Cristinazo, inflación y salarios
Cuando estalla la
inflación, todo se desordena. No es una excepción lo que está pasando a causa
del “Cristinazo” en el que país va ingresando, día a día. Lo adelantamos hace
justo un año y en ese lapso la situación se ha empeorado al compás de la
irresponsable gestión del “todo-vale”.
La inflación se desborda, y está al límite de
ponerse fuera de control. Frente a ello, la presidenta comienza a recitar el
tradicional libreto del ajuste que tantas veces repudió: las paritarias “deben
tener techo”, que sugiere sea en la mitad de la inflación prevista.
Pero la inflación… ¿es culpa de los salarios?....
Una nueva presión del
gobierno nacional sobre los sindicatos busca poner un “techo” del 20 % sobre
los aumentos salariales que comenzarán a discutirse en paritarias.
La medida genera obvias resistencias, no sólo en
los sindicalistas más directamente relacionados con sus bases, sino por parte
de la misma burocracia gremial que ha sido la socia íntima de la pareja
gobernante desde 2003, personificada en la figura de Hugo Moyano.
Sólo el sindicalismo más oficialista, quienes
fueran informantes del tenebroso “Batallón 601” durante la dictadura, Gerardo
Martínez a la cabeza, actúa como ariete del discurso oficial, aunque sin muchas
ganas.
Es natural: todos saben que, aunque la tolerancia
de las bases es amplia respecto a los negocios y negociados, corrupción y
corruptelas que les permite un nivel de vida exponencialmente más alto del de
sus representados, ello es a condición de respetar una máxima: “Con el salario
no se juega”.
Desde esta columna, no
coincidimos con aquellos que afirman que la inflación es causada por las subas
salariales. Al contrario: los salarios son –en general- los últimos en
actualizarse.
Es conocida la frase que se atribuye a Perón: los
precios suben por el ascensor y los salarios por la escalera. Lo que no decía
Perón es que antes que los precios y mucho antes que los salarios está la
falsificación de dinero que realiza el gobierno. El suyo fue el primero. Muchos
otros lo siguieron, hasta hoy.
Actualmente, el 40 % del
circulante es papel falsificado por el gobierno kirchnerista. Moneda sin
respaldo, sin autorización parlamentaria, sin contrapartida en divisas ni
riquezas reales. Papeles que han ido reemplazando a la moneda nacional, tan
falsos como el relato K. Algunos rumores incluso adelantan una falsificación en
escala global, cambiando la totalidad del dinero circulante por bonos kirchneristas
que se denominarían pomposamente “pesos federales”.
Por eso es que no nos
sumamos a la demonización de las subas salariales que buscan recuperar la
capacidad de compra perdida por la pérdida de valor de la moneda. Estamos, en
este sentido, en las antípodas de Cristina Kirchner y la cúpula empresarial,
aunque ello nos acerque al reclamo de Moyano, que, despechado, parece volver a
buscar en sus bases el respaldo que rifó en casi una década de complicidad
kirchnerista.
Por supuesto que el
problema no es lineal. Aunque las causas de la inflación puedan ser varias, no
hay ningún caso en que su detonante no sea la defraudación por parte del
gobierno de los recursos públicos. Efectivamente, el primero que da el paso al
frente para apropiarse de ingresos ajenos es el Gobierno, reduciendo el valor
de la moneda al provocar que cada peso en circulación sea más débil, es decir
valga menos.
Lo hace de dos formas: apropiándose de las divisas
que lo sostenían (llamadas Reservas del Banco Central) o fabricando nueva
moneda sin respaldo. En ambos casos, gastado fondos públicos sin tomarse el
trabajo de recaudarlos antes. Si ésto lo hace un particular, sería robo o
falsificación. Como lo hace el Gobierno, se llama inflación.
El reflejo inmediato ante
este desfalco del Gobierno es que los precios aumentan. Aunque en realidad, no
es que aumenten los precios, sino que como la moneda vale menos, es necesaria
más cantidad para comprar las mismas cosas, ya que los productos deben subir
“nominalmente” su precio, para poder intercambiarlos con otros productos,
también más “inflados”.
Si no hicieran eso, las fábricas y negocios
deberían cerrar, porque no podrían reponerlos. Entrarían en quiebra, con la
consiguiente desocupación y crisis. La suba de los precios es, entonces, una
medida defensiva destinada a sobrevivir, no a ganar más. No es responsabilidad
empresarial. Es responsabilidad política. Su causante es quien gobierna, en
nuestro caso y desde hace una década, el peronismo “kirchnerista”
Ante estas subas, los
trabajadores, últimos eslabones de una cadena perversa iniciada por el
kirchnerismo ya hace siete años, reclaman, con justicia, aumentos de los
salarios que les permitan comprar lo mismo que antes. Y además, pagar las
tarifas del “cristinazo”, cuyas subas duplican en su dimensión al ajuste de su
compañero Celestino Rodrigo, en tiempos de su antecesora Isabel Perón, en 1975.
Por supuesto que siempre
hay pícaros que siguen el ejemplo cínico del gobierno. Entre los empresarios,
los que aprovechan para aumentar los precios más de lo que debieran, o reciben
directamente los fondos públicos por sus vinculaciones con el poder. Y entre
los trabajadores, los que en lugar de recuperar posiciones, reclaman aumentos
desfasados con la inflación, que terminan –esos sí- haciendo subir más los
precios y castigando a los consumidores.
Porque como todo se
descalabra, quienes tienen mayor poder logran disminuir los daños. Los más
débiles son los que más pierden. Y siguiendo el viejo refrán de “a río
revuelto, ganancia de pescadores”, saltan en punta los oportunistas. El primero
es el Gobierno, que tiene el mayor poder, y es el que gana más, desatando el
proceso. Las empresas más grandes reaccionan más rápido y tratan de evitar las
pérdidas moviendo sus precios. Los sindicatos más fuertes logran defenderse
mejor y tienen mejores aumentos.
Los que pierden son los empleados públicos, los
docentes, policías, judiciales, militares y en mayor cantidad que cualquiera de
ellos, los jubilados y pensionados. Por último, quienes no tienen trabajo
estable ni formal, que ven reducir sus niveles de ingresos reales en forma
dramática sin tener siquiera a quién reclamarle.
Así se forma la cadena,
que no es precisamente de la felicidad. El gobierno en una punta, apropiándose
de una parte sustancial de la riqueza de los argentinos mientras se hace el
distraído y busca a quién culpar. Cristina, a los empresarios y a los reclamos
salariales. De Vido, vocifera sin vergüenza ninguna: “¡la culpa es de Macri!” y
algún economista oficialista llega al límite del dislate: la inflación habría
sido generada…. ¡por Julio Cobos! Kirchnerismo de libro: la culpa siempre es
ajena.
Los jubilados, los pensionados, las provincias y
municipios que no pueden fabricar alegremente los billetes con la imagen de Eva
Perón, siguen en la cola. Y los desocupados y trabajadores informales, en la
otra punta, sufren la suba de los precios, de los salarios activos, y de sus
gastos de supervivencia. La “ilusión de riqueza” de los aumentos es
inmediatamente seguida de la “desazón de pobreza”, al notar que a pesar de los
aumentos, los salarios valen inexorablemente menos.
Quizás uno de los mayores
daños que provoca la inflación es la sensación de inseguridad, nerviosismo y
agresividad, que se traslada a cada ámbito de convivencia. Las imágenes de las
calles tomadas por la violencia y la intemperancia son la patética muestra de
hacia dónde nos lleva un gobierno sin conciencia de sus límites y de sus
deberes. El cristinazo se come el salario, pero peor aún, disuelve las
esperanzas y licúa la solidaridad.
Por eso decimos que la
inflación es enemiga de una convivencia en paz, que es injusta y que no debe
tolerarse que el gobierno la provoque por conveniencia, por malicia o para
escudar su ineptitud. Y mucho menos, que pretenda que es buena, o que deba ser
soportada por los asalariados limitando sus reclamos por debajo del deterioro
sufrido por la moneda, contracara del aumento de precios que él mismo ha
provocado.
Ricardo
Lafferriere
1 comentario:
Me parece que toda la oposición apuesta a que en el país haya una hiperinflación, para poder cumplir con sus ansias política. Uno de los aspectos principales que originan inflación es el rumor (EFECTO PSICOLÓGICO)que muchos políticos se encargan de desparramar.
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