Es el
ejemplo que utilizó Hermes Binner como
tema que podría dar lugar a una confluencia programática opositora amplia, y
tácitamente como contraejemplo de las dificultades que generaría –en su
opinión- encontrar acuerdos entre quienes tienen “bases conceptuales diferentes”,
aunque sin cerrar –afortunadamente- las puertas a tal propósito.
Humildemente,
sugiero otros temas que pueden servir de ejes de acuerdo, además de las
cloacas:
Estado de derecho sí, o estado de derecho no.
Independencia de la justicia sí, o independencia de la
justicia no.
Federalismo si, o federalismo no.
Libertad de prensa sí, o libertad de prensa no.
Medios de comunicación oficiales plurales sí, o medios de
comunicación oficiales plurales no.
Utilización partidista del poder sí, o utilización
partidista del poder no.
Respeto al parlamento sí, o respeto al parlamento no.
Moralidad administrativa sí, o moralidad administrativa no.
Autarquía municipal sí, o autarquía municipal no.
Libertades públicas sí, o libertades públicas no.
Derechos y garantías sí, o derechos y garantías no.
Reemplazo de clientelismo por ciudadanía sí, o reemplazo de
clientelismo por ciudadanía no.
Lucha anticorrupción si, o lucha anticorrupción no.
Políticas sociales de inclusión sí, o políticas sociales de
inclusión no.
En
todos estos temas, es posible articular acuerdos que acerquen a argentinos con
posiciones diferentes en lo político, en lo ideológico, en lo religioso, en lo
regional. Permiten articular a izquierdas con derechas y centros, viejos con
jóvenes, porteños con provincianos y hasta ricos con pobres. Sería una especie
de “pacto neo-constituyente”, indispensable ante las ruinas en que el
kirchnerismo dejará convertido al país cuando termine su gestión.
Frente
a la pesadilla populista que está terminando de desarticular lo que queda de la
democracia, del estado de derecho, de la independencia de la justicia, de la libertad
de prensa, de la moralidad administrativa, de los derechos y garantías de los
ciudadanos, del federalismo y la autarquía de los municipios, vale la pena
intentar que el acuerdo no se reduzca sólo a las “cloacas si o no”, sino que
responda a las expectativas de la gran cantidad de argentinos que pretenden
volver a colocar al país en la senda de una democracia madura, fresca,
participativa, plural, tolerante y abierta.
En todo lo demás, seguramente habrá miradas finalistas diferentes y está bien que así sea. Una confluencia de tal amplitud exige que cada participante conserve celosamente su identidad, porque esas diferencias fortalecerán la democracia en el juego de un estado de derecho auténtico. El debate político y parlamentario honesto decidirá en todo caso sobre aquellos temas en los que no exista acuerdo. Pero antes, hay que recuperar ese estado de derecho de una amenaza tan grave como no ha existido desde 1983.
En
suma, recrear un país para todos, en todos los sentidos de la palabra, conviviendo en paz y pluralismo y definiendo periódicamente su rumbo en un debate sin trampas.
Ricardo Lafferriere
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