¿Cómo es el saldo aproximado de
la transferencia de ingresos que se producen con el nuevo sistema?
¿Cuál es el
horizonte económico que se abre?
1.
La primera y más importante es desde el “resto
del mundo” hacia el país en general y específicamente hacia los productores
agropecuarios en especial. En los productos que no se exportaban por las
retenciones o lo hacían en ínfima medida –regionales como frutas y vinos,
trigo, maíz, carne, etc.-, al desaparecer las retenciones no existe pérdida de ingresos
del sector público –porque no se percibían-, y al contrario, comenzará a
percibir los que se generen por las transacciones que giran alrededor de la
dinamización de esas producciones: nuevos empleos, nuevos impuestos de Ingresos
Brutos, IVA, Ganancias, sellos, nuevas ventas de insumos –combustibles,
cubiertas, repuestos, maquinarias agrícolas, etc.-
2.
La segunda, originada en las exportaciones que
sí se realizaban –soja, cuyas retenciones son reducidas en un 14 % (o sea, 5
puntos, reducidas del 35 % preexistente a la nueva tasa del 30 %)- es una
transferencia desde el Estado (o sea de toda la comunidad) hacia los
productores agropecuarios, sólo en la medida de la reducción del impuesto, ya
que la soja no incide en precio de alimentos en forma perceptible.
3.
La tercera es desde el “resto del mundo” hacia
el país en general y hacia la industria en especial en los sectores
industriales que adquieren competitividad exportadora por la devaluación y
puedan comenzar a exportar y desde el Estado hacia esos mismos sectores al reducir
las retenciones en los casos –muy pocos- en que existían exportaciones.
4.
La cuarta es desde los consumidores hacia el
sector agropecuario, en la medida en que suba el precio de los alimentos y no
sea compensado con un aumento salarial o medidas públicas adicionales que
incidan en los precios internos.
5.
La quinta es desde el Estado –o sea, desde la
comunidad en su conjunto- hacia los consumidores en los casos en que se
neutralice el anterior con medidas fiscales –como reducción del IVA para
alimentos, planes especiales de precios cuidados, etc.- Si ello ocurriera, el
resultado sería neutro: se sacaría de un bolsillo para poner en el otro.
6.
Es también virtualmente neutro o mínimo en el
flujo del turismo al exterior. El dólar “turista” sube un 5 %, aunque esa
transferencia se incrementa en los casos en que existía devolución efectiva del
35 % de la retención de la AFIP. Si se tiene en cuenta ese 35 %, habría una
transferencia desde los viajeros al exterior hacia la comunidad general por el
equivalente a ese adelanto de impuesto a las ganancias que deja de existir.
7.
Hay una transferencia desde el resto del mundo
hacia el país por la competitividad adicional de la economía interna de cara al
turismo receptivo que se redireccione hacia el país, si se produce un
incremento de la actividad sectorial por esta razón.
8.
En el caso de incidir en el precio de los
combustibles –tema aparentemente en discusión-, existirá una transferencia real
de ingresos desde los consumidores hacia el sector energético hidrocarburífero,
cuya dimensión puede ser importante, tanto por su incidencia directa como por
su eventual influencia en la suba de precios y alimentación del proceso
inflacionario. Sería el mayor golpe a los consumidores por el nuevo régimen.
En síntesis: la principal
transferencia se dará desde el resto del mundo hacia el país. En el plano
interno, la transferencia que más puede preverse será la sufrida por los
consumidores de alimentos, en caso de no neutralizarse con medidas adicionales,
y por el efecto inflacionario del incremento de combustibles.
El objetivo perseguido por el
nuevo régimen es, claramente, dinamizar rápidamente el sector con mayor
capacidad de generación de divisas por aumento de volumen exportado
–agropecuario- a fin de aliviar el ahogo del sector externo que actúa como un
lastre a la reactivación industrial –por insuficiencia de divisas- y acentuar
el perfil exportador de la economía argentina.
Debido al punto de partida
–paralización de importaciones industriales y de exportaciones agropecuarias e
industriales en los últimos meses- y a la consiguiente inexistencia de
operaciones con divisas al cambio oficial anterior, es incorrecto afirmar que
existió una devaluación al estilo de las tradicionales, que se producían con la
economía funcionando. El dólar a $ 9,70 prácticamente no existía, las importaciones estaban paralizadas desde hacía varios meses por falta de divisas y de hecho, el
nivel de reservas disponibles era cercano a cero. Más que una "devaluación", se trata de un
cambio en el patrón de flujos económicos de una economía cerrada y estancada,
hacia una economía imbricada con las
corrientes globales de comercio, finanzas e inversión, que busca desatar nuevos
flujos de ingresos hacia el país que hasta ahora eran inexistentes.
Decir, por ejemplo, que lo que se mejora al sector agropecuario se le saca al salario no tiene en cuenta que el mayor incremento del sector agropecuario no tendrá fuentes internas sino externas, ya que devendrá de un incremento -que se espera sea sustancial- del volumen exportado. En la ecuación perseguida, el porcentaje de producción de alimentos destinada al consumo interno será muy reducido en comparación con el destinado a la exportación, y una política de compensaciones inteligente puede neutralizar ese efecto. Estrictamente hablando, la transferencia de ingresos en este caso será de competidores internacionales eventualmente desplazados por los productos argentinos reingresando al mercado mundial.
En este nuevo diseño, se estimulan las actividades productivas –primaria, secundaria y de servicios- que busquen la
realización de la ganancia en el mercado global. Es claro que la inversión –y
el crecimiento de la oferta, especialmente la dirigida a la demanda externa-
son considerados en la etapa por el nuevo equipo de gobierno los disparadores
de la reactivación económica, luego de cuatro años sin crecer al haberse
agotado las posibilidades beneficiosas del estímulo de la demanda en una
economía cerrada.
El aspecto siempre sensible es la
incidencia en el salario. Habrá que seguir con atención las
políticas de precios en los alimentos, combustibles, salarios públicos, pasividades
y paritarias.
Observando el rumbo adoptado, es
posible imaginar que el próximo paso sea un avance en la sustentabilidad de las
finanzas públicas. Será en este capítulo –más que en el del régimen cambiario-
donde pueden producirse transferencias de ingresos más marcadas pero es
prematuro, al no conocer las medidas, hacer un juicio sobre su efecto aunque la lógica indica que la administración económica buscará evitar efectos recesivos que agraven la situación fiscal al reducir los ingresos públicos por menor actividad. Cuidar el salario resulta central para la estrategia impulsada.
Es previsible pensar que las
medidas próximas se agrupen en tres grandes campos: 1) la inversión pública, que debería
buscarse financiar con crédito externo público y privado a fin de que no golpee en el “flujo” de
la caja del Estado; 2) la deuda anterior existente –externa e interna-, que
posiblemente se busque normalizar refinanciándola con instrumentos de deuda
institucionalizados y confiables para reducir su costo; y 3) el flujo de caja
–sueldos, jubilaciones, pensiones, retiros, proveedores, subsidios,
transferencias, etc.- que deberán financiarse con los ingresos corrientes. Pero esta suposiciones, realizadas sin información sino como meras reflexiones derivadas de lo realizado en los primeros pasos, deberán ser evaluadas cuando se conozcan. Hablarán los hechos.
Si se logra, el resultado debiera
ser el equilibrio fiscal y la consiguiente desaparición de la presión
inflacionaria de la emisión sin respaldo. Podría iniciarse un círculo virtuoso
con una etapa de crecimiento cuya locomotora sea la imbricación de la economía
nacional con las corrientes globales de comercio, inversión, finanzas y
tecnologías de la economía mundial. Pero mejor no adelantarse: será otra historia.
Ricardo Lafferriere