domingo, 16 de junio de 2013

Vaca Muerta: nuevo escapismo nacional

“No quiero que le digamos más Vaca Muerta;
de ahora en adelante la llamaremos Vaca Viva”
Cristina Fernández de Kirchner               

                Los informes científicos no discrepan: la presencia de moléculas de CO2 en la atmósfera atravesó la barrera de las 400 partes por millón. Hace tres millones de años que el planeta no llegaba ese nivel.

                Al comenzar la revolución industrial, esa concentración era de 280 ppm. Si continúa el actual  incremento, llegará a las 500 ppm en tres décadas. En ese momento, todo será impredecible, ya que atravesaremos un umbral que jamás la humanidad vivió en sus cientos de miles de años de existencia. La elevación de la temperatura promedio del planeta será de entre 4 y 5 grados.

                La generación de CO2 tiene fuentes diversas, varias de origen natural. Una de ellas, sin embargo, está en nuestras manos controlar: la quema de combustibles fósiles –carbón, petróleo y gas-.

                Hasta hace una década, el peligro era grande pero en última instancia, restringido a las existencias conocidas de hidrocarburos, que se pensaba que habían llegado a su límite.

                Sin embargo, el desarrollo de técnicas novedosas –como el “fracking”- permite buscar nuevos yacimientos, más profundos. Las arenas bituminosas de Canadá, el “shale” en Estados Unidos, Rusia, China y Argentina, y el “pre-sal” en Brasil, lanzan nuevamente la carrera.

                El planeta está nuevamente en las puertas del “corredor de la muerte”. Y no se trata de un destino inexorable, sino que responde a decisiones humanas.

                Sin embargo, así como se cuenta ya con tecnologías para ir más profundo a buscar más petróleo, también las hay para obtener energía de fuentes renovables, sin perjudicar el ambiente, ni la geología.

                “Me gustaría que la Argentina se pareciera a Alemania”, le expresó la presidenta argentina Cristina Fernández a la Canciller Angela Merkel en ocasión de su visita a dicho país. Esa expresión de anhelos seguramente refleja la aspiración íntima de la mayoría de los argentinos en el caso de la energía.

No ha sido, sin embargo, el rumbo que Fernández de Kirchner ha impreso a la política energética durante su gestión. Frente a los 32.509 Mwh de generación de energía solar en Alemania, la Argentina muestra, en el 2012, una capacidad de generación de energía solar de apenas 6,2 Mwh .

Curiosamente, el gran salto en generación solar se produjo en Alemania en la misma época en que el presidente Kirchner se hacía del poder en la Argentina. En ese momento, la capacidad de generación solar instalada en Alemania apenas alcanzaba a 100 Mwh. Es bueno recordar que tampoco se trata de que ese país que tenga mucho sol: su emplazamiento entre los paralelos 51 y 55 equivale en nuestro hemisferio al sol que puede captarse entre Rio Gallegos y Ushuaia.

En los diez años siguientes, Alemania llevó su parque solar de 100 a  32.000 Mwh. y su capacidad total de generación a más de 120.000 Mwh. Argentina sólo agregó a su parque generador 6 Mwh. (seis) de energía solar, y dos centrales térmicas, pasando en total de 17.000 Mwh a 19.000.

Su proyección de largo plazo se orienta a la puesta en valor de las reservas de “shale” del yacimiento de Vaca Muerta. Es  decir, a quemar más hidrocarburos fósiles.

Ninguna proyección de necesidades energéticas para las próximas décadas requiere recurrir al saqueo del subsuelo. Todas son previsibles con el desarrollo de fuentes renovables. La sistemática reducción de costo de las energías renovables hoy la hacen las fuentes normales por excelencia.

Por el contrario, insistir en las sofisticadas y costosas técnicas del nuevo impulso hidrocarburífero mediante técnicas no convencionales sólo responde a intereses del “statu-quo”, el que resiste el cambio y prefiere seguir la marcha hacia el suicidio.

Vaca Muerta no es una fuente energética indispensable. Es, en todo caso, una fuente de nuevas rentas. No es una respuesta energética, sino un objetivo económico, de dudosa ética ambiental.

“Vaca Muerta” es el equivalente energético de un campo con “solo soja”. Por el contrario, “energías renovables” es el equivalente a la “diversificación” de los cultivos.

Vaca Muerta es profundizar la dependencia, apuntar a las rentas rápidas, creer que se solucionan los desequilibrios generados por la incapacidad de gestión y de la propia organización económica y social cargándolos en la cuenta del planeta –es decir, de nuestros hijos y nietos, de su aire y de su agua-.

Es ignorar el daño a las próximas generaciones, pero también a nosotros mismos en los próximos y cercanos años. Es conspirar contra el desarrollo tecnológico, la sofistificación y progreso social.

Es abrirnos al riesgo de una de las consecuencias de las rentas petroleras en las sociedades que viven de ellas: democracias inexistentes o reducidas, políticas corruptas, indiferencia por el progreso humano, creación de clientelismo, estratificación de la pobreza, aparición del terrorismo y la intolerancia.

“Sólo soja” es destrozar el suelo con su agotamiento y erosión. Vaca Muerta es destrozar el subsuelo con su ruptura y contaminación.

Por supuesto que es “lindo” tener rentas. Pero deja de serlo si implica ser cómplices en el deterioro del planeta, de su atmósfera, de su biodiversidad. Es mucho más lindo convivir con el entorno en armonía, desarrollarse sin dañarlo, cuidar el delicado equilibrio que nos permite disfrutar del tesoro de la existencia en el maravilloso escenario de un planeta vivo.

Esto, que hasta hace pocas décadas hubiera parecido un utópico escapismo filosófico, deja de serlo con sólo mirar lo que está ocurriendo diariamente con tormentas, mega-inundaciones y tsunamis, tornados gigantes y glaciares que desaparecen, hielos polares que se derriten, especies que se extinguen, aire que se envenena y agua potable que se agota.

No necesitamos Vaca Muerta, ni shale, ni fracking, ni pre-sal. Tampoco lo necesita el planeta. No es allí donde está nuestro lugar, sino compartiendo ilusiones con quienes creen que es posible un futuro emancipado de las nuevas alienaciones y compatible con la vida en libertad, en una democracia sofisticada y tolerante, con seres humanos educados en el dialogo cuya vida no requiera la dilapidación de rentas que no nos pertenecen, aunque nos permitan en lo inmediato seguir con la fiesta.

Mejor que compartir con EEUU, China, Rusia, Canadá o Brasil el discutible honor de ser los nuevos verdugos del planeta sería, coincidiendo con la presidenta -en otros tiempos-, tratar de “parecernos a Alemania”.



Ricardo Lafferriere

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