miércoles, 11 de septiembre de 2013

SIRIA

Y todos contentos…

                Desde la década del 90 Rusia viene luchando por recuperar el posicionamiento perdido.

                Su autoestima de superpotencia devenida en potencia decadente, su sistema “modélico” para medio planeta convertido en una maraña de mafias y corrupción, su presencia internacional desplazándose desde uno de los polos del poder mundial a un país dependiente de sus materias primas como un país en desarrollo más, han sido la obsesión de viejos cuadros dirigentes entre los cuales Vladimir Putin es su principal emergente.

                Rusia necesita volver a posicionarse, si no en el mundo al menos en la región. Su liderazgo, cerca de China, Irán, Turquía, Siria y los países del viejo “Turquestán” –hoy, ex integrantes de la vieja URSS con alianzas variadas y no siempre leales- necesita ponerse en valor.

                Estados Unidos, por su parte, desea desde hace ya varios años retirarse del medio oriente. Irak y Afganistán, sus últimas dos guerras, han abierto heridas en su propia sociedad nacional produciendo un hiato de una magnitud pocas veces vista en su historia entre los ciudadanos y el poder. Ha tenido la suerte del surgimiento de las nuevas tecnologías que permiten la extracción del petróleo profundo (Shale) que le permite no sólo autoabastecerse sino convertirse en exportador de combustibles. No necesita –y tampoco parece desearlo- mantener un costoso despliegue militar tan lejos “de casa” para actuar como gendarme en regiones que no sólo no se lo agradecen sino que lo repudian, cuando dependerá cada vez menos de su petróleo.

                En ese ajedrez, para quienes seguimos la marcha del mundo, es fuerte la tentación de imaginar que la amenaza a Siria ha tenido, en realidad, otro destinatario: Irán. Una Irán aliada de Rusia, pero cuyos arsenales nucleares no pueden alegrar a su vecino. Un Irán que, aliada también de Siria, conforma una pareja de países difícilmente controlables por nadie, en posesión de armamentos demasiado peligrosos para tenerlos cerca.

                De ahí al acuerdo ruso-norteamericano hay un paso. La amenaza del ataque a Siria tuvo ya su primera consecuencia colateral: Irán ha aceptado volver a conversar el control de su programa nuclear por la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) -http://noticias.terra.com.ar/internacionales/el-tiempo-para-resolver-el-tema-del-programa-nuclear-irani-no-es-ilimitado-iran,691f0805e0701410VgnCLD2000000ec6eb0aRCRD.html-, lo que neutralizará cualquier proyecto de fabricación de armas nucleares. Y la propuesta (¿rusa?) sobre Siria tendrá la consecuencia de anular su arsenal de armas químicas.

                La otra tentación es la de imaginar que la amenaza del bombardeo norteamericano a Siria ha sido una gigantesca puesta en escena, tácita o expresamente acordado con Rusia, en un ajedrez geopolítico, militar y diplomático que ha puesto en vilo al mundo. Los hechos hablarán para confirmar o desmentir esa sospecha.

                Porque si todo termina como puede imaginarse, Irán avanzará hacia su desnuclearización, Siria hacia la eliminación de su arsenal químico y Estados Unidos podrá continuar su repliegue, delegando su papel de gendarme en la región en favor de una Rusia que habrá recuperado allí un liderazgo claro para reforzar su posición frente a China y no tendrá más en su flanco suroccidental dos países que, aunque aliados, cuenten con peligrosas armas de destrucción masiva.

                Tal vez sea todo imaginación. Lo que está claro es que en estos casos, para quienes –como nosotros, en la Argentina- no tenemos intereses directos comprometidos en el entuerto, lo peor que podemos hacer es “comernos el amague” y tomar posiciones por impulsos viscerales que terminen perjudicándonos gratuitamente en otros temas que son los que realmente nos afectan e interesan.

Ricardo Lafferriere

                

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