Al
igual que la convertibilidad, los CEDIN se emitirán contra dólares físicos que
–se promete- serán su respaldo permanente. A diferencia de la convertibilidad,
coexistirán con la moneda nacional, al precio que determine “el mercado”.
Al
igual que la convertibilidad, estarán al alcance de cualquiera. A diferencia de
la convertibilidad, podrán requerir su emisión sólo los que blanqueen dinero de
cualquier origen que no hubiera sido declarado a las autoridades impositivas.
Al
igual que la convertibilidad, “circularán libremente” hasta que a algún tenedor
se le ocurra ir al BCRA y canjearlo por divisas. A diferencia de la
convertibilidad, su aceptación no será obligatoria para los acreedores y sólo
pueden saldar deudas si hay común acuerdo entre el deudor y el acreedor en
aceptarlos.
¿Son
malos? ¿Son buenos? Pues…como todo lo que hace el oficialismo. Su rigor técnico
es escaso, sus antecedentes nulos. Es una medida para intentar “salir del paso”
de la angustiante carencia de divisas a raíz de la patética política oficial de
control económico.
Esa política ha conducido al desequilibrio
reinante entre la necesidad de divisas –para pagar energía, deudas,
importaciones, turismo, servicios- y la decisión de mantener la ficción de una
economía que parezca más rica y abundante de lo que realmente es.
En
otras palabras: para esconder la pobreza, porque no hay valentía para confesar
que la Argentina está, en realidad, sustancialmente más empobrecida de lo que “el
relato” afirma.
Los
“CEDIN’es” ayudarán sumando otra ficción: que hay en el país más divisas que
las que realmente existen.
Como todos los inventos, no puede
anticiparse lo que pasará. Con los antecedentes de irresponsabilidad financiera
de la gestión kirchnerista, agregaremos otra incertidumbre: que las divisas que
respalden los CEDIN’es terminen siendo utilizadas para finalidades que a la
presidenta se le ocurran más “patrióticos”, “nacionales” y “populares” que
esperar que su dueño las reclame.
Así lo hicieron con los fondos de
los ahorristas previsionales, las reservas internacionales y varias cajas
específicas de las que el gobierno se apropió sin otra justificación que su
voluntad.
Cierto, ese uso no está previsto
en la ley. Pero ¿alguien realmente cree que eso sea un freno ante la sed de
divisas y los antecedentes de escaso respeto a las normas y a sus propias
palabras por parte del “relato” oficial? El trascendido levantado por la prensa
y atribuido a Guillermo Moreno (“Ahora podremos emitir dólares”) parecen contestar
la pregunta.
Ricardo Lafferriere
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