Hay pocos en el “escenario” que se animan a expresar en
público lo que dicen en la intimidad. En el fondo, lo que prima es su “posicionamiento”,
que les aconseja no aparecer enfrentando presuntas convicciones “nacionalistas”
de la mayoría de la población.
Desde este espacio, no creemos en esa “corrección política”
ni en su valor ético en quienes deben orientar la reflexión pública y no sólo
reducir su participación en el debate nacional a su interés en ocupar el
gobierno. Además asumimos esta función desde una perspectiva ciudadana sin
aspiraciones de poder, por lo que las reflexiones al respecto pueden fluir en
libertad.
Sobre estas convicciones, creemos necesario ser honestos con
quienes nos hacen el honor de leernos. La lucha de egos, quimeras, ficciones y
medias palabras permite evadir decir lo que todos saben: la posibilidad de no
pagar la deuda reclamada por los “holds-out” es literalmente CERO.
Más tarde o más temprano, el país deberá hacerse cargo.
Cuando fue pronunciada la sentencia, hubiera alcanzado con USD 1.300 millones
de dólares conviniendo una forma de pago –como lo sugirió el propio Juez-. La
demora lleva ya esa deuda a USD 1.600 millones. A partir de la declaración de
Desacato, se deberán agregar los punitorios que establezca el Juzgado. Así son
las cosas, guste o disguste a cualquiera. Al país se le irán cerrando las
puertas del mundo y no se abrirán hasta que no se regularice esa deuda con
sentencia firme en contra.
Evadirse o esconderse tras extemporáneas interpretaciones
jurídicas, pronunciamientos simbólicos de la Asamblea General de las Naciones
Unidas o de la Comisión de Derechos Humanos puede ser simpático y responder a
las pulsiones combativas de “la gilada” –como suelen decir los viejos políticos
de Comité- pero desde la perspectiva del interés nacional sólo agrava el
aislamiento. Los argumentos jurídicos ya fueron volcados en el juicio. Ni la
Asamblea General, ni la Comisión de DDHH tienen competencia en el tema, que
corre por carriles muy diferentes.
Ese aislamiento que impide entre otras cosas refinanciar
vencimientos de los canjes 2005 y 2010 es lo que en el fondo provoca que la
crisis deba ser enfrentada con mayor crudeza: inflación, pérdida de reservas, disolución
del salario y del valor de la moneda, caída de la producción, mayor desempleo y
a partir de allí tensión social creciente, delito en aumento y caos cotidiano.
Lo que realmente está en cuestión es quién paga “el precio
político” de los errores. La señora y el kirchnerismo no trepidan en “patear”
la resolución del tema para cuando no estén en el gobierno, que suponen será
luego de diciembre del 2015, aunque para ello deban prolongar y profundizar
durante un año y medio la agonía que sufre el país. Se solazan pensando que el
próximo gobierno no tendrá otra salida que acordar con los acreedores el pago
de una deuda que será varios miles de dólares mayor, manteniéndole la vigencia
de una bandera política perversa en su cinismo, como será culparlo de un problema
generado por la propia incapacidad de la gestión K.
Las oposiciones no se animan a denunciar la maniobra por
temor a sufrir el escarnio de aparecer “defendiendo a los buitres” y con su
silencio o sus medias palabras ayudan a la confusión general de la reflexión
pública. Confían en que la deuda, aunque sea mayor e injustificada, podrá
canalizarse adecuadamente luego de superada la “anomalía K”. Total, la pagará
el pueblo.
¿El interés nacional? ¿el sufrimiento de los argentinos? ¿el
estancamiento económico? ¿la violencia y la tensión social? Bien, gracias. Ni
hablar de la madurez del debate democrático, la valentía política de los
liderazgos, o el mantenimiento de relaciones comerciales, tecnológicas,
financieras y de inversión con el mundo global, único espacio que puede servir
de locomotora al relanzamiento argentino cuando el país recupere la cordura.
Seguir escalando tiene claros puertos de llegada:
aislamiento hacia afuera, implosión adentro.
No creemos la información que campea entre líneas en varios
diarios del mundo en el sentido de problemas de salud mental en la señora. Ella
sabe lo que busca y lo que quiere. Sí creemos que entre lo que sabe y lo que
quiere no está el interés nacional, sino su propio interés político, económico
y personal. Ningún otro fundamento racional justifica lo que hace.
Lamentablemente, en el escenario pocos se animan a decirlo.
Ricardo Lafferriere