lunes, 16 de junio de 2008

¿Horas finales?

¿Es que han perdido toda noción de prudencia? ¿Es que no les interesa ya atravesar cualquier límite? ¿Es que la paz entre los argentinos dejó de ser para el gobierno un valor apreciable?
Que tengamos que vivir esta situación bordeando el abismo en el momento internacional más promisorio de la historia argentina es sólo imputable a una causa: el deterioro del marco institucional por la obsesión autoritaria de una persona.
Cualquier país democrático, ante un conflicto de la magnitud del que existe con el campo, hubiera buscado su solución a través de su sistema de mediación institucional. Para eso está el Congreso, sus comisiones específicas, sus espacios de diálogo y generación de consensos... incluso su justicia, si así fuera el caso.
Todo está parado, por decisión del jefe del partido oficialista. El Congreso no se reúne desde hace semanas, a pesar de los reiterados esfuerzos de los legisladores opositores. La Justicia sigue con su marcha parsimoniosa, como si estuviera juzgando una tranquila causa particular en la pacífica Suiza. Y mientras eso sucede, el jefe del peronismo llama a sus partidarios, a través de su vocero, a “armarse”, no se sabe para qué, porque nadie ha impedido a la administración el uso de las fuerzas regulares de orden público –policía, gendarmería, prefectura- si fuera necesario su uso para mantener el orden jurídico y social del país.
La amenaza de repartir armas entre quienes, en el acto de portarlas, se transformarán en delincuentes, lleva al país ya al límite absoluto de la tolerancia. Indica que el régimen de gobierno transcurre sus horas finales.
El país maduro, por el momento, mira azorado. Las inversiones hace rato que se paralizaron. Los pequeños ahorros fugan rápidamente hacia la divisa, previendo el caos que se avecina. La marcha de la economía, cada vez más ralentizada, está al borde de detenerse. Los productos desaparecen de las góndolas, en parte porque faltan debido al caos generado por el gobierno, y en parte por temor ante los saqueos que son usuales en esta clase de procesos.
El clima de “cambio de tiempo” está claro, y lo único que sigue incierto es el momento final. Nadie puede ya, con esta situación y este desborde emocional y político del jefe del partido oficial, pensar que el país podrá atravesar con tranquilidad los tres años y medio que faltan hasta el 2011.
Salvo que la presidenta reaccione. Es la última esperanza.
¿Todos se volvieron locos?
Presidenta, ¿está su marido en sus cabales? ¿Lo está usted?



Ricardo Lafferriere
www.ricardolafferriere.com.ar
ricardo.lafferriere@gmail.com

1 comentario:

fgiucich dijo...

El país, así como está, me duele intensamente. Saludos.