domingo, 10 de diciembre de 2023

¿Menem 2.0?

 

¿Menem 2.0?

Imposible no sentir remembranza de aquel tiempo. La economía del primer turno democrático se había desbocado, pasando su factura por no haber tomado nota del cambio que ya se había producido en el mundo y en el país entre el derrocamiento de Arturo Illia en 1966 y los nuevos aires que comenzaron a campear a partir de la crisis del petróleo y el comienzo de la nueva globalización y expansión financiera.

Alfonsín tuvo una prioridad, que trascendía la economía: reconstruir el tejido institucional cuyo deterioro llevaba muchas décadas. Lo logró, con una singular épica democrática de la que aún disfrutamos, aunque el precio de la desactualización económica -más que del propio Alfonsín, de la sociedad argentina y su sistema político y económico- pasó factura. Llegó la hiperinflación, que Menem sufrió también a comienzos de su gestión.

La llegada de Cavallo comenzó a ordenar la economía. La situación internacional lo ayudó, así como el predicamento del nuevo presidente ante los gremios, el éxito de la lucha contra la inflación y -a pesar de llegar con una historia y una experiencia larga en el sistema- una presentación de “outsider” taquillero con los medios que le facilitó su llegada al gran público. Su hegemonía duró una década.

Se ha escrito mucho sobre su final. Alguna vez he sostenido que los errores de su gestión no fueron ajenos a la falta de oposición, no porque el radicalismo de esos tiempos no la hiciera, sino porque la hacía desde el pasado, creyendo que era posible regresar al país de Illia, sin tomar nota de los cambios -que al final de su mandato, el propio Alfonsín había advertido cuando realizó su convocatoria de Parque Norte e impulsó las privatizaciones de Entel, Aerolíneas y lanzó el Plan Houston- producidos en el mundo luego de la crisis del petróleo, de la deuda y de la globalización financiera.

De la Rúa y Macri intentaron retomar el camino modernizador pero chocaron con una sociedad que aún estaba atada a los conceptos de mediados del siglo XX y no había asumido los cambios del mundo. Estructuras que alguna vez he conceptualizado como la “coalición de la decadencia” impidieron los tres esfuerzos modernizadores de la democracia, cada uno con sus particularidades y matices.

La situación que deja el kirchnerismo es mucho peor que la que recibió Menem, más grave que la recibida por de la Rúa y muchísimo más grave que la que recibió Macri. La impresión que dejan los primeros pasos de Milei es que busca retomar aquel rumbo, reinsertando al país en el mundo económico global.

Sus ejes son similares al intento del peronismo de Menem: fuerte alineamiento occidental, reducción sustancial del aparato estatal, apertura económica unilateral, reconstruir la economía sobre las bases liberales de la Constitución y buscar homologar el costo argentino -incluidos los salarios, que en una economía abierta con paritarias libres es previsible que acrecienten notablemente su valor- con la competitividad global.

Esas bases debieran ser un punto de encuentro, no de divergencias.

Los debates virtuosos debieran centrarse en reducir los costos sociales de la transición, organizar un sistema previsional y de salud pública de excelencia al alcance de todos, reconstruir la educación de calidad en la que nadie quede afuera, integrar al país en su dimensión continental con una infraestructura que llegue a todos y relanzar la economía sobre la base de la estricta vigencia del estado de derecho. Esos temas son los que sería esperable de una oposición “desde el futuro”, que no reniegue del mercado ni de la modernidad, sino que sobre ella garantice un piso generalizado de dignidad. Así logró Europa, en un juego virtuoso de socialdemócratas y populares, recuperarse de la destrucción de la guerra.

Si en lugar de esa línea que busca el centro se reproducen los discursos opositores que vimos durante la década de los 90 cuestionando la necesidad de un cambio e ignorando lo que realmente es necesario custodiar y propugnar, la historia puede volver a repetirse. Y sabemos lo que significa.

Ricardo Lafferriere

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