martes, 12 de mayo de 2009

Ahora, con Mexico...

Las medidas decididas por el “ex presidente en funciones” –como ha caracterizado un destacado periodista de opinión al esposo de la presidenta de la Nación- que han prohibido el arribo al país de los vuelos que tengan por origen a México provocaron, como no podía ser de otra forma, una protesta del gobierno azteca afectado por la sobreactuación de la administración argentina que genera un daño innecesario a la imagen y a la economía de ese país.
La Organización Mundial de la Salud tiene elaborado, en forma permanente y revisión constante, protocolos de actuación que contienen las medidas necesarias ante la aparición de brotes de enfermedades contagiosas peligrosas. Esos protocolos se han ido perfeccionando justamente para evitar que el pánico, la improvisación o la manipulación política derive en decisiones desvinculadas de cualquier efectividad previsible.
Los protocolos comenzaron a elaborarse luego de 1970, cuando un brote de peste bubónica se desató en cinco estado de la India, generando una sobrereacción motivada por el pánico que provocó pérdidas económicas enormes (1.700 millones de dólares de esa época), sin efecto alguno sobre el desarrollo de la epidemia. Desde esa fecha, el perfeccionamiento ha sido constante con la doble finalidad de la efectividad en el control de los brotes y la reducción de los efectos colaterales sobre la economía. Cabe recordar que éstos no son inocuos: se traducen en pérdida de actividad económica, con la consecuente reducción de empleos, que sufren principalmente los sectores más pobres.
El brote de “vibrión colérico”, en Perú; el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (“SARS”, en inglés), y posteriormente el de la gripe aviar, fueron contenidos con esas medidas, monitoreadas por especialistas de todo el mundo que integran los equipos técnicos de la OMS.
Ese protocolo de acciones es el que desconoció la rudimentaria respuesta del ex presidente en funciones, colocando a la Argentina en otra situación más de las tantas en que ha despreciado a otros países del mundo, en un rosario de agravios que deberemos revertir cuando termine la “pesadilla K” y, por fin, la Argentina recupere algo de sentido común y madurez. Muchas disculpas deberemos pedir a muchos para volver a ser tenidos en cuenta o respetados como una nación seria. Será otro de los desastres que legará el régimen a gobiernos que lo sucedan.
Con el inocultable motivo de “tapar” el brote de Dengue que azota a miles de compatriotas por la grosera inoperancia oficial, no dudó en poner en riesgo la excelente relación que tenemos con un país que ha mostrado su solidaridad con la Argentina en muchos momentos de su historia, entre los que no podemos olvidar el asilo dado en momentos difíciles a muchos compatriotas perseguidos por la intolerancia.
El listado de países es cada vez más largo, como símbolos de la soledad de la Argentina que el régimen “K” ha convertido en el hazmerreír de la comunidad internacional. Muchos fueron destratados antes que México. Desde Uruguay y Finlandia (naciones con las que ni el más ingenioso previsor de futuro hubiera pensado que nuestro país pudiera tener un entredicho), hasta los agravios protocolares cometidos contra el presidente de Rusia –varias horas de plantón en el Aeropuerto de Moscú, esperando al visitante que se demoró para hacer algunas compras de camino-; la reina de Holanda –a quién dejó esperando en un banquete protocolar ofrecido por él mismo, al que no asistió-; el presidente de Estados Unidos –al que destrató, siendo anfitrión, en la Cumbre de las América realizada en Mar del Plata; a los ahorristas italianos, ridiculizados repetidas veces por creer en nuestro país; a las empresas españolas, agraviadas por sus groseros desplantes con medidas populistas; a la República de Chile, incumpliéndole los contratos de provisión de gas; a Estados Unidos, a quien reprochó no haber presionado a su sistema de justicia para hacer “zafar” a su esposa de la vergonzosa operación de contrabando de dólares en el “affaire” de la valija de Antonini Wilson; al presidente de Guinea Ecuatorial, a quien el cupo femenino de la dinastía presidencial increpó en una reunión protocolar luego de haberle cursado una invitación oficial para visitar al país; y así podríamos continuar hasta el infinito.
Ese desconocimiento de las más elementales reglas de la buena educación y la convivencia –que en el plano diplomático se denominan “reglas de protocolo”- hasta la soberbia desdeñosa con la que se dirige a otros mandatarios y países han sido una constante dañina para la Argentina, cada vez más aislada en un momento en que el mundo construye la ciudad del futuro, con su economía eslabonada, su desarrollo científico técnico cada vez más interelacionado, sus pueblos cada vez más interconectados y sus sistemas políticos cada vez más compenetrados en acciones conjuntas, como la propia presidenta de comprometió a actuar en el G-20 realizado semanas atrás, en Londres.
Pero no hay nada que hacer. Nos tocó este azote. La buena noticia, en todo caso, es que no será eterno.
Tendremos mucho que reparar del prestigio y la buena educación de la Argentina en el mundo cuando el país vuelva a la normalidad democrática.


Ricardo Lafferriere

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