La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), con sede en Roma, acaba de informar que las personas que sufren hambre en todo el mundo superan las mil millones. La cifra precisa dada a conocer por el organismo asciende a 1.020 millones de seres humanos.
En el mismo informe, aparecido en los medios de esta semana, la organización destaca que la causa principal de esta situación es la pobreza extrema, lo que concentra los daños en los seres humanos de menores recursos. Consecuentemente, llama a los gobiernos a proteger las inversiones en la producción de alimentos, especialmente la de los pequeños y medianos productores en los que la relación entre su actividad y la posibilidad de su alimentación es más directa.
La otra cifra fue dada a conocer en nuestro país: destaca nuestra contribución a la primera. Ciento veintitres millones de personas, el 12,3 % de los hambrientos del mundo, lo serán por la reducción de producción de alimentos acaecida en la Argentina. El dato fue proporcionado por la Sociedad Rural Argentina, al igual que la causa –que es conocida por todos-: el ataque desmatizado del gobierno kircherista a los productores agropecuarios, considerados y tratados como enemigos a partir de la exitosa resistencia a ser saqueados que exhibieron en el primer semestre del año 2008.
No existe otro país en el que se apliquen medidas antiproductivas como las ejecutadas por el Secretario Guillermo Moreno, por instrucciones directas del ex presidente Kirchner. El resultado a la vista: casi el 40 % de reducción de la producción agraria, y la liquidación acelerada de la producción cárnica, en la que la matanza de vacas (que equivale a la “venta de las máquinas”, en las fábricas) alcanza un nivel cercano a un ritmo terminal.
Dos récords como los que le agradan a la señora presidenta son testimonio del derrumbe: la siembra de trigo es la menor en un siglo y la Argentina es el único país del mundo que ha reducido su existencia de ganado, en una etapa de florecimiento del comercio cárnico por la fuerte presión de la demanda de los últimos años que llevó, entre otras cosas, al Uruguay, Brasil y Paraguay a ocupar los mercados que nuestros productores cárnicos –y el esfuerzo de gobiernos sucesivos- había logrado conquistar.
Un mundo hambriento y la Argentina kirchnerista contribuyendo al hambre.
Triste record de nuestra democracia, que conmemora su primera cuarto de siglo traicionando de esta forma sus anhelos fundacionales. El sueño de Alfonsín de una democracia eficiente y de contenido social (con la que “se coma, se cure y se eduque”) ha mutado, por obra y gracia del populismo irracional, en un sistema elitista que a la vez que enriquecer groseramente a los amigos del poder, no sólo hambrea a los argentinos sino que contribuye en forma importante al hambre en el mundo.
Sólo faltaría, para cerrar el círculo, que el “ex presidente en funciones” declare que ellos no tienen nada que ver, sino que lo que ocurre es el efecto ... del “neoliberalismo” y de “las políticas de los 90”.
Ricardo Lafferriere
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