en el Reino Unido y Ulrich Beck en Alemania. Su tesis es que hemos entrado en una "segunda modernidad" donde el modelo antagónico de la política es obsoleto, por falta de adversarios sociales. Las identidades colectivas como las clases han perdido su relevancia y las categorías de derecha e izquierda están obsoletas. Sigue habiendo diferencias de opinión que podrían conducir a conflictos, pero se están reduciendo y desaparecerán si se concilian las diversas demandas individuales..

Una visión "pospolítica" como la de Rosanvallon, centrada en la ausencia de una alternativa a la globalización neoliberal, encarga al sistema político la tarea de "gobernar el vacío".

La adopción de este punto de vista por los partidos socialdemócratas está en la raíz del social liberalismo que ha dominado a Europa occidental desde finales de los años ochenta. En Francia, este proyecto - una 'República del centro' - encontró a sus más fervientes devotos alrededor de Rosanvallon e intelectuales del Centro Raymond-Aron de la École des hautes etudes en sciences sociales (EHESS)(6). Esta corriente intelectual prioriza la dimensión liberal de la democracia: enfatiza la defensa de los rasgos constitucionales en detrimento de la participación política del pueblo. Este predominio del liberalismo sobre la soberanía popular conduce a ignorar la división social, las relaciones de poder y las formas antagónicas de lucha asociadas con la noción de lucha de clases.

Lejos de constituir un progreso democrático, una visión 'pospolítica' de este tipo, centrada en la ausencia de una alternativa a la globalización neoliberal, encarga al sistema político la tarea de 'gobernar el vacío', como ha demostrado Peter Mair. En 2005, sostuve que la ausencia de una lucha entre proyectos sociales opuestos priva a las elecciones de su significado y proporciona un terreno fértil para el desarrollo de partidos populistas de derecha, que pueden así reclamar devolver al pueblo el poder confiscado por el establecimiento. Quince años después, el panorama político europeo apoya esta hipótesis.

Rosanvallon no se da cuenta de que el modelo basado en el consenso de una política sin fronteras es la razón por la que el populismo se ha vuelto cada vez más fuerte. A sus ojos, solo el desarrollo de un proyecto alternativo fuerte puede detenerlo en seco, una 'segunda revolución democrática' que implica repensar tanto la participación ciudadana como las instituciones democráticas. Es así como formula una serie de propuestas no poco interesantes, que buscan diversificar y hacer un uso más eficiente de las instituciones democráticas, y ampliar el alcance de la participación ciudadana. Por ejemplo, a una 'democracia de autorización', que entrega el poder de gobernar a través de elecciones, deberíamos agregar una 'democracia de gobernabilidad', encargada de someter el ejercicio del poder a criterios democráticos. Pero, dado que estas propuestas pertenecen a una concepción pospolítica,

Concebir el populismo como una estrategia para construir una frontera política hace que el "momento populista" sea inteligible de una manera que la perspectiva de Pierre Rosanvallon no lo hace. Estos movimientos rechazan el liderazgo de los expertos y la reducción de la política a cuestiones técnicas. Afirman su visión partidista y muestran los defectos de un enfoque basado en el consenso. Rechazan lo pospolítico y exigen que la ciudadanía pueda participar en las decisiones de los asuntos públicos y no simplemente controlar su implementación. Algunos expresan sus demandas en forma de populismo de derecha, de tipo "inmunitario" y xenófobo, deseando constreñir la democracia a los nacionales; otros lo hacen bajo la forma de un populismo de izquierda que apunta a extender la democracia a muchos dominios y profundizarla.

Una estrategia populista de la izquierda con el objetivo de generar apoyo popular para un Green New Deal podría convertir esta crisis en una oportunidad para democratizar profundamente el orden socioeconómico existente.

Para alcanzar ese objetivo, la estrategia populista de izquierda propone una ruptura con el orden neoliberal y el capitalismo financiero, que, como ha demostrado el sociólogo Wolfgang Streeck, son incompatibles con la democracia. Pretende establecer una nueva formación hegemónica capaz de afirmar la centralidad de valores como la igualdad y la justicia social. Tal proyecto no implica el rechazo de las instituciones que juntas constituyen el pluralismo democrático, sino su reivindicación. Para poner en marcha una ruptura a esa escala, la estrategia del populismo de izquierda es unir las luchas democráticas y crear una voluntad colectiva, un 'nosotros' capaz de transformar las relaciones de poder e instalar un nuevo modelo social y económico a través de lo que Antonio Gramsci llamó una "guerra de posiciones". El conflicto entre este 'nosotros' - articulando diferentes demandas vinculadas a las condiciones de explotación, dominación y discriminación - y su adversario, un 'ellos' constituido por los poderes neoliberales y sus aliados, es cómo la 'lucha de clases' (como se la conoce en la tradición marxista) se expresa. Por lo tanto, no es de extrañar que Rosanvallon le sea hostil. Prisionero de su propio modelo centrista, ve todas las formas de populismo como una amenaza para la democracia.


Agotamiento del modelo neoliberal

La estrategia populista de la izquierda parece particularmente pertinente en el contexto de una salida de la crisis de Covid-19 que ha sido promocionada como un preludio para la construcción de un nuevo contrato social. Esta vez, a diferencia de la crisis de 2008, se podría abrir un espacio para el choque de proyectos contrapuestos. Un simple regreso a la normalidad parece improbable y el estado probablemente jugará un papel central y más prominente. Podemos ser testigos de la llegada de un "capitalismo de estado" que utiliza las autoridades públicas para reconstruir la economía y restaurar el poder del capital. Podría adoptar formas más o menos autoritarias dependiendo de las fuerzas políticas que lo dirijan. Este escenario señalaría la victoria de las fuerzas populistas de derecha o el último intento de los defensores del neoliberalismo de asegurar la supervivencia de su modelo. Sin embargo, al exacerbar las desigualdades, la crisis del coronavirus confirma el agotamiento del modelo neoliberal. Al recrear las fronteras políticas y reafirmar la existencia de antagonismos, señala un retorno de lo político y da una nueva dimensión al momento populista. Dependiendo de las fuerzas sociales que se apoderen de ella y de la forma en que creen una oposición "nosotros" / "ellos", esta pandemia puede desencadenar soluciones autoritarias o conducir a una radicalización de los valores democráticos. Una cosa es cierta: al contrario de lo que sostiene Rosanvallon, lejos de amenazar la democracia, hoy el populismo de izquierda es la mejor estrategia si queremos orientar las fuerzas que resisten un orden neoliberal posdemocrático en una dirección igualitaria.

Chantal Mouffe

Filósofo. Autor, más recientemente, de Por un populismo de izquierda (Verso, 2019).



Qué lejos... y qué cerca.

Tratar de empatizar con quienes se pretende dialogar es el primer paso de frescura intelectual y honestidad en la polémica.

Adelanto que me siento muy lejos del prestigio y la versación de los dos grandes exponentes del análisis político contemporáneo. Mis opiniones están sólo avaladas por la experiencia en la política concreta, que -en última instancia- es el campo que intelectualizan Rosanvallon y Mouffe, cuyas obras despiertan adhesiones y cuestionamientos, en ocasiones duros, entre los dos campos de interpretación de la realidad que ellos expresan.

Afirma Rosanvallon que el populismo inhabilita el perfeccionamiento de la democracia, cuya actualidad requiere una complejidad creciente para incorporar a su dinámica a los diferentes -y casi infinitos- grupos de opinión e intereses de las complejas sociedades modernas. Cuestiona en él la simplificación de agrupar en un “nosotros” contra “ellos”, propia del populismo, que somete a la sociedad a una tensión permanente inhibidora de su perfeccionamiento.

Mouffal critica esta mirada -similar a la de Ulrich Beck, o a la de Antony Giddens, o "de las socialdemocracias europeas", dice- porque en su opinión ignora las tensiones reales entre “dominantes y dominados” o “explotadores y explotados”. Descalifica a esta visión como una “democracia de centro” y sostiene que la tensión entre “ellos” y “nosotros” enriquece el debate y a la propia democracia, evitando las deformaciones “populistas de derecha” que se imponen cuando el pueblo no encuentra una representación que lo interprete cabalmente. El antídoto frente al populismo de derecha sería, en su opinión un “populismo de izquierda”, que exprese a los “oprimidos” y “explotados” y le quite al “neoliberalismo” su manejo del Estado.

Hasta aquí el núcleo de la polémica.

Veamos.

Que la política es, entre otras cosas, una lucha de intereses, no es ni novedad ni está superado por la historia. Dejará de haber política cuando no existan intereses contrapuestos. Sin embargo, las ideas contemporáneas sobre la democracia no niegan esta realidad. Muy por el contrario, las incorporan sosteniendo la necesidad de perfeccionar la democracia para hacerla compatible con la complejidad de la sociedad moderna. Daniel Innerarity, en su “Una teoría de la democracia compleja lo desarrolla en profundidad, en las antípodas de Chantal Mouffe.

No es entonces la inexistencia de componentes “amplificadores” de la democracia liberal la que pueda achacarse a Rosanvallon, que insinúa un camino recorrido en su misma línea por otros pensadores, buscando su ampliación.

Sin embargo, en el fondo de la crítica de Mouffe subyace una profunda contaminación ideológica. La sensación que deja es la de una obstinada obsesión por aplicar a la sociedad actual los mecanismos de análisis del marxismo clásico, a pesar de que los actores son tan diferentes que poca relación tendrían con los que motorizaron las luchas de izquierdas y derechas durante el siglo XX.

Cierto que Marx sostenía la motorización de la historia por una lucha entre la “burguesía” y el “proletariado”. Ambos, en su lucha por la apropiación de la plusvalía, mantendrían un contencioso que él pronosticaba con un final inexorable: el triunfo definitivo del proletariado accediendo a la propiedad de los medios de producción. Reitero, sin inocencia alguna: la “propiedad” de los medios de producción que pasarían a quienes crean la riqueza, los trabajadores. No “los pobres”...

La historia del siglo XX, sin embargo, fue atenuando posiciones. La plusvalía, crudamente apropiada por la burguesía en el siglo XIX, fue repartiéndose cada vez más con el surgimiento de los Estados de Bienestar, las conquistas obreras, la educación y la salud gratuitas y una serie de instituciones públicas -impositivas, previsionales, asistenciales, sociales, y muchas más- que hicieron que de esa cruda apropiación originaria poco quedara en manos exclusivas de la burguesía.

Ésta, por su parte, fue cambiando también su composición, impulsada por mecanismos económicos que democratizaron el acceso al propio capital. Las bolsas en las que se abría la participación accionaria al público controlada por normativas públicas rigurosas, los sistemas de ahorro y capitalización, las normas bancarias y financieras, etc., fueron haciendo desaparecer a los empresarios individuales fuertes. Quedaron los ricos, pero sus empresas dejaron de ser su coto de caza para tener que responder a controles fiscales, previsionales, normas laborales, reglamentaciones antimonopólicas, leyes de transparencia y competencia, incompatibilidades varias en sus relaciones con el poder, etc., que diluyeron fuertemente su poder y su incidencia.

El motor indudable del progreso, la revolución científica y técnica con su vanguardia, la revolución de las comunicaciones, dio origen a otro fenómeno propio de fines del siglo XX y comienzos del XXI: la globalización. En el campo productivo, el mercado global -espacio de “realización de la ganancia” de las empresas de hoy- y el encadenamiento productivo produjo la superación de la pobreza extrema para cientos de millones de personas y la reducción de la pobreza rural a un nivel nunca visto en la historia humana. Fue logrado por empresas y gobiernos que articularon en forma virtuosa normas de todo tipo, incluyendo la construcción de un mercado global crecientemente regulado, un “sistema” económico y político superador del “modelo siglo XX”, al punto de lograr las “metas del milenio” un lustro antes de lo previsto.

Pero también surgió otro fenómeno, menos positivo: el crecimiento de la “riqueza simbólica”. Lugar de refugio de ganancias obtenidas en zonas “grises” aprovechando deficiencias normativas, de riquezas surgidas de la corrupción estatal y para-estatal en muchos países especialmente de poco desarrollo -en Argentina podemos dar fe de muchos casos-, y de ingresos directamente originados en actividades delictivas. Esta “riqueza simbólica” busca escapar de las decisiones públicas, que, sin embargo, no renuncian a su papel. 

El mundo, hoy, está atravesado por una maraña de reglamentaciones que desmienten -al límite del ridículo- la continuación del comodín dialéctico descalificante del "neoliberalismo", utilizado usualmente para esconder la ausencia de argumentos.

Las decisiones del G-20 referidas a la riqueza "simbólica", luego de la crisis del 2008, alinearon a regímenes políticos de diferente origen “ideológico” en la misma dirección: controlarla, acotarla, convertirla en lo posible en riqueza real mediante políticas públicas y limitar fuertemente su libertad de circulación y acumulación. 

Todo ésto lo hizo la “política de centro”. No la de “ellos” contra “nosotros”.

Entonces, mi punto: donde existió una política interesada en administrar la marcha económica, la evolución de la sociedad fue positiva. Europa, Estados Unidos, las propias China y Rusia, aplicaron medidas “desde el centro” hacia los distintos campos de la realidad. No fueron motivadas por luchas de clases ni de “opresores” contra “oprimidos”.

Más bien donde han invocado luchas claras de “unos” contra “otros” (con el agregado no menos importante, que los “opresores” no son precisamente los “ricos” históricos sino nuevas oligarquías creadas en complicidades al borde de lo legal, ni los “oprimidos” son solamente los “pobres”) es en las sociedades que se acercan a la mirada de Mouffe: Venezuela, Nicaragua, Corea del Norte, Turquía, Irán, espacios donde el “ellos” contra “nosotros” son el motor de la acción política. 

Y qué decir la recién llegada Argentina, que desde que retomó la senda populista ha visto derrumbarse todos sus índices, tanto de “ellos” como de “nosotros”: más desocupación, más mortalidad, más pobreza, más desamparo asistencial, más represión. Más quiebras de empresas, más desmantelamiento productivo, más paralización de la inversión, menores jubilaciones, menores salarios. La expansión de la limosna social vía “planes”, incluso, aún con su dimensión colosal, sigue siendo inferior a la realizada por la “democracia de centro” del macrismo, que no acertó a encontrar la forma de incluir a ese enorme contingente de personas sin capacitación en la economía formal, a pesar de sus esfuerzos. Pero que terminó continuando -a pesar de su “democracia de centro”- la asignación de recursos de una forma históricamente memorable -el mayor gasto social en la historia argentina- y no muy diferente a la que hubiera realizado el populismo -y de hecho lo está haciendo-.

Por supuesto que hay que modernizar la democracia. No puede sostenerse la gobernabilidad de sociedades crecientemente complejas con democracias rudimentarias. Si un acuerdo existe entre los teóricos de la democracia es que es un sistema inacabado y en permanente evolución, que debe adaptarse a las realidades cambiantes y aunque está en mora en hacerlo, son innegables sus esfuerzos en todos los planos.

Pero esto no puede lograrse destrozando la democracia mediante la negación de su base filosófica fundamental: su edificación sobre la base del respeto a las personas, consideradas en su individualidad y en su capacidad empática de convivencia, en sus derechos y en sus obligaciones. No es retornando a las sociedades autoritarias anteriores a la revolución democrática, ni recreando los liderazgos excluyentes al estilo de los imaginados por Carl Schmitt, que dividían a la sociedad al punto de tolerar e impulsar hasta el exterminio físico de quienes no sean “nosotros” y pertenezcan al odiado colectivo de los “ellos”, según la sanción señalada con el dedo autoritario del “líder carismático”.

Mucho menos se logrará el perfeccionamiento democrático imaginando que "los oprimidos" son equivalentes a "los trabajadores", del marxismo histórico. Éstos ocupaban -debates al margen sobre la "plusvalía"- un lugar central en el sistema productivo. Sin ellos, sin el trabajo obrero, no habría producción. Hoy la producción, crecientemente automatizada, ya no los cuenta como protagonistas decisivos. Ya existen fábricas sin obreros, sistemas informáticos que reemplazan a los trabajadores de "cuello blanco" y hasta camiones sin conductores. 

Los "pobres" de hoy son excluidos sociales y excluidos tecnológicos, no obreros ni trabajadores. Marx los calificaba en el prólogo del "18 Brumario" como "lumpenproletariado", en forma despectiva. Hoy no  usaría ese calificativo nadie, mucho menos en la "democracia de centro", que los trataba sustancialmente mejor que la administración populista. Sería, además, poco imaginable que las decisiones de una sociedad compleja, en lo económico, en lo social, en lo político, en lo internacional, quedaran en sus manos, o en el de sus "partidos" populistas y las condujeran al éxito y al mejoramiento. Basta con observar lo que está logrando el populismo en Argentina -y en Turquía, y en Venezuela, y en Nicaragua, entre otros- con gobiernos de sus partidos "representativos".

Se agravia Mouffe que Rosanvallon no reconoce su admisión a los principios de la democracia representativa. Sin embargo, la democracia que ella deja traslucir en sus juicios es la que incorpore sólo a los "nosotros", excluyendo claramente a los "ellos":  "Para poner en marcha una ruptura a esa escala, la estrategia del populismo de izquierda es unir las luchas democráticas y crear una voluntad colectiva, un 'nosotros' capaz de transformar las relaciones de poder e instalar un nuevo modelo social y económico a través de lo que Antonio Gramsci llamó una "guerra de posiciones". El conflicto entre este 'nosotros' - articulando diferentes demandas vinculadas a las condiciones de explotación, dominación y discriminación - y su adversario, un 'ellos' constituido por los poderes neoliberales y sus aliados, es cómo la 'lucha de clases' (como se la conoce en la tradición marxista) se expresa." dice en su nota, para finalizar afirmando "la crisis del coronavirus confirma el agotamiento del modelo neoliberal. Al recrear las fronteras políticas y reafirmar la existencia de antagonismos, señala un retorno de lo político y da una nueva dimensión al momento populista. Dependiendo de las fuerzas sociales que se apoderen de ella y de la forma en que creen una oposición "nosotros" / "ellos", esta pandemia puede desencadenar soluciones autoritarias o conducir a una radicalización de los valores democráticos. Una cosa es cierta: al contrario de lo que sostiene Rosanvallon, lejos de amenazar la democracia, hoy el populismo de izquierda es la mejor estrategia si queremos orientar las fuerzas que resisten un orden neoliberal posdemocrático en una dirección igualitaria." Escondido en palabras que suavizan la propuesta y pretenden hacerla atractiva a la izquierda democrática, su visión es evidente: una democracia de los amigos, en la que aquellos que considere enemigos ("ellos") sean desalojados de cualquier posición de poder o influencia en las decisiones públicas.

Creo que los hechos -esos molestos datos que verifican y cuantifican los análisis científicos, aún en las ciencias sociales- muestran claramente la superioridad de la democracia plural, participativa e integradora sobre el populismo autoritario, aunque se autodefina como "democrático". Pero también muestran los peligros del populismo, sea de izquierda o de derecha, al sentirse sin limitación alguna para el ejercicio del poder, que es su característica identificatoria.


Ricardo Lafferriere           



El retorno cíclico de la Argentina al populismo puede verse como una foto o como una película.
También puede analizarse en su dinámica interna o como una pieza del "puzzle" global.
Esta obra se define en ambos casos por la segunda opción.
Analiza los condicionantes sociológicos de un país en el que el populismo encuentra una base de suficiente dimensión como para transformarse periódicamente en mayoría electoral, y que ha concentrado su reflexión pública en un enfoque introvertido, cuál si el mundo no existiese o en el mundo no existiera otra realidad que la argentina.
Entrado el siglo XXI, con la portentosa revolución científico-técnica lanzada en un proceso exponencial de cambio de paradigma económico global, los límites de ambas miradas -la populista y la introvertida- quedan expuestos en todo su dramatismo.
El último regreso populista, iniciado formalmente el 10 de diciembre de 2019 pero cuyos efectos anticipados comenzaron a sentirse cuatro meses antes, ha sometido al país a una tensión que multiplica sus lastres históricos.
En apenas un año la pobreza creció en un tercio de la existente (del 32 al 44 %). La deuda pública lo hizo en 20.000 millones de dólares, las reservas externas de libre disponibilidad desaparecieron y las reservas externas totales cayeron un 25 %, la desocupación creció en un 50 % (de 10% a 15% de la PEA, cuatro millones de nuevos desocupados), quebraron o cerraron alrededor de 200.000 pequeñas empresas y comercios, el PBI cayó el 12 % -el doble que la media regional- y la pésima administración de la salud pública ubicó a la Argentina, tradicionalmente líder en la salud pública del subcontinente, en el podio mundial de muertos por habitantes.
Populismo no es sólo economía: es banalidad, normalmente escasa capacitación para la gestión, reemplazo de la profesionalidad por el clientelismo y desmantelamiento de la excelencia en la administración del Estado. El gobierno populista de Argentina la convirtió en el único país del mundo que mantuvo sus escuelas cerradas todo el año mientras abría los casinos, que sostuvo el confinamiento personal obligatorio por nueve meses mientras organizaba espectáculos masivos -algunos, macabros, como el sepelio del astro deportivo Diego Maradona- y que utilizó la paralización social de la pandemia para avanzar en la desarticulación del sistema judicial y político.
Sin embargo, dos años antes la Argentina había logrado organizar la mejor reunión internacional en la historia del G20 -lo expresó la entonces presidenta del FMI-, en cuatro años había recuperado su impulso en infraestructura, organizado un sistema de líneas aéreas "low cost" que permitió viajar por primera vez en avión a varios millones de argentinos (desmantelado de un plumazo en 2020), en pocos meses había revertido la balanza energética altamente deficitaria recibida en 2015 y se había ubicado en la vanguardia en el desarrollo de energías primarias no convencionales.
La extraña naturaleza de estos fenómenos es la curiosidad y la originalidad argentina: capaz de mostrar en poco tiempo avances enormes y, de pronto, reaccionar con un impulso tanático que la lleva a destrozar lo construido.
El autor demuestra la inexorable necesidad de la vinculación con el mundo para lograr un desarrollo dinámico e inclusivo y la imposibilidad de hacerlo, por limitaciones objetivas de recursos y mercados, con un proyecto de cerramiento.
Y analiza los efectos nocivos de un debate público tomado mayoritariamente por las ideas de encierro y autosuficiencia de moda a mediados del siglo XX adoptadas como dogmas por el "saber oficial" del país, así como limitar el análisis de los caminos posibles sin aprovechar la potencialidad de los mercados globales con inteligencia, insertarse en los espacios plurales del mundo y participar en la construcción del edificio normativo que regirá el mundo en construcción.
Obra de debate que busca aportar ideas para el esclarecimiento del gran dilema argentino: ¿Qué "nos" pasó?




jueves, 1 de abril de 2021

Todo es posible en economía

Lo que es imposible es escapar a las consecuencias



Diálogo imaginario -o no tanto- en la “intimidad del poder”


C.: Tenemos que retrasar el dólar para frenar la inflación. Si no, perderemos las elecciones.

G.: La única forma de atrasarlo es cerrando más el país.

C.: Qué nos importa.

G.: Con el país cerrado, es imposible crecer. No encontraremos financiamiento y deberemos endeudarnos adentro, para lo cual tendremos que subir la tasa de interés, para que la gente nos preste. O si no, tenemos que emitir. Las dos cosas traerán inflación.

C.: Contené los precios. Para qué está la Ley de Abastecimientos...

G.: Los precios dependen de los costos. Para contener el dólar tengo que subir la tasa de interés, para que la gente no presione el “blue” comprando dólares con los pesos que tenga disponibles y nos preste su plata a nosotros. Y si subo la tasa de interés, eso golpeará a la inflación.

C.: Controlá los precios que no suban...

G.: Si subo la tasa de interés y frenamos las importaciones, al dólar lo contendremos... por un tiempo. Cuando se den cuenta que no les vamos a devolver la plata, o que tendremos que defaultear los depósitos porque no tenemos plata para devolverlos, la estampida hacia el dólar Blue será histórica.

C.: Pero... prohibí el Blue. ¿Para qué tenés la ley del mercado único de cambios?

G.: Si hacemos eso, rompemos definitivamente cualquier posibilidad de arreglar con el Fondo... la libertad cambiaria es una norma internacional. Podemos hacer como que la respetamos prohibiendo o demorando importaciones, poniendo impuestos como hemos hecho con el 30 y el 35 por ciento, pero estamos "al borde". Tenemos que dejar una ventana al cambio libre, porque si no nos colocaríamos definitivamente al margen del mundo...

C.: ¿Y qué c..... nos importa? ¿Para qué m... queremos al mundo?

G.: Y... mirá: qué traemos del mundo: celulares -o componentes para los celulares-. Tecnología para todos los eslabones productivos -servicios, agropecuarios, industriales, infraestructura-. Las maquinarias petroleras, los generadores eólicos -o sus componentes estratégicos-. Las placas solares para los parques energéticos renovables. Los combustibles y lubricantes que no tenemos acá, la mayoría de los medicamentos o las drogas para fabricarlos, el equipamiento médico, los productos de óptica, las lentillas descartables, la tecnología para los automóviles (que abarca el 70 % de los componentes), los motores de todo tipo, los alquileres de los aviones de Aerolíneas y todas las líneas aéreas, la informática de punta -y sus componentes-, la tecnología de las comunicaciones, (4 G, 5 G, etc. etc.), el equipamiento para los canales de televisión, y sigue la lista...

C.: Son todas cosas que compran los ricos... que se jodan. Nosotros protegemos a los pobres, que son los que nos votan y no les interesan esas cosas.

G.: Ojo, que los pobres viven de la actividad económica que mueven todos. Si los “ricos” no gastan ni invierten, los “pobres” dependerán cada vez más de los subsidios públicos, lo que nos golpea en el presupuesto. Pero además: ¿no más celulares? ¿no más remedios ni equipamiento hospitalario? ¿no más lentes y lentillas? ¿no más extracción petrolera y gasífera? ¿no más generadores eólicos y solares? Ojo, que los pobres también hablan por teléfono, acceden a internet, se atienden en los hospitales, necesitan remedios, usan anteojos...y no quieren quedarse sin luz, sin agua, o sin celulares.

C.: Te ahogás en un vaso de agua. Para qué tenemos la fábrica de plata. Le damos a la maquinita...

Eso nos cubre cualquier déficit.

G.: Pero, C. … El problema no será imprimir pesos que no valen nada. El problema será que no habrá nada que comprar con esos pesos.

C.: Los pobres no compran todas esas cosas y los alimentos nos sobran.

G.: Tampoco es tan así. Los alimentos baratos para los pobres se financian -como todo lo que hacemos- con los excedentes del campo, para lo cual necesitamos dos cosas: que los del campo produzcan, y que puedan exportar. Si no producen porque los desalentamos con más impuestos, no habrá producción para exportar. Y si nos aislamos del mundo tampoco será tan fácil exportar lo que tengamos en producción.

C.: Bueno, que no exporten. Se los tendrán que vender barato a nuestra gente. Porque si no, se lo tendrán que comer ellos.

G.: Pueden decidir no sembrar...

C.: Jajajaja ¿Y de qué van a vivir? El que no produce, no come.

G.: Jajajaja... está bien eso. Que no te escuchen en la Matanza.... Perdón, es una broma...

C.: No le hacen gracia a nadie tus bromas. Pelotudo.

G.: ….

C.: Además, tenemos industriales, ¿no? Esos deberían estar con nosotros, le damos en bandeja todo el mercado interno sin competencia...hacemos que nos olvidamos de sus traiciones...

G.: Sin importaciones y sin tecnología, lo que produzcan será a precio de oro. El mercado interno, además, está cada vez más raquítico... no les alcanza para una escala competitiva. Y si rompemos con el mundo, tampoco podrán exportar. Más bien creo que se van a rajar, van a vender sus fábricas o directamente a cerrarlas. Salvo que los atemos con obra pública administrada. Pero después de la causa Cuadernos, no los veo muy dispuestos...

C.: ¿Y le dijiste a los ignorantes del Fondo que no podemos pagar porque no tenemos plata?

G.: Si les digo eso, no nos refinancian más.

C.:¿y para qué corno los queremos?

G:. C, nos prestan al 4 %... En cualquier otro lado nos piden el 18 %... Yo también lo uso como bandera, pero no nos creamos nosotros mismos nuestro invento. Si el Fondo no nos refinancia, estaríamos en default.

C.: Ya estuvimos en default, y no se murió nadie. Y a ver si tomas conciencia que vos estás ahí porque yo gano elecciones. Y en las elecciones, el Fondo no vota...

G.: bueno... tendremos otro año más sin crecer. Este año podremos dibujar los números por el arrastre estadístico y la paralización de la pandemia como comparación, pero no nos engañemos: será con la pobreza aumentando tanto como la deuda defaulteada, que después nos cuesta más cara. Además, una cosa son los números que mostramos y otra la realidad que vive la gente. El default no nos conviene porque después nos sale mucho más caro.

C.: Vos no te preocupés por el “después”. Lo mandamos al enano que renegocie y arreglamos. Ahora eso no importa.

G.: C, llevamos sin crecer tres décadas... tenemos el mismo producto por habitante que en la década del 60...

C.: ¿Y vos querés que los héroes seamos nosotros?

G.: No, entendeme lo que te quiero decir: el país se irá llenando cada vez de más pobres y pareceremos una gran toldería. Vamos a ver exilados argentinos no sólo en España, Uruguay y EEUU sino hasta en Bolivia y Paraguay.

C.: Que se vayan, para qué los queremos.Son de clase media, lo único que traen son problemas. Nos quedamos con los leales, los que no se van, los que nos dan el triunfo nacional con la 3a Sección...

G.: Pero, ojo, tengamos cuidado. Ahora esos también están reclamando...

C.: ¿Qué quieren? ¿que vuelva el inútil? ¿No saben que estamos así porque nos metió en el Fondo y que es culpa de él lo que nos pasa?

G.: Si, hizo crecer la deuda en 20.000 millones en cuatro años.... Pero nosotros en este año hemos tenido que sumar una suma mayor, cerca de 25.000 millones... y ahora en total ya debemos 331.000 millones... (de paso, la mayor parte la hicimos nosotros) pero eso a ellos no les importa: quieren comer y cada vez se nos hace más difícil darle planes y subsidios.

C.: Pués si eso quieren, se les dá. Les sacaremos más a la ANSES, aumentaremos los impuestos del campo, defaultearemos la deuda en pesos -no pueden ser que esos h d p sean los únicos que no sufran la situación y sean privilegiados, si defaulteamos a los externos, que ellos también aporten lo suyo-... pero no podemos aflojar ahora. No sé por qué te complicás tanto. Es sencillo: más impuestos a los que tienen -son todos contra-, subsidios para los nuestros y maquinita para el Estado.

G.: Por contener la inflación podremos estar llevando el país a la hiper...

C.: A mí lo que me parece es que vos te estás ablandando y en esta nueva etapa necesitamos gente dura y firme... por eso nos va como nos va...

Fin

Ricardo Lafferriere              








martes, 9 de marzo de 2021

"Judicializar la política"

 




Es ya una moda cuestionar la “judicialización de la política”, en ocasiones acompañada de un similar cuestionamiento a la “politización de la justicia”.

Frase efectista, que en sí es sólo un oxímoron.

Política y justicia son dos órdenes de la vida social -como la económica, la religiosa, la artística, la cultural-, cada una con sus reglas edificadas tras siglos de elaboración, ensayo y error y consolidación de formas cada vez más sofisticadas que marcan, justamente, la diferencia entre las sociedades primitivas y las sociedades avanzadas.

La vida social, por supuesto, es una sola. La división en “campos” tiene un significado epistemológico -producto de una categorización que ha permitido separar cuidadosamente las reglas de cada uno y hacer posible la convivencia en las sociedades modernas-. Se conjugan regulando la totalidad de esa vida social, cierto que a veces con límites difusos pero, en general, con áreas de acción bastante delimitadas.

La política es el conjunto de reglas expresas y tácitas que norma el acceso y ejercicio del poder. Todo un edificio normativo regula sus relaciones, desde la Constitución -norma básica del ordenamiento jurídico a partir de la soberanía del pueblo- hasta las más puntuales leyes, decretos y reglamentos, a los que no son ajenos tradiciones y prácticas culturales.

También abarca la dinámica concreta de la puja por el poder, sofisticada y cambiante al compás de los cambios sociales en la comunicación, la cultura y los valores de cada sociedad y cada tiempo.

La justicia es más precisa. Tiene un papel ordenador -civil, comercial, laboral, internacional, administrativa, electoral, tributaria, etc.- y un papel sancionatorio, que, a diferencia de todos los anteriores, define con precisión cuáles son las acciones que la sociedad califica como “delitos” y la sanción que les cabe a quienes los cometen.

El primer papel -se suele decir, para una comprensión más directa- es como un “océano”: inunda toda la realidad. No hay conducta que no tenga su encuadramiento, sus “cauces”, sobre el principio básico de la libertad personal, las formas de ejercerla y sus limitaciones.

El segundo, el penal, es más preciso. Define “islotes” en ese océano social, los que con toda claridad veda las actitudes insoportables para la convivencia en paz.

Los delitos pueden afectar diferentes “valores” jurídicos: la vida, la propiedad, la libertad personal, el orden democrático, la confianza en la fe pública, el orden constitucional, etc. La sanción penal, en nuestro ordenamiento legal y en la mayoría de los existentes, erradicada ya la pena de muerte en casi todo el mundo, se efectúa a través de la privación de la libertad y las multas. Modernas legislaciones han ampliado las sanciones posibles en determinados delitos a decisiones abiertas de los jueces -como ayudas comunitarias, asistencia a clases de educación, etc-.

Quien comete una acción definida como delito debe ser sancionado. Sea presidente, gobernador o legislador. Sea economista, religioso o deportista. El delito pasa por encima de las diferentes actividades. La sanción es una limitación grave al principio de libertad, por lo que la Constitución establece cuidadosamente que sólo puede ser definida por la ley, no puede ser objeto de Decretos de necesidad y Urgencia, y escapa a las facultades del Poder Ejecutivo, que jamás puede asumir funciones judiciales ni dictar penas (art. 109, CN): esa función es atribuida a los jueces con exclusividad, y la función judicial es separada también cuidadosamente de la política, al punto que ni son electos, ni sus cargos pueden ser revocados salvo casos previstos por la ley, por un procedimiento especial cuya última palabra es del Congreso. Su eventual remoción no implica revocar sus sentencias, ni puede cesárselo por el contenido de éstas.

La “judicialización de la política” o el curioso invento del “lawfare” no pasan de ser rudimentarias argucias exculpatorias. Sería absurdo pretender que quien ocupa el poder pueda robar, matar o defraudar o incluso atentar contra el estado de derecho -es decir, cometer delitos- y no se le pueda juzgar por ser funcionario o invocar que constituyen "medidas de gobierno, y por lo tanto no justiciables". Justamente, quien está en una posición de poder es quien más debe ser observado ante el desequilibrio que otorga el poder para realizar acciones al borde de la legalidad, “protegido” en alguna manera por su prestigio, su fama o los ornamentos institucionales del poder. Quien comete un delito, debe ser sancionado.

En las sociedades actuales, la vieja inmunidad del poder que consagraba la indemnidad a soberanos o determinados estratos sociales ha desaparecido o ha quedado reducida a un papel simbólico, cada vez más limitado. Y en nuestro caso, ese principio se estampó en la Constitución Nacional: “La Nación Argentina no admite prerrogativa de sangre ni de nacimiento: no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley…” (art. 16, CN)

De ahí la importancia de la escrupulosa separación de jueces y política. El papel de los magistrados está pensado justamente para evitar su contaminación por las pasiones que desata la vida política. Y es obligación de los políticos -como de todos- respetarlos con la misma escrupulosidad, aún más que cualquier otro ciudadano, porque son la última garantía de la vigencia de la libertad, del orden jurídico y de la paz social.

                                                                                                              Ricardo Lafferriere