lunes, 20 de mayo de 2013

Reservas



                Como una obsesión, desde este sitio hemos reiterado hasta el cansancio nuestra voz de alerta por la irresponsabilidad con que la administración kirchnerista está tratando la gestión de las reservas del Banco Central.

                El tema no es nuevo, pero su agravamiento constante y sistemático obliga a volver sobre él.

                Sin ir más lejos, hace menos de un año, en nuestra nota del 5 de junio del 2012 titulada “No había 50.000”, sosteníamos que la realidad de las reservas en manos del BCRA oscilaba en alrededor de diez mil millones de dólares. No era una ocurrencia propia, sino un reflejo de la opinión de los economistas argentinos especializados.

                No era en ese momento un secreto, y tampoco lo era para los responsables.

                En su nota editorial del domingo 19, La Nación dio nuevamente la voz de alerta, coincidiendo con los números que nosotros publicábamos hace casi un año. La reducción paulatina de los números oficiales va acercando la “cifra kirchnerista” a la realidad, al producirse el fenómeno que entonces preveíamos. 

               Precisamente uno de los rubros contabilizados como “reservas” ha mostrado una reducción constante, debido a la decisión de actores económicos ajenos al gobierno que han retirado sus depósitos hacia fuera del sistema.

En efecto, contabilizadas como “reservas” los depósitos en divisas de los particulares, afirmábamos que el retiro de las mismas por sus legítimos dueños dejaría al descubierto la falacia. Las reservas contadas como propias no lo eran.

Tampoco lo son las sumas tomadas en préstamo a organismos internacionales. Y menos pueden contabilizarse como tales los bonos “NOBAC” y “LEBAC” con que se esteriliza la emisión monetaria, porque cuando los depositantes requieran esos recursos que les son propios, el BCRA no tendrá otra opción que devolvérselos a los Bancos, ya que si no se provocaría una paralización abrupta del circuito económico.

Y tampoco lo son los títulos sin valor con que el gobierno reconoce los retiros de divisas –en operaciones de dudosa legalidad- que realiza para cubrir deudas que le son propias, saqueando al BCRA.

Dice, en este sentido y entre otros conceptos, el editorial de La Nación: “En la contabilidad de las reservas también figuran préstamos del Banco de Ajustes de Basilea por alrededor de 3600 millones de dólares, que tiene su contrapartida en el pasivo correspondiente. Y, en el pasivo reclamable, están los títulos emitidos por el Banco Central (Lebac y Nobac), que, al 7 del mes actual, alcanzaban el equivalente de 23.455 millones de dólares. El respaldo de estos pasivos, además de las reservas, es el stock de bonos recibidos del gobierno nacional cada vez que las utilizó para pagar deuda pública. Pero estos son títulos no negociables que, a su vencimiento, serán renovados. Nada pueden respaldar.”

“En definitiva, -prosigue el editorial-  deducidas las obligaciones reclamables, el Banco Central dispondría de activos netos por poco más de 12.000 millones de dólares. Con esto debería responder no sólo al déficit mensual de divisas de 935 millones, sino también a la base monetaria que alcanza el equivalente de 56.940 millones de dólares.”

Recordemos algunos párrafos de nuestra nota del 5 de junio del 2012: “No había 50.000…

            Decíamos ya entonces: “Aún a riesgo de pecar de inmodestia, no es mal momento recordar  lo que afirmamos en esta columna desde hace, al menos, un par de años: las “reservas del BCRA” son otra de las grandes imposturas de la des-información oficial.

                “Hoy vemos la consecuencia. No hay 50.000 millones de dólares. Ni 40.000. Ni 30.000. Ni 20.000. Los economistas más serios, aquellos que no se prestaron en estos años a la “mentira piadosa” con el argumento elitista y oligárquico que saber la verdad puede atemorizar a los ciudadanos, nos ratifican su información: las reservas líquidas del BCRA, aquellas con las que puede contar para respaldar la base monetaria, no llegan más que a aproximadamente 10.000 millones de dólares. Menos aún que los que había en los tiempos finales de la convertibilidad.”

                Las reservas no son el respaldo automático de la moneda, pero son uno de sus componentes básicos. La relación entre el valor de la moneda nacional y la divisa depende también de otros factores, como el superávit comercial, la proyección de obligaciones y del balance de pagos, la confiabilidad que genere la política económica y la seriedad del país. Pero tampoco son una variable indiferente. De hecho, es la relación que se toma como punto de partida para calcular el valor real de la moneda. Y hoy tenemos un circulante de alrededor de 300.000 millones de pesos.

                Ese número implicaría una relación con las reservas de 7,80 a 1. Aumentaría el valor del peso –o sea, disminuiría el del dólar- un superávit comercial creciente, una gran confianza en el gobierno y el plan económico, un flujo de capitales desde el exterior hacia el país y un cronograma de pagos externos “calzado” con recursos genuinos previstos.

                Lo disminuirían –o sea, aumentaría el del dólar- los extremos opuestos: un superávit comercial decreciente, una gran desconfianza en el gobierno y el plan económico, un flujo de capitales desde el país hacia el exterior y un cronograma de pagos externos descalzado con recursos genuinos.

                Esa es la situación  no vale la pena seguir diciendo más. Queda claro que no es buena y que las perspectivas no son mejores.

                El “modelo” demostró su inconsistencia, haciéndonos perder diez años de las mejores oportunidades brindadas por el destino a nuestro país. 

               La tozudez, el sectarismo ideológico, la torpeza y la ignorancia han conducido al país hacia un callejón cuya salida es, una vez más, la inexorabilidad de un ajuste. 

               Es la triste desembocadura del “relato” kirchnerista, enmarcado en una soberbia y matizado por una corrupción como pocas veces se ha visto y un destrozo institucional que pone en riesgo todo lo logrado desde 1983.


Ricardo Lafferriere

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