Como
una obsesión, desde este sitio hemos reiterado hasta el cansancio nuestra voz
de alerta por la irresponsabilidad con que la administración kirchnerista está
tratando la gestión de las reservas del Banco Central.
El tema
no es nuevo, pero su agravamiento constante y sistemático obliga a volver sobre
él.
Sin ir
más lejos, hace menos de un año, en nuestra nota del 5 de junio del 2012
titulada “No había 50.000”, sosteníamos que la realidad de las reservas en
manos del BCRA oscilaba en alrededor de diez mil millones de dólares. No era
una ocurrencia propia, sino un reflejo de la opinión de los economistas argentinos
especializados.
No era en
ese momento un secreto, y tampoco lo era para los responsables.
En su
nota editorial del domingo 19, La Nación dio nuevamente la voz de alerta,
coincidiendo con los números que nosotros publicábamos hace casi un año. La
reducción paulatina de los números oficiales va acercando la “cifra
kirchnerista” a la realidad, al producirse el fenómeno que entonces preveíamos.
Precisamente uno de los rubros contabilizados como “reservas” ha mostrado una
reducción constante, debido a la decisión de actores económicos ajenos al
gobierno que han retirado sus depósitos hacia fuera del sistema.
En efecto, contabilizadas como “reservas”
los depósitos en divisas de los particulares, afirmábamos que el retiro de las
mismas por sus legítimos dueños dejaría al descubierto la falacia. Las reservas
contadas como propias no lo eran.
Tampoco lo son las sumas tomadas
en préstamo a organismos internacionales. Y menos pueden contabilizarse como
tales los bonos “NOBAC” y “LEBAC” con que se esteriliza la emisión monetaria,
porque cuando los depositantes requieran esos recursos que les son propios, el
BCRA no tendrá otra opción que devolvérselos a los Bancos, ya que si no se
provocaría una paralización abrupta del circuito económico.
Y tampoco lo son los títulos sin
valor con que el gobierno reconoce los retiros de divisas –en operaciones de dudosa
legalidad- que realiza para cubrir deudas que le son propias, saqueando al
BCRA.
Dice, en este sentido y entre
otros conceptos, el editorial de La Nación: “En la contabilidad de las reservas
también figuran préstamos del Banco de Ajustes de Basilea por alrededor de 3600
millones de dólares, que tiene su contrapartida en el pasivo correspondiente.
Y, en el pasivo reclamable, están los títulos emitidos por el Banco Central
(Lebac y Nobac), que, al 7 del mes actual, alcanzaban el equivalente de 23.455
millones de dólares. El respaldo de estos pasivos, además de las reservas, es
el stock de bonos recibidos del gobierno nacional cada vez que las utilizó para
pagar deuda pública. Pero estos son títulos no negociables que, a su
vencimiento, serán renovados. Nada pueden respaldar.”
“En definitiva, -prosigue el
editorial- deducidas las obligaciones
reclamables, el Banco Central dispondría de activos netos por poco más de
12.000 millones de dólares. Con esto debería responder no sólo al déficit
mensual de divisas de 935 millones, sino también a la base monetaria que
alcanza el equivalente de 56.940 millones de dólares.”
Recordemos algunos párrafos de
nuestra nota del 5 de junio del 2012: “No había 50.000…
Decíamos
ya entonces: “Aún a riesgo de pecar de inmodestia, no es mal momento
recordar lo que afirmamos en esta
columna desde hace, al menos, un par de años: las “reservas del BCRA” son otra
de las grandes imposturas de la des-información oficial.
“Hoy
vemos la consecuencia. No hay 50.000 millones de dólares. Ni 40.000. Ni 30.000.
Ni 20.000. Los economistas más serios, aquellos que no se prestaron en estos
años a la “mentira piadosa” con el argumento elitista y oligárquico que saber
la verdad puede atemorizar a los ciudadanos, nos ratifican su información: las
reservas líquidas del BCRA, aquellas con las que puede contar para respaldar la
base monetaria, no llegan más que a aproximadamente 10.000 millones de dólares.
Menos aún que los que había en los tiempos finales de la convertibilidad.”
Las
reservas no son el respaldo automático de la moneda, pero son uno de sus
componentes básicos. La relación entre el valor de la moneda nacional y la
divisa depende también de otros factores, como el superávit comercial, la
proyección de obligaciones y del balance de pagos, la confiabilidad que genere
la política económica y la seriedad del país. Pero tampoco son una variable
indiferente. De hecho, es la relación que se toma como punto de partida para
calcular el valor real de la moneda. Y hoy tenemos un circulante de alrededor
de 300.000 millones de pesos.
Ese
número implicaría una relación con las reservas de 7,80 a 1. Aumentaría el
valor del peso –o sea, disminuiría el del dólar- un superávit comercial
creciente, una gran confianza en el gobierno y el plan económico, un flujo de
capitales desde el exterior hacia el país y un cronograma de pagos externos “calzado”
con recursos genuinos previstos.
Lo
disminuirían –o sea, aumentaría el del dólar- los extremos opuestos: un
superávit comercial decreciente, una gran desconfianza en el gobierno y el plan
económico, un flujo de capitales desde el país hacia el exterior y un
cronograma de pagos externos descalzado con recursos genuinos.
Esa es
la situación no vale la pena seguir
diciendo más. Queda claro que no es buena y que las perspectivas
no son mejores.
El “modelo”
demostró su inconsistencia, haciéndonos perder diez años de las mejores
oportunidades brindadas por el destino a nuestro país.
La tozudez, el
sectarismo ideológico, la torpeza y la ignorancia han conducido al país hacia
un callejón cuya salida es, una vez más, la inexorabilidad de un ajuste.
Es la
triste desembocadura del “relato” kirchnerista, enmarcado en una soberbia y matizado por una corrupción
como pocas veces se ha visto y un destrozo institucional que pone en riesgo
todo lo logrado desde 1983.
Ricardo Lafferriere
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