¿Tienen dignidad los países?
Dice el diccionario que “dignidad” es la cualidad de “digno”. Y “digno”, por su parte, se relaciona con “merecimiento” y está vinculado con alguna aptitud, pertenencia o respetabilidad.
La reflexión viene a cuento de las consideraciones con que el Banco Mundial acompañó su decisión, conocida en estos días, de otorgar a la Argentina créditos por U$ 1290 millones y la apertura de otra línea por UD$ 3300 millones, que se extenderá hasta el año 2012. Buena cosa que la administración kirchnerista haya vuelto a los organismos internacionales de crédito, terminando con sus reiteradas demonizaciones –que hace rato no se escuchan, a voz impostada y dedito levantado...- sobre las maldades intrínsecas de las finanzas internacionales.
Sin embargo, el “caballo cansado...” no les ha permitido esta vez hacerse cargo de las inusuales admoniciones con que llegan estos fondos. La Argentina, según el Banco Mundial, adolece, entre otras cosas, de:
- Incapacidad de atraer inversiones privadas.
- Recrudecimiento del proceso inflacionario.
- Alto endeudamiento.
- Fuga de capitales.
- Debilitamiento de la seguridad jurídica y el estado de derecho.
- Violaciones contractuales por parte del Estado que incrementa la inseguridad y la litigiosidad.
- Elevado nivel de corrupción.
- Necesidad de mejorar la gestión pública.
- Efectos negativos que el reciente blanqueo de capitales puede tener en el crecimiento del narcotráfico.
- Posibilidad de que la mencionada ley favorezca el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo y el narcotráfico.
Si los países tienen dignidad, es difícil no advertir el ataque que estos conceptos collevan a un valor del que sus primeros custodios deben las autoridades y en segundo lugar sus ciudadanos.
Que las autoridades nacionales hayan resuelto –como afirma el el Clarín del Jueves 11- dejar pasar “por alto” estas observaciones –como si fueran pequeñeces- y destacar el hecho en sí del otorgamiento del crédito y su dimensión, está evidenciando la escasa importancia que nuestro gobierno le da a la dignidad del país que administra. Pocas veces en la historia argentina debe haber existido un rosario de agravios a la dignidad nacional como las expresadas en forma directa e indirecta en los considerandos que acompañan la decisión del organismo financiero internacional. La Argentina sería algo así como un territorio sin ley, abierto a las lacras del narcotráfico y el terorrismo, tramposo crónico que lleva al exterior el producido de su corrupción, que no respeta su palabra y que disfruta de su condición de deudor pertinaz en lugar de pagar lo que debe.
Quizás sea mejor pensar que la dignidad es una cualidad de las personas, no extensible a los países. Porque aunque miles de argentinos consideramos que el rosario de insultos del Banco Mundial reflejan lo que nosotros mismos pensamos sobre la realidad nacional, la indignación por tener que formar pasivamente parte, por generalización, de un colectivo que nos incluye (la Argentina), no puede ocultar que desde hace años venimos denunciando y alertando sobre estos hechos, realizados exclusivamente por quienes ocupan el aparato estatal y sus allegados.
Y debe llevarnos a reflexionar sobre el papel de la mayoría de los ciudadanos, al elegir y tolerar que una banda como ésta nos gobierne y defina en el mundo, en nuestro nombre, la imagen del país de todos. Un país que comenzó su camino con Saavedra, Moreno, Belgrano, San Martín y Castelli. Que definió su rumbo con hombres de la talla de Echeverría, Alberdi y Sarmiento. Que organizó su convivencia con la acción de Urquiza, de Mitre, de Avellaneda. Que se convirtió en un país moderno de la mano de Roca, Pellegrini, Alem y Joaquín V. González. Que completó la inclusión política en el modelo republicano con Alvear, Juan B. Justo, Sáenz Peña e Yrigoyen. Que avanzó en su desarrollo industrial con Justo, Pinedo, Savio, Perón y Frondizi. Que luchó para recuperar la senda democrática con Illia, Balbín y Alfonsín.
Es el nuestro un país que incluye en su historia, compleja y contradictoria pero vital y patriótica, a muchos más que los nombrados muertos ilustres, cuyo sólo e incompleto listado seguramente mueve la conciencia de miles de quienes vivimos hoy, condenados por la escatológica pareja gobernante al “ninguneo” de cualquiera que en el mundo se le ocurra denostarlo, eso sí, a cambio de algunos dólares, que faciliten las cuentas de la banda que gobierna, dispuesta a dejar “pasar por alto” los insultos a la Nación, si vienen adecuadamente lubricados.
Pero si las naciones tienen dignidad por su historia y su destino, sería hora de que los argentinos de hoy decidiéramos recuperar la nuestra, sacándonos de encima a quienes poco les interesa el esfuerzo común y los valores morales por los que este país nació hace casi dos siglos comenzando la construcción de la que somos beneficiarios y deudores.
Entonces sí... bienvenidos serán los recursos, si llegan acompañados del respeto a nuestra dignidad recuperada. Caso contrario...
Ricardo Lafferriere
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