lunes, 31 de agosto de 2009

Los próximos meses

La ventaja que le da a Kirchner jugar al límite, sin preocupación alguna por el país ni por los argentinos, nos golpea a todos quienes tenemos cariño por nuestra patria y honramos honestamente la lucha de tantas generaciones por la construcción de un sistema institucional maduro que enmarque la convivencia y libere la potencialidad creadora de nuestra gente.
Los ataques irresponsables y la provocación extorsiva que cotidianamente los argentinos debemos recibir del matrimonio presidencial ha traspasado todos los ejemplos históricos. Habría que remontarse mucho hacia atrás, y quizás ni así encontremos, un período de gobierno que haya exhibido tal grado de desprecio por el país y su gente.
El problema es qué hacer, porque aunque existen motivos objetivos más que suficientes para iniciar juicio político por la manifiesta incapacidad de la presidenta para el ejercicio de su cargo, no pareciera que aún existan las condiciones políticas institucionales para hacerlo.
Los argentinos enfrentan un auténtico dilema. La oposición no peronista no está en condiciones de hacerse cargo aún. No será ella la que le dé un empujón, por varios motivos pero principalmente porque tiene legítimas expectativas para el 2011 que ve injusto tener que frustrar con una gestión anticipada en un turno incierto, que además no es el suyo. Y la alternativa peronista interna que eventualmente pudiera construirse está siendo demolida por la inescrupulosa acción kirchnerista y por la extorsiva utilización de los fondos públicos para disciplinar gobernadores e intendentes.
¿Quién, entonces, puede frenar la destrucción nacional sistemática, que si no se detiene nos dejará un país en ruinas?
Institucionalmente, no se puede hacer mucho más que oponerse a los dislates. Y en este aspecto, el trabajo parlamentario conjunto de la oposición es inédito. Ver trabajando –y votando- juntos a Pinedo con Aguad, De Narváez, Solá, Katz y hasta algún socialista, es un hecho que no tiene antecedentes. Constituyen lo mejor de la Argentina histórica, con todo el colorido de la pluralidad nacional. Es lo bueno, lo positivo, aunque parezca menor frente a los dislates kirchneristas. Ilusiona con la potencialidad de la Argentina que viene, cuando termine esta pesadilla.
Seguramente en algún tiempo -quizás a partir de fin de año, cuando esté consolidado el cambio en el Congreso- serán las propias fuerzas políticas opositoras las que comiencen a conducir gente en la calle. Una gran movilización, que sea la culminación de muchas otras, pero que en lugar de tener al frente a la "Mesa de Enlace" del campo, sea conducida por una "Mesa de Enlace" política, será cuál una nueva multipartidaria para terminar con la nueva autocracia modelo siglo XXI., volviendo el país a la senda democrática.
Ello culminará el renacimiento de los partidos con carnadura popular, no sólo simbólica. Será la forma real de unir el esfuerzo institucional -del que K se ríe, por su alma autoritaria, pero nosotros no debiéramos- con la gente en la calle -a la que K teme, como todo dictadorzuelo bananero-. Esa revitalización de los partidos reconstruirá el lazo político sólido entre la sociedad y sus instituciones con fuerza renovada.
La tarea debe comenzar con un paso urgente: apresurar la reconstrucción de los partidos en clave de diálogo nacional. El peronismo deberá avanzar en reorganizarse y esa será una columna decisiva. El espacio radical debe hacer lo propio aglutinando a las fuerzas más afines, y será otra. Seguramente el Pro y sus aliados, en el medio de ambos y con sucesivas inclinaciones para uno u otro lado, será la tercera. Las tres grandes "patas" de la reconstrucción futura.
Frente a esas columnas, el autoritarismo K no tendrá salida. Hasta ese momento, veremos diariamente escaramuzas en las que se irán desgastando las chances de recuperación nacional, costosas para muchos, al ritmo de las escatológicas ocurrencias del ex presidente y su señora. Pero en ese proceso de resurgimiento del espíritu público, de reorganización de las expresiones políticas de los argentinos para el nuevo tiempo y de preocupación y compromiso ciudadano con el país, estaremos edificando los cimientos de varias décadas de prosperidad iniciado tal vez con el hiato simbólico del Bicentenario.


Ricardo Lafferriere

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