La inesperada noticia del éxito tecnológico de la India,
poniendo en la órbita de Marte un artefacto espacial para fines científicos,
está indicando tal vez lo más importante que pasa en el mundo. Un enorme salto
adelante, que no es exclusivo de las grandes potencias sino de aquellas de
desarrollo intermedio que deciden priorizar la inteligencia y el desarrollo
tecnológico, en lugar de seguir dando “ladridos a la luna” por las injusticias
globales que no podrán cambiar en el corto plazo.
La nave espacial fue diseñada, construida y lanzada con tecnología
desarrollada en el país asiático. Pero tal vez lo más interesante es su costo:
Setenta y cinco (75) millones de dólares por todo concepto, la décima parte de
lo que costó en Estados Unidos el proyecto de exploración de Marte.
Ha sido una lección de inteligencia tecnológica, estratégica
y de optimización de recursos. El presidente indio se solazó comparando el
costo del proyecto con el presupuesto de la película “Gravity”, superior en
treinta millones de dólares a lo que costó el desarrollo tecnológico indio.
Para los argentinos, tal vez podría ser más ilustrativo
compararlo con otra cifra: el subsidio que el pueblo argentino le da a los
compatriotas que viajan en avión y a los directivos de AA, cuyo promedio desde
que se estatizó la empresa alcanza a dos millones y medio de dólares diarios.
Los indios pusieron un artefacto científico orbitando
alrededor del planeta Marte, luego de recorrer sesenta millones de kilómetros,
al costo equivalente a dos meses de déficit de Aerolíneas.
Algunos tenemos todavía sangre en las venas y sentimos en
las vísceras el deterioro imperdonable que el peronismo en su versión
kirchnerista le ha provocado y le está provocando al país. Ellos, sus sostenes,
sus socios y sus cómplices. La indignación crece al ver la diferencia entre lo
que podríamos ser y lo que somos, entre lo que podríamos haber hecho y lo que
hicimos.
Luego de diez años de tirar por la borda los mejores años de
la historia económica argentina y de llevarnos a la crisis en la que nos
adentramos día a día por la incapacidad de gestión y los caprichos presidenciales,
terminamos paralizando todos los proyectos públicos y deteniendo la ejecución
presupuestaria en lo que no sea sueldos. Esta suspensión no alcanza entre otras
cosas a los subsidios a Aerolíneas, ni a los fondos destinados al “Fútbol para
Todos”, ni a los gastos de publicidad oficialista ni la “cadena de la felicidad”
para periodistas, jueces, fiscales, legisladores y artistas alineados. Y de “yapa”,
desatamos una inflación desenfrenada y vaciamos las reservas.
El mundo avanza, mientras profundizamos el aislamiento y la
insignificancia internacional. El viaje al Vaticano para llevarle al Papa un
kilo de chorizos, y a Nueva York para entrevistarse con el mayor especulador
financiero del mundo y atacar gratuitamente a países amigos alimentando el
patrioterismo de los ingenuos es la contracara de lo que podríamos estar
haciendo, simplemente, con un gobierno sensato, interesado en el futuro del
país y de su gente y con una auténtica vocación nacional.
Ricardo Lafferriere
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