domingo, 19 de octubre de 2014

El viento sopla para todos

Buen momento para una mirada comparativa.

El “viento del mundo”, sea de cola o de frente, nos golpea al igual que a los vecinos. Depende de la pericia del piloto y la orientación de las velas si se aprovechan o se desperdician los vientos favorables, y si existe habilidad para capear los huracanes adversos.

En ese sentido, nada mejor que una mirada comparativa de la región para verificar cómo han atravesado los diferentes países las tormentas del mundo, y cuál es su estado actual.

Hemos comparado dos variables: 1) la relación entre el Producto Bruto Interno y las reservas internacionales de cada país, y 2) la relación entre las reservas y la población de cada uno.

En la primera razón, el orden es el siguiente:

Reservas como porcentaje del producto bruto interno

1° Bolivia: 51 % - PBI 30.000 millones de USD – Reservas USD 15.440 millones
2° Uruguay: 34,8 % - PBI 52.350 millones de USD – Reservas USD 18.200 millones
3° Paraguay: 31,6 % - PBI 23.000 millones de USD – Reservas USD 7.270 millones
4° Perú: 30 % - PBI 210.000 millones de USD – Reservas USD 63.340 millones
5° Chile: 14,8 % - PBI 277.000 millones de USD – Reservas USD 41.000 millones
6° Brasil: 17 % - PBI 2.210.000 millones de USD – Reservas USD 377.000 millones
7° Venezuela: 6,17 % - PBI 340.000 millones de USD – Reservas USD 21.000 millones
8° Argentina “K”: 5,74 % - PBI 470.000 millones de USD – Reservas USD 27.000 millones

Reservas por habitante

1° Uruguay. USD 5.200 (Población: 3.500.000)  
2° Chile. USD 2.303 (Población: 17.800.000)
3° Perú. USD 2.083 (Población: 30.400.000)
4° Brasil. USD 1.840 (Población: 205.000.000)
5° Bolivia. USD 1.471 (Población: 10.700.000)
6° Paraguay. USD 1.038 (Población: 7.000.000)
7° Venezuela. USD 677 (Población: 31.000.000)
8° Argentina "K". USD 647 (Población: 41.700.000)

Esa es la situación en la que –hasta ahora- está dejando la administración kirchnerista las finanzas públicas. A partir de ese punto de partida comienzan los problemas:

1.       Default con el sistema financiero internacional, que impide recurrir al financiamiento externo para atenuar socialmente la crisis y traba la producción y el comercio exterior –con lo que aumentará la desocupación-.

2.       Inflación récord, debido al desequilibrio fiscal que terminará el 2014 cercano al 7 % del PBI y puede alcanzar en 2015 al 10 % del producto –superior a la hiperinflación de 1989 y que dobla la existente en diciembre de 2001-, lo que paralizará la producción y derrumbará el salario.

3.       Endeudamiento público creciente, por los intereses punitorios incrementales de la deuda en default y el vaciamiento de las cajas sectoriales (ANSES, Banco Nación, BCRA) a cuyas obligaciones -con jubilados, depositantes, acreedores- deberá responder el Estado con recursos impositivos.

4.       La caída estructural del precio del petróleo que durará al menos un lustro y pasará a “stand by” la ilusión de “Vaca Muerta”, que requiere para ser rentable un precio no inferior a US$ 80 dólares, el que será muy difícil de alcanzar con los países árabes produciendo en exceso para frenar el desarrollo del “fracking”, y los EEUU impulsando el fracking para abastecerse y exportar, por razones de la más cruda geopolítica.

Frente a esos datos, entretenernos en la discusión del desguase del grupo Clarín, el lanzamiento de un satélite de comunicaciones o la dificultad en disponer de remedios para el SIDA es tapar el cielo con un dedo.

Lo curioso, en todo caso, es que los principales candidatos presidenciales –ya que sería un preciosismo pensar en los partidos políticos- sigan privilegiando su posicionamiento de cara a la renovación presidencial para la que falta un año, desentendiéndose alegremente del abismo en el que hemos empezado a caer y de la tarea titánica que deberá enfrentar el país en el futuro cercano.

La sensación que inunda mirar este proceso es que no existe gobierno, y que los que debieran tomar el timón –en el gobierno y en la oposición- se han olvidado que son apenas el escenario de un país que los mira cada vez más azorado.

Ricardo Lafferriere


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