sábado, 29 de marzo de 2008

El cacerolazo y los jóvenes

El cacerolazo fue una sorpresa para muchos. Sin embargo, un elemento nuevo debe formar parte de los análisis políticos para el futuro: la presencia de jóvenes.
Era común escuchar en estos años el comentario sobre el desinterés de la juventud en la política. Estos “idus de marzo” están mostrando quizás el despertar de una nueva generación. Y esa es la mejor noticia, por encima de los temas en debate.
No es ya la generación “del plomo”, que tardíamente muestra con sus resentimientos a cuestas la administración “K-K”. Tampoco la generación de la recuperación democrática, con la mística de la democracia institucional que liderara Alfonsín. Y tampoco la generación de la frivolidad de los años 90, en línea con la onda de la euforia libremercadista propia del fin de la guerra fría.
Es un nueva escalón generacional, más cercano a las visiones del mundo global, al que le llegan las preocupaciones por el deterioro del planeta y el crecimiento de la violencia; que se interesa por la equidad en forma positiva actuando en ONGs solidarias, que descree de las grandes burocracias –sindicales, partidarias, estatales, empresariales- y que se conecta directamente con las portentosas posibilidades que le da la red.
Esta nueva generación tiene “hambre de verdad” y no acepta ligeramente admoniciones con el dedito levantado ni construcciones seudoideológicas que sabe mentirosas. Tiene sentido común, tiene sentimientos y quiere tener ilusiones de poder vivir un mundo mejor.
¿Quiénes son? Pues los que están posibilitando que nuestra sociedad siga funcionando, a pesar de las agresiones cotidianas de la violencia, de la política, de los sindicatos, de las mafias piqueteras, del poder. Son los jóvenes productores tecnificándose más que ningún "empresario bonaerense" del “modelo productivo”, agregando las últimas innovaciones en maquinaria, genética, tecnologías de siembra y hasta organización empresarial; son los exportadores de servicios, que rompen récords año a año; son los generadores de audiovisuales, llevando a todo el mundo la obra de nuestros creadores, artistas, guionistas y técnicos.
Son los que están haciendo surgir la actividad turística a pesar de la supina incapacidad de los gestores públicos para garantizarles adecuada infraestructura y buenas condiciones de negocios; son los emprendedores, en la ciudad y en el campo, haciendo nacer pequeñas empresas por todos lados, ocupando los nichos globales más inveroscímiles; son los ex-piqueteros reconvertidos en empresarios cooperativos, que han renunciado a sus "planes sociales" que los salvaron de la emergencia, para organizarse en talleres para exportar prendas confeccionadas por las amas de casa, diseñadas por diseñadores solidarios de alta costura.
Son los chicos y chicas que, al compás de sus "mp3" y con un optimismo sin concesiones, a veces bajo una lluvia torrencial, reparten pizzas en patinetas o trabajan de meseras en los restaurantes elegantes, para ayudar a pagarse sus estudios.
Esa Argentina existe, vive, pelea su futuro día a día. Está formada por esas semillas del futuro exitoso. No tienen nada que ver con el "proyecto K-K".
¡Como no enorgullecerse de ellos!
Claro, está la otra Argentina. La del poder clientelista armado para enriquecer pocos bolsillos. La de los empresarios bonaerenses golpistas del 2001, que llegaron con Duhalde y se quedaron con Kirchner, y ya están mandando al exterior lo que ganaron. La del aparato político bonaerense, que roba ingresos a los productores para edificar su poder clientelista con gente a la que le pagan para funcionar como "camisas negras" -D'Elía, Pérsico, etc.- y apoyado en las redes delictivas del conurbano, en connivencia con los punteros políticos, policías y jueces corruptos. La que vive de las licitaciones amañadas de gasoductos y autopistas, y de las “comisiones” por cada trámite que hay que hacer en el Estado. La que arma negocios millonarios sin poner un centavo, como la vergonzosa operación de kirchnerización de YPF. Es la Corporación de la Decadencia. Ahí está “K-K”
Lo notable de la lucha de estos días fue la cantidad enorme de jóvenes. En las rutas, en las ciudades del interior, en los cacerolazos de la Capital Federal. Conforman la generación "post-conflictos". No habían nacido cuando Isabel Perón, ni cuando los Montoneros, ni cuando el Proceso. Algunos, no habían nacido cuando Alfonsín. Esa generación es la esperanza.
El gran interrogante es cuánto tardará en imponerse al mundo viejo, hegemonizado por la corporación de la decadencia. Pero ya empezó su lucha en estos días.
En lo personal, no me inspira otra cosa que simpatía, entusiasmo, y el renacimiento de la esperanza en este querido país.


Ricardo Lafferriere

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