domingo, 17 de enero de 2021

Patriotas cosmopolitas


América First”, “América para los americanos”, “Nac & Pop”...

o

Sea la América para la humanidad”... “los hombres sagrados para los hombres”

y “todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”


Dos siglos discutiendo el destino americano. El de ellos y el nuestro.

Tal vez sea uno de los pocos hitos que unificaron nuestra visión nacional de futuro: el país cosmopolita, el país abierto al mundo, la Argentina para la humanidad.

Lo increíble no es la persistencia del debate, sino la temprana de visión de nuestros padres fundadores. En 1823, el presidente Monroe de EEUU estableció su doctrina de “América para los Americanos”. En el mismo momento, San Martín marcaba otro rumbo al proclamar en Lima que “nuestra causa es la causa del género humano” y definir en una frase la vocación cosmopolita de esa sureña revolución emancipadora que comenzara en la Plaza Mayor del Virreynato del Río de la Plata, en mayo de 1810.

No puedo saber si existe relación entre ambos pronunciamientos. Es probable que la coyuntura internacional ya estuviera tiñendo la mirada de los hombres que tenían responsabilidades y estaban al tanto de lo que ocurría en el escenario atlántico, en el cual jugaban sus piezas. Apasionante desafío para historiadores. Sea como fuera, prefiguraban ya un debate que atravesaría -y atraviesa, en pleno siglo XXI- las visiones políticas en todo el mundo occidental.

Por un lado, exaltando la pretendida superioridad de la propia “patria” por sobre las demás. La “América First” de Trump no es muy diferente de las raíces de la “nación católica” en nuestros pagos, que intelectualiza críticamente Loris Zanetta, y que se expresara tantas veces en nuestra historia desembocando en el nacionalismo cerril y en el populismo sectario que desprecia hasta la negación a cualquiera que no siga sus arcaicas consignas. Para estas miradas, la “patria” -”su” patria- es superior y trasciende a las personas, responde al ser supremo, al “caudillo”, al “jefe” o la “jefa”, que “concede” derechos y en ella deben tributar los míseros mortales del montón. Desde la “Santa Federación” y el hermético país rosista hasta los criollo-fascistas de Tacuara, triples A, “orgas” diversas, Cámporas y similares. Cerrada, intolerante, y si es necesario, hasta criminal. Violenta, sin ley.

Por el otro, la propia patria igual a la de los demás, de la igualdad esencial de todos los hombres y mujeres del mundo, la “unidad esencial del género humano”. Éstos son superiores en importancia a cualquier abstracción colectiva, sea una nación, un partido, un sindicato, una ideología o una religión. Son iguales ante la ley, sin “sumisiones ni supremacías” y su dignidad y sus derechos son sagrados y deben ser respetados, vivan donde vivan. Y entre nosotros se los garantizaríamos a “todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”. “Los hombres son sagrados para los hombres y los pueblos para los pueblos”, de Yrigoyen. Reina la ley y el estado de derecho.

Para esta mirada, la patria es una aventura de hombres libres e iguales que suman sus esfuerzos solidarios al igual que otros hombres, también libres e iguales, lo hacen con las suyas. No ve a los demás como “enemigos” sino como constructores de caminos confluyentes hacia una humanidad sin divisiones, aportando todos la riqueza de su variedad que comparten con esperanza para alcanzar una sociedad plural, libre y tolerante.

No es la “América First”, ni la “nación católica”, ni el nacionalismo cerril ni mucho menos la rudimentaria cruzada populista. Es “la causa del género humano”, que proclamara San Martín al liberar el Perú, la que estampa la Constitución en su preámbulo y establece la igualdad de derechos entre nacionales y extranjeros, curiosidad que muy pocos países -si alguno- tenían incorporados a sus leyes en tiempos de nuestra Constitución.

En el Congreso Panamericano de 1889, en Washington, cuando se insistió en la doctrina Monroe, le tocó a la delegación argentina encabezada por Roque Sáenz Peña pronunciar el mandato que retomaba la visión sanmartiniana: “Sea la América para la humanidad”. Y sin renunciar a la vocación de futuro de todo el continente, se negó a imaginarlo como una fortaleza excluyente recelando de los demás, sino abriendo sus puertas a la solidaridad universal. El mandato fundacional atravesaría alineamientos y conflictos intestinos: lo asumirían tanto partidos “populares” como los hombres del “régimen”. En este tema no había en la mirada de Leandro N. Alem o Juan B. Justo diferencia de utopía con la de sus duros rivales de entrecasa.

Cierto es que el debate nunca terminó de cerrarse, con sus condimentos tal vez antropológicos.

La segunda gran guerra fue una orgía de sangre desatada por estos supremacistas. Nazis, fascistas, imperialistas japoneses, racistas “puros” en los balcanes, antisemitas en toda Europa, llevaron al mundo a la mayor masacre criminal de su historia con 60 millones de muertos. Y que continuaron los supremacistas “de clase” o “ideológicos”, que hoy conforman ese espacio populista global escondido en la vieja geografía ideológica del siglo XX, en derechas y en izquierdas.

El debate existe hoy mismo en EEUU, entre la fuerza dura de los nacionalistas “trumpistas”, homogénea, blanca y protestante con las miradas plurales de la confederación de minorías que está enfrente. Es el país tradicional, que existe y teme el cambio inexorable al punto de sentir que cualquier evolución conduce a la democracia y a su país a un peligro extremo. Pero en el siglo XXI frente a la dureza conceptual conservadora, para la que hasta la democracia se ha vuelto una molestia, se levanta un colorido de reclamos más cercanos a la base de la propia democracia, el hombre común.

Al avanzar el siglo XXI esos hombres comunes se apasionan por reclamos de infinito colorido. Los unos, sienten las diferencias de género como trabas a su dignidad. Otros, reclaman con firmeza su derecho a un ambiente sano y a la protección de la casa común, nuestro planeta. Otros, piden no ser disciminados por su origen étnico o nacional, recordando que cada ser humano, nazca donde nazca, es un ser sagrado, “único e irrepetible”. Otros recuerdan al “poder” que es una excepción a la libertad natural de las personas, que no le otorga preeminencias o supremacías -como señeramente lo reclamara entre nosotros el decreto morenista de “supresión de honores”, en un tiempo global de revoluciones pero también de reyes y aristócratas-. Y muchos, muchos más. Es lo inquietante, pero a la vez emocionante de una humanidad cada vez más libre, luchando contra los bolsones autoritarios expresos o implícitos que aún existen en todo el planeta. Frente al resurgimiento de los mandones vemos la explosión de los que gritan que se acabó el tiempo de los mandones.

Esos reclamos asustan a muchos, porque también muchos de quienes lo expresan carecen de la experiencia democrática y del ejercicio de sus sabios mecanismos de tratamiento y resolución de conflictos. Son -por así llamarlos- recién llegados al debate público. Frente a esa aparente anarquía -Yrigoyen dijo alguna vez: “todo taller de forja parece un mundo que se derrumba”- la respuesta no puede ser la represión salvaje sino la docencia democrática, y en todo caso la firmeza para defender los mecanismos democráticos que nos costó -a los argentinos y a todos los países democráticos- tantos años, décadas y siglos conseguir y mantener.

Firmeza para respaldar y sostener la democracia, por un lado. Pero por el otro, puertas abiertas y estímulos participativos sin frenos burocráticos ni estructuras mañosas por el otro. Resistir los reclamos violentos significa repudiar la violencia pero requiere abrir a los reclamos canales responsables sin trampas ni recodos en los partidos, en los parlamentos, en los gobiernos. De lo contrario sólo sería otra forma autoritaria, escasamente democrática.

Hoy el desafío principal no parece ser de contenidos, sino de formas. Reconstruir herramientas que nos permitan resolver los conflictos de contenido -todos los conflictos- sin perder los valores más importantes, la libertad, la vida, la convivencia, la solidaridad.

No es sencillo predicar la importancia de la lucha democrática cuando cada uno -cada sector, cada persona- tiende a reaccionar por el tema puntual que lo daña, en muchos casos sin respetar las formas.

Las formas son esenciales a la democracia. La contracara de las formas es la violencia o la fuerza. El respeto a las formas se reduce también, en última instancia, al respeto al pensamiento diferente. Esto es válido en la lucha más grande, la que enfrenta proyectos, pero también en la construcción de las herramientas, las necesarias para canalizar con eficacia el debate público y la propia construcción de los agrupamientos políticos o electorales. Organización, acuerdos, programas compartidos.

 Sin democracia eficaz no hay posibilidad de lograr una convivencia estable, ni en el país ni en el mundo ya que no sólo no contaremos con esas herramientas indispensables sino que abriremos espacio a quienes desde siempre cuelan las simples -y falsas y rudimentarias- consignas supremacistas del “America First” y de sus sucedáneos diversos “Nac & Pop” en diversos lugares del mundo.

Frente a ellos, la alianza plural global de la democracia debe incluir a todos, sean también de izquierdas o derechas. Así fue la forma de detener al nazismo, que también tenía su “ala izquierda” -empezando por su propio nombre-. Después, podremos seguir discutiendo matices y filigranas. Hacerlo antes, puede llevar la batalla hasta el infinito o hasta nuestra propia extinción.


Ricardo Lafferriere                             

Imperdible: La Argentina que fué:



ARGENTINA MUNDIAL

PUBLICADO EN EL CENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA



sábado, 2 de enero de 2021

Argentina: un país que se disuelve

 La vieja parábola de la rana sumergida en agua calentada lentamente para que no reaccione, hasta que el calor la termina matando, es perfectamente aplicable al proceso argentino. En rigor, la comparación más acertada -tal vez, más dolorosa- es la de un caracol o una babosa a la que se le echa sal encima y se va secando sin remedio, hasta su muerte.

Hay que ser voluntariamente ciego para no advertirlo. El país se va disolviendo lenta pero inexorablemente, deslizándose hacia la pobreza extrema alcanzando a cada vez más argentinos. Y no es un ritmo inadvertido, sino persistente y sólido.

 No advertirlo es suicida.

Todo lo que significa el país moderno, vital, pujante y vinculado al mundo está siendo desmantelado y con él, su base productiva.

El campo, la industria, los servicios, los emprendedores ven cómo se los expropia para ampliar la economía asistencial, sin estímulo alguno ni compensación que permita continuar generando riqueza.

Repartir lo ajeno, aún a costa de destrozar la actividad productiva. Esa es la constante.

 

LOS DATOS DEL DERRUMBE

 

El símbolo de la relación con el mundo, la moneda nacional, ha caído en un año a la mitad de su valor real. Los salarios han acompañado este derrumbe, pero también la rentabilidad empresarial, el valor de los activos físicos y el valor de las empresas. No por la pandemia, sino por la mediocridad. Brasil ha sufrido la pandemia con una intensidad sustancialmente mayor. El valor de su moneda, en un año, pasó de 4,23 a 5,19 reales por dólar[i]. El peso pasó de 77,90 a 166[ii]. Su deterioro ha superado el 50 %. El propio valor “oficial” del peso ha perdido en dos meses (del 1 de noviembre al 31 de diciembre) casi el 10 % de su valor[iii]. Proyectando este deterioro, a fin de año superará otra caída a la mitad de su valor, o más.

Los activos inmobiliarios han perdido el 50 % de su valor, y quien sostenga que sólo lo han hecho en un 30 % simplemente se ilusiona con el valor que se demanda por quien quiere vender, ignorando que las operaciones no se hacen porque nadie paga en la Argentina esos montos.

El país no vale. Todos quieren vender y nadie comprar. Irse, no venir.

El sueldo medio de la economía, que compartía el primer lugar en América Latina con Uruguay y Chile, que en 2016 llegó a USD 1.400 dólares hoy es de poco más de USD 400[iv], sólo superior al de Venezuela. La jubilación mínima -que superaba los 250 dólares hace un año y medio- hoy apenas supera los 100 -Uruguay y Chile  nos duplican-. Todos los pasivos, de todos los niveles, han visto caer su ingreso a la mitad en valores reales.

La capitalización bursátil, que se encontraba hace un año en 9,6 billones de pesos argentinos nominales, hoy apenas supera los 9 billones[v], lo que en términos de valor real -comparado con el promedio de divisas- significa que cayó a menos de la mitad: eso es lo que valen hoy las empresas argentinas, la mitad que hace un año.

La deuda pública, por su parte, ha crecido en 20.000 millones de dólares en un año y quien le presta a la Argentina demanda una tasa de interés del 15 % en dólares -se han colocado bonos hasta el 16,4 %, o sea un riesgo país de 1640 puntos[vi]- mientras los países del entorno regional pagan por su deuda entre 2 y 3 % (entre 200 y 300 puntos de riesgo-país)[vii]. Todo eso es fruto de la falta de acuerdo estratégico nacional que inspire confianza a quien pueda prestarnos. En lugar de perseguir ese acuerdo estratégico para reducir el peso de la deuda en el presupuesto público, el oficialismo prefiere volcar las presuntas culpas sobre el “gobierno anterior”, convertido en chivo emisario de su incapacidad, y profundizar en lo económico el rumbo decadente.

A la producción agropecuaria, base fundamental del financiamiento de toda la estructura industrial argentina, se le ha anulado su rentabilidad y ha perdido más de la mitad de su valor. Cabe sólo observar lo que significa el nivel de retenciones, aplicadas sobre el valor “oficial” de la divisa, para entender el empobrecimiento de las empresas agropecuarias, cuyo capital es carcomido por una presión impositiva desbordada, muy superior a la ya apabullante presión fiscal que sufre toda la economía[viii]. Se le paga $ 64 por dólar al que exporta ($ 85 menos 32 % de “retenciones”), pero se le cobran $ 160 cuando debe comprar sus insumos al valor “libre”[ix], ambos precios al 10/1/2021.

En síntesis, la Argentina se va disolviendo lentamente, impulsada hacia la insignificancia como país y a la masificación de la pobreza como sociedad.

 

UNA DERIVA IMPLOSIVA

 

En el debate económico, por su parte, concepciones que atrasan ocho décadas y se imponen con prepotencia impiden cualquier mesa de diálogo. La obsesiva insistencia en combatir la pobreza fabricando dinero[x] no es sostenida en ningún lugar del mundo, salvo en la dictadura venezolana, e impulsa un proceso inflacionario que carcome sueldos, rentabilidades, capitales instalados, impuestos, jubilaciones y títulos.

No hay, por lo demás, señal alguna que siembre optimismo. No existe un apoyo público a la actividad económica -todo lo contrario- por lo que sería voluntarista imaginar la reversión de la tendencia. El aislamiento creciente anula cualquier posibilidad de financiamiento y la estrábica política exterior incrementa la desconfianza, junto a iniciativas que señalan la anulación de la seguridad jurídica ante la presión constante del oficialismo sobre el poder judicial.

La proyección de la tendencia nos indica que a fines del año que se inicia, la divisa argentina habrá perdido otro 50 % de su valor real -según los cálculos de economistas independientes-[xi]. Y en un par de años más, para el 2023, su nivel de paridad será similar al de la moneda venezolana. O sea, cercana a cero. Al terminar el período de gobierno de Alberto Fernández, Argentina será Venezuela y sólo podrán sobrevivir los que acepten la lógica del rebaño recibiendo las limosnas de un Estado en manos del autoritario populismo cleptómano.

 

Y UNA POLÍTICA QUE NO RESPONDE

 

Las fuerzas políticas y sociales que sostienen este rumbo no se caracterizan por lo ideológico, sino que conforman un conglomerado heterogéneo cuya línea unificadora es la destrucción del estado de derecho y la instalación de la ley de la selva. Rentistas autodefinidos “empresarios”, mafias de diverso tipo nuevas y viejas, corporaciones gremiales putrefactas, financistas sin escrúpulos, caciques de tolderías varias disciplinadas por planes y bolsones de comida, logias políticas sin ningún compromiso con el país que sólo ven al Estado como un botín de guerra, todas ellas bendecidas por el “pobrismo” de la línea hoy hegemónica de la iglesia católica, para la cual la pobreza extrema es preferible a cualquier “desigualdad”, aún aquella resultado del esfuerzo de trabajo, de la inversión productiva y del compromiso con el progreso económico. Desigualdad que, por supuesto, no se exige a los -y “las”- sátrapas, que exhiben sin pudor su ambiciosa angurria burlándose de las leyes, de la moral y de la miseria.

Existe un solo camino de reversión y hoy aparece como imposible: un consenso estratégico entre los argentinos más cercanos a los niveles de decisión. La polarización impulsada por la mafia corporativa del populismo la hace imposible. La banalidad con que es mirada la política por gran cantidad de ciudadanos hace el resto.

La generalización descalificadora hacia el espacio público de quienes debieran aportar racionalidad al debate por su nivel cultural, su preparación y sus conocimientos desalienta a quienes toman al compromiso público como lo que debiera ser: un servicio a la sociedad. Y un coro de repetidores-operadores desde los medios masivos hacen el resto, quitando nivel al debate nacional del que se ha ausentado toda reflexión de futuro o mirada estratégica.

 

LOS QUE RESISTEN

 

Quedan y son importantes los que luchan, y luchan, y luchan, peleando contra la montaña. Cual Quijotes contra molinos de viento, su prédica es comprendida por el país democrático con visión de futuro, pero no alcanza ante la apabullante presencia mediática de la banalidad comprada. Pero, fundamentalmente, por la ingenua -y voluntarista- actitud de una dirigencia timorata, cuando no acomodaticia, que podría incidir fuertemente en la construcción de una unidad de los que importan pero que, sin embargo, privilegia la perspectiva del “botín” por sobre el interés nacional.

El país, mientras tanto, se sigue disolviendo lentamente. Y los argentinos, empobreciéndose, aún aquellos que conforman la carne de cañón de la corporación de la decadencia.

 

Ricardo Lafferriere

 

 

 

 

 



 

[ii] https://www.cotizacion-dolar.com.ar/dolar-blue-historico-2020.php

[iii] https://www.cotizacion-dolar.com.ar/dolar-blue-historico-2020.php

[iv] https://www.infobae.com/economia/2020/08/23/los-salarios-y-las-jubilaciones-cayeron-a-los-niveles-mas-bajos-en-15-anos-y-se-ubican-entre-los-minimos-de-la-region/

[v] https://www.bolsar.com/vistas/investigaciones/PaginaCapitalizacionBursatil.aspx

[vi] https://www.utdt.edu/ver_nota_prensa.php?id_nota_prensa=19139&id_item_menu=6

[vii] https://www.puentenet.com/cotizaciones/riesgo-pais

[viii] https://ruralnet.com.ar/desde-enero-de-2021-las-retenciones-a-la-soja-seran-del-33/

[ix] https://www.cronista.com/MercadosOnline/dolar.html

[x] https://www.pagina12.com.ar/288064-el-mito-que-la-emision-genera-inflacion

[xi] https://www.infobae.com/economia/2020/09/19/a-cuanto-va-a-llegar-el-dolar-en-2021-guerra-de-pronosticos-entre-el-gobierno-y-las-consultoras/


MÓVILES Y TELEFONÍA EN EBAY

miércoles, 18 de noviembre de 2020

El FMI y los sistemas previsionales

Hace un par de años, economistas del FMI dieron a conocer un documento con recomendaciones sobre la viabilidad de los sistemas previsionales en el mundo, cuyas características reafirman la línea de interpretación que la ortodoxia económica mantiene sobre el tema desde hace décadas. Al parecer, siguen en lo mismo..

Obviamente, el organismo aclaró lo que también es rutina: las opiniones de sus funcionarios no comprometen necesariamente a la organización y son realizadas a título de colaboración académica. Lo que no puede ignorarse es que esas opiniones terminan influyendo, en forma directa o indirecta, en las decisiones de los países que lo integran y en no pocas oportunidades también son tenidas en cuenta cuando las autoridades del propio Banco tienen que tomar decisiones acerca del apoyo financiero a los países que no hacen esfuerzo alguno para diseñar caminos alternativos viables y terminan aceptando a ojos cerrados la imposición ortodoxa.

El diagnóstico es parecido en todo el mundo y no sorprende. Se alarga la vida probable de las personas, aumentando el tiempo durante el cual el sistema debe abonar pasividades a sus retirados y se reducen las fuentes de trabajo estables por las que los activos aportan para sostener el sistema. En suma, menos ingresos -cada vez menos- frente a más egresos -cada vez más-.

Los consejos no son novedosos: aumentar la edad jubilatoria para bajar el número de retirados, reducir la indexación de los haberes desacoplándolos de la inflación y mantener separadas las cuentas del sistema de las correspondientes al presupuesto estatal. Con esto, los objetivos son “aritmético-financieros”: no afectar los recursos calculados para el repago de los préstamos. No estaría mal, si sólo fuera un elemento más de una ecuación amplia, ya que obviamente, a los créditos hay que pagarlos. Lamentablemente, expuesto con esa pobreza conceptual resulta socialmente miope, tanto como política y económicamente inviable e incompatible con el marco democrático. Y pecan de una generalización simplista.

Con el aumento de la edad jubilatoria se busca recuperar la relación de cuatro activos por cada pasivo. Estrechando el lapso temporal durante el cual los pasivos cobran -es decir, acercándolo cada vez más a la muerte- la cuenta de egresos se reduce. De la misma manera actúa la reducción del número de aportantes en relación a los pasivos: al haber menos pasivos, la relación 4-1 tiende a recuperarse.

Ambas recetas son tan simples que no parecen haber sido diseñadas por especialistas con años de estudio, sino más bien en un ejercicio de aritmética de escuela primaria. La sociedad, sin embargo, es bastante más compleja que una simple operación de regla de tres.

Ambas soluciones, en efecto, son corridas día a día por la realidad. Ocurre que la edad probable de muerte -o sea, el envejecimiento promedio de la población- no se estabiliza sino que sigue aumentando año a año, a raíz de los avances en medicina y en salud, y que el paro tecnológico -vale decir, la automatización progresiva de los procesos productivos- se hace exponencial, acercándose a la frutilla del postre: el reemplazo liso y llano de los operarios humanos por robots, que no hacen aportes previsionales y por lo tanto no contribuyen a sostener el sistema, al menos por esa vía.

Llevando las predicciones al absurdo social -ya que aritméticamente no es tan absurdo- se llegaría al caso de un sistema sin aportantes, y por lo tanto sin jubilados. O tal vez una edad jubilatoria de 100 años, para hacer “viable” a un sistema con los pocos aportantes subsistentes.

La inviabilidad de la solución tradicional a mediano y largo plazo se hace entonces inexorable, porque parte de supuestos inexistentes: un sistema edificado sobre la base del trabajo estable, como lo son todos los subsistemas construidos en el siglo XX: una sociedad crecientemente industrializada, con empleos de largo plazo, carreras escalafonadas y una estratificación social con alto grado de rigidez.

Este diagnóstico de sociedad industrial temprana no resultó eterno. La evolución tecnológica y el agotamiento del paradigma del capitalismo de base en el que se asentaba fueron marcando sus límites. Leer hoy “El Capital”, de Marx, donde describía el funcionamiento de la sociedad capitalista del siglo XIX en forma cruda y desmatizada es como pretender interpretar a las modernas sociedades de bienestar con las descripciones de Dickens. Sencillamente, aunque la pobreza sigue existiendo, su situación es diferente a la del siglo XIX y sus mecanismos no coinciden con el mantenimiento de un “ejército de reserva” con el propósito de mantener los sueldos bajos, como en los capitalismos originarios.

Los problemas son complejos, mucho más complejos. Sus mecanismos, más sofisticados. La discrecionalidad del capital, enseñoreada en los escenarios del siglo XIX, fue crecientemente limitada durante el siglo XX por el desarrollo de sistemas impositivos cada vez más inteligentes que pusieron coto a la ganancia, entonces sólo limitada por la competencia capitalista.

El reconocimiento a la esencial dignidad de la condición humana como resultado de luchas sociales que ritmaron todo el transcurso del siglo XX construyó sistemas de seguridad social, previsionales y asistenciales desconocidos en los tiempos del capital originario. Éstos limitaron la “plusvalía” capitalista como resultado de la interacción de instituciones orgánicas y legal-asistenciales -sindicatos, paritarias, seguros de salud, seguros de desempleo, regulación de precios de determinados productos, sistemas impositivos sofisticados, etc.- incorporados por las democracias modernas.

Varias de estas instituciones legal-asistenciales, incluso, trascienden la vida laboral activa y se extienden hacia la vejez, donde ya se insinúan mecanismos de ingresos indiferentes a los aportes realizados en la vida activa, como la Asignación Universal al Adulto Mayor, o previos, como la Asignación Universal por Hijos, que incluyen el seguro de salud generalizado, al estilo del PAMI en nuestro país.

Las formaciones productivas fueron independizándose de sus titulares originarios y pasaron a ser propiedad de anónimas formaciones concentradas de capitales gerenciadas por una clase profesional global altamente profesionalizada pero de alta rotación, en un fenómeno que se dio también al interior de los países, como lo demuestra la comparación de la evolución de las grandes empresas en las últimas décadas: siguieron existiendo -y aumentando-, pero sus titulares, rubros, ejecutivos e importancia relativa cambian constantemente.

En un proceso paralelo las grandes masas poblacionales de todo el planeta fueron reduciendo sus condiciones infrahumanas de existencia al punto de llegar a las primeras décadas del siglo XXI con la menor cantidad proporcional de pobres en toda la historia humana.

A comienzos del siglo XIX, con 1.000 millones de habitantes, el mundo tenía un Producto Bruto Global equivalente a alrededor de 1.500 millones de dólares -valor año 2000-. Al terminar la segunda década siglo XXI, con una población de 7400 millones de habitantes, el mundo tiene un Producto Bruto Global de 77.000 millones de dólares. En dos siglos, la población se multiplicó por 7, el producto por 54, medido en dólares constantes.

El ingreso a comienzos del siglo XIX se concentraba en los muy pocos ricos detentadores de tierras, nóveles emprendimientos industriales y aventureros del naciente capital tecnológico: líneas ferroviarias, telégrafos, bancos, líneas navieras. Un 5 % de la población. La enorme mayoría -85 %- luchaba en la línea de pobreza por la simple sobrevivencia, sin servicios médicos, previsionales ni asistenciales que trascendieran las respuestas solidarias, casi siempre locales. El 10 % restante estaba integrado por la naciente clase media -profesionales, comerciantes, algunos artesanos y servicios-.

La pobreza -definida por el BM- alcanza hoy a cerca del 20 % de la población, de las cuales la mitad viven en la situación límite -equivalente a las narraciones de Dickens-. Estos números indican que aunque en cantidades absolutas hay más pobres que nunca porque la población es mayor, también nos marcan que nunca en la historia de la economía moderna ha existido un menor porcentaje de pobres que ahora.

Los sistemas previsionales se incluyen en ese entramado de atenuación de la pobreza y tendencia histórica a la inclusión -al igual que la gratuidad y el subsidio a algunos servicios públicos, en diferentes medidas-. Sus bases conceptuales, definidas por los sistemas pioneros de fines del siglo XIX y principios del XX se apoyaban en cálculos “actuariales” estadísticos, al estilo de los que hoy repiten sin ningún aporte novedoso los técnicos del FMI. De lo que se trata, sin embargo, es de levantar la mirada al horizonte para intentar develar el rumbo de la sociedad y la economía en los años que vienen, comprender sus cambios, interpretar sus cambiantes actores y prepararnos para esa nueva situación.

Se acerca una sociedad con pocos salarios -y en consecuencia, pocos aportes-; una economía en la que gran parte de la producción será robotizada -sin salarios ni aportes atados a ellos-; una población con una creciente presencia de mayores de 65 años; una gran cantidad de personas ejerciendo tareas alejadas de la economía formal; por último, vendrán demandas crecientes de acceso a servicios básicos -cada vez más bienes serán considerados así- de alcance general. Esos son los problemas que debieran concitar la reflexión de los técnicos por cuya formación la sociedad ha gastado intentes recursos y paga hoy salarios millonarios.

Que el sistema actual es inviable no es novedad. Lo ha reconocido el parlamento, que decidió la formación de una comisión de estudio para su reforma integral. Sin embargo, no parece adecuado resignarse a aceptar como respuesta la simple actualización de datos en tablas informáticas que realizan automáticamente nuevos cálculos y suponen abarcar a millones de seres humanos, cada vez más individualizados, en la forma uniforme de los “sistemas actuariales” que en su momento fueron revolucionarios pero hoy son insuficientes para responder a la complejidad de las sociedades modernas. El documento del FMI sobre los sistemas previsionales adolece de estas características: obsoleto, arcaico, impracticable.

Nuevas formas previsionales, asistenciales y educativas requerirán necesariamente nuevos recursos, que llevarán a una reforma imprescindible del sistema impositivo a la vez que a la homologable y transparente verificación de su uso. El límite del 35 % del impuesto a las ganancias, por ejemplo, fruto de una vieja interpretación de la Corte sobre la prohibición constitucional de la “confiscatoriedad”, es incompatible con la nueva realidad, así como la dilapidación de recursos en la mayoría de los sistemas de servicios públicos que han sido inundados por el clientelismo, las corporaciones sectoriales y la corrupción sistémica. Algo así ocurre con el sistema de planes sociales, sospechados por la intermediación parasitaria, su aún escasa transparencia y el uso político que es realizado por algunos al más puro estilo clientelar.

Gran parte de las reformas deben darse al interior del propio Estado, cuyo peso es insoportable más que por su tamaño, por su inoperancia. Escuelas que no enseñan, superposición extravagante de gastos en salud -salud pública general financiada con impuestos, obras sociales obligatorias financiadas con descuentos obligatorios a los salarios, seguros privados financiados por pagos privados realizados por quienes pagan además los dos sistemas anteriores que no usan, sistemas de emergencia médica, abonados también por privados para prevenir urgencias-, organismos públicos sin funciones pero demandantes de ingentes recursos, y su consecuencia obvia, la insuficiencia de recursos disponibles para áreas estratégicas, son sólo algunas de las reformas que deben acompañar a la reforma impositiva.

No faltan sugerencias para explorar, que trascienden ideologías: el ingreso universal, el impuesto negativo sobre la renta, el trabajo cívico, o diversas combinaciones que busquen similares propósitos viabilizando políticas inclusivas que no sólo no frenen sino que al contrario, estimulen el crecimiento económico. La adopción del diagnóstico del FMI y -peor aún- el desestímulo al crecimiento económico -respaldo final del sistema, porque si no se genera riqueza ninguna alquimia ni fórmula será sostenible- será perjudicial para todos.

No vendría mal, entonces, poner en contexto las opiniones de los “técnicos del FMI”, que “no obligan a la Institución”. No son ni deben ser más que un aporte, insuficiente y bastante mediocre, para enfocar un tema que requiere la atención seria, informada y transparente, de todos los ciudadanos e instituciones que deseen participar en ese debate.

Sería de desear que, en un momento en que el sistema previsional entra en debate por la virtual imposibilidad de mantener funcionando el actual mecanismo, la decisión política no sea alinearse con los viejos conceptos del FMI ignorando las demandas del mundo que vivimos y vendrá. Escucharlos, tenerlos en cuenta, pero entender que su análisis “puro y duro” lleva a un callejón sin salida cuyo final es la desaparición del sistema.

La obligación de la política, al contrario, es encontrar una vía que contemple el financiamiento impositivo -para reforzar la declinante recaudación del trabajo que retrocede- pero que no considere a los pasivos como simples números de una tabla de Exel, sino como actores que durante toda su vida activa pusieron su esfuerzo y trabajo para la construcción del país y en la confianza de estar ahorrando para su futuro.

Ricardo Lafferriere



jueves, 20 de agosto de 2020

LA PANDEMIA, EN CONTEXTO

Al finalizar la Primera Guerra Mundial el mundo estaba exhausto y parecía que respiraría aplacados ya los contendientes de la “Gran Guerra” -como se la dio en llamar, sin imaginar siquiera lo que sería la Segunda...-

Sin embargo, un nuevo azote se volcaría sobre todo el mundo: una epidemia de lo que se conocería luego como la “Gripe Española”, aunque nada tuviera que ver España ni los españoles con su origen.

Esa epidemia, que tomó características descontroladas, mató en todo el planeta a Cincuenta millones de personas (en la Argentina, más de 36.000). La población del mundo, en ese momento, era de dos mil millones. Equivalía al 2,5 % del género humano. En nuestro país, con una población estimada de aproximadamente 10 millones de habitantes, murió aproximadamente el 0,3 %.

Cuatro siglos antes, en la primera mitad de la XIV centuria (1340) Europa había sido conmovida por otra gran pandemia: la “Peste Negra”. Llegada de oriente, se extendió hasta los más recónditos rincones del continente europeo. Mató a Doscientos millones de personas. Un tercio de la población del viejo continente fue diezmada por lo que se consideró un “castigo divino” por la secularización creciente de la vida ciudadana originada en el proceso de urbanización, la emigración de los campesinos a las ciudades y las condiciones de vida en urbes que no estaban ni por asomo preparadas para ese proceso, sin agua potable, saneamiento ni servicios médicos.

La población del mundo en ese momento era de Mil millones de personas. Los muertos equivalieron, en consecuencia, al 20 % de la población mundial y el 35 % de los europeos.

Ahora, estamos conmovidos. La enfermedad del COVID-19 ha alcanzado a todo el planeta y no se ha acabado aún. Atravesó ya, sin embargo, las zonas más pobladas del globo. Los muertos superan el millón y puede alcanzar -quizás hasta superar-  dos o tres millones de personas.

La población del planeta es hoy de más de ocho mil millones de personas. El saldo de muertos, imaginando que la pandemia provoque el deceso de entre uno y dos millones de personas, será equivalente aproximado al 0,04 % de la población del mundo.

En la Argentina estamos superando las 5000 muertes relacionadas con la pandemia. No sería de descartar que lleguen a varios miles más. La palabra “relacionadas” no es un descuido: la mayoría de las personas que lamentablemente perdieron la vida tenían enfermedades preexistentes que debilitaron su sistema inmunológico y tenían una edad en la que las defensas suelen ser menores, pero también su expectativa de vida. La concentración de la letalidad del virus en ese escalón etario aumenta la gravedad para quienes ataque, pero -supongamos- que estemos en la mitad del proceso y que los muertos lleguen a multiplicarse por cuatro, cinco o aún diez. Esa tasa de muertes no sería sustancialmente mayor a las muertes anuales por neumonías y gripes estacionales, que en la Argentina supera las 32.000 personas por año. Si llegáramos a 45.000 muertos, implicaría un porcentaje de 0,1 %. Impresionante, en este estado de la humanidad, pero sería alrededor de una persona cada mil.

Todas la muertes son dolorosas. Terminan con la vida de personas que llenan nuestros afectos, nuestras referencias e historias personales y nos sumergen en pena y tristeza que no es el momento de describir, porque todos los conocemos. Como humanos y seres vivos que somos hemos pasado o pasaremos por eso, como todos los congéneres que vivieron y vivirán sobre el planeta. Hasta ahora, no hay inmortalidad. Todos moriremos, por una u otra causa. La civilización ha luchado y ha logrado extender la perspectiva de vida hasta más allá de los 70 años, y en algunos países hasta más de 80 -como promedio, aunque existan saludables y vitales personas que superan los 100 años plenos de actividad- pero aún no logró -y aunque algunos lo pregonan, es improbable- llegar a la inmortalidad dentro de algunas décadas.

Lejos está de mí restar importancia a este virus letal que nos azota. Mucho menos de predicar el descuido, el desinterés o su banalización. Es un virus grave, afecta principalmente a los mayores,-personalmente, lo soy y pertenezco a ese “colectivo de riesgo”- y puede llegar a ser fatal. En realidad, lo era más en sus primeros momentos, cuando la medicina se encontró desorientada por su virulencia y falta de protocolos unificados para enfrentarlo. Ahora no lo es tanto, como puede verse al cotejar en los nuevos “brotes” que aparecen en países que lo sufrieron hace algunos meses la cantidad de casos de contagio y observar la sustancialmente menor cantidad de muertos. Sigue siendo de cuidado, y mucho, pero ya no lo es con la terrorífica letalidad de los comienzos.

Entonces... pongamos en contexto. Hay un problema. No se lo ha dominado en profundidad, pero junto a ese problema, las personas tienen otros, más extensos, más difundidos, más tensionantes.

Gente sin trabajo, empresas que deben cerrar, fábricas quebradas, servicios desaparecidos y con ellos la posibilidad de ingresos para millones -muchos millones, muchísimas más personas que los que pueden llegar a morir por el virus- que están en un estado de desesperación existencial como nunca han sufrido. Enfermos de otras dolencias ajenas al virus, niños y jóvenes sin socializar y sin educación sistemática, e incluso ancianos sanos aislados de sus nietos encerrados por precaución,

Es el momento de ceder con las medidas policiales y recurrir al autocuidado de los colectivos más vulnerables aconsejando con intensas campañas de educación la forma de prevenir la difusión. Las medidas de “barrera” más eficaces (mascarillas, distancia, prudencia en las reuniones) siguen siendo necesarias y aconsejables. Lo que no parece ya tanto es la persistencia de coerción que no se tiene con causas de letalidad sustancialmente más peligrosas que el COVID 19. Seguimos teniendo más de 50.000 muertos por año por accidentes en las calles y rutas. Seguimos teniendo miles de muertos por alcoholismo y tabaquismo. Tenemos una profundización de la dependencia de drogas notable en los últimos tiempos. Tenemos una criminalidad en ascenso que -no tengo datos pero...- parece estar superando en letalidad al propio COVID 19: nada más que en el primer bimestre de este año hemos tenido en la Argentina cerca de 6000 homicidios...antes aún de liberar a los presos peligrosos.

Y estamos económicamente quebrados.

Pongamos la atención entonces en todos los problemas. Pongamos a la pandemia “en contexto” y empecemos a elevar las prioridades de las otras urgencias, que se están agravando innecesariamente. Y -lo más importante- separemos “la paja del trigo”, sin usar la pandemia para justificar situaciones que requieren un debate conjunto sin gritos, lo que es imposible si ésta es usada para sacar ventajas en temas que la sociedad debe debatir sin el telón de fondo de imposiciones autoritarias, caprichosas e innecesarias.


RICARDO LAFFERRIERE              



domingo, 28 de junio de 2020

DOS QUE QUIEREN CAMBIAR EL MUNDO


“Querido Lula, yo no lo tengo a Néstor, no lo tengo al Pepe Mujica, no lo tengo a Tabaré, no lo tengo a Lugo, no lo tengo a Evo, no la tengo a Michelle, no lo tengo a Lagos, no lo tengo a Correa. No lo tengo a Chávez. A duras penas somos dos que queremos cambiar el mundo. Uno está en México, se llama Andrés Manuel López Obrador y el otro soy yo”.  (Prof. Alberto Fernández, Facultad de Derecho, UBA)

Raro, falta Francisco. O se olvidó, o lo considera por encima de todos.

Sin embargo, el gobierno de uno de los que quieren “cambiar el mundo” se apoya fuertemente en la absolución terrenal emanada del Vaticano, que todo lo justifica en pos de la magna tarea de construir una comunidad homogénea de pobres siervos, temerosos del castigo divino de la pandemia y condenados a la indiferencia eterna si se atreven a sacar los pies del redil.

(El otro, está arreglando todos los días con el demonio del Norte sus problemas cotidianos y hasta le ofrece como ofrenda hacer de su país un gigantesco escudo represivo para impedir a los de más abajo, pobres y empobrecidos centroamericanos, a atravesar su país como puente rumbo al infierno, a donde quieren dirigirse a cualquier precio.)

Hay un mundo que cambia aceleradamente... hacia adelante. La inteligencia artificial ya supera los más grandes cerebros humanos y, poniéndose en red en tiempo real, acerca rápidamente el momento de la “singularidad”. Esto es, una inteligencia planetaria de recursos y velocidad infinita en condiciones de hacerse cargo, con decisión humana, de la gestión de todo lo que existe: energía, alimentos, comunicaciones, transportes, investigación de lo más pequeño y lo más grande de la realidad, hurgar en los misterios de lo infinitamente pequeño -desde el entrelazamiento cuántico que permite, entre otras cosas, construir computadoras de seguridad total y velocidad suprema-, hasta la exploración del pasado remotísimo y los límites del universo conocido-.

No es posible aburrirse si se siguen las noticias del mundo. Ayer nomás se informaba de la megacomputadora que puede redactar informes y realizar investigaciones en milisegundos sobre temas que hasta hace poco tiempo requerían años o décadas de estudio, procesando a la vez 17 billones de datos obtenidos de Internet, del área de conocimiento que se le indique.

Pero no sólo eso: también neutralizar los efectos de la vejez, prevenir enfermedades incurables con edición genética, mejorar los cultivos para terminar con el hambre, capacitar a mujeres y jóvenes de países con poblaciones sumergidas en la miseria para formar empresas, encarar el mercado y progresar. Los que leen las informaciones que vienen del mundo siguen admirados por los avances en EEUU, China, Europa, Japón, Australia, Canadá y aún de países que hasta hace muy pocas décadas se alineaban con los extremadamente pobres, como Corea del Sur logrando sobre todas las áreas de la realidad avances espectaculares de bienestar, seguridad, la inclusión social más grande de sus respectivas historias y ofreciendo cada día un nuevo y asombroso logro.

Hay otro mundo que cambia aceleradamente... hacia atrás. Si sabremos de eso... Lo sufrimos, todos los días. Impunidad al que delinque, promoción por los canales públicos -”anche” privados...- del embrutecimiento general, oscurecimiento del pensamiento libre, desaparición creciente de los derechos ciudadanos, millones de nuevos desocupados, decenas de miles de empresarios -pequeños, medianos y grandes- aplastados hacia la necesidad de limosnas que administran los “jesuitas” de hoy, que no mandan en seguras misiones congeladas en el tiempo sino que desde el cinismo laico despojado de límites éticos utilizan formas parecidas, buscando convertir a la sociedad toda en una “misión”, que administren sin normas ni control.

Cierto. No lo tiene a Chavez, ni Evo, ni Lula, ni Correa, ni otros injustamente incorporados a esa lista (de la que, inexplicablemente se ha excluido a Maduro, Fidel y el Comandante Ortega). Algunos están muertos, otros presos condenados por delincuentes. Otros -como por estos pagos- siguen batallando en la justicia invocando inefables anglicismos para lograr impunidad. Otros siguen matando a su gente.

No. No los tiene. Afortunadamente.

Por eso no le será tan facil cambiar el mundo en esa dirección.

Afortunadamente.

Ricardo Lafferriere

sábado, 6 de junio de 2020

La Constitución, contrato de convivencia o ley de la selva


La exclusiva facultad de los representantes del pueblo en el Congreso para decidir recaudación y uso de los recursos públicos fue el gran hito con que comenzó en la historia política occidental, hace ocho siglos, la construcción de los gobiernos de base democrática.
El pueblo, los ciudadanos, son quienes aportan recursos públicos, y sus representantes son desde hace siglos quienes tienen la exclusiva facultad de decidir impuestos y gastos. En los países modernos, el presupuesto anual se denomina por eso la “ley de leyes” y la vigencia o no de ese principio es lo que divide en el fondo a los países democráticos de los que no lo son.
Hay, por supuesto, otros requisitos: los derechos civiles y políticos de los ciudadanos, la independencia de la justicia, la libertad de expresión y prensa. Pero en el fondo, la facultad presupuestaria de los parlamentos es el último reaseguro para limitar al poder en su tendencia natural a pasar por encima de las normas para lograr sus propósitos.
La aprobación, por parte del Senado, del DNU que otorga al Jefe de Gabinete de Ministros la facultad de disponer de la totalidad de los ingresos públicos sin importar su destino previsto, retrocede siglos -una vez más- en nuestra organización política.
La oposición realizó todos los esfuerzos para convencer al gobierno -primero- y bloquear -luego- tan peligrosa como deformante facultad en una democracia vigente. Y antes, había dado pruebas de su solidaridad con la emergencia, aceptando los DNUs que el presidente había requerido para enfrentar la pandemia. Nada de eso sirvió.
Por eso no puede aislarse esta medida de otras que van desnudando la naturaleza de un gobierno que, poco a poco, se convierte en “régimen” bordeando las normas constitucionales.Algunas de carácter económico, otras de organización política, todas en la misma dirección.
La licuación de los haberes previsionales, por ejemplo, es una expropiación lisa y llana de recursos que la ley destina a mantener la garantía que el Estado otorgó durante su vida activa a quienes aportaron un porcentaje de sus ingresos. Cada punto diferencial entre el aumento del costo de la vida por depreciación monetaria y la jubilación nominal es una confiscación, prohibida expresamente por la Constitución. Lo sancionó expresamente la Corte hace varios años obligando a su actualización cuando superaba determinado nivel de deterioro (15%) , y a raíz de eso el Congreso dictó la ley que fijaba la revisión periódica de esos ingresos.
La iniciativa de la que se está hablando (suspender por otro período de varios meses) la vigencia de esa ley de base constitucional es otro avance, en la misma línea del DNU de facultades extraordinarias, que además están prohibidas expresamente por la Constitución Nacional (art. 29).
Esa -y otras- iniciativas tienen un “broche de oro” para desmantelar definitivamente el estado de derecho: subordinar definitivamente al Poder Judicial. El ingreso del proyecto de ley de Senadores kirchneristas para aumentar el número de jueces de la Corte -de forma tal de quedar dueños de la interpretación final de cualquier norma jurídica, como la Corte de Maduro, de los Castro o del Comandante Ortega- golpeará en forma terminal el ensayo de democracia que con tanta ilusión comenzáramos en 1983.
La Constitución es una especie de “contrato de convivencia”. Violar cualquiera de sus cláusulas porque un sector no la considera util a sus propósitos, abre el camino a los ciudadanos o a cualquier otro sector -ojalá el gobierno no lo advierta cuando ya sea demasiado tarde- para violar cualquier otra. Eso sería la ley de la selva, la anarquía en la convivencia, el “sálvese quien pueda”. O el “yo tomo esto porque quiero, porque así fue como me sacaron lo mío”.


Ricardo Lafferriere



viernes, 5 de junio de 2020

Bienvenido al siglo XXI


Bienvenido al siglo 21

*(Traducción automática – Google Translator)
Cómo planificar para el futuro poscovid
27 de mayo de 2020
El siglo XX no comenzó realmente en el año 1900, comenzó en 1914, cuando el asesinato del archiduque austríaco Fernando desencadenó tensiones internacionales a fuego lento y el mundo se deslizó, aparentemente inexorablemente, a una gran guerra mundial, seguido de un gran regreso. a la aparente normalidad y luego a un choque en una depresión mundial de una década y otra guerra catastrófica. Los imperios se disolvieron, todo un estilo de vida desapareció. Un mundo nuevo y más próspero surgió solo a través del proceso de reconstrucción de una sociedad que había sido derribada hasta sus cimientos.
Así también, cuando miramos hacia atrás, entenderemos que el siglo XXI realmente comenzó este año, cuando se produjo la pandemia de COVID19. Estamos entrando en el siglo de las cosas que nos han advertido durante décadas, pero que nunca hemos tomado lo suficientemente en serio para prepararnos, el siglo de sacudidas de crisis en crisis hasta que, por fin, nos sacudimos de la ilusión de que nuestro mundo volverá a la forma cómoda en que se encontraba y comenzará el proceso de reconstrucción de nuestra sociedad desde cero.
Incluso cuando desarrollemos una vacuna o tratamiento COVID19 exitoso, o cuando logremos la inmunidad colectiva, esta no será la última pandemia. Otras crisis pronosticadas pero "inesperadas" acechan en las alas: inundaciones, sequías, migraciones masivas, escasez de alimentos y guerras como resultado del cambio climático; resistencia generalizada a los antibióticos debido al uso excesivo en granjas industriales; inestabilidad política impulsada por un nivel insostenible de desigualdad económica; La infraestructura en ruinas y la falta de inversión para mejorar la vida de los ciudadanos comunes a expensas de una economía ponzi febril se centró en el aumento de los valores de los activos para los ricos.
Por lo tanto, cuando lea historias, y hay muchas, especulando o prediciendo cuándo y cómo volveremos a la "normalidad", descárguelas en gran medida. El futuro no será como el pasado. El cómodo mundo victoriano y georgiano completo con grandes casas de campo, un imperio británico que abarca todo el mundo y señores y plebeyos que conocen cada uno su lugar, fue barrido por los eventos que comenzaron en el verano de 1914 (y eso con Gran Bretaña en el "lado de la victoria" en ambas guerras mundiales.) Así también, nuestro cómodo" siglo americano "de consumo conspicuo de consumo, turismo global y precios cada vez mayores de acciones y viviendas puede desaparecer para siempre.
Esa declaración puede leerse como la visión oscura de un apocalíptico. Lejos de ahi. Más bien, sugiero que estamos en un punto de inflexión. Las elecciones que toman nuestras sociedades ahora pueden tener un enorme impacto en el curso de las próximas décadas. A menudo pienso en la diferencia entre lo que sucedió después de las dos guerras mundiales del siglo XX. Después de la primera gran guerra, los ganadores llevaron a la bancarrota a los perdedores, haciéndoles pagar reparaciones y comprándose un retorno demasiado breve a la "normalidad", solo para que la Gran Depresión y otro conflicto global destruyeran la ilusión. Después de la Segunda Guerra Mundial, los vencedores levantaron a los vencidos, los ayudaron a reconstruir y crearon el período más largo de paz y prosperidad en Europa desde el final del Imperio Romano.
Nos enfrentamos a un conjunto similar de opciones hoy. Los líderes mundiales y sus asesores de políticas pueden esperar décadas para aprender la lección, como lo hizo la gente de principios del siglo XX, o podemos estar más preparados para la ocasión y comenzar a construir un mundo cambiado ahora. Podemos reconstruir las cosas tal como eran, incluidas las formas que no funcionaron tan bien, o podemos, como a la comunidad de respuesta a desastres le gusta decir, "reconstruir mejor". Podemos intentar proteger el pasado del futuro, o podemos aceptar los cambios y aprovechar la oportunidad para arreglar cosas que se han roto. Podemos surfear las olas del cambio en lugar de ser arrastrados por ellos.
Nuestra incapacidad para realizar cambios profundos y sistémicos después del colapso financiero de 2009, y nuestra opción de pasar la última década recortando impuestos y gastando profusamente para apuntalar los mercados financieros mientras ignoramos los problemas profundos y subyacentes solo ha hecho que responder tanto a la crisis actual más difícil. Nuestro fracaso para reconstruir de manera creativa y productiva a partir de la crisis financiera mundial es un contexto necesario para el desafío de hacerlo ahora.
Jared Diamond, autor de libros como Guns, Germs, and Steel , Collapse y Upheaval recientemente compartió un pensamiento provocativo sobre dos posibles futuros ampliamente divergentes:

"Mi mejor escenario para lo que está sucediendo ahora es, suponiendo que dentro del próximo medio año, lidiemos con éxito con la crisis COVID, que se convertirá en un modelo para que las personas de todo el mundo reconozcan problemas comunes y se reúnan para tratar con ellos]. Mi mejor de los casos es que, habiendo derrotado a COVID, intentaremos vencer y vencer el cambio climático ... El peor de los casos es que los países intenten tratar uno por uno. Ya se habla de una carrera para producir vacunas, donde un país que tiene la vacuna la usará por sí mismo para obtener ventaja en lugar de difundirla en todo el mundo ".
Las elecciones que hacemos en respuesta a esta crisis pueden conducir a resultados muy diferentes.
Aquellos de nosotros en los negocios también tenemos que tomar decisiones difíciles. Y esas elecciones tienen que hacerse teniendo en mente un futuro extremadamente incierto. Ya no podemos basar nuestras estrategias en las viejas líneas de base de la demanda predecible del consumidor, la globalización, la vida de oficina y los viajes de negocios, el acceso al talento, el crédito o la financiación de riesgo. ¿Cómo, entonces, debemos planificar y presupuestar? Incluso con la visión a largo plazo de la historia, tenemos poco para guiarnos día a día, mes a mes, año a año. Como dijo el ex Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, “Hay conocidos conocidos; Hay cosas que sabemos que sabemos. También sabemos que hay incógnitas conocidas; es decir, sabemos que hay algunas cosas que no sabemos. Pero también hay incógnitas desconocidas, las que no sabemos que no sabemos ". Y, debo agregar, la crisis actual nos recuerda que quizás lo peor de todo son "conocimientos ignorados", cosas que sabemos pero que pretendemos no saber, y luego se sorprenden cuando nos hacen tropezar.
Afortunadamente, existe una disciplina estratégica llamada planificación de escenarios que está diseñada precisamente para abordar este tipo de incertidumbre. La planificación de escenarios da por sentado que es difícil para los seres humanos imaginar el futuro como radicalmente diferente del presente. Como resultado, sus practicantes no intentan predecir lo que sucederá, sino estirar la mente para pensar en lo que podría suceder. Peter Schwartz, uno de los creadores de la técnica, escribió en la introducción de su libro sobre él, The Art of the Long View , el escenario es "un vehículo". . . para un salto imaginativo hacia el futuro ".
En un ejercicio tradicional de planificación de escenarios, se les pide a los participantes que identifiquen las incertidumbres clave que pueden influir en la dirección de su negocio o situación específica. Ante una gran variedad de riesgos, eligen algunos que son más relevantes para sus propias operaciones, generalmente a lo largo de dos ejes. Por ejemplo, los ejecutivos en una startup aún no rentable podrían elegir como sus dos ejes el estado de la economía, ya que afecta a sus clientes objetivo, y el estado de capital de riesgo y financiamiento bancario, ya que afecta su capacidad de recaudar fondos adicionales que necesitan para ejecutar.
Para aprender más sobre cómo planificar escenarios, me gusta un artículo de 1995 de Lawrence Wilkinson, que trabajó con Peter Schwartz durante muchos años y que consultó con O'Reilly sobre la estrategia de nuestra plataforma en línea una década después. . El libro de Peter es, por supuesto, el recurso canónico. También hay un tratamiento en mi propio libro WTF? ¿Cuál es el futuro y por qué depende de nosotros ? No entraré en la planificación de escenarios en detalle aquí, y estoy jugando rápido y suelto con algunas de sus ideas. Su conclusión clave debe ser que al separar la imaginación receptiva de la búsqueda de la certeza, es posible prepararse para una amplia variedad de futuros desconocidos, imaginar cómo podría responder y hacer planes que se mantengan en una gama de posibles resultados .
Por lo tanto, si bien puede esperar un regreso a la normalidad y planear eso como uno de sus escenarios, vale la pena tomarse el tiempo para pensar en lo que podría hacer si el mundo que supiéramos fuera barrido tan seguramente como el siglo XIX. Las certezas fueron barridas por los acontecimientos de principios del siglo XX.

¿Qué podría haber pasado para nunca volver?

Imagine lo que ya ha cambiado durante la pandemia y que tal vez nunca vuelva. Imagine qué más podría caer en cascada de esos cambios. Considere resultados alternativos. Algunos de ellos serán amenazas para las empresas actuales; otros serán oportunidades y aceleraciones de las tendencias tecnológicas existentes. Aquí hay una breve lista para comenzar, pero las posibilidades son infinitas. Tenga en cuenta que muchas de estas sugerencias están destinadas a ser extremas. El punto es estirar su pensamiento, no predecir el futuro real.
  • Viajar. Imagine un mundo en el que las cuarentenas obligatorias en ambos extremos hacen que los viajes internacionales sean un compromiso de meses en lugar de días. Atrás quedaron los días de volar miles de millas alrededor del mundo para unas vacaciones rápidas o un viaje de negocios. Las aerolíneas se declaran en quiebra y el servicio sigue siendo severamente reducido. El turismo, una de las industrias más grandes del mundo, que proporciona 1 de cada 10 empleos en todo el mundo, está destruido. Los viajes se vuelven cada vez más virtuales, al igual que en los días de gloria de la exploración global, con despachos desde lugares lejanos que ahora no se entregan en conversaciones en el Explorer's Club, sino en YouTube o en realidad virtual. Pero también imagina que, como argumentó recientemente un artículo en Seeking Alpha , las aerolíneas están gravemente infravaloradas debido a la crisis y las acciones volverán a crecer junto con los pasajeros . En cualquier escenario, tenga en cuenta que es probable que se hagan fortunas en los equipos de monitoreo de enfermedades para aeropuertos y espacios públicos, ya que la enfermedad suplanta al terrorismo como lo que el escritor de ciencia ficción Frank Herbert una vez llamó "nuestro diablo diario".
  • En persona eventos y entretenimiento. Imagine parques temáticos como Disneyland desaparecidos. Los eventos de béisbol, fútbol, ​​baloncesto y Nascar celebrados en grandes arenas desaparecieron. Imagine juegos deportivos jugados en arenas vacías solo para consumo de video y realidad virtual. Imagine que los héroes deportivos de hoy siguen el camino de las estrellas de cine mudo, reemplazados por nuevas estrellas y nuevos deportes nativos en línea. ¿Películas de estreno dirigidas a Netflix y Amazon en lugar de cadenas de teatro? Tal vez una medida provisional: filmar películas de acción en vivo puede reducirse o volverse aún más caro, agotando el suministro en los próximos años. La animación puede gobernar y acelerarnos hacia un futuro de entretenimiento generado por IA en el que la mayoría de las películas se crean con falsificaciones profundas y efectos especiales. Quizás también sea una nueva era dorada del entretenimiento aficionado y la creatividad artística, con tormentas en las redes sociales que traen celebridades y dinero a nuevas estrellas inesperadas. O tal vez el año que viene volvamos a comer palomitas de maíz frente a la pantalla grande. Al considerar cada posibilidad, pregúntese qué más podría ser cierto en ese futuro.
  • Intimidad. La privacidad ya se estaba resolviendo frente a lo que Shoshana Zuboff llama " capitalismo de vigilancia ", pero la pandemia puede ser la sentencia de muerte. Imagine que si su prueba de COVID es positiva, su teléfono comparte el nombre de todas las personas con las que pasó más de cinco minutos en las últimas dos semanas. Imagine cuarentena obligatoria impuesta por sensores, como ya está sucediendo en China. Imagine las ventajas y desventajas de los sensores de salud en todas partes. ¿Cómo un conocimiento más perfecto cambia el negocio de seguros, que se basa en promedios estadísticos? ¿Cómo podría persistir la infraestructura de rastreo de contactos que invade la privacidad después de la pandemia, y de qué otra manera podría usarse o usarse de manera incorrecta? Alternativamente, imagine que hemos construido con éxito una infraestructura de privacidad que puede alertar a las personas y a su médico sin compartir los datos con nadie más.
  • Cuidado de la salud. Imagine que nuestro sistema de salud está abrumado y que los niveles de servicio nunca se recuperan. Imagine que se hace más fuerte y más efectivo como resultado de la prueba. Imagine que la atención médica está racionada. Imagine que este es finalmente el momento decisivo para Medicare para Todos y el fin del seguro de salud tal como lo conocemos en los EE. UU.
  • Oficinas y trabajo desde casa. ¿Qué sucede si muchos trabajos profesionales migran a distribuidos y en línea, y las oficinas nunca vuelven a ser el lugar de trabajo principal? ¿Qué pasaría si el valor del sector inmobiliario comercial se derrumba, y con él, el auge inmobiliario residencial del centro? La tiranía de tener que estar en "Silicon Valley" se rompe , y surgen nuevas empresas "nativas remotas" para aprovechar el talento que se encuentra en todas partes. Las empresas que mantienen sus viejos modelos de negocio y no vuelven a capacitar a sus equipos para trabajar en un mundo distribuido, remoto y altamente digital se desvanecen.
  • Enseñanza. ¿Qué pasa si la adopción de la educación remota en línea se acelera? ¿Qué pasa si el horario escolar como lo sabíamos nunca se reanuda? En el mejor de los casos, los horarios escolares son escalonados, y el conjunto de educación y cuidado de niños representado por nuestro sistema escolar actual se rompe. (¿Qué le sucede a una generación de niños que se han perdido un par de años de socialización?) El acceso a una excelente enseñanza en línea aumenta la insatisfacción con la mala calidad de muchas escuelas locales, lo que lleva a un profundo replanteamiento del sistema, ¿o conduce a a una bifurcación aún más profunda en la desigualdad de oportunidades educativas? Muchas universidades quiebran y las compañías de aprendizaje en línea florecen? ¿Las universidades y los sindicatos de docentes presentan demandas y presionan para que se otorguen licencias a los instructores en línea como una forma de retrasar su ascenso?
  • Empleos y economía. ¿Qué pasa si la recesión de COVID-19 cae en una depresión larga y profunda? ¿Qué pasa si el mercado de valores pierde su desconexión eufórica de la economía "real" subyacente y experimenta un colapso masivo? Algunos países lo superan mejor que otros, y esto aumenta su poder geopolítico. O bien, la sabiduría del mercado o la política fiscal e industrial ilustrada ayudan a la inversión directa a las empresas que están impulsando un cambio positivo. Hay un gran auge para las empresas que invierten en las nuevas oportunidades adecuadas.
    Si eres un estudiante de historia, sabes que la reducción masiva de la fuerza laboral en la Europa posterior a la Muerte Negra obligó a los señores a dar mejores términos de tenencia: la servidumbre casi desapareció, y el surgimiento de una clase media mercantil preparó el escenario para el Progreso artístico y científico del Renacimiento. Los eventos temporales, pero catastróficos, a menudo marcan el comienzo de cambios económicos permanentes. A veces, los cambios parecen revertirse, pero solo lleva tiempo para que se mantengan. La Segunda Guerra Mundial trajo a las mujeres a la fuerza laboral, y luego la victoria las hizo regresar. Pero el vino de la oportunidad, una vez probado, no se dejó sin beber para siempre.
  • Política y gobierno. ¿Qué pasa si los servicios del gobierno fallan aún más de manera sorprendente que en los primeros días de la pandemia, aumentando la desconfianza del gobierno? ¿O qué sucede si los servicios del gobierno se conectan en línea y se vuelven tan disponibles, efectivos y fáciles de usar como las mejores aplicaciones para consumidores?
    Imagine que las dislocaciones económicas aceleran las dislocaciones políticas; los gobiernos caen y son reemplazados por sistemas completamente nuevos. Hay conflictos internacionales. O hay una nueva era de cooperación internacional. ¿Qué pasa si las elecciones en los Estados Unidos se posponen o cancelan? ¿O el voto por correo se vuelve universal y aumenta la participación de los votantes? ¿O se suprime la participación política en algunos estados y países y no en otros? ¿Qué pasa si volvemos a aceptar la experiencia o si vamos más allá en el camino de la desinformación y el giro? ¿Qué sucede si vemos que el caos se adopta para obtener ventajas políticas, o vemos un liderazgo visionario, impulsado por la misión, que nos empuja hacia adelante y resuelve los problemas que acechan, cuyas consecuencias potencialmente superan con creces incluso esta pandemia y el colapso económico concomitante?
  • Relaciones Internacionales. Este artículo está centrado en los Estados Unidos, pero la pandemia es mundial. ¿Cómo afectará la globalización y el equilibrio de poder? Los países asiáticos parecen haber respondido a la crisis de manera más efectiva que Estados Unidos y Europa. ¿Los historiadores económicos marcarán mayo de 2020 como el comienzo del siglo asiático , como pregunta David Goldman? ¿Cómo podría afectar eso a las perspectivas de la forma en que funciona el mundo, a lo largo de múltiples dimensiones?

¿Qué podría venir, ahora completamente inesperado?

Aunque la lista en la última sección contiene muchas posibilidades, recuerde que durante todo el tumulto de principios del siglo XX, el progreso tecnológico continuó a buen ritmo. Fue el siglo de los antibióticos, el motor de combustión interna, los automóviles, los aviones, la red eléctrica y el servicio telefónico universal, las películas, la radio y la televisión que introdujeron una nueva economía del entretenimiento, los emblemáticos rascacielos y los puentes colgantes que demostraron hazañas de ingeniería aplicada que antes eran inimaginables. , las bombas atómicas y de hidrógeno, el alunizaje y la estación espacial internacional, arroz dorado, envío de contenedores, satélites de comunicaciones, computadoras e internet.
También fue el siglo de los grandes proyectos de obras públicas: represas hidroeléctricas, el Proyecto Manhattan, el sistema de autopistas interestatales, el programa espacial. La seguridad social, Medicare, la semana laboral de 40 horas y vastos programas de préstamos respaldados por el gobierno que hicieron de la propiedad de viviendas unifamiliares parte del sueño americano.
En resumen, si bien se eliminaron muchas cosas que se tomaron como certezas, ha habido un enorme progreso, y las personas de todo el mundo emergieron de las crisis de la primera mitad del siglo más prósperas, con una mayor esperanza de vida y mejor. cientos de maneras .
Entonces, en sus escenarios, imagine coches voladores y taxis robot, si lo desea, u otros avances significativos hacia la Inteligencia General Artificial (o al menos, un impacto significativo de la IA en la economía). Imagine avances en biotecnología y agricultura. Imagine avances en la medicina. Imagine inversiones en vastos nuevos programas de obras públicas, o al contrario, el fracaso de algunos países para hacer esas inversiones y así caer en la irrelevancia, mientras que otros se audazmente hacia el futuro y toman el manto del liderazgo. Imagine nuevas formas de gobernanza y cooperación internacional. Imagine una economía más inclusiva . (El último enlace es a un manifiesto, escrito en holandés, que aquellos de nosotros que no hablamos ese idioma podemos leer el milagro moderno de la traducción automática habilitada para IA ).
Ahora, usando las lecciones de la historia, imagine los efectos de segundo orden de los inventos recientes y futuros. El automóvil reestructuró las ciudades, relegó los ferrocarriles (una de las grandes innovaciones tecnológicas del siglo XIX) casi a la irrelevancia (al menos en los Estados Unidos). Los viajes aéreos baratos permitieron el turismo y transformaron la guerra. El envío de contenedores fue un facilitador clave de la globalización. La amplia adopción del ascensor permitió los rascacielos del siglo XX. Los antibióticos convirtieron muchas enfermedades de los asesinos en inconvenientes, pero también permitieron la cría industrial de cerdos, vacas y pollos, donde el uso excesivo que conduce a bacterias resistentes ahora amenaza con poner fin a su poder para tratar enfermedades humanas. ¿Qué direcciones inesperadas podrían llevarnos los nuevos inventos y las soluciones a los problemas de hoy? ¿Qué habilidades pueden requerir estos desarrollos?

Noticias del futuro

Una vez que haya desatado su imaginación, observe el mundo que lo rodea y observe lo que los planificadores de escenarios a veces llaman "noticias del futuro", puntos de datos que le indican que el mundo está en tendencia en la dirección de uno u otro de sus escenarios imaginados. . Al igual que con cualquier diagrama de dispersión, los puntos de datos están por todo el mapa, pero cuando reúne suficientes, puede comenzar a ver emerger la línea de tendencia.
Debido a que a menudo hay muchos factores que empujan o tiran en diferentes direcciones, es útil pensar en estas tendencias como vectores, cantidades que solo se pueden describir completamente por una magnitud y una dirección, y que se pueden sumar o multiplicar para tener una idea de cómo podrían cancelar, amplificar o redirigir el camino hacia futuros posibles.
Si piensa en las tendencias como vectores, se puede ver que los nuevos puntos de datos amplían y engrosan las líneas de tendencia y muestran si están acelerando o desacelerando. Y a medida que vea cómo las líneas de tendencia se afectan entre sí, o que se deben agregar nuevas líneas, puede actualizar continuamente sus escenarios (o como lo pueden decir aquellos familiarizados con las estadísticas bayesianas, puede revisar sus antecedentes ). Esto puede ser relativamente proceso inconsciente Una vez que haya construido modelos mentales del mundo, las noticias que lea se colocarán en su lugar y reforzarán o desmantelarán su futuro imaginado.
Por ejemplo, para comprender si una tendencia como el trabajo desde el hogar se está convirtiendo en el comienzo de una nueva normalidad, a veces la tendencia simplemente te golpea en la cara. Primero Twitter , luego Facebook al anunciar un compromiso con el nuevo trabajo desde las políticas domésticas, incluso después de la crisis, dieron una señal obvia. Pero para ver si están poniendo su dinero donde están, y cuántas empresas están siguiendo los pasos, puede ver si la prima salarial para los trabajadores de alta tecnología en los principales metros como el Área de la Bahía está disminuyendo a medida que más empresas están disminuyendo. más libre para contratar donde se pueda encontrar talento. Es posible que vea listados de trabajo de empresas innovadoras que se dirigen a nuevas áreas metropolitanas o ignoran por completo la ubicación. Las caídas en el precio o la tasa de ocupación de bienes raíces comerciales, y cómo eso se extiende a los bienes raíces residenciales podría sumar o restar del vector. También puede mirar a su propia fuerza laboral. ¿Cómo se han adaptado? ¿Esperan volver a la oficina? ¿Cuánto depende esto de factores como la forma en que llegan al trabajo? ¿Pueden caminar o andar en bicicleta, conducen o dependen del transporte público?
Tómese el tiempo para pensar en los posibles efectos de seguimiento de las tendencias a las que presta atención. Por ejemplo, ¿cuáles son las consecuencias de segundo orden de una aceptación más amplia de la experiencia del trabajo desde el hogar? Sus escenarios pueden incluir el posible vaciado de ciudades densas que dependen del transporte público y el movimiento de megaciudades a suburbios o ciudades más pequeñas. Como Derek Thompson escribió en The Atlantic , "La canción de la urbanización estadounidense suena con el acordeón", ya que las fortunas y los acontecimientos cambiantes conducen a las personas hacia dentro y fuera de los centros de las ciudades. Dependiendo de quiénes son sus trabajadores y sus clientes, estos cambios podrían tener un enorme impacto en su negocio.
¿Cuáles son algunos de los vectores que quizás quieras ver? ¿Y cuáles son ejemplos de noticias del futuro a lo largo de esas líneas de tendencia?
  • El progreso de la pandemia en sí: ¿aumentan o disminuyen los casos y las muertes? ¿La pandemia es recurrente en lugares que parecen haber logrado suprimirla?
    Si se encuentra en los EE. UU., El sitio CovidActNow es un excelente sitio para rastrear la progresión de la pandemia. Muestra la prevalencia de la enfermedad y la aceleración o desaceleración hasta el nivel de condado por condado. En este momento, las líneas de tendencia parecen estar mostrando que la pandemia se está poniendo lentamente bajo control en áreas que han seguido fuertes prácticas de refugio en el lugar y distanciamiento social. Sin embargo, los estados y los condados están empezando a pensar en aflojar las ordenanzas de refugio en el lugar. Un punto de datos que empuja en la otra dirección es la inquietante noticia de que Wuhan, donde comenzó la pandemia y cuya respuesta agresiva parecía haber vencido la enfermedad, reabrió y vio sus primeros casos nuevos en un mes. Esto sugiere que la respuesta pandémica no será una estrategia de "una vez y hecho", sino más bien como lo que Tomas Pueyo describió en su ensayo " El martillo y la danza ", en el que los países arrojan el martillo para reducir casos, reabrir sus economías , vea las recurrencias y tenga que soltar el martillo nuevamente, con la respuesta cada vez más precisa y local a medida que se disponga de mejores datos.
    La estacionalidad y el clima también pueden ser un factor , lo que tiene enormes implicaciones para determinar si la pandemia se reanuda incluso si parece que estamos saliendo de ella. A medida que ingresamos en un período en el que los estados y los países se vuelven a abrir, debería haber muchos datos nuevos que darán forma a todas nuestras estimaciones del futuro, aunque (incluso si los resultados son buenos) con una nueva incertidumbre sobre un posible resurgimiento en el otoño .
  • ¿Hay progreso hacia el tratamiento o una vacuna? Una vez más, hay noticias positivas, con varios candidatos a vacunas ya en fase de prueba y algunos tratamientos que se están probando que parecen mejorar el pronóstico de la enfermedad. Un vector que empuja en la otra dirección es el descubrimiento de síntomas o factores de transmisión previamente omitidos, que nos recuerdan lo poco que entendemos. Y hay informes inquietantes de que el virus ya está mutando , lo que puede hacer que una vacuna sea más difícil de lograr, y que también puede significar que incluso las personas que han sobrevivido a la enfermedad pueden volver a contraerla. Es posible que vivamos con incertidumbre durante mucho tiempo; cualquier estrategia que implique un "retorno a la normalidad" debe mantenerse de manera muy flexible.
  • ¿Cómo responden las personas cuando se levantan las paradas? Ya hay datos que sugieren que la actividad económica se redujo incluso antes de que se emitieran los mandatos de refugio en el lugar y no se reanudará solo porque los gobiernos liberen sus órdenes de cierre. ¿Se mantendrá el cambio a un mayor comercio electrónico y comida para llevar, incluso de restaurantes de primer nivel? ¿Continuará más gente caminando y montando bicicleta, horneando pan en casa y cultivando sus propias verduras? (Esto puede variar de un país a otro. La gente en Europa todavía atesora sus asignaciones de jardines 70 años después del final de la Segunda Guerra Mundial, pero los jardines de la victoria de los EE. UU. Fueron algo pasajero). ¿Tendrán las empresas la confianza para contratar nuevamente? Más importante aún, ¿tendrán los consumidores la confianza para gastar nuevamente? ¿Qué porcentaje de empresas que han cerrado podrán reabrir? ¿Están las personas contratadas nuevamente y las tasas de desempleo están bajando? ¿O nos estamos preparando para lo que The Economist llama " La economía del 90%"(Lo que no suena tan mal cuando lee el titular, pero en realidad representaría el mayor declive económico en más de 70 años).
    Independientemente de la magnitud absoluta de la recuperación económica, es probable que lo que regrese cambie irremediablemente. Ben Evans escribió recientemente una pieza maravillosa sobre cómo a veces la escritura está en la pared, pero no la leemos . Fue el final del camino para Blackberry en el momento en que se presentó el iPhone; La historia solo tardó cuatro años en desarrollarse. Lo mismo ocurrió con las cámaras digitales, aunque primero la digital reemplazó a Polaroid, luego apuntó y disparó, y luego las cámaras de película de alta gama, en una serie de ondas. Y a veces, un choque aparentemente no relacionado acelera un colapso debido. La publicidad impresa ya estaba en declive en 2009, pero se cayó por un precipicio durante la recesión posterior a la crisis financiera y nunca se recuperó. Lo que regresó fue la publicidad digital.
    De todos modos, el comercio electrónico ha estado aumentando su participación durante años, pero este puede ser el momento en que las propinas de saldo y muchas ventas minoristas en persona nunca vuelvan. Así también con el movimiento del trabajo desde casa. Como dijo Evans,
    "Un grupo de industrias parecen candidatos para obtener una década de inevitabilidad en una semana".
  • ¿Existen innovaciones políticas significativas que se están poniendo de moda? Investigadores en Israel han propuesto un modelo para la reapertura de negocios en el que las personas trabajan turnos de cuatro días seguidos de diez días libres en el cierre. Sus cálculos sugieren que esto reduciría la transmisibilidad del virus casi tan bien como las políticas de cierre total, pero permitiría a las personas en muchas más ocupaciones volver al trabajo y muchas más empresas para reabrir. ¿Podrían experimentos como este conducir a cambios permanentes en el trabajo o en los horarios escolares? ¿Podría haber otros cambios largamente discutidos dirigidos más directamente al público, como Universal Basic Income, o una semana laboral más corta? Puede ir a la ciudad con escenarios en esta área, y esos escenarios realmente pueden estirar su receptividad a las señales de que el mundo se inclina en una dirección nueva e inesperada. ¿Cómo pagarán los gobiernos el costo de la crisis y cuáles serán las consecuencias económicas? Hay quienes, como Ray Dalio, piensan queimprimir dinero para pagar la crisis en realidad resuelve una crisis de deuda de larga data que estaba a punto de derrumbarse en cualquier caso. Otros no están de acuerdo.
  • ¿Son sostenibles los modelos de negocio en las nuevas condiciones?Muchas empresas, líneas aéreas, por ejemplo, están orientadas muy estrictamente a la ocupación total. Si los aviones tienen que circular con la mitad de pasajeros, ¿los vuelos serán lo suficientemente baratos como para atraer el nivel de pasajeros que tenemos hoy? La misma pregunta podría hacerse a muchos restaurantes para comer, cuyas estructuras de costos se basan en la capacidad de mantener un nivel particular de uso. Y, por supuesto, los deportes de arena, los parques temáticos y similares sufren el mismo problema. Y Uber y Lyft ya no podían lograr rentabilidad porque estaban subsidiando precios bajos para los pasajeros. ¿Podría el transporte “a pedido” haber sido una quimera y desaparecer para siempre? ¿O podrían reemplazarse estas compañías a medida que el modelo evoluciona, de la misma manera que AOL cedió el liderazgo en línea a Yahoo! que lo perdió a su vez a Google? (Mi apuesta es ese algoritmo)
Por supuesto, estos son temas que están en todas las noticias. No puede escapar de ellos, pero puede y debe formar su propia evaluación de la historia más profunda detrás de ellos y su relevancia para su estrategia. ¿Qué vectores describe la acumulación de noticias? Si absorbe tantas noticias como puede y piensa que las historias se agrupan en líneas con magnitud y dirección, ¿comienzan a mostrar patrones?
Más importante aún, encuentre vectores específicos para su negocio que se conviertan en fuentes de lo que los inversionistas llaman "alfa": retornos excesivos en comparación con un índice de referencia o promedio. Los segmentos de mercado que son ayudados o perjudicados por estos vectores pueden requerir cambios profundos en su estrategia.
Si bien algunos segmentos que eran favoritos de Silicon Valley, como el transporte y el alojamiento a pedido, se han visto muy afectados, otros como el servicio de alimentos a pedido están en auge. La computación en la nube, el rendimiento de transmisión, las nuevas fuentes de big data y las mejores herramientas para administrarlo tienen una mayor demanda que nunca.
Al tomar esta determinación, es importante recordar que las inversiones contrarias también pueden generar retornos descomunales. Por lo tanto, es posible que haya mercados en los que crees, en los que creas que puedes marcar una diferencia positiva para tus clientes a pesar de sus dificultades, e ir por mucho tiempo. También ten en cuenta que el mejor momento para comprar cuota de mercado es cuando es barato. Para O'Reilly, esto ha sido cierto para muchas tecnologías en las que realizamos apuestas tempranas en contra de lo que parecían probabilidades abrumadoras de éxito. Perseguir lo que está de moda te pone en medio de una competencia feroz. Pensar profundamente en quién lo necesita a usted y sus productos y cómo puede realmente ayudar a sus clientes es la base de una estrategia mucho más sólida.

Desarrollando una estrategia robusta

"La táctica es lo que haces cuando hay algo que hacer; la estrategia es lo que haces cuando no hay nada que hacer". - Maestro de ajedrez polaco Savielly Tartakower
Una de mis ideas favoritas de la planificación de escenarios es que lo que está buscando es una "estrategia sólida", que se mantenga bien frente a una gama de posibles resultados. Dado que es probable que el futuro no coincida con ninguno de sus escenarios demasiado cerca, su objetivo es decidir qué acciones puede tomar ahora que lo posicionarán mejor de la forma en que resulten las cosas.
Lawrence Wilkinson me comentó: "Este entorno actual es un recordatorio de que si bien 'robusto' sin duda significa flexibilidad, adaptabilidad, sesgo al aprendizaje, y otros, también significa 'resiliencia'. Una de las implicaciones del trabajo de escenarios que a menudo es más difícil de implementar es la necesidad de sacrificar al menos algo de eficiencia para crear holgura, el margen de maniobra para responder a cualquier futuro que surja ... es decir, la capacidad de ser efectivo. "
Una estrategia sólida debe tener en cuenta sus propios recursos y su horizonte temporal. Por ejemplo, estuve hablando recientemente con un emprendedor de software en el espacio de big data. Su objetivo anterior a COVID era obtener un mayor porcentaje de los ingresos de la compañía de las licencias de software que de los servicios, porque los VC, los posibles compradores y los mercados públicos valoran los ingresos recurrentes de SaaS mucho más de lo que valoran los ingresos por servicios. Pero con la incertidumbre sobre la disponibilidad continua de fondos de capital riesgo futuros que favorecen un rápido crecimiento sin ganancias, llegó a la conclusión de que tener un mayor porcentaje de servicios que brinden flujo de efectivo y ganancias podría ser un negocio más sólido en este momento.
Esto fue música para mis oídos, porque uno de mis prejuicios estratégicos desde hace mucho tiempo ha sido elegir mercados donde el tiempo sea un aliado, no un enemigo , y eso parece particularmente apropiado en momentos como estos. Como el ex capitalista de riesgo (y miembro de la junta directiva de O'Reilly) Bill Janeway a menudo me dijo, "la felicidad corporativa es un flujo de caja positivo". En lugar de aumentar rápidamente el crecimiento sin fines de lucro en un intento de obtener la valuación del mercado de valores que proviene de ser el número 1 o el número 2 en un mercado de ganadores, en O'Reilly hemos elegido emular a la tortuga, no a la liebre, creciendo nuestro negocio de manera segura y constante con los ingresos y el flujo de caja de los clientes.
Incluso en nuestra inversión de riesgo, hemos aplicado esta estrategia. Durante los últimos cinco años, Bryce Roberts, mi socio en O'Reilly AlphaTech Ventures , ha estado ejecutando un proyecto llamado indie.vc , que se enfoca en negocios rentables que generan efectivo en lugar de apostar por un alto crecimiento y una salida rápida (aunque Resulta que los dos no son para nada excluyentes .)
Si se encuentra en una startup respaldada por una empresa y no está considerando un escenario en el que las valoraciones van a caer y los despidos alcanzan niveles de quiebre de puntocom o peor, no está pensando lo suficientemente audaz. En muchos escenarios futuros, es probable que las empresas respaldadas por emprendimientos sin ingresos que dependan de la adquisición o la salida terminen fuera del negocio o, en el mejor de los casos, a la salida de la adquisición.
Si está en el negocio, un balance sólido es sólido. Resolver problemas reales y ofrecer un verdadero valor a los clientes que necesitan lo que tiene para ofrecer es sólido. Equiparse a usted y a sus empleados con el conocimiento, las habilidades y la mentalidad para responder de manera flexible y rápida a los nuevos desafíos es sólido. Saber cómo pivotar de lo que solía hacer que ya no funciona y aprovechar todas las nuevas oportunidades es sólido. Encontrar nuevos aliados y cooperar con ellos para lograr grandes objetivos es más sólido que la competencia del ganador se lleva todo.
Abraza el futuro, no el pasado.

Lo que no es robusto

"Los errores están todos allí en el tablero, esperando ser cometidos". - Savielly Tartakower otra vez
La pandemia de COVID-19 ha expuesto las debilidades de mucho de lo que anteriormente se daba por sentado. Se ha descubierto que nuestra economía maravillosa, globalizada, interconectada y justo a tiempo es frágil . Con las empresas optimizando la eficiencia financiera en lugar de la resistencia, las interrupciones de la cadena de suministro se propagaron rápidamente y han sido difíciles de recuperar. Desde la escasez de piezas para iPhone hasta la descomposición de alimentos en los campos al mismo tiempo que la gente pasa hambre a las grandes empresas que necesitan rescates después de décadas de drenar su capital para financiar la recompra de acciones , está claro que algo tiene que cambiar.
Alentar a las personas a pedir dinero prestado para que puedan comprar cosas que no necesitan no es sólido. Crear productos diseñados para desecharse después de algunos usos en lugar de atesorarse y transmitirse no es sólido. Vender productos de personas que los perjudican no es robusto.
Si bien los economistas han advertido durante años que el gasto de una persona es el ingreso de otra y que recortar implacablemente los salarios algún día conduciría al colapso económico, ahora hemos visto una demostración dramática de la forma en que los trabajadores y los consumidores son lo mismo. Como Eric Liu y Nick Hanauer escribieron hace casi una década , se nos recuerda que "todos estamos mejor cuando todos estamos mejor". La desconexión entre el mercado de valores y la economía para la persona promedio rara vez ha sido más clara. Es hora de dejar de fingir que lo que es bueno para Wall Street es bueno para Estados Unidos.
En retrospectiva, el tipo de compromisos pro-sociales que las empresas asumieron en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial parecen más sólidos que el enfoque en impulsar las ganancias corporativas y las valoraciones de los precios de las acciones cada vez más altas. Cuando las empresas tienen sus raíces en sus comunidades, cuando invertimos en I + D y en hacer cosas, cuando invertimos en capacitar a nuestros trabajadores y pagamos salarios y beneficios generosos para que los trabajadores y sus familias puedan disfrutar de un estilo de vida de clase media, nuestras empresas también son más fuertes. El período de posguerra tiene su eco moderno en el movimiento B-Corp; mire si más compañías se alejan del valor para los accionistas como su estrella guía y adopte una visión más holística de su lugar en la sociedad.
Así también, la crisis nos ha recordado que necesitamos un gobierno que sea capaz de intensificar, que actúe como un depósito profundo de previsión e inversión. Necesitamos dejar de vaciar nuestra capacidad de acción colectiva; Necesitamos dejar de fingir que el mercado dejado solo puede resolver mejor cada problema. Como la economista Mariana Mazzucato nos insta, debemos redescubrir el propósito público .
Ahora que tenemos decenas de millones de estadounidenses sin trabajo y una economía que puede estar en espiral hacia la depresión, una estrategia mucho más sólida para el país en su conjunto podría incluir cambios radicales en las políticas que aborden las debilidades que COVID-19 ha revelado. Necesitamos urgentemente un fortalecimiento de la red de seguridad social, y simplemente desembolsar dinero a las empresas y esperar que "el mercado" haga lo correcto será insuficiente.
Si la gente no puede volver a trabajar en sus viejos trabajos, ¿qué trabajo nuevo debe hacer? Si se cierran suficientes empresas por el cierre, es posible que necesitemos que el gobierno inicie el ciclo económico actuando como la fuente de un liderazgo visionario, un cliente para los productos de negocios y un empleador de último recurso, como lo ha hecho en el pasado. dislocaciones de esta magnitud. Cientos de miles de personas pueden ser necesarias para ayudar con el rastreo de contactos ; se debe encontrar una vivienda alternativa para las personas que no tienen espacio para autoaislarse; Si nuestros mayores son los más vulnerables a la pandemia, las personas que han sobrevivido a la enfermedad pueden encontrar nuevos roles como cuidadores; pero más allá de eso, el gobierno puede poner a las personas a trabajar para reconstruir nuestra infraestructura en ruinas e invertir antes de futuras crisis.
Pero tenga en cuenta que hay más de una forma de hacerlo. El reciente artículo de Zeynep Tufekci sobre el éxito de Hong Kong contra la pandemia demuestra que no se ha basado en el liderazgo de arriba hacia abajo del gobierno, sino en un movimiento autoorganizado de abajo hacia arriba arraigado en las protestas antigubernamentales de 2019. Para aquellos De nosotros que pensamos que los problemas de gobernanza están "por encima de nuestro nivel salarial" y es mejor dejarlos a otros, este es un recordatorio de que la desconexión y la apatía no son sólidas. Al final, el gobierno es lo que acordamos hacer juntos. Es un mecanismo de cooperación a escala. Tufekci describe un nuevo tipo de gobierno autónomo de Hong Kong que se alza para enfrentar la crisis, y esa puede ser una de las noticias más esperanzadoras del futuro que hemos visto hasta ahora.
¿Pero a qué debemos dedicar nuestras energías una vez que se hayan satisfecho las necesidades inmediatas de cuidarnos durante la pandemia?
Como Jared Diamond sugirió en la cita al comienzo de este artículo, quizás nuestra estrategia más sólida para reiniciar nuestra economía (y para construir la próxima generación de grandes fortunas comerciales) es centrar nuestra atención en el inminente desafío del cambio climático. En un libro de próxima publicación , Saul Griffith presenta un caso convincente de que responder a esa crisis también es quizás la respuesta más sólida a esta:

Pandemias, grandes depresiones, guerras, todas requieren niveles inusuales de estímulo económico y creatividad. Solo hay unos pocos proyectos que son lo suficientemente grandes como para garantizar la cantidad de estímulo necesario para hacer frente a las emergencias económicas a esta gran escala. Construir la infraestructura para abordar el cambio climático es un proyecto de este tipo, quizás el único proyecto lo suficientemente grande como para que los EE. UU. Y el mundo vuelvan al trabajo y la prosperidad después de COVID-19. Vamos a matar dos pájaros de un tiro; el estímulo requerido para recuperarse de COVID – 19 debería estar dirigido a construir una infraestructura de cambio climático del siglo XXI para la pandemia más grande de todas ”.
La economista Carlota Pérez ha sugerido que si hacemos exactamente eso, podemos estar al comienzo de una nueva era dorada de innovación y prosperidad . ¡Ni siquiera intentemos volver a la vieja normalidad! Si nos levantamos para enfrentar las crisis del siglo XXI, ¡nuestro futuro puede ser mejor que nuestro pasado!