martes, 30 de septiembre de 2014

Deuda: interés nacional, interés de la señora

Hay pocos en el “escenario” que se animan a expresar en público lo que dicen en la intimidad. En el fondo, lo que prima es su “posicionamiento”, que les aconseja no aparecer enfrentando presuntas convicciones “nacionalistas” de la mayoría de la población.

Desde este espacio, no creemos en esa “corrección política” ni en su valor ético en quienes deben orientar la reflexión pública y no sólo reducir su participación en el debate nacional a su interés en ocupar el gobierno. Además asumimos esta función desde una perspectiva ciudadana sin aspiraciones de poder, por lo que las reflexiones al respecto pueden fluir en libertad.

Sobre estas convicciones, creemos necesario ser honestos con quienes nos hacen el honor de leernos. La lucha de egos, quimeras, ficciones y medias palabras permite evadir decir lo que todos saben: la posibilidad de no pagar la deuda reclamada por los “holds-out” es literalmente CERO.

Más tarde o más temprano, el país deberá hacerse cargo. Cuando fue pronunciada la sentencia, hubiera alcanzado con USD 1.300 millones de dólares conviniendo una forma de pago –como lo sugirió el propio Juez-. La demora lleva ya esa deuda a USD 1.600 millones. A partir de la declaración de Desacato, se deberán agregar los punitorios que establezca el Juzgado. Así son las cosas, guste o disguste a cualquiera. Al país se le irán cerrando las puertas del mundo y no se abrirán hasta que no se regularice esa deuda con sentencia firme en contra.

Evadirse o esconderse tras extemporáneas interpretaciones jurídicas, pronunciamientos simbólicos de la Asamblea General de las Naciones Unidas o de la Comisión de Derechos Humanos puede ser simpático y responder a las pulsiones combativas de “la gilada” –como suelen decir los viejos políticos de Comité- pero desde la perspectiva del interés nacional sólo agrava el aislamiento. Los argumentos jurídicos ya fueron volcados en el juicio. Ni la Asamblea General, ni la Comisión de DDHH tienen competencia en el tema, que corre por carriles muy diferentes.

Ese aislamiento que impide entre otras cosas refinanciar vencimientos de los canjes 2005 y 2010 es lo que en el fondo provoca que la crisis deba ser enfrentada con mayor crudeza: inflación, pérdida de reservas, disolución del salario y del valor de la moneda, caída de la producción, mayor desempleo y a partir de allí tensión social creciente, delito en aumento y caos cotidiano.

Lo que realmente está en cuestión es quién paga “el precio político” de los errores. La señora y el kirchnerismo no trepidan en “patear” la resolución del tema para cuando no estén en el gobierno, que suponen será luego de diciembre del 2015, aunque para ello deban prolongar y profundizar durante un año y medio la agonía que sufre el país. Se solazan pensando que el próximo gobierno no tendrá otra salida que acordar con los acreedores el pago de una deuda que será varios miles de dólares mayor, manteniéndole la vigencia de una bandera política perversa en su cinismo, como será culparlo de un problema generado por la propia incapacidad de la gestión K.

Las oposiciones no se animan a denunciar la maniobra por temor a sufrir el escarnio de aparecer “defendiendo a los buitres” y con su silencio o sus medias palabras ayudan a la confusión general de la reflexión pública. Confían en que la deuda, aunque sea mayor e injustificada, podrá canalizarse adecuadamente luego de superada la “anomalía K”. Total, la pagará el pueblo.

¿El interés nacional? ¿el sufrimiento de los argentinos? ¿el estancamiento económico? ¿la violencia y la tensión social? Bien, gracias. Ni hablar de la madurez del debate democrático, la valentía política de los liderazgos, o el mantenimiento de relaciones comerciales, tecnológicas, financieras y de inversión con el mundo global, único espacio que puede servir de locomotora al relanzamiento argentino cuando el país recupere la cordura.

Seguir escalando tiene claros puertos de llegada: aislamiento hacia afuera, implosión adentro.
No creemos la información que campea entre líneas en varios diarios del mundo en el sentido de problemas de salud mental en la señora. Ella sabe lo que busca y lo que quiere. Sí creemos que entre lo que sabe y lo que quiere no está el interés nacional, sino su propio interés político, económico y personal. Ningún otro fundamento racional justifica lo que hace.

Lamentablemente, en el escenario pocos se animan a decirlo.


Ricardo Lafferriere

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