viernes, 14 de marzo de 2008

El vacío... o la desfachatez

Pocas piezas oratorias presidenciales se han integrado con tanta naturalidad al género de la ficción como la actuada el 1 de marzo, en el discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso.
Nada sobre la inflación, desatada como flagelo destructor por los aprendices de brujos del gobierno “K”.
Nada sobre el desmantelamiento del INDEC, convertido en hazmerreír del mundo en su afán de tapar el sol con los dedos.
Nada sobre la inseguridad, la que –cuando no....- ahora parece que es responsabilidad de la dictadura militar... ¡que terminó hace un cuarto de siglo!...
Nada sobre nuestros niños, convertidos en los más embrutecidos del Continente, luego de cinco años de una gestión premiada con una Senaduría Nacional.
Nada sobre la corrupción, definida ya por propios y extraños como la más profunda y extendida de cualquier gobierno de la Argentina moderna.
Nada sobre el enriquecimiento patrimonial de su familia, ese sí sin precedentes en la historia argentina.
Supina incapacidad para prever la crisis energética, que le fue anunciada durante años a su administración por calificados técnicos, empresarios y analistas de todo el arco político, académico e ideológico, y que ha sido “descubierta” como novedad de maestro ciruela por el actual turno de gobierno –por supuesto, achacada a gobiernos anteriores, en este caso a quien lo hizo veinte años atrás...-
Nada sobre el escandaloso negociado con los bonos argentinos en Venezuela, que está recorriendo las redacciones de todo el mundo embarrando más de lo que está el historial financiero del país con los manejos dirigidos sólo a enriquecer ilícitamente a un conglomerado de ladrones.
Nada sobre la vergonzosa operación de YPF, que a medida que se conoce en profundidad demuestra la ausencia del más mínimo sentido de pudor para organizar los negociados más espúreos, aún a costa del compromiso de desfinanciamiento y desabastecimiento aún mayor de energía para el país.
Nada sobre Skanska, ni sobre el bolso de Michelli, ni sobre el marido de Michelli, ni sobre la preservación de Uberti y de Jaime como funcionarios cajeros.
Nada sobre el mantenimiento de Guillermo Moreno como huracán destructor de todo lo que toca, llevando al borde de la desaparición a la explotación tambera, a la producción de carne, a la producción energética y a la viabilidad de cualquier inversión seria ante la prepotente falta de seguridad jurídica que convoquen a proyectos de mediano y largo plazo.
Nada sobre la creciente asfixia productiva, ni sobre la cerrazón que se cierne sobre la economía ante los dislates del ex presidente formal, real presidente de facto, que ha convertido a Puerto Madero en la verdadera sede del gobierno nacional.
Es dificil –lo hemos dicho varias veces- no coincidir con lo que dice la presidenta Kirchner. Es muchísimo más difícil encontrar algún hilo conductor, algún vínculo, entre lo que dice y lo que pasa. Como si viviera en una pompa de jabón, o mirara al país desde la estratósfera. Salvo por su obsesiva defensa del narcotraficante caribeño, que está a punto de desatar un baño de sangre en el continente luego de alinearse con lo peor de la política, del delito y del crimen global.
En siquiatría, tal vez se podría hablar de esquizofrenia. Pero es política, que obliga a ser claros en los juicios. El discurso oscila entre el vacío y la desfachatez.
El vacío, si tenemos benevolencia para juzgarla y pensáramos que no sabe lo que pasa.
La desfachatez, si –engañados por su facilidad en hilvanar frases articuladas- le diéramos crédito a sus palabras y pensáramos que sabe de lo que habla, y, en consecuencia, que miente con desparpajo.


Ricardo Lafferriere

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